domingo, 28 de mayo de 2023

Ser músico garpa

En estos tiempos aciagos, pareciera que una de los pocas cosas que resultan redituables (aunque no en términos económicos necesariamente) es ser músico/a.

Ser músico garpa en otros aspectos, quizás más del tipo socio afectivos. Los músicos son queridos, son solicitados y celebrados. Claro que ellos son una especie de antena o receptores de onda corta, con cierta habilidad para hacer sonar un instrumento o su voz, pero de todos modos ¿quien les puede quitar mérito a estos personajes?

Todos, o casi todos, tenemos músicos a los que amamos por sobre los demás artistas. De alguna manera parecieran ser más queridos que, por ejemplo, los pintores, escritores o cineastas, no tanto los deportistas.

La cuestión es que, evidentemente, ellos logran condensar y aglomeran una incansable red de sensaciones que transmites con la música. Esa Reina de todas las artes, la niña mimada de las musas, aquella que sin texto ni comprensión transmite tanto a través de las "ondas del aire".

Al ser la música una musa tan querida y valorada por la humanidad, sus intérpretes y accionadores, son tan queridos por la gente. No me refiero en términos laborales y económicos, está claro que el sistema no les da tanta relevancia (o al menos no tanto como se debiera, no a todos, y no a la más elevada representación de la música sino más bien sólo a aquellas tonadas pegadizas que logran una pegada fuerte a nivel masividad).

¿Habría que hacerse músico para ser querido?

A priori no parece tan fácil y ni siquiera sería una solución per sé. Algo hay que tener para ser querido por una mínima porción de la población. Pero de todos modos, ya al tocar algo en la guitarra, mostrarlo, genera mucha más empatía y celebración que si compartís por ejemplo un poema o un cuento (al margen de la calidad en ambos casos).

Por otro lado, se dice que a todo el mundo le gusta la música, no importa de qué género, pareciera estar en nuestro ADN el amor y la pasión por la música. Algunos la viven con mayor o menor intensidad que otros, no importa, hasta el más cuadrado tiene alguna musiquita que le re copa. Sin embargo, las generalizaciones nunca son absolutas. He conocido en mi vida una o dos personas que no les gustaba la música. Eran personas muy grises y miserables, no parecían felices. De todos modos, amar la música tampoco pareciera ser un valor en sí, pero es cierto que puede llevarte a lo más alto, y también a lo más bajo. Es como la Fuerza, y como toda energía se la puede utilizar para el bien o para el mal. La ausencia pareciera en sí la falta de un ingrediente esencial para sostener la vida de una manera más o menos cuerda. 

Bueno, me he perdido en divagues y disociaciones que poco interesan. Lo único fundamental es creer que la música es algo clave de la humanidad, es parte de nosotros, como el habla, la escritura y la sociedad misma. Es claro que ser el representante de tamaño valor humano conlleva sus ventajas ¿no?

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