jueves, 5 de junio de 2008

Directores calentones

Por Daniela B.

Hace unos meses me alquilé dos películas para mirar toda una tarde de gripe y un par de coincidencias irrelevantes me sorprendieron y me impidieron olvidarlas pronto, como tal vez merecían. Se trataba de Búsqueda frenética de Roman Polanski y Scoop, de Woody Allen (vaya uno a saber por qué no le pusieron “Primicia”, que por lo menos se entiende…). Cualquiera advierte de buenas a primeras que no tienen demasiado en común: Búsqueda…: thriller de mediados de los ochenta dirigido por un ex europeo maestro de los climas malignos y opresivos;
Scoop: una comedia reciente de un neoyorquino de humor “intelectual” (por ponerle un nombre al humor woodyallenesco).
Lo primero y lo más intrascendente que me llamó la atención fue que en las dos había un personaje femenino que se llamaba Sondra, nombre molesto a mis oídos porque suena a una adaptación de fonética inglesa de “Sandra”. Esa molestia secundaria pero persistente tuvo una hermanita: aunque pasé bien el rato, las dos películas me dejaron una sensación subyacente de irritación moderada pero persistente (valga la cacofonía) relacionada con la historia. ¿Por qué? Porque en ambos casos, había personajes inexplicables.
Me explico:
En Búsqueda…, la película empieza bárbaro con el clima opresivo de desesperación del buen esposo logrado mediante pequeños detalles muy verosímiles: el agua de la ducha no lo deja oír lo que dice la esposa (sí, Sondra), ella cree que él la escuchó entonces se va, Harrison sale tranquilito de bañarse y no la ve, llama extrañado a recepción y le cuesta explicar lo que le pasa porque no habla el idioma, no se sabe nada de Sondra, él se empieza a inquietar porque no tiene manera de saber dónde ni cómo empezar a buscar… y de repente aparece Michelle corriendo por París con agilidad sin igual trepada a sus tacos, clarísimamente maquillada y de minifalda. Sí, ya sé: en todas las películas de acción las chicas van así. Ese no sería el problema (aunque plantee serios problemas de verosimilitud estética). La hilacha aparece en lo inverosímil de su motivación: Michelle empieza muy interesada en aclarar los tantos con los malos para salvar el pellejo pero con el transcurso de la película parece no tener otra cosa que hacer en la vida que meterse en problemas ayudando al bueno de Harrison (perdón por la inconsistencia: los únicos nombres recordables de personajes suyos son Indiana y Han Solo) porque medio que se enamora de él y al final lo ayuda y muere (justo lo que quería evitar). Entonces aparece en la pantalla a cada rato: el clímax de ese exceso de figureti es una escena de pista de baile (¿para quééééé?) en la que se restriega como cinco minutos contra Harrison, que no se muestra demasiado entusiasmado (ya veremos por qué). Y toda esa presencia de más atenta contra el clima que tan cuidadosamente había armado Roman al principio.
En Scoop, Sondra Pransky, el personaje de Scarlett Johanson, periodista que trata de abrirse paso en su profesión, se mete en líos ayudada por Woody, mago que se supone nos tiene que causar gracia por el solo hecho de ser lamentable y hablar sandeces. Acá parece no tener otra cosa que hacer que meterse en problemas ayudando a Scarlet que, por algún motivo más inexplicable aún, se encariña con él: es que se trata, una vez más, de Woody Allen en pantalla rompiendo las pelotas con sus parlamentos interminables que van muy bien cuando personifica a pseudointelectuales, no a viejitos bondadosos.
Como dijeron miles de críticos (sí: me gusta leer las críticas), el personaje de Woody Allen sobra. El de Michelle no sobra pero está bastante más tiempo del necesario.
El asunto es ¿por qué? ¿Qué llevó a dos queridos directores de renombre a malograr sus películas? La respuesta es simple y muchos ya la dieron antes: calentura. Tanto la actriz que hace de Michelle como Scarlet Johanson son indiscutiblemente hermosas y tanto Roman como Woody necesitaban una excusa para estar cerca de ellas (en el mundo físico, se entiende) el máximo de tiempo posible y recurrieron a lo que mejor saben hacer: películas. ¿Es tan terrible? No, a decir verdad, si lo vemos desde el punto de vista personal. Sí es tan terrible si queremos ver una buena película.
Habrá que ver cómo les va con las chicas pero eso no nos interesa. Sólo que irrita ver que se malogra una película porque al director le gusta una chica. Es medio egoísta de su parte con respecto a nosotros, espectadores que ya lo queremos por sus buenas obras. ¿Es inevitable? ¿La calentura es enemiga del arte? Claro que no…

2 comentarios:

Ana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ana dijo...

No vi ninguna de las dos pelis, pero no me llama para nada la atención en el caso particular de Woody, ya que en sus últimas películas siempre hay un personaje de chica linda y caliente. Lo caliente vende, pero cuando esas intervenciones chorrean inverosimilitud, entonces me parece que la calentura está trascendiendo la barrera del arte y entrando en un terreno más personal, como vos dijiste.
¿Para cuándo un blog Dani B.?

Besote a los dos