jueves, 16 de agosto de 2012

Una cuestión de honor


Hatori buscaba con paciencia milimétrica y displicente al asesino de su señor, Akira.
Por entre las ramas de los árboles se filtraban rayos de luz tenue y primaveral.
Una liebre su cruzaba rápidamente ante el samurai que se abría paso ante la inmensidad del bosque.
Al llegar a un cruce de caminos, vio a los lejos una choza y un pájaro entonces pasó volando bajo.
Hatori se fué acercando de a poco, con paso sigiloso hasta la choza, mientras iba desenvainando de a poco.
Adentro había un viejo sentado en posición de loto meditativo. Tenía un sable frente suyo. Ojos cerrados.
Hatori dió un empellón a la puerta y entró. El viejo mas veloz que el rayo se hundió su propio sable.
Se hizo el harakiri. Un chorro de sangre cubrió la cara de Hatori y las tripas se dispersaron por el cuarto.

Hatori cabalgó largo tiempo mas aún. No descansaría hasta dar con el asesino de su amo.
Los campesinos lo miraban de reojo. Un samurai solo es para desconfiar.
Un día llegó a un pueblo y tropezó con una geisha que le hizo ojitos y se ocultó tras un árbol.
Hatori la amó feliz. Vivió con ella días, meses, años. Fueron felices.
El samurai casi olvida su propósito, hasta que un día recordó su deber, se levantó y siguió camino.
Se cruzó con algunos bandidos de camino a los cuales despanzurró, tiñendo su cuerpo de rojo carmín.

Una tarde de otoño, Hatori llegó a una plaza. Allí encontró al asesino de su amo. Lo reconoció al instante.
Salió corriendo entre la gente y lo persiguió hasta una casa donde el asesino se metió.
Hatori, impasible se acercó hasta el con la espada roja en mano. Nada lo detendría.
El asesino de su Señor tomó una espada e intentó una lucha desesperada y desigual. Llevaba las de perder.
Hatori cada vez iba avanzando mas, tranquilo, con toda la serenidad del mundo. Cumplía con su deber.
En cambio el asesino, un mercenario, estaba desesperado, Hatori se le venía al humo y era imparable.
Cuando Hatori estaba a punto de degollar a su adversario, éste le despacha un escupitajo en pleno rostro.
Hatori pierde los estribos, parte una mesa a la mitad con su espada y se retira limpiando su rostro.

....

Hatori no pudo concretar su plan de vengar la muerte de su amo, ya que aquel bandido le escupió el rostro.
Esto convertiría la matanza de Hatori en algo personal y perdería el primer significado.
Una cuestión de honor, difícil de entender para los occidentales.
Esto esta basado en una leyenda japonesa contada por Campbell en el programa televisivo El poder del mito.


2 comentarios:

Marina dijo...

Me gustó la parte de amor con la Geisha.

La entrada de abajo también, como diría junger EXCELSA.

Santiago Carmona dijo...

Gracias Marina!
jajaja
no creo que sea "excelsa" para los parámetros de Junger, pero se agradece ;)