viernes, 2 de octubre de 2009

Historia del algarrobo abuelo


Verano del '97. San Luis, Merlo.
Una tarde soleada, calurosa, estábamos mi hermano y yo vagando por las calles Merlinas.
Ya no sabíamos que hacer, ni a donde ir. Nuestro viaje a la casa que mis abuelos paternos tenían allá estaba entrando en ese período de cansancio, de hastío, de saciedad ya de tanta montaña, bosque, vida natural y tranquila.
Mirando el mapa del pueblo le comento a mi hermano que había un lugar al que todavía no habíamos ido. Era un lugar llamado "Estancia del algarrobo abuelo" acompañado con el dibujo de lo que parecía un árbol gigante, colosal, como el de pulgarcito y las habichuelas.
Le dije que por que no vamos a ver de que trata, que no íbamos a perder nada. La falta de un plan mejor hizo dudar sólo unos segundos el hecho de ir a ver un árbol, por mas grande que pudiera ser.
Decidimos ir a la terminal del pueblo ya que era un viaje largo hasta el algarrobo. Tuvimos que esperar un buen rato ya que no salían las combis hacia ese lugar muy seguido. Primer punto de desconfianza.
Luego de un viaje medianamente prolongado, donde contra todos los pronósticos, al menos los míos, el vehículo, que no transportaba mucha gente que digamos, se iba alejando cada vez mas de las montañas, internándose en una incierta y árida llanura.
Esos fueron las segundas razones para desconfiar de un verdadero viaje en balde. No era mas que el entremés. Cuando bajamos, de la combi sólo quedábamos mi hermano y yo, los demás evidentemente lugareños se habían bajando en el trayecto rumbo a sus casas.
Nos esperaba un panorama desolador y descepcionante. Nuestros temores, o los míos, y las predicciones de mie hermano se cumplieron antes de que camináramos dos pasos.
Primero ni siquiera vimos el árbol. Al menos me pasó eso a mi, ya que todo lo que encontraban mis ojos era un páramo yermo, desolado, casi vacío y desértico.
Como mucho diez personas, de las cuales seguramente sólo cinco o menos serían visitantes. Luego una familia de lugareños, una vieja india vendiendo piedras mágicas y un triste árbol viejo y desvencijado, que estaba mas muerto que vivo. Casi sin hojas, medio como quemado, no mas grande que cualquier árbol grande del Parque Lezama o de los bosques de Palermo.
Se encontraba eso sí, en un estado casi de fosilización, que nos decía obviamente que el árbol debería tener una antiguedad importante.
Nada de eso importó, encima el saber que la próxima combi pasaría para volver al pueblo en dos horas hizo caer una lluvia de puteadas de mi hermano hacia mi persona.
Lo peor es que yo mismo acompañaba esas puteadas hacia mi, no podía creer el chasco caza-tontos turistas en el que habíamos caído. Bah, había caído yo.
Miré en vano hacia el horizonte buscando ver si la combi que nos trajo nos estaría muy lejos, como para tratar de darle alcance de alguna manera, pero no. La maldita nos dejó y salió disparada como si el diablo le pisara los talones.
Decidimos volver a pié ya que para cuando llegáramos sería ya la hora de la cena. El sol empezaba a bajar y nuestra caminata por en medio de una ruta desértica se empezaba a hacer tediosa y angustiante. La sed ya arreciaba, lo mismo que el cansancio. Las malditas piedritas en los zapatos hacían las cosas mas difíciles y la paciencia de mi hermano había llegado a su fin.
La lluvia de puteadas se convirtió en lluvia de piedras, a lo que traté de disuadirlo, pero pronto yo perdí mía paciencia también y empezaron a llover piedras para su lado.
Estábamos en plenas guerras intestinas cuando pasó un auto para el lado del Algarrobo abuelo y se detuvo a preguntarnos si iban por buen camino. Una parejita copada de porteños a los cuales no les recomendamos tan triste espectáculo, pero que los mandamos por buena dirección de todos modos.
Seguimos en la lucha fraticida, cinco, diez minutos máximo, cuando el auto pasaba otra vez. Esta vez en la dirección nuestra.
No hace falta decir que pasó. De todos modos se entiende. No les tuvimos ni que pedir, nos subieron al coche puteando también a la mala suerte y llevándonos a destino. La nuestra al final no fue tan mala y la anécdota, aunque simple, todavía vende.

2 comentarios:

meridiana dijo...

Hola Apo! por momentos cuando contabas que caminabas con tu hermano por el paisaje árido y desierto me acordé de la peli de Gus Van Sant "Gerry", me agarró un escalofrío...

sabías que la filmaron en Argentina? en fin, antes que nada felicitaciones por los dos años de Camafeos.

veo que te animaste a poner foto! ahora, ponele onda al algarrobo, capaz que se trataba de un árbol milenario, de esos que los druidas utilizaban para sus sacrificios, o con algún poder mágico para los indígenas.

Te mando un abrazo, volví al ruedo después de un tiempito de estar medio alejada de la web.

Lilián

apolodoro dijo...

Lilián como te va?? q bueno verte por estos pagos nuevamente.. si yo tambien estuve alejado del blog.. ahora le estoy poniendo pila.. son temporadas vio..
si lo del arbol fue algo copado.. en otra circunstancia lo hubiera quizas difrutado mas pero bue.. fue la situacion, ademas tenia 14 años en ese entonces.. no le daba mucha bola a ese tipo de cosas..
bueno, un alegron su visita por los camafeos, como siempre..
un abrazo!!
apo
pd: no vi la peli, la mirare.. y gracias por lo de los años de Camafeos!