jueves, 28 de agosto de 2014

Cadete XVI

Mi uniforme de cadete consistía en, básicamente, mi ropa, remera, camperita, pantalones Oxford, y botitas Pony, además del bien ponderado morral, con un libro a elección adentro y espacio para los papeles de trámites por hacer y el infaltable mp3, cargado de la mejor música del mercado. Lo cual podía ir desde los clásicos Beatles y Rolling stones hasta Neil Young, Johnny Cash o Spinetta, y/o cualquier banda de rock nacional del ramo. Siempre tirando mas bien la onda a los clásicos o conocidos como oldies. A veces podía mechar con algunos tangazos, que amenizan bastante bien la jornada callejera porteña o con música clásica, jazz y hasta flamenco (Paco de lucia y Camarón de la isla en lo posible).
La primavera se sobrevenía sobre la húmeda Buenos Aires de fin de década y el aroma a jazmín solía entremezclarse con los ya raudos aromas propios del lugar como nafta quemada, aceite y olor a chivo.
Para sobrellevar mejor mi rutina, mi psicólogo me recomendó que mirara las construcciones de la ciudad que uno puede apreciar en el centro y eso empecé a hacer. Vi desde cúpulas que nunca había vista hasta construcciones años '30 y '40 que me fascinaron. Pude llegar a descubrir también alguna que otra excentricidad como gárgolas, en la bien ponderada avenida Diagonal Norte.
Mis paseos por la ciudad me sirvieron para exorcizar viejos y nuevos fantasmas de me atormentada psique, pero luego de varios días de lecturas álgidas y poemas atronadores, pude empezar a inhalar un aire nuevo que me ofrecía esta vieja ciudad que tira para abajo, cuando la dejás, pero que también tira para arriba, cuando lo permitís.
Lo mas tedioso para mi, eran las colas en los bancos, donde a veces podías escuchar música, y otras venía un tipo de seguridad a decirte que te sacaras los auriculares. Todo un tedio burocrático, a fin de evitar las famosas salideras bancarias, tan en boga por aquellos años. Entonces, para exorcizar eso también, escribí en un cuadernito, mientras hacía la cola de un banco, esta especie de reflexión/bitácora de cadete andante:

"Bajo por la escalera mecánica de un banco hacia donde están los cajeros, los automáticos no, los otros, los de carne y hueso, automáticos también, y hago una cola importante donde un semi cerdo atrás mío no para de tirarse gases, o flatulencias para los amigos. Por delante hay un flaco con cara de amargo serrano, y nunca falta la vieja o no que se queja de la demora y la falta de empleados bancarios que atiendan para agilizar las cosas. Esto fué en el City que no es tan terrible, pero vayan al Macro alguna vez, verán de que carajo hablo.
Una vez que llego al mostrador me atiende un robusto empleado con cara grave y media grotesca, como de dibujito animado, cara de gigante bonachón y su parecido al psicólogo y dramaturgo argentino el "Tato" Pavlovski, me hace acordar a la última materia de la facultad que cursé el cuatrimestre pasado Teoría y técnica de grupos, donde vimos su prácticas y diatríbas en el campo del trabajo grupal, sobre todo con el operativo terapéutico llamado "Multiplicación dramática". El empleado no sé como se llama, por que es el único que no tiene nombre en una chapita como todos los demás, pero me la juego a que es el hermano menor o primo lejano del querido Tato. No sé, cuestión que es macanudo y el único que saluda cordialmente con ese aire de bonachón tan característico de personajes para chicos como el pequeño Juan de Robin Hood o el oso Balú de El libro de la selva, de la novela homónima del escritor inglés R. Kipling."

Una simpática reflexión, traspuesta luego al mismo blog en cuestión, pero que entonces me ayudó para tomarme con cierta sorna lo ridículo de todo el asunto de trámites y colas en los bancos de Buenos Aires, que no es otra cosa que un sinfín de absurdos continuos, hechos apropósito para la exacerbación de la locura general que ya acarrea la gente en de su vida privada. Pero no todo son locuras y almizcle. También hay tiempo para la poesía y el amor.
Una semana exacta después me volví a ver con V, esta vez sin apuros y mas tranquilo, en su casa. Otra vez estábamos solos. No se donde se había metido la hermana, pero supuestamente estaba en lo de su novio. Los planetas parecían alinearse todos un poco mas que la vez anterior, y entre charlas y bostezos, surgió ver una peli nuevamente. Esta vez vimos una que tenía ella que no recuerdo bien el nombre. La noche era fresca, pero ya primaveral, nada que ver con el frío de la semana anterior. Luego de algunas charlas amenizadas, nos distendimos tomando una cerveza, y en un momento en que sentía una tensión fuerte dentro, y en medio de una charla, los dos parados, al lado de la mesa del living, sin mediar preámbulos ni nada, me avalancé sobre V sin ningún tapujo. Ella sorprendida recibió el abrazo y el beso en la boca. Así estuvimos, un minuto, medio incómodos, medio extrañados uno del otro, reconociendo un cuerpo que alguna vez habíamos entrelazado. Después ella me apartó y me llevó de la mano al sofá. Nos seguimos besando y de vez en cuando nos mirábamos y nos decíamos lo loco que resultaba todo. La cosa se fue poniendo mas candente y en un momento de torpeza mía le pregunté si tenía forros. Me miró como si hubiese dicho una desubicación y yo por dentro me sentí muy estúpido. Después, sin responderme nada, me agarró de la mano y me llevó a su cuarto. Sin prender la luz, me tiró sobre su cama y ella luego se posó encima mío. Nos seguimos besando y de a poco fuí reconociendo las partes de su cuerpo que hacía cuatro años no tocaba. Todo estaba igual de bien. Sus hermosas tetas, su cadera ancha y su increíble culo. La petisa me había vuelto loco años atrás y en dos segundos había encendido la llama de la pasión en mí de una forma inpensada. Muchas veces después de que habíamos cortado, recordaba algunos de nuestros encuentros íntimos juveniles con gran pasión y regocijo. Ahora todo estaba ahí de nuevo. Nos sacamos la ropa, ella me tocó ahí, yo me puse como loco, yo la toqué a ella. Los dos estábamos mas cancheros que cuando éramos mas jóvenes, sobre todo yo. Ella siempre había sido buena. Cuando quise acordar, ya estaba dentro suyo, disfrutando como antes. Ella arriba mío, en la posición que siempre nos había gustado mas a los dos. Todo seguía pareciéndome surreal, como si fuera a otra persona lo que le pasaba esto. La noche estaba calma afuera, había muy poca luz que llegaba del living y nosotros reviviendo viejas pasiones del tiempo. Me dijo que acabara, que estaba todo bien y yo entonces sin vacilar, me vacié entero en ella. Uno de los mejores polvos de mi vida, lejos.
Luego de eso, nos dormimos. Y de que manera. De la mejor. Contento. Feliz. Y un poco confundido por como se había dado todo. Hasta hace no mucho, ella era un recuerdo, por momentos dulce, por momentos amargo, pero ahora ella era todo realidad nuevamente. Nunca mas volví a sentir una sensación tan única como la de aquella noche en la casa de mi ex, que ahora dejaba de ser mi ex, para ser simplemente ella.
...
Al otro día me desperté despeinado, confundido, desnudo. Miré a mi alrededor y estaba en un departamento extraño para mi. Nunca había estado ahí. Abrazada a mi había una chica hermosamente desnuda, de pelo corto, chiquita, hermosos senos y paradisíaca cola. Algunos tatuajes aquí y allá en su cuerpo relajado. Entonces recordé todo. Nada había sido un sueño. Estaba ahí, ella estaba ahí. Estábamos los dos nuevamente. Y entonces sin tener sueño volví a cerrar los ojos y abrirlos. Si, todo era verdad. La besé en la mejilla y traté de seguir durmiendo. Afuera, el sol, los pajaritos, los ruidos de la calle y de la gente caminando en un sábado por la mañana pre primaveral, me hicieron acordar que a las diez de la mañana tenía taller de pintura, ahí por Almagro. Estaba lejos y no iba a llegar. No sabía que hacer. Ella se despertó y con un sonrisa me preguntó si quería un café. Claramente me quedé con ella.
 

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