sábado, 23 de agosto de 2014

Cadete XIV

Luego de todo ese rollo de la separación me sumí en una leve tristeza que no llegó a ser depresión, pero casi. A mi cumpleaños vino solo un amigo y mi prima. Ella me llamó y lloramos por teléfono. Después mi prima y Juan me acompañaron a la avenida Corrientes a comprarme un reproductor de dvd. Vimos una peli y luego se fueron. Me quedé solo en mi cuarto sin ganas de nada.
El lunes fuí a trabajar y le comenté a mis compañeros de trabajo que había cortado con A. Todos me comparecieron y me mandaron a laburar. Por la calles de Buenos Aires uno puede sentirse muy solo. Yo por mi parte no me privé llorar en los bondis a moco tendido o detenerme en plena 9 de julio a pensar en todo lo que había pasado, con cierto dejo de tristeza y pesar. Agarré un libro de mi hermano que tenía una dedicatoria de un amigo suyo que decía algo así como "Para leer en un momento de bajón. Feliz cumple. Hernán". El libro en cuestión era El almuerzo desnudo de Burroughs. Al principio no entendía nada. Luego, a medida que avanzaba en la lectura pasé de la incomprensión al estupor. La novela era realmente cruda y fuerte. Por momentos, mientras hacía trámites por el centro y viajaba en bondi de un lugar a otro de la ciudad, la narrativa del último escritor maldito americano me llenaba de tal nivel de impresión y aprensión, que me hacía olvidar mis penas. El libro era como una droga fuerte, como las que tomaba Burroughs, que me hacía perder noción de cualquier otra historia que hubiera a mi alrededor.
Luego de eso vino la tristeza nuevamente. En mi programa de radio hice un especial dedicado a las canciones de ruptura, y si bien por momentos se me hizo muy difícil hacer el programa, fue como una manera de exorcizar ciertos fantasmas que pululaban en mi cabeza. Sin embargo mi contacto con A no terminó tan abruptamente como hubiera deseado. Nos hablabamos por teléfono y a veces lloraba yo, a veces lloraba ella. A veces yo le pedía de volver y otras ella me decía que me extrañaba. Pero era imposible todo reencuentro."Nos va a hacer mal a los dos" me decía ella, y tenía razón.
Me inscribí en un taller de escritura en el Rojas y en otro de pintura por mi barrio. Sentía la necesidad de sublimar mi dolor por medio del arte. Todo me ayudaba de a poco a salir del pozo depresivo. Hasta la lectura del El hombre en busca de sentido de Frankl, donde el psicólogo hablaba de su experiencia en los campos de concentración, era una especie de escape para mi, ya que todo el dolor y el horror humanos, escondido en libros como ese o el de Burroughs, me daban la fuerza para entender que yo solo había sido dejado por una novia. Que eso le pasaba a todo el mundo, que me podía volver a pasar y que no era nada comparado con el horror, ese horror al que hacía referencia el coronel Kurtz de Conrad/Brando.
Un día llegué al psicólogo tan vapuleado por mi dolor que le pedí a grito pelado que me ayudara, que me iba suicidar sino. Él se quedó helado y luego me ofreció un vaso con agua. No encontraba dirección ni salida para mi sufrimiento.
Un día, hablando por teléfono con ella, me dijo que hablando de mi con una amiga suya, le había dicho que mi actitud rastrera era de alguien sin dignidad. ¿Dignidad? ¿De que me estaba hablando? ¿Dignidad por querer recuperar el amor perdido? No existe eso llamado dignidad cuando uno ama. La dignidad es solo una palabra estúpida que poco tiene que ver en cuestiones del amor, le dije y le corté. Me enojé mucho y volví a escribir poesía. Esa poesía brutal que me sale cuando estoy enojado con alguien. Entonces me salieron muchas cosas de descargo, desde la ira y el dolor, pero quizás la esquirla mas bella de aquel dolor que me había acarreado esa separación , sea la que transmití en el siguiente poema, donde evidenciaba cierta esperanza por un reencuentro a la vez que me abría a un posible nuevo amor, o quizás no tan nuevo...

"Un mes sin ella, un mes con ella, y otra vez un mes sin ella.
Luego los meses se van superponiendo como en una danza maquiavélica hacia la muerte.
La etérea no está mas, se fué, se la llevó el viento. Las lágrimas corren por la mejillas de él como dibujando sombras.
El destino recupera lo perdido en algún momento de la vida y vuelve a unir lo que parecía imposible reencontrarse.
Las almas en pena destellan en nueva y alborozada alegría del momento espléndido que vive nuevamente el ser.
Sin pensarlo demasiado se dejan llevar por un nuevo y renovado mar de lágrimas barnizadas con miel, azúcar y un poco de pimienta.
Las uniones letales suelen llevar tiempo oxidarse y corroerse, pero el momento es ahora y nunca. Como bien él sabe, y como dijo el poeta, le toqué un muslo y la muerte le sonrió. Entonces ya no queda mas lugar para las palabras. Sólo espacio para el devenir."

Lo que todavía no sabía era que el amor me esperaba a la vuelta de la esquina. El amor recuperado, el amor alguna vez perdido, pero no de A y su estúpido egoísmo banal y superficial, sino el amor de mi primer amor, que venía a rescatarme de las mismas fauces del averno. Aquel amor que había perdido cuando empezó, el amor que yo siempre entendí, había sido mi verdadero amor y que haría de ese 2009, que perfilaba como el peor año de mi vida, como uno de los que guardaría algunos de los mas bellos recuerdos de mi vida. 

2 comentarios:

jlc dijo...

que buen relato, para aprender y recordar, un psicólogo un día me recomendó que vea El Soldado Ryan... la vi en el cine y después varias veces, hasta que descubrí lo que me dijo que descubriera en el dialogo casi final de Hanks al Ryan.... cuando le dice que sea........

Anónimo dijo...

Santi querido, Excelente. Se pone cada día mas lindo esto. Te felicito. "Noche de Sábado en capital, fui a buscar dolor, solo encontré ala felicidad"