lunes, 11 de agosto de 2014

Cadete X

Lo que mas me gustaba de ser cadete era cierto nivel de libertad que ostentaba cada vez que mi "ruta de viaje" diaria ya era trazada y podía salir a la calle. Muchas veces estaba corto de tiempo y tenía que ir a las corridas de un lado a otro, pero en otras ocasiones podía disponer mejor de mis tiempos y me daba el lujo de desayunar como corresponde o almorzar en algún restorán medio bacán. Además también estaban las disquerías del centro y no faltaron ocasiones de comprarme películas, libros o discos. Eso me hacía un poco mas feliz. No estar supeditado a la supervisión general a la que uno es víctima en las oficinas me daba un changuí para poder hacer las cosas a mi modo.
Por ese entonces empecé a fumar y eso fue un detonante mas en mi deteriorada relación con A. Me descubrió un paquete de cigarrillos en mi morral una mañana que me iba a trabajar, cuando quiso ponerme una vianda y no tuve mejor idea que decirle que no eran míos sino de un compañero de trabajo. Obviamente no me lo creyó. Nadie lo hubiera creído. Se puso a llorar. Me dijo que me eligió en parte porque no fumaba... (?) y yo no supe que responder, me pareció un aspecto mas de la superficialidad de su persona.
Salir a la calle implicaba para mi abstraerme un poco de todo lo que me rodeaba y que empezara un sinfín de canciones en mi reproductor de mp3. Ir caminando o viajando por Buenos Aires al ritmo de los Beatles o Spinetta era un verdadero aliciente para paliar el tedio y la rutina laboral que ya me embargaban hace rato.
Al margen de todo eso, yo ya me había acostumbrado al trabajo. Prefería hacer eso a estar en la oficina hasta las seis de la tarde como el resto de mis compañeros.
La contadora me llamaba por teléfono a veces para apurarme o chicanearme respecto a que andaba haciendo. Le respondía por le general tranquilamente... "Lo que vos me pediste que haga..."
Sin embargo muchas veces la calle era un arma de doble filo. Si bien podía escapar del ambiente claustrofóbico de la oficina, afuera me esperaba muchas veces un ambiente hostil de enojo y malestar. Las personas que andan por el centro o transporte público de Buenos Aires andan siempre enojados con la vida y no me faltaron secuencias de peleas.
Una vez iba cruzando Av Córdoba y Rodriguez Peña y un tachero casi me atropella al doblar violentamente por Córdoba. Lo puteo de arriba abajo y el tipo detiene el auto y se baja. En ese momento perdí conciencia de mi y me fuí corriendo hacia él revoleando el brazo y amenazandolo con cagarlo a piñas. No me importaba nada y estaba dispuesto a romperle la cara. Un transeúnte con actitud mas zen me detuvo e intercedió en la disputa. Al final tachero y cadete seguimos cada uno por su lado y con su malestar y frustraciones a cuestas.
"Cada uno es su propio delator, su propio infierno individual" cantaba Cerati.

No hay comentarios: