lunes, 20 de mayo de 2024

Los fabulosos cuatro hermanos: Sila trae a Rufo y se cierra el círculo.

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    Cuando Sila comprendió que era tan importante como para que Jona lo abrazara y tuviera en cuenta, comenzó a involucrarse y de a poco participar más. Sobre todo en opinar. A Juda esto no le hacía mucha gracia porque consideraba que Sila iba demasiado rápido con sus pretenciones. Después de todo era él quien lo había traído al grupo y si no fuera por su intercesión, Jona jamás se habría fijado en él. Este era un tema de candente conflicto entre el hermano del medio y el hermano menor. Tendrían que pasar muchos años para que pudieran resolver aquellas asperezas. Pero no importaba, lo que realmente era de máxima importancia era el avance como grupo humano y aquel amigo de Jona les consiguió una prueba de sonido con el paje del Rey. Ahora era a todo a nada. Se la recontra jugaban y necesitaban tener todo su escueto repertorio bien aceitado. Lo lograron a costa de un sacrificio casi inhumano de ensayo diario, de sol a sol. Pero quedaba un enigma ¿quien los contrataría? La respuesta fue rápida y se presentó sola. 


    Jorgelina, hija del Rey Ricardo, se apersonó para ver en directo a Los Bardos de los que toda la juventud de la isla estaba hablando. Jona andaba nervioso por todo el asunto de su próxima paternidad, Juda quería que todo saliera perfecto y no paraba de dar indicaciones, Sila, muy tímido se mantenía callado y obediente y Enoc, el percusionista de la primera época de Jona, no pegaba pie con bola. La audición fue mediocre y cuando terminaron Jona dijo en tono jocoso que "en nombre del grupo esparaba que les hubiese gustado y ojalá hubieran pasado la audición". Nadie se rió. Un viento helado y celeste perfumó el momento incómodo de los cuatro juglates ahí parados frente a la flamante representante del rey quien sin decir palabra abandonó el lugar muy seria. Los cuatro hermanos se quedaron angustiados, todo indicaba que no les había ido bien y Jona de pronto sintió un irrefrenable deseo de mandar todo al diablo. Quizás entregarse a la simple vida de granjero con su tio no estaba del todo mal. Pero el destino les tenía guardado un as de manga guardado para ellos. 

    Pasaron los días, que se convirtieron en semanas. Todos estaban de acuerdo en que no había muchas chances y la agrupación comenzaba a disgregarse. Sila pasó a visitar a Jona a su casa y lo enocntró fregando los pisos, maldiciendo a diestra y siniestra. Sila tuvo miedo y salió a todo trapo de allí. Buscó a su otro hermano, a Juda, que se encontraba obnubilado en el jardín de atrás tocando la sitara. Sila se acercó y le preguntó si creía que todavía existian chances. Juda lo miró con odio. En eso escucharon golpes en la puerta y ambos fueron corriendo a ver quien era. Un mensajero real huía veloz a caballo rumbo al sur. En la puerta de la casa de Juda vieron un rollo con el sello real. Lo abrieron con manos temblorosas y Sila leyó lo mismo que su hermano Juda. Dentro de dos lunas el Rey los espera en el palacio real para una ceremonia de gala. Hagan bien en traer sus instrumentos y por favor, cambien a su inexperto percusionista. Atte: Princesa Jorgelina. Sila y Juda se miraron con asombro y saltaron de alegría. Fueron a todo galope hasta la casa de Jona que se encontraba fumando pipa en la puerta de su casa. Sin poder mediar palabras le entregaron el pergamino abierto y esperaron las palabras de su hermano mayor. Jona, que todavía se encontraba de mal humor, agarró con bronca el rollo y comenzó a leer. Su expresión cambió en segundos pero se hizo rogar. Cuando parecía a punto de entregarse a la alegría general terció su rostro con una morisqueta de enfado. ¿Y que hacemos con Enoc? Es mi amigo. Juda no dudó un segundo, le dijo que Enoc no tenía experiencia y que por más amistad que los uniera, no valía la pena a cambio de la gran oportunidad que se presentaba frente a sus narices. Era ahora o nunca. Jona lo sabía pero también sabía que Juda tenía cierta inquina con Enoc por ser el que se llevaba más miradas de la platea femenina. ¿Vos que pensás Sila? El pequeño hermano menor entro en profunda meditación para sopesar con la mayor justicia posible sus palabras. Luego disparó: Me parece injusto para el bueno de Enoc que nos bancó en todas hasta ahora. Juda no pudo evitar largar un resoplido de impaciencia. Sin embargo, continuó tranquilo Sila, pienso que es nuestra gran oportunidad para salir del pueblo. Cruzar la frontera de lo posible e ir más allá de todo límite. Jona sonrió ante la sinceridad y humanidad del pequeño Sila que podía ser muy sabio y elocuente cuando quería. Entonces queridos hermanos, preparen todo que nos vamos. Aún queda encontrar el reemplazo de Enoc, dijo Juda. Sila les confesó que conocía a un percusionista que tocaba en un grupo que los imitaba y que le parecía mucho más musical que Enoc. Está decidido entonces, vos Sila andá a buscar a ese muchacho ¿Como se llama? Rufo, respondió meditabundo Sila. Bien, te encargo que lo consigas para nosotros. Tenemos solo dos meses para perfeccionarnos. Aún tenemos fallas sensibles en nuestro repertorio. Vos Juda, si podés anda pensando cambios en nuestras canciones para que queden mejor. Juda asintió porque aunque quisiera mandar se sometía gustoso cuando su hermano mayor agarraba la batuta. Por mi parte, sentenció Jona, iré a hablar con Enoc. Tendrá que entender...

    Enoc, es claro, no lo entendió. Discutieron y terminaron ligandose a puñetazos. Finalmente, ambos con las narices ensagrentadas se fueron cada uno para su casa y no se vieron nunca más las caras. A las pocas semanas, Rufo ya se encontraba tocando con Los Bardos como flamante nuevo percusionista. Rufo era bajito, narigón y le gustaba hacer chistes a toda hora. Rápidamente les cayó bien a todos. Tenía algunos meses más que Jona, sin embargo Jona seguía siendo el hermano mayor. Porque más allá de la edad, todo era una cuestión de liderazgo. Los Bardos mejoraron su set a base de ensayo y error, Juda aportó nuevas ideas para los temas y junto a Jona compusieron algunas canciones mejores de las que ya tenían. Además tocaron casi todos los fines de semana en la cueva más cercana al pueblo debido a una mejor acústica, con el lugar a tope de sus fanáticos. La cosa se encaminaba de a poco y todos lo sabían. 

    Cuando llegó el gran día, los cuatro Bardos fueron en la carreta del padre de Juda a todo trapo y en menos de un día llegaron a destino. Los esperaba un representante del Rey que los ubicó en una gran habitación del Castillo real. Todos estaban concentrados en su setlist. Sila vivoreaba sobre las cuerdas de su sitara, Juda afinaba su banjo, Rufo no paraba de hacer ritmos sobre cualquier superficie mientras que Jona miraba por la ventana la luna llena. La suerte estaba echada. 


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