martes, 17 de enero de 2017

Una escapada a Sentinel del norte.


Cuando la realidad te avasalle, cuando sientas que la humanidad se está yendo realmente al carajo, y que no aguantas mas la civilización, entonces es cuando te conviene darte una vuelta por la isla Sentinel del norte.
Al modo Olaf Stapledon en Hacedor de estrellas, nos sentamos en un sillón y dejamos que nuestro cuerpo astral se separe del físico y empiece a elevarse. Pero nosotros no nos vamos a dar una vuelta por el universo. No, sería demasiado extenso y habría que escribir, mínimo, una novela, como hizo el bueno de Olaf en los años treintas.
Sin salir del planeta, nos elevamos lo suficiente, hasta la estratósfera, y empezamos a dirigirnos hacia el este. Abajo vemos como vamos dejando la enorme ciudad de Buenos Aires, al instante ya sobrevolamos el extenso Río de la plata y su color amarronado. De a poco aceleramos mas, y haciendo uso de todo nuestro poder telekinético, empezamos a dejar el río atrás y nos adentramos en el mar argentino.
En breve ya estamos en pleno océano Atlántico. Pasamos por Ciudad del Cabo en Sudáfrica, para luego seguir sobrevolando pero ahora sobre el océano índico. Y entonces nos dirigimos un poco hacia el norte. Vemos las costas de la India, mas precisamente de la isla de Sri Lanka, pero seguimos un poco mas hacia el noreste. Entonces llegamos a Sentinel del norte. Una isla que depende de la India, pero a la cual nunca ningún foráneo pudo pisar debido a la fuerte hostilidad de sus habitantes, personas que nunca quisieron ni quieren tener trato con el resto de las civilizaciones humanas. Quizás sean los últimos seres humanos en estado puro, en el sentido de seguir igual a cuando habitaron esa isla hace miles de años. Quizás guarden algún secreto y no lo quieran compartir, o quizás simplemente no quieran saber nada con el resto de los humanos, por que simplemente sean muy poco sociables. Los pocos que se aventuraron cerca de sus costas fueron asesinados a punta de flecha o lanza. La India intentó hacer contacto con ellos varias veces, pero los intentos fueron vanos. Por eso dictaminaron un área de exclusión alrededor de la isla para que nadie intente acercarse a ellos, por la seguridad de visitantes y nativos, además para respetar su decisión de querer vivir aislados del resto del mundo. Poco se pierden la verdad. Por más que los Sentineleses vivan aún en la edad de piedra, poco pierden en su estado de total aislamiento. El mundo es verdadero caos y poco sobrevivirían si fueran contaminados por las culturas occidentales u orientales. Lo mismo da.
Por eso, la única forma de acceder a esta isla remota y aislada del mundo, es haciendo un viaje astral, o sea, solo la consciencia.
Cuando llegué a sus costas me maravilló ver la naturaleza abundante, los altísimos árboles y la poca gente. Apenas unos pocos centinelas en las costas que deben estar atentos a la llegada de visitantes, para alertar así al resto y repeler cualquier visita indeseada. Claramente debe ser una de las políticas mas fuertes de la isla el hecho de estar alertas ante cualquier visita. Se toman muy en serio el hecho de no ser molestados por nadie. Cruzando los primeros árboles podemos encontrar algunos cazadores y recolectores de frutas y caza de pequeñas alimañas. Muy profundo en la isla hay apenas algunas casas de paja y caña, muy modestas. No hay señales de que conozcan el fuego. Los sentineleses son de un color negro oscuro como la noche misma. Sus facciones son una mezcla de Hindúes, Africanos de Kenia y Madagascar y de aborígenes de Nueva Guinea. Son raros y poco conversadores. Las mujeres son pocas, pero a medida que mas me adentro en la isla me percato de que es una especie de paraíso en la Tierra. Manantiales, pequeñas lagunas azules, morros de un verde casi fosforescente y quizás haya pepitas de oro en su interior. Hay una cueva en la cual entran algunos de los cazadores.
En el interior de la cueva me doy cuenta que hacen sacrificios humanos. Mujeres, niños y algunos hombres cuyo comportamiento no es aprobado por el jefe hechicero de la isla. O tal vez necesiten matar a algún habitante simplemente para mantener la natalidad a raya.
Se hace de noche y todos se congregan a las afueras de la caverna, sale una luna llena brillante que ilumina casi a la perfección a toda la isla. Entonces, los casi cien habitantes se congregan en un círculo, tomados de la mano y entonan una melopea, o sea, un canto monótono, casi mántrico. Parecen entrar en trance, entonces todos elevan sus cabezas hacia la luna y la observan fijamente mientras siguen cantando. Observo hacia el satélite y no termino de comprender que es lo que miran. Quizás sean adoradores de la Luna, en vez del Sol. Puede ser, muchos pueblos lo son o lo fueron, pero de repente, veo que de la Luna se desprende un pedazo, o eso parece. Como un fragmento blancuzco sale de la Luna y empieza a descender de a poco sobre nuestras cabezas, pero de pronto pierdo la concentración. El miedo se mezcla con el hecho de que debo regresar a mis obligaciones, entrar a trabajar, descolgar la ropa, etc. Me parece un estupidez total de mi parte interponer esos pensamientos banales ante lo que parece un inminente descubrimiento soberbio, pero es demasiado tarde. Abro los ojos y acá estoy otra vez, en el sillón de mi departamento en Almagro, Buenos Aires.
Trato de volver, pero el ruido de mi calle de autos y ambulancias, un vecino que tose, una música lejana y ruido de cubiertos, impiden mi concentración y el regreso a la isla Sentinel del norte. Quizás no vuelva a tener la capacidad de regresar. Mañana volveré a intentar, y espero pueda descifrar el misterio de la isla y sus habitantes y luces brillantes en la noche.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Creo que el dicho "no terminás de conocer a una persona" es inherente a lo que nos hace humanos. Qué pequeñitos somos, pensando que en la comodidad de nuestra casa, nuestro micromundo se reduce al barrio o a los lugares comunes que solemos frecuentar y el macromundo es lo que conocemos como país y ya está. Tanto queda por aprender a ver y conocer...Y eso está relacionado con respetar. Respetar esa decisión primitiva de ser uno con su comunidad y su lugar y que el mundo globalizado perdió. Porque desconocemos todo con tal de abarcar hasta el más recondito de los lugares, con tal de estar todos conectados y conocer todo ya, rápido y sin profundidad.A veces, hasta es mejor que los secretos sigan en silencio ya que también son parte del todo. Espero que puedas volver para que nos termines de relatar el misterio de esa comunidad tan lejana. O, sino, dejalo inconcluso y que nuestra imaginación nos lleve a revelarlo.
Muy lindo texto.

Santiago Carmona dijo...

Gracias Angela, por tu análisis y molestia de tomarte el trabajo de comentar en este humilde blog. No sé si habrá segunda parte. Es muy probable, que como sugerís vos, y que deje la imaginación de ustedes revele los misterios por venir. Pero quien sabe...
Saludos