martes, 16 de agosto de 2022

Irrompible

Los hombresitos no se rompen, me decía mi abuela. Nos educaron para proveer. Nos educaron para no llorar. Nos educaron para ser "los fuertes". Pero nunca entendí eso. Nunca me sentí así. Es como que... ¿Una imposición? Usted es un hombresito... decía Milhouse que le decía el papá... ¿Que significará eso? No lo sé...

Cuando bajé a la calle, era una noche de primavera, un poco fresca. Decidí ponerme un shorsito para no llamar mucho la atención. Nada de vaqueros, camperas o miradas agresivas, cuanto más naif e inofensivo, menos posibilidades de cruzarme con un grupo de tareas.

Caminé por la Via Appia, tres cuadras hasta llegar a la boca del subte de la avenida Corrientes y Uruguay. Unas sirenas furtivas se perdieron en la oscuridad hasta que se las tragó el silencio abrumador de la noche muerta. Tenía miedo. Esa noche, tenía miedo, porque tenía una mala espina, un mal presentimiento si se puede ser más específico. Mis amigos me esparaban para ver el partido, pensé en llamarlos o mandarles un mensajito para que me fueran a buscar a la boca del subte, pero pensé que no podía ser tan miedoso. Después de todo, no podía tener tanta mala suerte.

Sin embargo, cuando llegué a la boca del subte y empecé a bajar las escaleras, sentí un frío de muerte a mis espaldas. Esa mala espina que había sentido antes de salir se hacía presente y más fuerte que nunca.

Cuando ya había terminado de bajar todos los escalones me encontré con un pasillo largo, muy largo frente a mí. Un soplido me voló los moños del cabello. Empecé a encarar hacia donde estaban los molinetes, pero ese corredor era tan extenso que parecía no terminar nunca. Me di vuelta por mera intuición y se me heló la sangre. Un grupo de femininjas de las bravas sostenían palos y arietes en sus manos. Pero se quedaron mirando, sin avanzar ni un solo paso. Decidí seguir mi camino pero cuando me di vuelta para seguir vi una enorme sombra. Una mujer de quizás ciento cincuenta kilos me bloqueaba el camino. 

Me dijo una guarangada sexista que no quiero reproducir porque es asqueroso. Pero lo que siguió es peor aún. Me golpeó la cabeza contra la pared. Caí redondo al suelo. Se acostó encima de mí pobre cuerpito e hizo lo que quizo con mi pobre cosito. Casi no me queda nada ahí. Una bruta total. Luego aplicó el abuso anal, también bastante brutal. Para finalmente tocarse frente a mi cara y squirtearme un chorro asqueroso en mi cara. Casi me desmayo por toda la situación. Finalmente me pegó unas patadas en las costillas y se fué seguida por su grupo maliciento. Tuve suerte que el resto no quiso seguir su ejemplo. Sé que a veces hay sesiones brutales hechas por todo el grupo y la policía bien gracias. Cuando vas a hacer la denuncia se ríen en tu cara. Te dicen que sos un boludo por dejarte vejar así, o que las mujeres no hacen ese tipo de cosas, o que todo está en mi imaginación porque soy un reprimido y un montón de falacias más que ni recuerdo. Espantoso. Sólo mis amigos me creyeron cuando llegué todo destruido a su casa. 

Ahora nos estamos organizando para combatir a este tipo de vejaciones. Vamos a marchar al congreso al son de "Ni uno menos". Algunas compañeras que nos apoyan sugirieron con buen tino que quizás un lema más abarcador sería "Nadie menos", porque claro, en la calles hay violencia hacia todos. Pero les dijimos que gracias por la sugerencia pero que no, que para visibilizar este fenómeno donde se nos banaliza como género, queremos que nuestro slogan sea así, para afianzar y estrechar los lazos de fraternidad que alguna vez nuestros ancestros supieron enarbolar para crear un mundo mejor. Nosotros somos los nietos de los brujos que la Inquisición no pudo quemar... 

Ahora nuestra agrupación se llama La Giordano Bruno y no vamos a parar hasta que se reconozca nuestro derecho de existir como sus iguales.  

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