miércoles, 30 de julio de 2014

Cadete VII

Empecé terapia. Todo surgió como influencia de A, que no paraba de sugerirme que empezara a ir al psicólogo. Por a o por b, ella encontraba razones para que yo me analizara, pero al margen de su influencia desgastante y perturbadora, yo también consideraba que era tiempo de arrancar terapia.
Me comuniqué con un antiguo profesor mío de la Facultad y no hubo problemas para aceptarme. Luego de una primera entrevista, él se dio cuenta que había algo de tela para cortar y que yo necesitaba sincerarme con algunas cuestiones respecto de mi mismo. "A" fue solo un disparador, ella no sabría que después de seis años yo seguiría yendo al mismo psicólogo, cuando ella solo fuera un recuerdo de antaño. Pero esa no es la cuestión. Volviendo al relato, yo todavía sentía que tenía que aclararme ciertas cuestiones del pasado que todavía no había podido reelaborar del todo. Como la separación de mis viejos, acaecida dos años antes. También mi fútil relación con mis padres y mi hermano y claro, mi relación con "A".
Al principio mostré resistencias, me justificaba, me auto compadecía y me quejaba de mi bruta suerte ante esto o aquello. No faltó tiempo en el cual, mi vida laboral empezó a ganar terreno en las sesiones. De a poco, la balanza dejó de pesar en cuestiones como mi carrera universitaria y empezó caer con todo en mis aventuras y desventuras como cadete de Claro.
Esta claro que el problema mayor no era en sí la cosa en sí, o sea cadetear por las calles de Buenos Aires, sino mas bien mi difícil relación con mis compañeros de trabajo. Si bien, con mis compadres como el Ferchu Love o Pochito estaba todo bien, después debía lidiar con personajes como Marlene, la empleada de maestranza, from Bolivia to Buenos Aires y sus aires y delirios de grandeza, con Su, una cincuentona inoperante y con los jefes Gonzalo Fernandez o al revés y con el ya mencionado Leandro Díaz. Los típicos paparulos que se pelean y contradicen entre sí, dejando siempre a algún pobre empleado en el medio para limar sus propias rencillas personales.
Sin embargo, el verdadero problema no eran ninguno de ellos, ni siquiera el dueño dueño, un viejo canchero que aparecía cada muerto de obispo, te decía "Que haces mostro?!" y te daba una palmadita, pero después te forreaba de arriba abajo si un día te veía soltar una caja con mas liviandad. Amén de ser un viejo facho de mierda, gorila irredento, anti pueblo, piojo resucitado, resentido, etc, etc.
No. El verdadero cuco y problema para mi era la encantadora contadora. Ella tendría siete años mas que yo (ella de cuando comenzó la dictadura, yo de cuando finalizó), y era realmente un "Pain in the ass" como diría un yanqui pelotudo. No se cansaba de hacerme hacer mil cosas a la vez y exigirme que las termine en el lapso de tiempo que tenía, eso era lo de menos para mi, sino que le encataba hacerme sentir inferior, que ella era la contadora recibida y que yo era un pobre diablo, un pobre tipo, un simple cadete.

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