jueves, 21 de agosto de 2014

Cadete XIII

-Bueno, me parece que deberíamos dejarlo acá...
Esperé a ver como reaccionaba, pero estaba inmutable. Seria pero tranquila. Como si supiera que esa era la solución a todos los problemas que yo le había acarreado.
-Y si. Me dijo y ahí mismo se me estrujó el corazón. Pensé que iba a funcionar, pero no. Todo seguía yendo hacia un final determinado.
-Quizás debería buscarme una chica mas de mi edad. O empezar a salir con pendejas.
Ella rió y dijo que estaría bueno. Yo sonreí con ella pero por dentro moría.
Esa noche dormimos juntos. Iba a ser nuestra última noche juntos. Hicimos el amor antes de dormir como si apenas nos conociéramos. Yo la sentí con todo mi ser. Disfruté hasta la última parte de todo su cuerpo. Fue hermoso y triste. Mientras acababa lloraba. Luego nos dormimos.
Tuve una serie de pesadillas horribles y cuando me levanté hice lo peor. Tendría que haberme ido dignamente de su casa, en lo posible sin que me oiga, casi a tientas, y así evitar toda una serie de despedidas forzadas y dolorosas. Pero no, la desperté y llorando como nenito le pedí por favor que no cortáramos, que me iba a serenar, que haría lo quisiera y le prometí lo indecible, rebajando todo mi ser ante la sola idea de perderla. Y de todos modos la perdí. Me podría haber ahorrado la agonía de perpetuar con esa historia un mes mas. Probablemente el peor mes de mi vida. Me mandé mil cagadas en el trabajo, Leandro Díaz casi me despide por olvidarme los sueldos de los vendedores de zona norte en la oficina, los vendedores casi me comen crudo cuando llegué hasta ellos con las manos vacías. Yo los entendía, hubiera obrado igual que ellos... o peor. Pero nada podía hacer, vivía en una especie de letargo en todo lo que no fuera mi intento de salvataje de la relación con A. Sin embargo las cartas estaban echadas desde hacía rato. Yo hice de todo para retenerla, re enamorarla, regalos, flores, ropa, salidas al cine y a comer, hasta promesas tontas como terminar la carrera de psicología en un par de años, si me daba la chance de demostrarlo, o cambiar mi laburo por algo mejor pago. Busqué trabajo en Metrovías y mi psicólogo me reprendió de tal manera (con todo el respeto que merecen los trabajadores de subte) diciendome que estaba perdiendo de eje mi ser, rebajandome como una mierda para algo que ya no valía la pena. Bueno, no me lo dijo así, pero yo lo reinterpreté así después de un tiempo.
Para mala fortuna me puse a leer Fragmentos de un discurso amoroso de Barthes y me pegó como el culo, ya que se la pasaba hablando del Werther de Goethe. Ese pobre diablo que se suicida por un amor no correspondido, al modo romanticista, al modo trágico, como les gusta a los griegos y a los darkies. Y yo me sentí así a lo largo de todo un mes. Arrastrándome a sus pies ante su indiferencia y su amor en cuotas. Mis celos ya rozaban la locura y lo inverosímil. Sentía que toda esa locura manaba de mi cabeza y que me estaba enfermando la salud, el cuerpo, la mente y el alma.
Por suerte todo terminó al cabo de un mes de que ella volvió de su Euro viaje censurado. Ante un ataque indiscriminado de celos nuevamente, me cortó en seco. Esa vez lloré, patalié, hasta me dieron convulsiones. Ella se asustó y me perdonó la vida una vez mas. Sin embargo a la semana siguiente todo se desencadenó de forma simple y hasta absurda, teniendo en cuenta como me venía tomando todo el asunto de manera de dramática.
Viernes tarde. Una semana antes de mi cumpleaños número 26. Llegó del trabajo a mi casa. Estoy con el ánimo por el piso. Tengo que ir a lo de A. Siento que no debo ir, pero a la vez no puedo no ir. Llego al depto, abro la puerta, entro, la voy a saludar y me da un beso en la mejilla. Le pregunto que le pasa, pero no me dice. Me voy a la pieza y con tristeza pongo la tele sin pensar en nada. Viene ella y me dice si quiero "milanesitas", claro le digo, sonrió pero luego se me pianta un lagrimón. Ella se pone seria. No aguanto mas esto me dice. Esto no va mas. En ese instante dejo de lagrimear, me seco la cara, me levanto y con el poco amor propio que me queda le digo, ok, listo, ya fue. Agarro todas mis cosas que puedo cargar, ropa, discos, dvd's (me olvido de forma imperdonable el dvd de los videos de Bowie), libros, etc y me despido casi como si me hubiera ido de un banco luego de hacer un trámite. Gracias por todo y si te he visto no me acuerdo. Ella se queda sorprendida ante el cambio de mi actitud, pero por suerte no cambia de opinión ni me retiene. La saludo en la mejilla y con tres o cuatro bolsas llenas de cosas salgo a la calle.
Paro un taxi, me subo, le doy la indicación de mi casa. Viajo serio. Llego. Le digo a mi viaje que todo terminó para siempre con A. Me pregunta si ya comí. Le miento y le digo que si. Me meto en mi pieza y me duermo. Al otro día ya sabemos que sucede.

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