miércoles, 19 de junio de 2024

Reconocimiento por fuego



Las redes sociales y las plataformas digitales como Youtube o el mismo Blog donde escribo, tienen muchas cosas positivas. Pero también tienen su lado b o costado oscuro. Una de las cosas mas repudiables quizás sea la posibilidad de dejar comentarios agresivos escudándose en el anonimato que te otorga la plataforma. 

Hace una año escribí una nota acerca de lo difícil que parece poder publicar en una editorial, y que si no estás alineado con cierto pensamiento o sos amigo de un editor, parece cosa imposible. El tiempo no hizo más que darme la razón. En realidad no dije nada que nadie que esté en el rubro no sepa. Sin embargo, parece que ese simple posteo (como suele suceder en las redes en general) le molestó a alguien. Un pasajero anónimo de este blog, que no tuvo mejor idea que descalificarme en los comentarios. Simplemente porque sí, porque se le dió la gana, ya que podría haber dejado todo ahí si no estaba de acuerdo con lo que escribí. Pero como sabía que podía dejarme un comentario destructivo y no tener consecuencias, se entregó nomás a su crapulencia. ¿Que fué lo que puse que le mosqueó tanto? Imposible saberlo. La cuestión es que algo de lo que escribí le hizo picar la nariz. Quizás era un editor, o un escritor que pudo publicar con facilidad, o alguien que simplemente estaba aburrido en su casa. Mi respuesta fue de enojo total y quizás sobre reaccioné. Podría haber borrado el comentario y chau, pero decidí contestarle porque en verdad me molestó su comentario con mala leche, escudado en su anonimato. Escribí otra entrada cinco días después donde hablaba de otra cosa, aunque un poco relacionado con lo que había pasado con la entrada anterior. Cuestión que esta persona volvió desde su anonimato porque se quedó claramente pendiente de lo que le fuera a responder. Volvió a cargar las tintas y continuó con las provocaciones. Al parecer dijo ser una mujer o alguien que se autopercibe así (todo puede ser hoy en día). Me continuó la pelea verbal siempre sin develarme su identidad. Puedo entender que tuviera miedo. Entre otras cosas dijo que yo me ahogaba en mi rabia. Es cierto, estaba rabioso porque la gente que busca destruir desde las sombras me parece la gente más nefasta que existe en este mundo. De esas personas que abundan y que quizás estaría bueno deshacernos de ellas, tal vez mandándolos a vivir a la Luna, no sé. Pero creo que gran parte del mal generado por los humanos proviene de aquellos que estan en las sombras y no de las infames caras visibles que vociferan por las pantallas. Cuestión, que me marcaba un error de tipeo que tuve en mi primer entrada, en la que me quejaba de las editoriales autodenominadas "independientes". Su crítica me pareció una imbecilidad mala leche sin fundamento. A menos que te sientas tocado no da para que te tomes la molestia para bardear sin conocer al otro. Volví a escribir una tercer entrada donde hacía una especie de poema irónico acerca de aquel error de tipeo y me burlaba de aquella bardera anónima. Porque me sentía en desigualdad de condiciones. Ella podía poner lo que se le cantara las guindas en mi blog por "ser libre" y yo, con mi nombre, mi cara y nada... falta que diga mi dirección y ya está. La verdad me jodió, entonces, para defenderme, apelé (sin saberlo) a la consabida táctica militar conocida como "Reconocimiento por fuego". En mi verborrea ataqué a tontas y locas, suponiendo puntos débiles que podría llegar a tener mi animoso interlocutor escondido. Esperando así, entre tantas balas, pegarle una aunque sea y, como dice mi jefe, "no te la vas a llevar de arriba". La cuestión es que, como en la película Depredador, cuando los acosados soldados (con Arnoldo Schwarze a la cabeza) disparan hacia donde creen que está el que los está cazando desde los arboles, amparado en su sistema de invisibilidad, tuve una suerte similar. El Depredador no es aniquilado ni mucho menos, pero se come un balazo en un tobillo que lo deja a mal traer el resto de la película, haciéndolo huir despavorido. Acá pasó lo mismo. Entre mi balacera de bardeadas algo le llegó a esta aburrida muchacha que se fué tan dolorida que no pudo volver a contestarme pero... al día siguiente de aquella última entrada me apareció un insulto barato firmado por un tipo equis (probablemente su chongo o algo parecido). Pensé contestarle pero preferí simplemente borrar su pueril comentario y dar por finiquitado el asunto. La batalla estaba ganada. Ante la cobardía del anonimato, munición gruesa, siempre...

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