martes, 26 de agosto de 2014

Cadete XV

Sobrevino un leve lapso de descontrol y reviente en mi vida. Salidas furtivas, escapes de fumado impulsivo a prostíbulos de barrio norte y otros desmanes con el alcohol. 
Una noche me junté con mi amigo "Haddock", (compañero de tantas aventuras de ruta), y nos tomamos varias cervezas y vinos, comimos unos chori en la costanera, y caminamos por San Telmo, callados, cada uno sumergido en sus propias miserias. Cuando la noche ya no daba para mi, y estamos en un nivel de borrachera, realmente colapsado, no tuve mejor idea que proponer comprar un chocolate, para así apaliar la ruda noche invernal porteña. 
-Cual te gusta a vos? 
-No sé, cualquiera, elegí vos... a mi me gustan de chocolate con frutilla.
-Me da uno de los Cadbury's esos? Si, si, el grande. 
Pagué y nos fuímos con nuestro nuevo tesoro bajando por Defensa. Ya nos habíamos fumado todos los fumables, bebido todos los bebibles y comido... bueno, faltaba el postre todavía. 
Nos manducamos el breve elixir chocolatoso, mas yo que él. Luego nos sentamos en la puerta de una casa y nos dedicamos a observar a la poca gente que pasaba. Todos inmiscuídos en sus propios asuntos leves. 
De pronto me empecé a sentir mal. Nauseas. Era el aviso. Me paré y lancé una vomitada violenta. Luego otra y luego otra. Cuando quise acordar Haddock estaba a mas de media cuadra de distancia, observandome desde lejos y como preguntándome por telepatía su estaba bien. Estaba bien, y entendí que hubiera tomado distancia. Con el olor expelido, hubiéramos sido dos y no uno, los fisuras vomitando en las viejas calles de San Telmo, lugar por lo demás, históricamente acostumbrado a todo tipo de fisura, desde los tiempos de la colonia hasta ahora. Cuando me sentí mejor, erupté y me tomé un taxi, Haddock se entretuvo charlando con un famoso croto del barrio y apenas notó mi ausencia teniendo en cuenta que su estado era casi tan calamitoso como el mío. 
Luego sobrevinieron unos días de calma chicha. Una noche salí con un viejo amigo de la infancia y me invitó a un centro cultural de Almagro. Me decía que me iba a hacer bien salir y despejarme. Que por ahí iba una amiga suya que acababa también de cortar con su novio y quizás me pudiera echar "una real cana al aire", apalabras textuales de mi amigo. A mi tanto no me apetecía dicha perspectiva. De hecho, prefería quedarme en mi casa viendo alguna peli o simplemente durmiendo. Justo me llamó mi prima para hacer algo. (No sé porqué tenía la extraña sensación de que mi estado daba un poco de lástima en mis coetaños). Le dije la opción de mi amigo y quedamos así. 
A todo esto, yo le había mandado un mail a mi primer novia, no primera primera, pero con la cual había tenido un breve romance allá por la primavera del 2005 que fué mi verdadero marcapiel (al decir spinetteano), de hecho conservo la herida de su dolor con la apendicitis sufrida un día después de nuestra ruptura. La cuestión es que me contestó y hablamos algunas veces por chat. Un día, antes de mi programa de radio, fui a visitarla a su departamento en Las cañitas y charlamos un rato, le conté de mi programa y la invité a escucharlo. Ella vivía con su hermana, que apenas había visto cuando habíamos salido, cuatro años antes, y me dijo que ahora se dedicaba a diseñar ropa. Nos preguntamos su salíamos con alguien y ambos parecimos concordar en que estábamos solos. Después nos despedimos y no pensé que mas nada fuera a pasar. Parecía que se habían sanado viejas heridas y simplemente estábamos haciendo las paces con nuestro pasado. 
Pero la noche que mi amigo me invitó a salir (para echarme una real cana al aire con su conocida), hable con V, (mi ex), nuevamente por chat y nos empezamos a reir y recordar viejas historias del curso de guion donde nos habíamos conocido. A los dos nos gustaba el cine y ella se acordaba bien. Me preguntó si hacía algo esa noche y yo no pude menos que decir que no. Entonces me invitó a ver una peli, yo me entusiasme ante dicha perspectiva y propuse toda una serie de películas que tenía en casa para ver, emocionado como un adolescente primaveral. Quedamos en que pasaría por su casa a las diez u once de la noche. Traté de patear lo mas tarde la reunión porque no podía no ir a lo de mi amigo, sin que este se ofendiera, teniendo en cuenta que es un leonino de ley como quien suscribe. Entonces, en una jugada arriesgada, decidí cumplir con ambos compromisos. Yo no tenía ganas de ir a la fiesta de mi amigo, pero tenía que encontrar la forma de zafarla sin que se enojara. Entonces, bien temprano, tomé rumbo para el centro cultural, ubicado en Av Belgrano y Colombres, a pocas cuadras de mi casa. Me empilche y emperifollé bien  y salí, no sin antes agarrar Scanners, película del siempre eterno y extraño amigo Cronenberg. 
Llegué antes que nadie y la ansiedad por irme era alta. No habían aparecido ni mi amigo ni mi prima y ya me había fumado medio atado de cigarrillos. Al fin llegaron, casi al unisono los dos, unos de cada esquina distinta. Entramos y para mi alegría, el lugar rebozaba hippismo y militancia. Todo un sueño. Rastas, ropas de colores, medias de lana y olor a pachuli, con la foto de Evita y el Che de fondo. Un lugar al que seguramente no iría ninguno de los dos. 
Compramos una cerveza y nos sentamos en una mesa a esperar. Estaban preparando la función. Entonces salieron unos pelilargos a tocar sambas y otras cuestiones telúricas, con muy poca gracia y onda, mientras algunas chicas de pelo en pierna hacían malavares y otras gracias. Me quería ir, pero mi amigo sin saber que me pasaba, trataba de darme ánimo diciendo que su amiga ya iba a llegar de un momento a otro. Sonreí, y por dentro buscaba la forma mas concreta de salir de ahí. Entonces se me ocurrió. Y dije que iba al baño. Todo el asunto me apenaba mas que nada por mi prima, que estaba ahí sentada, como siempre, callada e introspectiva. Pero supuestamente había invitado a una amiga, asi que tampoco es que la dejaría sola. Cuando volví del baño, su amiga había llegado, entonces sin mas preámbulo me jugué el todo por el todo y les lancé de forma lo mas verídica posible que me sentía mal, que estaba mal del estómago, descompuesto, etc y que me iba a casa. (El viejo truco mas antiguo y la mentira mas gastada de todos los tiempos). Pero no me importaba, puse mi mejor cara de dolor y traté de explicarme y disculparme con ellos, mientras me insistían con cara de consternación que me quedara. Pero insistí en que me sentía mal y me escapé. Alguien podría decirme que actué mal y que era mas fácil blanquear mi situación, pero ni yo mismo tenía muy en claro que es lo que iba a hacer. Asi que ante la mirada desconfiada de mi amigo, me alejé de ellos y salí al exterior, donde el aire en los pulmones me infundió nuevos ánimos. Sin perder mas el tiempo me dirigí a la casa de V, mirando por la ventana las calles mal iluminadas de una Buenos Aires indiferente. 
Lo que sobrevino después es difícil de entender y explicar. De hecho todo fue tan raro que el lector me echará en cara haber hecho tanto preámbulo innecesario. 
Cuando llegué a lo de V estaba muy nervioso, casi como si nunca hubiera estado solo con una chica en una casa. La hermana no estaba, pero la noche no era propicia, hacía frío y tenía miedo, como Cerati en Un misíl en mi placard. 
Charlamos un rato, de cosas, de la vida misma. Ella había escuchado el programa del domingo pasado, donde había homenajeado los 40 años de Woodstock. Entonces nos miramos, nos medimos, nos deseamos por momentos, pero entonces el miedo surgió otra vez en mi y le mostré la peli que había llevado para ver. La pusimos y nos sentamos en el sofá. A una distancia casi diplomática. Ni muy lejos ni tan cerca. Simplemente ahí, al lado. Al margen de la extraña peli, muchas veces me sentí interrogado por mi mismo en cuanto a que es lo que estaba haciendo ahí y si debería o no hacer algo, mover un dedo, acercar una mano. Pero primó la desconfianza y la inseguridad y no hice nada. Todavía no me sentía capaz. 
Entonces terminó la peli. Nos gustó y la comentamos un poco. Viejas charlas nuestras volvieron a aparecer y después de un momento de silencio tenso, tan intempestivamente como había llegado, decidí irme. Pensé que era lo mejor. No quería actuar por impulso. Ella no era cualquier otra. Ella había significado mucho para mi y me había costado tiempo borrarmela de la cabeza. Sin embargo ahí estaba de nuevo con ella. Todo era era surreal. Cuando le dije que me iba me miró con sorpresa, como esperando otro desenlace, pero no pude reaccionar a tiempo. Le dije que hablábamos y salí a la calle fría, siendo las 3 o 4 de la noche. Me tomé otro taxi y volví a mi casa. Todo el asunto de mi amigo y mi prima había quedado completamente olvidado para mi. Una vez en mi cuarto me hice una paja confusa, plagada de borrosos recuerdos y me dormí. La noche siguiente, a la madrugada me mandó un mensaje de texto que me paralizó el alma. Decía algo así como que estaba muy contenta de haberse encontrado nuevamente conmigo, que la pasó re bien la noche anterior y que todo le parecía muy loco. Yo le puse lo mismo y siendo las 6 am, con los pajaritos primaverales cantando le dije que la quería ver. Me preguntó "¿ahora? Si le dije. Pero la elocuencia taurina, primó por sobre la impulsividad leonina y le dejamos para otro día. Después de esa charla por mensajes de texto, no me pude dormir mas y albergué una extraña sensación dentro mío. Después de varios meses de dolor y sufrimiento, me sentía entusiasmado y contento de nuevo. 

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