lunes, 27 de junio de 2022

¿Está Nacho? 3

 Es óxido


Se cuenta por ahí que la leyenda nachesca se inició con un determinado mito fundante. Como si de un arquetipo del inconsciente colectivo se tratase, el suceso que voy a narrar a continuación, fué definitivamente un antes y un después en todo en lo que a Nacho compete. 

Ya estamos en cuarto grado. Como siempre, situación recreo. Corridas. Juegos sucios. Guardapolvos roñosos. Cada uno en su historieta. En eso lo veo a Nacho caminando a pocos pasos delante de mí. Veo que su guardapolvo detenta unas manchas símil marrón a la altura de su trasero. Es gracioso. Un compañero insinúa que Nacho se cagó encima. Pero más allá de algunas risas por escuchar la palabra "cagó", no pasa mucho. Es obvio que Nacho se sentó donde no debía, no se dió cuenta y le quedó todo el guardapolvo manchado. En ese momento, no sé por qué misterioso hado, se me cruzó por la cabeza que Nacho nos iba a decir que era óxido. Se los comenté a mis amigos. "Seguro dice que es óxido" dije. Nacho se encontraba a poco más de cinco metros de nosotros y mi comentario fué por lo bajo, en medio de un recreo escolar, con todo lo que eso implica, corridas, gritos, sonidos varios. Nacho... y esto no me olvido más... es increíble... Nacho se dió vuelta hacia nosotros, intentó mirarse el trasero manchado y  luego nos miró con una cara absolutamente seria como quien piensa "¿son idiotas?", nos disparó un maravilloso: 

"Es óxido"

Nos miramos con mis amigos sin poder creer que lo hubiera dicho. Exactamente como lo había vaticinado. Pero no había tiempo para reconocer clarividencias o futurismos, ahí mismo estallamos de risa. No sólo era gracioso que hubiera dicho lo que dije que iba a decir, sino el COMO lo dijo, y eso, señoras y señores, es 100% Nacho, puro Nacho en el más alto estado de gracia.

A partir de ese día, la famosa frase "es óxido" recorrió todo el universo... bueno, no. Pero corrió como reguero de pólvora por todo el colegio... Bueno, tampoco. La realidad es que sí se hizo muy popular dentro de nuestra aula. Todos y todas se familiarizaron en poco tiempo con aquella extraña sentencia. El "es óxido" se convirtió casi en una marca registrada de nuestro curso. Cualquier pregunta podía derivar en "es óxido".  Los populares de nuestro grado (que no éramos precisamente nosotros) se la apropiaron y con el tiempo, la frase fué alejándose del hecho espontáneo en la que se generó, y de a poco fué perdiendo sentido. Ya cualquier gandul andaba diciendo "es óxido", como por ejemplo Mario, Tito o los idiotas del "curso de al lado". Después, pasó su momento y ya nadie más la dijo. Así es como las mejores cosas siempre pierden la gracia. Es el famoso síndrome del "yo no fuí". 


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