jueves, 12 de diciembre de 2024

Exploradores a la fuerza

 

Promediando 1995 dos cosas me aquejaban: Que Menem ganaba la sheelección, y mi primer noviecita, una tal Luli. Del Carlo mejor no hablar más, y a Luli la conocí en un cumpleaños de un amigo de un amigo. Era por ahí, en alguna parte de La Boca. Fuímos con camisa y perfume Pibes a full... En medio del bailongo saco a Luli y sin hablar mucho nos dimos unos picos. Mucho más no sabíamos que hacer... Le pedí el teléfono pero cuando la llamé me dijo que no podía. Me olvidé de ella. Yo estaba en sexto grado y, no sé por qué, me sentía re grande. Claro que no lo era, pero en ese momento uno se creía mil. Debe ser algo de la edad... en fin. Cuestión que nos volvimos a cruzar por el barrio y ella con una amiga se me acercó. Pero yo estaba con mis amigos asi que me hice el langa, onda... fuiste pibita. Debe haber sido la primera y última vez que mandé a freir churros a una chica. Soy tan caballero que, por lo general, le dejo ese honor a ellas. No sé bien por qué lo hice. Una mezcla de venganza y de que no me parecía tan importante. Creo que a ella tampoco pero bueno... ahí estábamos, nos habíamos dado nuestros primeros besos. 

En el grupo, ahora con los Scouts, la cosa se ponía mas seria. Habíamos estado aprendiendo mucho nudos complejos y armados de carpa arriba de palos y troncos atados. Nunca pensé que algo de lo que me podían enseñar me fuera a servir en algún momento de mi vida, pero ya estábamos ahí asi que le metía. Sin embargo, en los Lobatos era seisenero de la Roja, acá era un mero patrullero de los Lobos. Esa bajada de rango de alguna manera me desmotivaba un poco. Bueno, siempre me desmotivó que me bajen de rango, porque si bien se que a veces caigo en cierta parsimonia de tranquilidad o poco actividad, son los desafíos los que activan mi interés. Ponerme como un peón más me quita las gana de todo. En fin, cosas que pasan... Nuestros dirigentes eran dos chabones bastante copados. Uno llamado Ariel y el otro Emilio. Ariel era un muchacho joven, de pelo largo, medio langa y con un aire a Manuel Wirtz. El otro, Emilio, era un tipo más grande, pelado, con cara de bonachón, tocaba mucho la guitarra y era el prototipo del buen Scout. Podía ser un poco espeso en algunos temas, un poco hinchapelotas, pero era buen tipo. Ambos, Ariel y Emilio. 

Esa segunda mitad de 1995 nos fuimos de campamento a Cañuelas, lugar donde Emilio se había afincado con su mujer (también Scout). Tenían un pequeño bebote a cuestas que no tardaría en sumarse a las filas de los Scouts en los años venideros. De ese campamento en Cañuelas solo recuerdo que fuimos en los autos de estos dirigentes. Los caminos aledaños en Cañuelas eran todos de tierra y la casa estaba en medio del campo, literal. Hicimos juegos, hubo peleas y todo lo demás como siempre. Si recuerdo que había una especie de pelitón o tanque Australiano que estaba completamente rodeado de abejas. Yo era (y sigo siendo) muy cagón de todos los bichos que pican, así que les huía como a la peste. Me comí alguna que otra bardeada pero poco me importaba. Hasta ese campamento éramos todos muchachos y no girls allowed

Cuando volvimos a La Boca (porque siempre era volver a La Boca, no a Capital) estábamos todos un poco más unidos. Mi compañero Gabi o Gaviota se había hecho de la partida y no pasaría mucho para que algunos chicos malosos lo tomaran de punto. El tema con Gabi es que era grandote pero parecía y tenía voz de nenito chiquito. A veces parecía un bebé cuando hablaba y esto, lejos de generar simpatía generaba rechazo. Todos lo bardeaban y le querían pegar. Yo había logrado sobrevivir ahí a base de hacerme bien el boludo, haciendo lo que nunca hago en otros lados, quedarme piola ante las provocaciones. Sabía que si me pasaba de vivo me hacían pomada. Además en aquellas épocas, si bien siempre fuí de mecha corta, tenía menos enojo acumulado así que prefería pasar un buen rato y llevarme bien con todos en la medida de lo posible. 

De la rama Scout había dos que tenía montados en un huevo, así como antes a Pablo Rancho que estaba meta doblarme el brazo. Ahora tenía a Rodrigo que me miraba con inquina y me decía raquítico. Yo le decía Somalí, porque además de flaco era negro. Creo que nunca entendió la referencia, mejor porque de seguro me fajaba. Además estaba uno nuevo, medio gordito, un tal Dinelli. El pibe más rosquero, provocador y mete púa que conocí hasta ese momento. Denso como él sólo. No nos bancábamos desde el minuto uno que llegó. Cuestión de piel supongo... Cosas que pasan. 

Por otro lado mi familia seguía en caída libre en lo económico. Ese verano del 96 que se avecinaba no me podían mandar al campamento. Ya no había guita ni para eso (porque eran baratos los campamentos Scouts), ni para ir a Mar del plata a lo de nuestros abuelos maternos. En cambio, mis viejos consiguieron un plan mucho mejor... Ir a cuidarle el caserón a una familia que sí le iba bien. Mientras ellos estaban en Disney o no sé donde, durante todo el verano, nosotros les hacíamos de caseros en un barrio bien de Polvorines. Al menos había pelopincho. En el grupo Scout se fueron de camping a Necochea y la verdad que no me morí de envidia. Necochea se me hacía un Mardel más frío y feo. Igual, como siempre, cuando volvimos a principio del 96 a reencontrarnos me contaron que estuvo muy bueno y que pasó de todo, como siempre. Siempre pasaba algo en aquellos campamentos. Yo tendría que esperar al próximo verano para poder ir con ellos nuevamente. No sin antes, desayunarnos con mi hermano lo que nos avisaron nuestros padres en medio de un cena allí en Polvorines. En marzo nos íbamos de Catalinas Sur y nos mudábamos a Pompeya, a un departamento más chico que era de mi abuela paterna. Ambos nos quebramos de bronca y disgusto. Yo me puse muy mal la verdad, pero creo que mi hermano no les perdona ese cachetazo de realidad a mis padres hasta el día de hoy. En fin... se hizo lo que se pudo. Cuando volviera a los Scouts, ya sería yendo desde otro barrio, tomándome uno o dos colectivos, lo mismo al colegio que me faltaba séptimo grado para terminar la primaria. Todo era seguir ahí porque yo quería mantener eso. Pero comenzarían los sacrificios. El sueño idílico de vivir en un barrio hermoso donde tenía toda mi vida se había terminado. 


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