miércoles, 29 de mayo de 2024

Los fabulosos cuatro hermanos: Nuevos horizontes, retiro y meditación

 



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    Atrás habían quedado los días en la Villa, con el tío Arón, Esther y todo aquellos malos recuerdos. Jona había encontrado la forma de poder desligarse de todo eso, y aunque mandaba una ayuda para ambos, lo que menos pretendía era volver. Aunque todo lo que empieza, finalmente termina, y cuando Los Bardos habían recorrido todos los ríncones del mundo, tuvieron que hace un parate y volver a sus casas. Al menos por un breve lapso. Jona sabía que tenía que resolver algunos asuntos pendientes que no podía evitar. Fué a conocer a su hijo y pretendió estar allí, pero no pudo soportarlo por mucho tiempo. Él era el hermano mayor de todo el imberbe campesinado unido del mundo. O al menos eso creía... Jona pretendió que todo seguía igual pero le pidió a Esther un tiempo para poder poner en orden sus ideas. Para ello se fué de viaje por el lejano oriente donde, dando saltitos por la Gran Valla descubrió el que sería su gran amor. Una princesa de oriente llamada Mushka cautivó su atención cuando la vió dando un espectáculo de luces y sombras. Como ella le llamaba a su show, "un fragmento imperecedero del fatal teatro mágico". Jona sintió, durante un segundo, la mirada punzante de Mushka que lo invitaba a conocerla. Entonces, como él no era lento, esperó a que terminara su número y le preguntó por qué creía que podía andar encantando a la gente. Mushka lo miró con cierta perplejidad y un cierto aire de rechazo. Le explicó que nada tenía que hacer él allí, en todo caso era un asunto entre las almas. Jona quedó congelado ante esta afirmación. Nuestros cuerpos no son necesarios... Jona se rió a carcajadas pero Mushka no se inmutó y en cambio asintió en gesto de silenciosa aprobación. Después caminaron juntos un rato sin hablarse. Jona fue entendiéndola de a poco, sus silencios, su diferente forma de comunicarse. Era una mujer misteriosa pero de fuerte personalidad, algo que no podía encontrar en Esther. Jona cayó perdidamente enamorado de Mushka y de a poco Mushka fue entendiendo a ese joven tan desesperado.  

    A todo esto, Juda conoció a una chica de su barrio llamada Dalila y comenzaron una relación. Sin embargo, a diferencia de Jona, Juda siguió componiendo nuevas canciones, porque su verdadera pasión era la música. En cambio para Jona era de vital importancia el vínculo, el cara a cara, piel de piel. Rufo se la pasaba andando a caballo, tomando cerveza y saliendo con muchas mujeres. Y el pequeño Sila también conoció a una chica, la bella Salomé y juntos vivieron un apasionado romance que se llevó las miradas de todos los mayores del pueblo que al mirarlos recordaban con nostalgia su juventud. Sila continuó su proceso de aprendizaje y de invención de nuevas canciones porque siempre esperaba poder tener la aprobación de Jona y Juda, pero sobre todo del hermano mayor. Jona continuava extraviado de amor, bebiendo del néctar de su amada Mushka. Juntos vagaron por un tiempo por el viejo continente hasta finalmente regresar a la Isla. Jona se dirigió junto a Mushka a la casa de Esther y le comentó como quien menciona el tiempo, que había decidido cambiar de pareja porque ahora amaba a Mushka. Se dió la vuelta y se fué ante la mirada atónita de la pobre Esther. El pequeño Jonita le pateó una pelota de trapo a su joven padre y éste siguió de largo sin mirarlo. Ese desdén el pequeño Jonita jamás lo olvidaría. 

    Cuando Los Bardos dejaron de lado sus vacaciones y volvieron a reunirse la cosa comenzó a marchar. Jona trajo nuevas canciones, Juda trajo más y Sila mostró algunas que estuvieron bien. Rufo estuvo de acuerdo en todo y hasta se animó a cantar una canción que compusieron pensando en él y en su sonrisa. De a poco la cosa tomaba otro color. Las canciones eran más elaboradas y maduras. Con nuevos instrumentos como el Siku que Jona trajo del oriente, la versatilidad sonora de Juda y el mayor compromiso de Sila con el proyecto. Con el tiempo fueron dejando de hacer presentaciones en vivo y comenzaron a juntarse sólo ellos para ensayar. Ahí fue donde Jona daría quizás su última directiva. Todos debían irse de la Villa para vivir en el Otro Lado, un lugar sólo accesible para aquellos que tienen algo realmente importante para mostrar. Como siempre al principio sus palabras sonaron como sus clásicos chistes irónicos, pero pronto entendieron que hablaba en serio y que no era una mala idea. Pronto todos quisieron saber si podrían llevar a sus novias. Jona asintió diciendo que por supuesto, era impensable ir sin ellas. Luego Juda se acercó a Jona y le preguntó si iría con Esther y el pequeño Jonita, pero esto molestó a su hermano mayor que le respondió seco: nunca me la vuelvas a mencionar a esa. Mi única mujer es Mushka. Juda se retiró contrariado, como quien se escabulle humillado al ser reprendido por alguna falta cometida.

    Los preparativos fueron veloces y todos estaban listos para partir cuando se enteraron de la terrible noticia. Habían encontrado al primo Levi muerto en su casa. Al parecer suicidado por la sociedad, con una tajada que iba de oreja a oreja a través de su morrocotudo cuello. Cuando los cuatro hermanos se enteraron hicieron paco, seguirían adelante con sus planes y tratarían de manejarse de acuerdo a lo que el primo Levi les habría indicado, pero en el fondo sabían que ya nada volvería a ser igual.  

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