miércoles, 7 de junio de 2023

El noble oficio de ser librero


En mi caso se juega el doble factor de lo circunstancial y lo premeditado. Creo que como en casi todas las cosas de mi vida. 

Allá por inicios del 2003, habiendo terminado la secundaria y convertido oficialmente en un desempleado más, salí a buscar trabajo tímidamente por algunas librerías cercanas a mi casa.

Mi idea era que estaba en plena efervescencia lectora, descubriendo todos los autores importantes, leyendo a mansalva y recontra metido en mi nuevo concepto de ser poeta. 

En medio de este ajetreo y vorágine lectoril (la primera de relevante importancia en mi vida), me acerqué a dejar un curriculum (bastante magro de experiencia) en la librería que estaba en Rivadavia al 4600.

En aquella época la librería se llamaba ... (?) y tenía un cartel naranja. Después de algunos años fue una Distal hasta que esta cadena quebró y pasó a la franquicia de Cúspide. 

Cuando teodavía era aquella librería naranja de cuyo nombre no me acuerdo, me pasé a comprar un libro y si mal no recuerdo fue Iluminaciones de Rimbaud. 

De paso cañazo le pregunté al vendedor si podía dejar un c.v. El tipo me preguntó si tenía experiencia. Ante mi negativa dijo que buscaban gente experimentada. A lo que sabiamente le respondí que si entonces nadie me daba experiencia nunca iba a ahaber gente con experiencia. A lo que me respondió: si yo te doy experiencia después te vas a ir... ¿?

En fín, me fui enculado de esa breve entrevista, sintiendo que el mundo laboral de los adultos era un lugar hostil, feo y mezquino. Luego de esa frustrada búsqueda laboral me escapé a otros rubros. Nunca volví a comprarme un libro en ese local, y por un lapso de diez años estuve alejado del rubro librero. 

En el 2013, como la vida te da revancha, estaba buscando desesperadamente trabajo ante uan serie de factores que no vienen al caso, y me encontré pensando que podría volver a intentar en una librería. 

Para eso me acerqué a las dos cadenas más grandes: Yenny y Cúspide. En la primera fallé en la entrevista en cuanto a poner la otra mejilla. Para la segunda cadena fui más avispado y quedé.

No me voy a detener en los pormenores que me llevaron de una a otra librería en los últimos diez años, más sólo puntualizar lo siguiente:

Ser librero es un noble oficio. Por momentos puede llegar a ser hermoso. De esos pocos oficios que que tienen momentos mágicos. La materia prima del librero es el libro y la interacción con los lectores. Visto así, pareciera el mejor trabajo del mundo. Claro que hay matices, grises, altos y bajos, pero como en casi todo. A mi en lo personal me salvó de momentos críticos en mi vida. A veces no me siento lo suficientemente agradecido y a veces (confieso) odio el trabajo. Pero creo que va más allá del rubro en sí, y tiene que ver más con algo estructural. Con una lógica de consumo y mercado que no me termina de cerrar por ningún lado. De todos modos, quizás sea lo más loable que haya hecho hasta este punto de mi vida. Ser librero significa crear un vínculo de amistad breve con otros lectores como uno, es un mundo de interacción, de continuo aprendizaje y conocimiento. No importa si uno es un neófito en el asunto, el sólo hecho de que te gusten los libros es suficiente para que puedas ser librero, después de todo librero no es quien se leyó todo como un freaky idiota, librero es aquel que logra transmitir su pasión lectora a otro. Esa relación muchas veces se retroalimenta y librero es aquel que aprende de los clientes tambien (y sobre todo). Por eso no concuerdo con esas escuelas de librero, pienso que como todo oficio digno que se precie, librero se aprende en la librería, trabajando. El hambre viene comiendo dicen, y ser librero se alimenta del hambre que tengamos por aprender y apasionarnos por el maravilloso mundo del libro. Amén. 

PD: Creo que si bien el rubro vivió mejores épocas, épocas doradas de las librerías (los viejos libreros siempre hablan de los años sesentas en calle Corrientes como el boom, como la cresta de la ola cultural libreril en Buenos Aires) pero bueno, que importa. Pienso que el libro aún tiene vida por delante. Al menos hasta que dos o tres generaciones más se extingan. Quizás después vengan nuevos formatos definitivos. Pero la pasión por leer creo que es un componente fundamental de lo que nos constituye como humanos. 


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