domingo, 22 de diciembre de 2019

Por generación espontánea


Todos viajamos hacia el infinito y hace tiempo que nos acercamos a los límites de nuestra galaxia. El viaje durará tanto que ni siquiera nosotros (yo nací cuando salíamos del sistema solar), podremos conocer nuestro nuevo hogar. Vivimos en la gran nave madre "Avatar 10", que es como una inmensa ciudadela flotante. Acá arriba llevo adelante la educación formal de cientos de estudiantes; un requisito que debemos mantener para no caer en la ignorancia y el ostracismo. Mi especialidad: la biología y ciencias naturales en general. Mi nombre es Datalí y ésta es mi historia.
Como es obvio, de niña, mi clase preferida era la biología. La seño se llamaba Martha Samaniego. Era una genia, la amaba. Tengo muy buenos recuerdos de ella y algunos acuden a mí ahora. Porque a mí me encantaba saber acerca del planeta de donde veníamos; la naturaleza terrestre, como estamos conformados todos los seres vivos, la evolución de las especies y demás. Samaniego me explicó las primeras teorías especistas del siglo diecinueve. Me causó mucha gracia las cosas que la gente elucubraba en aquel entonces. Ni hablar de cuando la raza humana creía que la Tierra era plana. Muy divertida la imaginación de la gente, realmente. Pero ahora estoy recordando todo... porque: Samaniego me reta. Me insta a entender que así es como el ser humano llegó a la conquista del espacio. Equivocándose. Ensayo y error. Es muy loco, porque muchas de esas equivocaciones son las que nos expulsaron de nuestro planeta de origen, y por las cuales ahora buscamos un nuevo hogar. Le pregunté a Samaniego si no era una paradoja el hecho de que nuestros errores del pasado, nuestra irresponsabilidad, tuviera como consecuencia llegar a alcanzar la tecnología suficiente para cruzar el universo, pero pagando el altísimo costo de perder a la Tierra. Samaniego no me contestó y en cambio meneó la cabeza. Me dijo que las cosas no eran tan simples, que debía seguir estudiando, sopesar todas las variables socio históricas que nos llevaron a la presente situación y, en todo caso, después sacar algún tipo de conclusión. Yo estaba de acuerdo con ella en casi todo. También sabía que yo era su alumna favorita, con quien se quedaba charlando hasta después de clase. Samaniego estaba soltera, vivía con su gato siamés llamado 'Codos' y un inmenso vivero, tal vez el más grande y bonito de todo el sector 4g de la nave nodriza. Mi historia con la seño terminó de forma abrupta.
Cuando cumplí nueve años, la nave llegó a su primera parada importante. Un planeta de características similares a la Tierra, cercano a la estrella Sirio. Todo parecía demasiado irreal para ser cierto. Sin embargo, mantuve las esperanzas. En cambio, Samaniego, desconfiaba. Yo no lo niego, le dije a Samaniego, pero el chiste no le hizo gracia. De todos modos, tuvimos que interrumpir mis estudios ya que ella estaba en el equipo para uno de los primeros viajes de reconocimiento y por ser su mejor alumna me pidió que la acompañara en función de ayudante. Mis padres me dejaron a su cargo, no sin cierto malestar. Pero la seño, era la persona más capaz y confiable que había en toda la nave, así que no hubo mucho problema.
Cuando descendimos en Prima 11 (el nombre del extraño planeta), notamos que la vegetación era bastante abundante, el oxígeno era demasiado intenso, y el cielo cambiaba de verde a púrpura de forma casi constante. Samaniego estaba extasiada ante todo aquel paisaje. Tanto que ni hablaba. Yo también, sobre todo porque nací en una nave y era el primer planeta que pisaba. Porque el simulador de paseos por la vieja Tierra, si bien era muy realista, no era lo mismo. Sabías que te manejabas en un ambiente sintético y controlado. Pero ahí; no hay caso... Era pura incertidumbre y aventura.
Nuestro grupo consistía en doce personas. Seis hombres y seis mujeres. De las cuales una era casi anciana y la otra, casi una niña. Samaniego y yo. El resto, todos adultos científicos bastante serios y aburridos. Mientras avanzábamos por el ambiente hostil y primitivo de Prima 11, observamos otras cápsulas y sondas de monitoreo enviadas desde la nave madre. Era claro que estábamos re contra protegidos. Cualquier inconveniente que tuviésemos, se activaba un sistema de seguridad que respondía desde las cápsulas aledañas bloqueando cualquier tipo de ataque o peligro. Además de que estábamos armados. Excepto Samaniego y yo, claro, que soy pequeña y la seño, que odia las armas.
Pude observar algunas bolas peludas que parecían emerger de entre los pastizales y se cruzaban frente a nosotros a una velocidad increíble. No llegamos a verlas con mucho detalle ya que la escafandra no era lo más cómodo ni avanzado de nuestra tecnología. Samaniego seguía absorta en su propia contemplación del planeta. Hasta que llegamos a una especie de cueva enclavada en una loma bastante húmeda y oscura. El grupo se dividió en tres y solo nuestro, ahora grupo de cuatro, entró a la cueva, el resto continuó camino o entraron en otras cuevas. Nosotras encendimos nuestras linternas de exploración. Debo decir que el diseño del traje era muy lindo, con delicados detalles de volados violetas en el mío que eran una delicia.
Samaniego se puso nerviosa. Nos acompañaban Sergei y Gladys. Dos seres de grises espíritus, con poco que decir y menos que aportar a nada. Él, un astrónomo de poca monta y ella, una física nuclear nada brillante. Pero bueno, al menos estaban ahí por las dudas, encabezando el grupo de reconocimiento. (Si es que se puede decir que pudiesen encabezar algo esos dos). Sergei estaba particularmente nervioso e irritable. La gente de su calaña me molesta mucho. Por lo general, las cosas salen mal cuando alguien ya viene cargado de inseguridad y falta de talento.
En fin, el túnel era bastante colorido. Una sobreabundancia de humedad lo había plagado de plantas de extrañas formas y colores. Se escuchaban ruidos como de alimañas corriendo veloces por el suelo y rozando nuestros tobillos, lo cual era algo bastante desagradable. Caminamos durante casi media hora, cuando de repente sonó la alarma de peligro en nuestros trajes. Los primeros que respondieron fueron Sergei y Gladys, que voltearon y casi nos tiran al suelo en su estampida. Una actitud, por lo pronto descortés y poco profesional. De hecho, no solo emprendieron la huida, sino que escaparon sin decirnos nada, como si quisieran abandonarnos adrede. Yo no me asusté, pero tomé de la mano a Samaniego, quien en principio no se mosqueó para nada.
Avanzamos a paso lento por el túnel de regreso y sentí algo que me trepaba por la pierna. Al alumbrarme noté que una cosa, parecida a una araña sin ojos, de color anaranjado, se había adherido a mi traje espacial. Intenté empujarla, pero estaba pegada. No medía mucho más que mi mano, así que la tomé fuerte y la pulvericé entre mis guantes. Al abrirlas, la araña se había convertido en polvo naranja que salió volando rumbo al camino por delante. Nos miramos con Samaniego confundidas. Al caminar un poco más llegamos a una especie de boca del túnel que daba a un horizonte de colosales dimensiones. Y ahí nos dimos cuentas que Prima 11 no era solo un planeta extraño, era algo más que solo eso. Era un planeta diferente, con sus propias reglas, sus leyes, su propio lógica. Frente a nosotros había dos grandes iguanas, mordiéndose entre ellas. Con cuerpos humanizados. Dos trajes espaciales yacían a sus pies, los de Gladys y Sergei. ¿Donde estaban los aburridos científicos? Imposible saberlo, pero era probable que hubiesen sido devorados por aquellos seres que, por suerte, no nos habían visto, aún... retrocedimos de a poco, pero el suelo era algo movedizo y nos impedía una rápida retirada. Al iluminar, pudimos observar lo más llamativo de todo. Caían gotas del techo y esas gotas, al fundirse en el suelo, se convertían en una especie de caracol deforme, que si lo pisabas se hacia agua. Piedritas, que de pronto cobraban vida y les salían patitas, como si fueran escarabajos. Y así, florecía a nuestro alrededor, todo tipo de bichos y alimañas. Todo era tan asqueroso y pesadillesco que temimos habernos vuelto locas. Samaniego, me miró con total desconcierto en su mirada y me dijo... "Imposible... es imposible... nacen por generación espontánea... no tiene ningún asidero científico... no tiene sentido... no puede ser, no..."
Intenté tranquilizarla pero era difícil. Claro que todo eso no podía ser. Aquellas teorías decimonónicas habían sido descartadas hacía varios siglos. Sin embargo, así era. En Prima 11, la generación espontánea era un hecho. Algunos de aquellos extraños seres quisieron mordernos, pero de una patada se deshacían como si estuvieran hechos de polvo o agua. Cuando retomamos el túnel de salida, nos dimos cuenta que ya nos esperaban los soldados. La alarma de seguridad se había activado. Al parecer, varios de los colonos habían sucumbido en las cavernas como les pasó a Sergei y Gladys. Tuvimos que abandonar el planeta por hostil, pero sobre todo por incomprensible y no atenerse a las leyes universales de la física y biología terrestres.
Samaniego quedó en estado de shock durante varios días. Tengo entendido que fue duramente interrogada por las autoridades de la Nave y en cambio a mí, por ser menor, no me preguntaron ni la hora. Todo ese tiempo fue bastante dramático, hasta que un día me enteré que la seño volvería a dar clases y me re contra alegré. Pero fue algo momentáneo porque Samaniego estaba apagada, como perdida. Algo dentro de ella se había partido en dos para siempre. Y no tardé en darme cuenta por qué. Al finalizar la clase me le acerqué. No nos veíamos desde el accidente de las cuevas. Me evitó la mirada, pero insistí en que me prestara atención. Sus ojos perturbados e insondables solo parecían transmitirme desasosiego.
Su reflexión fue una extraña sentencia:
"Estamos perdidos. Como raza, estamos perdidos. Lo siento Data, pero es así. El universo es algo mucho más complejo de lo que pensábamos. No sabemos nada. Esta misión y el futuro de la raza humana, esta condenada".
Después de decirme esto, se levantó y se retiró abatida. Jamás la volví a ver. Desapareció de la docencia y de la vida pública en general. Nadie la volvió a ver y algunos dicen que se fue de la nave en una cápsula de escape. Es probable, muchos se suicidan así en Avatar 10. El otro día, caminando por la plaza virtual del centro, me pareció que algo peludo se cruzó rápido frente a mí. Y si pude ver bien, creo que fue Codos, el gato de Samaniego, callejeando solo y abandonado. Quise agarrarlo pero se me escabulló.
Ahora seguimos nuestro viaje y yo me encargo de mantener el estándar de calidad científica que me legó mi heroína, la seño Samaniego. Me considero la mejor en lo que hago y los padres de los chicos me lo reconocen. Son todos buenos alumnos. Sin embargo, hay una niña que destaca por sobre el resto. Me hace acordar un poco a mí. Y pienso que, para cuando lleguemos a nuestra próxima parada en el planeta Balcan 14, yo tendré la edad que mi seño tenía cuando bajamos en la primera. Solo espero estar a la altura de las circunstancias, si es que se presentan.
Fin del comunicado.
Datalí Heron. 12/12/2120

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