jueves, 14 de julio de 2022

¿Está Nacho? 9

Los encendedores de Nacho

Nacho, además de tener una inconmensurable cantidad de encendedores Zippo (del cual aún guardo uno) tenía una habilidad incomparable para bailar breakdance. Si, claro, ese baile había sido la sensación en la década pasada, pero en los noventas todavía se bailaba... en algunos antros a los que sólo Nacho podría asistir. El resto de nosotros no éramos muy bolicheros. A veces íbamos por compromiso con la edad, pero no disfrutábamos ese tipo de salida. Quizás más para finales de secundaria nos empezaríamos a acoplar con un poco más de convicción en las salidas bailables. Los movimientos espásticos de Nacho en la pista eran la comidilla del grupo, pero algo que rescato y que siempre me pareció genial de mi amigo es la capacidad para chuparle un huevo las críticas. Nacho siempre hacía la suya, era como era y no le importaba mucho el que dirán. 

Una de las cosas que se empezaron a desprender durante la secundaria fue un bullying medio nefasto hacia él. Por empezar, cuando íbamos de Catalinas caminando hasta Puerto Madero y de ahí a la Costanera, empezaron los juegos bruscos de empujarlo, meterle la traba. O simplemente descansarlo porque sí. Esta es una etapa gris en nuestra relación de la cual yo me siento en parte responsable. Como sucede en los grupos a veces y a esa edad, se toma de punto a uno del grupo para aliviar las tensiones y etcétera. No me quiero poner en psicólogo o Mario Santos. Y luego las gastadas porque tenía una tarjeta que decía gay.com, eso y que iba a bailar a Amerika... El gay.com fue un descanso eterno y las suspicacias acerca de su sexualidad no tardaron en llegar. Aunque sabíamos que era pura difamación, porque si hubiese sido gay quizás lo hubiéramos tomado de otra manera. Pero saber que no lo era nos daba carta verde para joderlo al respecto. Reitero, él se tomaba todo el asunto con mucha tranquilidad y humildad, como quien está seguro de sí mismo y con un grado de madurez que a nosotros evidentemente nos faltaba mucha, pero mucha sopa por tomar. Nacho, por su parte, se mostraba por encima del resto. Él podía convivir sin problemas con todos sus gustos y no tenía mayores conflictos con su ser. Nosotros en cambio, demostrábamos ser unos pendejos inmaduros y conservadores que se reían de lo que no podían o querían entender. En nuestra defensa debo decir que éramos el producto de nuestro entorno y nuestro tiempo. Hoy, por suerte, los adolescentes ya no tienen esos issues. Tendrán otros, pero no esos. 

¿Está Nacho?

Una tarde de verano entre 1º y 2º año, o 2º y 3º año, nos congregamos como siempre en el barrio. Esa fue una tarde que también quedó para la historia. Cuando llegamos al edificio donde Nacho vivía con su madre y su hermana mayor nos acercamos al portero eléctrico para tocar el timbre y si Nacho contestaba preguntar: ¿Bajas? y si no contestaba Nacho, entonces: ¿Está Nacho? Esa tarde atendió su hermana... Acá abro un paréntesis necesario:

(Delfina era la hermana de Nacho, dos años mayor. Ahora no me parece nada, pero en esa época, dos años era lo suficiente para que un hermano mayor, hombre o mujer, impusiera cierto respeto. El tema con la hermana de Nacho era que estaba loca. Pero no en el sentido figurado o superficial del termino. Realmente estaba loca. A lo largo de aquellos primeros veranos de secundaria la hermana pasó de ser una chica medianamente copada, aunque algo guarra, a convertirse en una verdadera villana y en el infierno de nuestro querido amigo. Ella simplemente lo odiaba. Nunca supimos bien los motivos aunque todos sospechábamos que no había ningunos. Ella simplemente odiaba vivir ahí, con su madre y su hermano. Lo bardeaba adelante de nosotros, lo maltrataba y él, como siempre, se mantenía estoico ante todo aquel desprecio. Una tarde que lo fuimos a buscar a Nacho para nuestras clásicas caminatas barriales, Nacho bajó con la cabeza vendada. Acababa de tener un altercado con su hermana. Al parecer, ésta la había pegado con un candelabro en la cabeza en un ataque de ira feroz. Los motivos nunca fueron claros pero él solo se intentó defender gritando "Delfi, no me pegues, te quiero..." Pero ella le siguó pegando diciendo que ella no lo quería. Que lo odiaba. En fin... yo he tenido peleas con mi hermano, pero debo decir que a ese nivel nunca llegó la cosa. Sospecho ahora con el tiempo que ella sufría algún tipo de trastorno psiquiátrico, pero no sé, otra vez no quiero pecar de seudo psicólogo. La cuestión, es que Nacho estaba destrozado por lo que había pasado. Realmente conpungido. Nunca lo había visto así y nunca lo volvería a ver así. Siempre nos había parecido una cretina la hermana, peso esa vez, todo se había ido al real carajo. La odiamos y hasta queríamos vengarnos porque sabíamos que él no haría nada al respecto, pero Nacho nos llevó de allí y trató de despejarse con nosotros que estábamos demasiado indignados por todo el desagradable asunto. Con el tiempo nos enteramos que la hermana estaba embarazada de un tipo que le gustaba y que luego la abandonó. Tuvo un pibito y todo eso afectó aún más la convivencia de aquella familia. La madre de Nacho nunca estaba en la casa. Nunca. Estaban ellos solos y todo eso era una bomba de tiempo que no tardaría en detonar, hasta que detonó. No recuerdo si después de este hecho violento volvimos a ver a la hermana o Nacho nos dejó subir, pero lo que sí sé es que no la queríamos ver ni en figuritas.)

Como decía antes, tocamos el timbre y atendió su hermana con mala onda. Yo pregunté: ¿Está Nacho? No, no está. Respondió ella de mala manera, y antes que pudiera preguntar si sabía a donde había ido o cuando volvería, nos despachó con que no sabía ni cuando ni a donde había ido. Se la notaba muy alterada y de mal humor. En vez de putearla opté por volver a preguntar ¿Está Nacho? Eso la enfureción aún más y largo toda una retahíla de puteadas en multiples colores. Luego de eso, se quedó en silencio esperando, cosa que rematé con un ¿Está Nacho? insistente. Mis amigos se carcajeaban de risa y yo por adentro también. Ella nos dijo pendejos de mierda, etcétera y cortó. Pensé volver a tocarle el timbre pero ya estaba todo dicho. NO valía la pena y para nosotros, esa había nuestra leve, fría y sutil venganza. Creo que no me equivoco cuando digo que nunca más la volvimos a ver. A veces le preguntábamos a Nacho acerca de su hermana y el hijo, pero era un tema doloroso que Nacho evitaba mencionar. Sólo que se había ido y que no se hablaban. 

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