jueves, 25 de abril de 2013

Cosmos Actual


Carlos se siente flotar en un espectro gravitacional de inmensas proporciones. La profundidad de campo excede sus conocimiento mas elaborado acerca del hecho de darse cuenta de que, o esta muerto, o flota en un éter de extraño origen.
Piensa en retransmitir sus coordenadas, pero sabe que del otro lado solo contestará el silencio de lo inmortal. Carlos no sabe hace cuanto tiempo que se encuentra suspendido en la nada, pero teme haberse desintegrado. Por momentos no alcanza a ver las extremidades de su cuerpo como pies y manos. Un velo de somnolencia lo empieza a cubrir de a poco. Se siente desmayar.

Cuando abre los ojos, se da cuenta que esta sentado en una habitación de un hotel barato. Él esperaba al menos una habitación blanca y rococó, como en la película. Pero no. La realidad es muy distinta de la ficción. ¿Es distinta la realidad de la ficción? ¿Y cuando entra la ciencia a convertirse en ficción? ¿Es todo ficción dramática? ¿Que es la ciencia después de todo? ¿Hay vida después de la muerte? Carlos no para de preguntarse cosas mientras una luz de neón le ilumina la cara a través de la persiana del hotel. Parece de noche, sin embargo sabe que afuera no hay un afuera. Que es todo parte de sus recuerdos innatos mas precarios y olvidados. Se levanta de la cama y se mira en un espejo roído. Carlos se ve a sí mismo joven. Como de unos veinte años. Se da vuelta y mira a la cama. Hay una chica desnuda durmiendo de espaldas. No le alcanza a ver el rostro, pero se imagina quien puede ser. Su primer encuentro sexual con una prostituta en un viejo hotel del centro de Denver, Colorado. O quizás una habitación de un hotel alojamiento en Caballito, Buenos Aires. Ya no sabe quien es. de donde viene, ni como se llama. Se mira nuevamente en el espejo y ve su cara avejentada por el paso de los años. Muchas canas y arrugas surcan el otro juvenil rostro de Carlos. El espejo se empieza a mover y ondular como si fuera de metal líquido. Lo chupa y todo se oscurece.

Carlos abre los ojos en una playa desierta. El cielo es de un tono magenta y las aguas de un claro color cian. La arena es amarilla patito y estos colores le recuerdan una vieja impresora de la casa de su abuela materna. Mientras camina por esta extraña playa, de aquel extraño mundo, piensa en todos los planetas que puede haber en el vasto e infinito universo, donde el hombre podría habitarlos. Pensar que somos los únicos seres vivos en el universo es tan absurdo y arrogante como solo el ser humano puede ser. Debe haber infinitos soles y aún mas planetas alrededor de estos soles, que deben tener condiciones similares a la de nuestro sistema solar y a nuestro planeta Tierra en particular. Mientras aquellos que murieron hace mucho tiempo quizás nunca lo hayan descubierto. Quizás toda la civilización humana feneció. O quizás no. Quizás los descendientes suyos, lo estén buscando en el espacio-tiempo.

Carlos teme ser encontrado. Se encuentra muy a gusto en su nuevo planeta. Solo, con la simple compañía de unos pequeños roedores tricolores y una ventisca intermitente y cálida que nunca se detiene. El agua tiene temperatura agradable y se puede tomar. La mar es calma siempre, como una pileta y los extraños árboles amarillos dan unos frutos bastante dulces y nutritivos. La vida que le espera es tranquila y él solo espera poder morir tranquilo, mirando hacia el infinito. Mas que una persona de mas de 7500 años, no espera encontrarse con mayores aventuras en lo que resta de su vida. Si es que su vida no terminó hace miles de años...
Carlitos ya se siente eternidad cósmica.

2 comentarios:

Ire dijo...

Flasherísimo! Me encantó!

Santiago Carmona dijo...

Gracias Ire!!
Me alegro que te haya gustado :)