martes, 11 de marzo de 2025

Purpurina Celeste y blanca (o Como no hablar de mí)

 

Pienso que existe toda una serie de cosas que nos representan y constituyen como seres únicos y particulares. En lo que a mi respecta pienso en lo siguiente...

Pienso en las tardes soleadas de mi infancia, caminando por las veredas arboladas de Catalinas Sur. Sólo o con amigos. Y también pienso en mis padres, Mi viejo con su barba árabe, sus dibujos en carbonilla y su olor a papá. Pienso en mi vieja, sus comidas abundantes, sus varios talentos de ama de casa y su pasión por vivir. Pienso en mi hermano, en sus diabluras, sus berretines con la ropa y su particular forma de cuidarme. Pienso también en mi abuela, que ya no está. En su casa con olor a especias, sus platillos increíbles y su devoción única por Cristo y la Virgen. Pienso en mi otro abuelo, el que vivía en Mar del plata, con su viejo Renault 6 de un verde claro, su amor por el tango y la historia, sus fideos del domingo cortado a cuchillo y el adorable olor a albahaca para el pesto. Pienso en todos mis familiares y ancestros y conocidos a lo largo de mi vida. Pienso en amigos que ya no lo son pero que andan por ahí, perdidos en sus propias búsquedas y destinos. Pienso en los amores que tuve y que irremediablemente tuvieron que naufragar y las recuerdo con cariño. Pienso en aquellos que siguen a mi lado y en todas las personas que conozco de un modo u otro. 

Pienso que yo soy un poco también parte de ellos, un poco el suproducto de aquellas relaciones que me marcaron y construyeron. Pienso que soy también un poco como Indiana Jones, ese personaje que de chico me parecía un héroe total. Pienso que soy un poco como el flaco Spinetta, un tipo de una sensibilidad y creatividad increíble, que no dejaba de ser un vecino más de mi ciudad. Pienso que soy como Perón (y Néstor) porque creo en la Justicia social, en la Independencia ecónomica y en la Soberanía política. Pienso que también soy como Maradona, ese D10s o semidiós que nos llenó de tristezas y alegrías al mismo tiempo, porque la vida es todo eso. Y compartí con ellos, o algunos de ellos una parte de mi vida en este plano. Que felicidad me da sentirme parte de una humanidad que tiene un montón de cosas buenísimas, otras terribles, pero en gran parte pienso que todo formando parte de un gran aprendizaje universal. 

Pienso en el cine. En la cantidad obscena de películas que ví en mis cuatro décadas, aún a costa de hacer algo más productivo con mi vida. Pero siempre necesitando ese alimento porque forma parte de mi ser. Y en los libros que he leído, horas y horas y más horas, tirado... perdiendo el tiempo de la forma más maravillosa: leyendo. Andando en bicicleta por una ciudad cada vez más intransitable. Saliendo a tomar alguna bebida espirituosa con amigos, en algún bar perdido de la urbe, sin pensar en el mañana. Escuchando música a toda hora. En el trabajo, en mi casa, en el subte todos los días, con (casi) la misma musiquita de siempre. Esa que, en gran parte descubrí en mi adolescencia, y que no me falla. Que cuando escucho esas mismas vueltas, esos mismos acordes y arreglitos boludos, me da un placer imposible de igualar. Otros podrán ir saltando de música en música, a lo Tarzán, viviendo en la constante renovación y actualización musical. Yo me quedo con lo que me da felicidad. Aunque sea música de hace 20, 50 o trescientos años atrás. Para mí, la música no tiene fecha de caducidad (algunas quizás envejecen más que otras) pero desconfío de esa pulsión de escuchar siempre "la música del momento" o lo que representa al "mundo actual". No me siento ni por encima ni por debajo de ese pensamiento, pero pienso que a mi no me representa. Y soy feliz con eso...

Y por ultimo, pienso en mi país, Argentina. Pienso que más allá de todos los quilombos políticos y económicos que siempre nos acosan, somos un gran (un enorme) país donde la gente, más allá de sus locuras, errores y aciertos en las materias antes mencionadas, tiene un espíritu increíble. Un amor por la vida, por los amigos y la familia, como pocos. Y a veces pareciera que sólo en momentos de grandes catástrofes nos permitimos sacar nuestro costado más solidario y amable con nuestro vecino. Pero pienso que siempre estamos ahí, queriendo llevarnos bien con los demás, pero nos nublamos la vista por nuestros enojos, rencores y frustraciones debidas a un mundo (o mejor dicho) a un sistema injusto y desigual, que no va con nuestra idiosincrasia y que nos lleva indefectiblemente a competir y pelear entre nosotros. A nivel generacional, laboral, social y entre los diversos géneros. Pero Pienso que todo el rollo es irreal y me autoconvenzo que en realidad somos mejores que eso. Que somos un hermoso país, física y espiritualmente hablando, al menos en su gran mayoría, claro. Y también pienso que existe un futuro mejor para nosotros. Y creo que cuando la humanidad finalmente salga al espacio, lo hará bajo la bandera Argentina. La más hermosa de todas. Esa que tiene los colores característicos de la Tierra. El Sol, nuestra fuente de energía eterna, el blanco de las nieves y el celeste del cielo y de los mares que nos distingue desde otros sistemas solares. El famoso punto azul pálido. 


viernes, 21 de febrero de 2025

Un clásico del Cine Shampoo y del verano




Existen toda una serie de películas que nos deleitábamos viendo cuando niños. Pelis que daban en los canales de aire y, si tenías cable, ahí también. Hablo de aquellas cintas dobladas al "Latino" con esas voces tan familiares y que por lo general eran de tramas simples, con chicos como protagonistas y sobre todo de aventuras. 
La lista sería interminable. Hay muchas de ellas que hoy nos serían insoportables de ver, otras podríamos verlas sin mayor inconveniente, pero estan las que siguen siendo buenas. 
Por lo general se suele bastardear bastante seguido al cine de películas infantiles, porque se considera casi un género menor en sí mismo. O se dice que los efectos quedaron viejos, o que la trama es demasiado simplona. En algunos casos es así, pero en otros, no, y se suele condenar a películas que siguen resultando divertidas como (casi) el primer día. Algunas películas como Viajeros (1985) puede que resulte ridícula, otra como La historia sin fin (1984) puedo entender que haya gente que piense que la peli envejeció mal (a mí me sigue gustando aunque no como cuando era chico) y otras, como de la que hablaré a continuación, se mantiene firme junto al pueblo. 
Uno de estos casos podría ser el Stand by me (1986), pero está fuera de discusión porque más que una película infantil se trata de un drama con preadolescentes. Con sus momentos de humor y aventura, si claro, pero tiene otro tratamiento como el tema de la muerte del hermano de Gordie, el cadaver que van a buscar, el maltrato del padre a uno de los chicos, en fin. Se nota que la historia está basada en una obra, en este caso una nouvelle del maestro Stephen King. Pero no, de la peli que hablo, no tiene mayor pretención. Es un caso de vindicación de "peli pochoclera de verano" como ya había hecho hace unos años en este mismo blog respecto de White water summer (1988) con Kevin Bacon. 
De la peli que voy a hablar es The sandlot (1993) o mejor conocida como "Nuestra pandilla" o como la anunciaban en el ciclo de cine shampoo del canal 13 en los noventas... "Cuidado! Hércules vigila". Nombre por demás absurdo y autocomplaciente. Pero de todos modos era simpático, quizás el más argento de todos los títulos posibles. 
La peli en cuestión trata de Smalls (Me matas Smalls!), un pibe de quinto grado que llega a una nueva ciudad, con su madre y flamante padrastro con el que no tiene mucho feeling. Hasta la peli podría ser una más del montón, una trama muy similar a Intensamente. Claro que es bastante anterior a la de Disney pero en fin, ese ese tipo de pelis. Chico nuevo en nueva ciudad, trata de adaptarse o sobrevivir al nuevo entorno. Sólo que aquí todo se da en el verano, es una peli de temporada veraniega, de vacaciones en la ciudad, etc. El pibe es un nerdie, pero nerdi en serio, de esos que saben construir cosas, que son re matemáticos, que son cerebritos bah... Cero deportes! Entonces, en un momento, la madre lo ve al pibe ahí, jugando en la oscuridad de su cuarto y lo manda a que salga, a que viva su infancia como un pibe normal y que se deje de joder un cachito en la casa todo el tiempo. El pibe, que no es tan boluchi como parece, capta la indirecta y sale a patear por el barrio. Que conste que el lugar, que no recuerdo como se llama, podría bien ser un pueblo más o menos grande del interior de Argentina. Pienso en Merlo, San Luis, ya que con unas montañas de fondo, calles amplias y pocos autos, me hace acordar a los dos o tres veranos que pasé allá en los 90`s, con flamantes amiguitos merlinos. Ese asunto de adaptarse, o de que te acepten, cuesta... o si que cuesta. Pero al final, todos terminamos por encajar, porque al final, sos uno más para el juego. 
Volviendo a The sandlot, Smalls va a donde nosotros llamaríamos el potrero, allí los pibes en vez de jugar al fulbo jugan al beisbo, que allá al norte es (o era al menos) el deporte más popular. Como siempre, había un grupito de chicos de barrio, que se la pasaban jugando y soñando con ser estrellas de dicho deporte cuando fueran grandes. Niguno descollaba demasiado, aunque tenían espíritu, excepto uno de apellido Rodriguez. Este personaje de apellido y rostro latino es medio el langa, o mejor dicho, el fachero y buen jugador. Pero a diferencia de lo que sería una peli yanqui típica, este flaco no es ni agrandado ni un forro. Al contrario, es un pibe bastante macanudo que desde el principio intenta que Smalls pueda incorporarse al equipo. Mientras el resto piensa que el pibe nuevo es un "pata dura" por decirlo en nuestros términos, Rodriguez se arma de toda la paciencia y logra que al final Smalls pueda devolver la pelota como una persona normal. 
Abro paréntesis. Reconozco que esta peli, al margen de lo nostálgico que pueda tener para los de mi generación, a mi me toca de alguna manera un poco más. Primero, el protagonista es un flacucho y rubiecito, un poco torpe pero que trata de hacer amigos. Al principio se rinde fácil pero luego, cuando ve que alguien (Rodriguez) le pone un toque de onda, entonces intenta dar lo mejor de sí. Es buen amigo y un poco ingenuo. Se morfa los cuentos de pueblo que le cuentan para asustarlo, pero un poco también se deja asustar, para que todo sea más divertido. Me recuerda bastante a mis diez años. Bastante bastante. Con la diferencia sólo del nucleo familiar diferente y que yo era un queso en matemáticas. Mi nerdeada iba por ver dibujitos, jugar con juguetes y leer historietas. Thats all. Cierro paréntesis.   
Bueno, para no hacer tan largo el asunto. En la peli, al final se van haciendo amigotes, Smalls y el resto de la variopinta pandilla. Creo que el personaje de Hamilton, el gordito, se lleva los mejores aplausos. Es el clásico gordito medio bardero, patoterito, pero que al final muestra que tiene un gran corazón. Y luego también el pibito de anteojos es muy gracioso. Creo que la escena en la que van a la pileta municipal es una de las mejores de la película. Con toda la pantomima del anteojudo que se hace el que se ahogó para que la guardavidas le haga respiración boca a boca. Es simplemente de lo mejor. Por la picardía y lo bien resuelto de todo el asunto. 
Otra escena memorable, cuando los vienen a patotear otro grupo de chicos que vienen todos empilchados como jugadores re pro. Los clásicos chicos populares del colegio que se hacen toda la película con que son re deportistas. En fin, hay toda una escena donde enfrentados, el gordito y el de la banda rival, un pendejito soberbio, se bardean hasta que Hamilton le tira la granada final: jugás como una nena. El insulto máximo. Hoy podría catalogarse esto como un chiste medio machista, pero en fin, la peli transcurre a principios de los sesentas y el chiste funciona perfecto. Luego se va a jugar a la cancha de los otros, que no es un potrero sino una cancha con todas las de la ley. Obvio ganan los protagonistas y se van a festejar a la noche a los juegos del pueblo. Esto también me parece una postal muy fiel a la vida nocturna de esos lugares donde uno pasaba el verano (si tenía suerte). Los pibes se suben a un Zamba, que es ese plato que gira elevándose y bajando. No sin antes ponerse a mascar tabaco. La definición es genial, se marean al son del clásico "Tequila" de The champs, y terminan vomitando todo el lugar. 
Como cierre o acto final, viene el asunto del perro. Que al final recién nos enteramos que se llama Hércules. Todo empieza una tarde calurosa donde Rodriguez compra una bola y la rompe del batazo. Entonces Smalls, ingenuo, dice que él tiene una pelota en casa, porque se ve que apenas les alcanzaba para comprar una. Smalls agarra una de las pelotas del aparador del padrastro que estaba firmada por Babe Ruth (como si fuera una pelota firmada por Maradona). Pero no les dice eso, el pibe solo pone la pelota porque quiere agradarle a los pibes. Él mismo batea y manda la bocha adentro de la casa de al lado. Donde el de anteojitos ya había contado al principio de la peli "la leyenda del perro" que ahí vivía. Un perro gigante y devorador de niños, la clásica. Cuestión que Smalls dice que quiere recuperar la pelota, que debe hacerlo. Todos se rien y dicen nah, ya fue, hacemos otra cosa. Pero no, Smalls se planta y dice que la pelota es de su padrastro y que una señora la firmó. Por Babe Ruth. Cuestión que cuando se enteran por quien estaba firmada todos se vuelven locos por recuperarla pero se encuentran con que el perro la tiene secuestrada en su perrera y no piensa largarla. Luego lo bardean por traer a la "canchita" una pelota así y a Smalls le cae la ficha de que no sabe nada de Béisbol y que su padrastro (y con razón) lo va a matar. El resto se conduele con el pobre Smalls y tratan de mil maneras posibles rescatar la bocha, pero es imposible. El perro siempre les toma el tiempo. Hasta que...
Rodriguez tiene un sueño que funciona como una revelación. Se le aparece Babe Ruth y le dice que vaya y agarre la pelota. Le dice que todos tenemos una chance en la vida, que la mayoría no sabemos ver la oportunidad, etc, etc... todo muy yanqui esa parte. Pero está bien, argumentalmente viene al pelo. Rodriguez se calza la casaca de capitan y líder y hace lo que el resto no se animaba. Saltar la cerca y agarrar la pelota para salir rajando de ahí. Bueno, viene toda la cosa del duelo con el perro, la huída y persecución por todo el pueblo de Hérculos corriendo a Rodriguez. Clásico. 
Al final, vuelve y se cae la cerca arriba del perro. Lo ayudan a salir y bueno, el perro era buenote. Entran a la casa y el dueño no es otro que James Earl Jones, el gran negro de la voz de oro. Y le tipo era un copado total, les cuenta que había sido bateador, (mejor que Babe), pero quedó ciego de un pelotazo en la cabeza... Nunca escuché un caso así pero bue, todo puede ser. Al final les regala una pelota con las firmas de todo el equipo a cambio de que vayan a visitarlo de vez en cuando al pobre viejo hermitaño. Final feliz. Claro que el padrastro lo deja castigado, pero bueno, también queda agradecido por la bola que le consiguió. Empiezan a jugar y se empiezan a llevar mejor y blabla. La escena final es un clásico, muestra a cada uno de los chicos pasando la pelota y desapareciendo mientras Smalls (el narrador de la peli) cuenta que fué de la vida de cada uno de ellos. Al final el único que terminó siendo jugador profesional es, obvio, ni más ni menos que "Jet" Rodriguez. Y Smalls es locutor en la cancha... medio raro teniendo en cuenta que Smalls era un super nerd de la ingeniería, pero en fin. Quizás ser locutor lo hace más feliz. La cuestión es que parece una peli medio pavota (y lo es) pero tiene ese no sé que de las pelis de aquellos años, que de alguna manera se entrelazan con nuestra infancia y dejan un nudo lindo en nuestro corazón, para siempre.       

martes, 18 de febrero de 2025

Diario del viaje al sur (Tercera parte)



Lunes 10/2/2025


El lunes amanecí cagado de frío, como casi siempre. Fuí al baño y luego a cargar el celu, que todo el tiempo se queda sin batería. Después de matear con galletitas, me fuí a caminar por la Ruta 40 en busca de la Cascada del León. Evidentemente me perdí porque nunca la encontré. Al parecer agarré para otro lado... Me fuí a una parte de la playa del Futalaufquen  bien alejada y me puse a leer a Thoreau. Escribí esto:


Estoy sentado frente al lago Futalaufquen ¿Nombre Mapuche? Hace frío y el día se nubla y despeja de forma intermitente. Un enorme arco iris surca el cielo y pienso que la belleza que observa parece irreal, como si me costara encontrarle algún sentido. Un leve llovizna cubre mi curtido rostro por el sol.

El viento sopla de a momentos y luego se va, haciendo mutis por el foro. Estoy sentado en un tronco, leyendo Walden y ni el mismísimo Thoreau podría superar con su laguna la grandiosidad y magnificencia de la que soy testigo ahora, frente a este lago patagónico.

Estoy solo, nadie hay a kilómetros a la redonda. Es un moento de absoluta paz y silencio. Solo se oyen las chapuceras olas del frío lago sureño.  

 

Ya es de mediodía, sigue nublado y medio fresco. Tengo que esperar aún cuatro horas más para poder tomarme el bus rumbo nuevamente a los Maitenes again. Seguiré con Thoreau y Bodoc...

A eso de las seis menos cuarto me fuí a esperar a la ruta y luego de cuarenta minutos llegó finalmente el bondi. Arribé a los Maitenes a eso de las siete de la tarde y se acordaban de mí. Hace una semana estaba allí. Como no tenían bolsa de dormir para alquilarme, y dado que estaba anunciado una importante baja de temperatura para la noche, acepté una oferta difícil de rechazar (como si con el mismísimo Padrino hubiera hablado).

Una promo de dos noches para dormir en un domo (una especie de híbrido entre carpa y cabaña enorme de metal y goma, con puertita y llaves, más una mullida cama con colcha eléctrica). Una vez instalado ahí me fuí a bañar y luego a buscar leña. Esta vez no me costó encontrar abundante cantidad y de diverso tamaño. A la noche me hice un arroz y al final, dormí como un bebé, aunque el frío arreció igual por la madrugada.


Martes 11/2/2025


Hpy desperté y hacía mucho pero mucho frío. La temperatura bajó bastante. Espero que hayan podido detener esos incendios más al norte. Desayuné mate con chocolinas y me fuí a caminar. Hace una semana exacta estaba en el mismo lugar, sólo que ahora duermo en domo y dejé la carpa por el resto de mis vacaciones. La verdad que es muy sacrificado dormir en una carpa solo donde entran cuatro, sin buena bolsa de dormir o calor humano. Además, ahora hace más frío y hay muchas menos gente en el predio. No entiendo si todos ya volvieron a sus hogares o es que el frío los alejó, o el tema de los incendios... La cuestión es que muy poca gente vino pal` sur. Pienso que estan todos hacinados en Brasil por el tema del cambio favorable. Que les aproveche, yo ya fuí para esos pagos y es muy lindo, pero me quedo con la Patagonia. Estoy en el sur, poniendo el pecho a la bala y estoy contento por eso. 

El día fue de bien a mejor. Dormí siesta, salí a buscar leña y leí como loco, después me compré un heladito y luego matear, siempre matear. Me hice la reserva para un hostal en Esquel para la noche del miércoles, antes de volver a Buenos Aires el jueves a la mañana. Escribí esto:

El encanto de recoger leña

Redescubrí lo maravilloso de juntar leña en el bosque para poder hacerte el fuego. Puede ser para desayunar, almorzar, cenar o simplemente calentarse un cacho. 

Aquí, en las salvajes y paganas tierras lejanas del sur Patagónico, los hombres de ciudad reconectamos con un pasado primal, de superviencia diaria. Vivimos felices el día a día.

El placer de buscar ramas, ramitas y ramotas, secas y no tanto, hojas y yesca para tu propio fuego es un juego de niños al que gustoso me entrego. 


Me hice la cena temprano y luego salí a ver la luna llena. El cielo es, simplemente, algo fantástico, como de otro planeta (valga la redundancia). Es como mirar por una ventana al universo y hay que tener cojones para bancarse mirar al infinito. Una maravilla total e indescriptible porder mirar el universo en su máxima expresión. En la ciudad nos tenemos que conformar con ver un par de estrellas perdidas entre tanta luminosidad artificial. 

Día calmo, me crucé en la noche con una liebre que ya había visto corretenado de día. Todo muy hermoso, libre y natural. 


Miércoles 12/2/2025


Me desperté temprano, como todos los días, quizás me estoy volviendo finalmente viejo. Pero en general es por el frío que, aunque esté en cama y tapado, no deja de azotarme la cara. El frío te cala los huesos y arranca a eso de las 4 am y hasta las 9 no ceja en su empeño. En verano, en invierno ni me imagino como será. 

Limpié todo el domo y entregué la llave. El tipo, porfiado, fué a verificar que todo el domo esté en orden. Le dejé mis petates en la proveeduría y me fuí nuevamente a hacer tiempo. Eran las 10 de la mañana y otra vez tenía que esperar al colectivo del Parque de Los Alerces y sus horarios a tras mano. Hasta al menos las seis de la tarde tenía que hacer algo. Por eso decidí volver a hacer el sendero que lleva a Puerto Limonao. Luego de que me zampara un sanguche de jamón crudo y queso y que me acosaran los bichos más insoportables del sur, hablo de las avispas chaqueta amarilla, arranqué la ardua caminata. 

Sinceramente, para esta altura del viaje ya no me quedaba nafta. Llegué hiper muerto y cansado al susodicho puerto. Allí me fuí a caminar por los alrededores, conocí el Hotel Futalaufquen y luego volví a la playita donde había un puesto de comidas rápidas. Me compré una porción de papafritas y una cerveza. Luego me fuí a la playita a leer y me quedé frito. 

Al despertar volví a mis lecturas y terminé de leer la novela Los días del venado de la Bodoc. Excelente libro, ideal para leer por esos parajes, bien escrito y atrapante. Le puse 9 Carminskis. A la vuelta, salí con tiempo para hacer el sendero despacio, sin matarme, pero de todos modos me costó. Sobre todo las últimas subidas. En el camping hice un poquito más de tiempo. El día estaba soleado y hermoso. Luego me fuí a buscar mis petates, me despedí de los Maitenes y fuí caminando tranquilo por la ruta hasta la parada del bus esquelino. 

Cuando llegué a Esquel me tomé un taxi para que me llevara hasta el hotel que por allí había reservado. Una vez frente a lo que parecía una gran casona, me cansé de tocar el timbre y nada. Parecía un lugar abandonado. Tuve un toque de miedo y paranoia, bien típico de porteño culeau. Le escribí al sujeto que me había whatsapeado y me dió indicaciones para entrar en el domicilio. Una clave para abrir una cajita donde se guardaba una llave. Una vez dentro mis temores se evaporaron de inmediato. El lugar estaba muy bien, y mi cuarto me esparaba escaleras arriba. Tenía una cocina enorme compartida y el baño estaba bárbaro. Como estaba cansado de bañarme en los campings lo primero que hice fue darme una buena ducha. En eso llegaron algunos huéspedes. Una parejita de jovencitos franceses que no parecían dominar mucho nuestro idioma. Al principio me parecieron fríos y antipáticos. Mientras me bañaba silvé a todo volumen la canción de apertura de Cocomiel. Solo para joder un cachito. En eso llegó el hombre encargado del lugar y hermano del que me llamó por teléfono. Resultó ser un macanudo total y me recomendó ir a cenar a un lugar de Esquel donde se come bárbaro, me dijo. Le hice caso, aunque ya me quedaba muy poca plata. El lugar era medio coqueto pero me pedí unas pastas, sorrentinos a los hongos con salsa patagónica. Estuvo delicioso... Luego me volví vivoreando, me fumé un puccini y luego, justo que pensaba... en vos nena... caí muerto. 


Jueves 13/2/2025


Desperté a las 8 am y me fuí a desayunar a la cocina. Abrí el frasco de mermelada de sauco que había comprado en los Maitenes y me zampé aquello en unas galletitas más un té negro. Una delicia la merme... En eso apareció la chica francesa y le saqué conversación. Al final resultó muy simpática y hablaba bastante bien el español. Era una flaca alta y morena, muy bella y copada. 

Luego hizo acto de presencia su novio, y hablaban entre ellos. La chica me miraba de soslayo, como si le llamara la atención. Les convidé de mi mermelada y sus ojos se pusieron de colores. Luego se fueron a hacer dedo en la ruta. Yo me fuí a preparar mis cosas mientras puse en youtube el unplugged del flaco. Había otra pareja de franceses pero estos si no eran macanudos, cerrados en su mundo no daban bola a nadie y hablaban un francés en su cuarto con la puerta abierta. 

Una vez que a las 11 me pasó a buscar el taxi, me encaminé al aeropuerto de Esquel que está en las afueras. Allí los vi parados a la primera parejita de franceses que tenían la pretención de llegar al norte del país a dedo, y de ahí a Chile, Perú y luego Colombia. Ojalá les vaya bien. En el aeropuerto casi no me dejan despachar mi mochilota, pero al final me dijeron que por "cortesía" me dejaban pasar. El viaje en avión se me hizo denso y aburrido, aunque solo fueron dos horas. 

De nuevo en Buenos Aires sentí el choque con el calor y la locura citadina. Para colmo, por poco no me alcanzaba para volver en taxi y me tuve que volver en el 160 que se fue llenando cada vez más. Cuando me tenía que bajar, no me podía mover y yo con mis petates de viajero. Una señora me codeaba y la reté, me dijo que la apoyaba. Nos bardeamos un rato hasta que me pude bajar. El resto de las personas ni se inmutaban, acostumbrados a las peleas entre pasajeros en bondis llenos y días de calor. Por adentro odié haber vuelto. Welcome to the jungle, pensé...

FIN

domingo, 16 de febrero de 2025

Diario del viaje al sur (Segunda parte)


Viernes 7/2/2025

Hoy Ernestina se fué a seguir su camino. Pasó a despedirse y me pasó su Insta, besos y adiós! (Es increíble lo parecida que es a Clara Clayton) God damn it!

Por mi parte me fuí a hacer el sendero que lleva al Mirador del Lago Verde. Estuvo bastante bien, aunque en un momento me perdí y tuve que volver sobre mis pasos, a lo cual se me hizo más largo el tramo y me cansé de tanta subida. Una vez allí, me puse a cantar a grito pelado. Cosas que uno hace cuando se encuentra solo en la naturaleza. (Pobre naturaleza). Al toque apareció un tipo con dos chicas que entiendo eran sus hijas. Esa fué mi señal para emprender el regreso y les dejé el mirador para ellos solos. Bye.

Cuando llegué a la entrada del camping en la ruta, decidí contar los pasos que hay (en bajada) hasta la entrada real del camping porque al día siguiente me tocaba irme y tendría que hacer todo eso pero en subida y cargado con mochilas y petates. Conté casi exactos 700 pasos, aunque por ahí habría un poquito más. 

Almorcé queso parmesano con galletitas, así vienen de frugales la mayoría de mis almuerzos. Me conecté un rato con internet (3 mil pesos media hora) para decirle a mi familia en Buenos Aires que sigo vivo. El miedo por los incendios hizo que varios se preocuparan por mi existencia, o de que no sea yo quien ande prendiendo fuego la Patagonia. Todo en orden, les dije que estaba bastante lejos de los focos de fuego causados por los imbéciles mercenarios de siempre. 

Luego me fuí a leer mi querido Walden y fumar un poco de tomaco armado, como buen escritor...

En la playita pedregosa de Lago verde me encontré con el muchacho que estaba con su chica cuando esperábamos el Esquel Bus, pocos días atrás. Se llamaba Matías, charlamos dos palabras y me invitó a continuar la conversación allí donde estaba con Triana su novia. Eran de mi edad y pegamos muy buena onda, al punto de que nos quedamos charlando toda la tarde, con momentos de fumar y leer intercalados. Lo mejor de todo es que Matías se fué a meter al agua y Triana dijo que si él se metía ella tenía que (por principio) meterse también. Los vi a ambos entrar al agua y resistir bastante bien los embates del agua fría y el viento que no inspira a meterse. Volvieron y sin que me digan nada, tomé coraje para hacer lo mismo, porque simplemente me inspiraron y me sentí cómodo con ellos. Si no me metía ahora no me metía más. Tomé coraje y fuí entrando de a poco, pero no me animaba. En eso escucho las arengas de otras dos parejas que estaban ahí tomando sol. Uno de los flacos me dijo "no lo pienses tanto rey, tiráte nomás, si no, no te metes". No sé por qué están todos con eso de decirte Rey, yo sé que soy un Rey pero no viene al caso... En fin, mis amigos de viaje, Mati y Tri, también me animaron con Santiii Santiiiii... y bue, no pude decepcionar a mi público, no pensé más y me zambullí por primera vez en un lago patagónico, después de 25 años de haber venido por primera vez con los Scouts. Ahora sí, ya estaba hecho. Fué menos terrible de lo que pensé. Claro que estuve pocos minutos y casi pierdo los anteojos (que debí sacarme y me olvidé) y las ojotas. Pero todo salió bárbaro y fué una hermosa experiencia. Inolvidable. 

A la noche cené con Mati y Tri y una pareja de ventiañeros. Una chica que se autopercibía como él, muy simpática, y su novio, un flaco callado pero divino. Hicimos patis y yo compré una pata de pollo para hacerme a la parrilla, además tiramos unas papas a las brasas. Hablamos de todo y la pasamos en verdad muy bien. Por momentos cayeron algunas gotas pero eso no nos aguó la noche. A los pibis ya no los volví a ver pero el chico Gonzalo (que estudió Física) nos habló de la Turbulencia de Plasma y de inmediato pensé en escribir algo respecto a eso. Buenas noches. 


Sábado 8/2/2025

Me levanté temprano (again). Fuí a hacer mis cosas al baño y desayunar. Me propuse levantar campamento pero mientras intentaba doblar el cubretecho, un dolor en el dedo gordo del pié derecho me puso de tan malas que no pude seguir. 

Fuí a donde estaban mis amigos campistas y justo los agarré saliendo de la carpa. Me sentí un pesado pero necesitaba ayuda. Les conté lo del pié y vimos que tenía una astilla. Triana me prestó una pincita para sacarmela pero no pude. Ella se ofreció a sacármela pero me daba mucha cosa por el dolor y todo eso. Mati se fué al baño y me recomendó que dejara que ella me la sacara. Al parecer, cuando me metí en el Lago me la había clavado pero la había ignorado hasta que ya no pude más. Escarbé todo lo que pude pero estaba muy metida la guacha, ya me salía sangre y no podía más. Me entregué a las manos de Triana que tuvo que tenerme una paciencia increíble por mis gimoteos y gritos. Al final, luego de un buen rato pudo pesacar esa mini espina y extraerla de mi pié. En el momento se me fué el dolor. Nos quedamos charlando un buen rato, mateando y fumando. Ellos me dijeron que se iban a Puerto Chucao pero yo ya no estaba para esa odisea que había hecho con Ernestina. Los acompañé hasta el inicio del sendero y nos despedimos, no sin antes pasarnos los teléfonos. Buena gente. 

Me quedé en el camping haciendo tiempo hasta las cinco que pasaba el bus que me llevaría a Bahía Rosales. Un lugar que mi tía me había recomendado y dije bueno, que diablos. Pero como era volver al sur, los horarios comenzaban a la tardecita para esos lares. Levanté campamento, les dejé mis petates a los muchachos del camping que fueron muy atentos y copados. Les devolví las bolsa de dormir (para mi pesar), usé un rato internet, comí algo y me fuí a leer. La tarde estaba calurosa y se me hizo un poco larga la espera hasta la hora de partir. Cuando llegó el momento me fuí subiendo esos 700 pasos contados el día anterior, y haciendo tres o cuatro paradas, llegué bien y con tiempo hasta la parte de la ruta donde para el colectivo. Al toque vino y arriba otra vez. 

Una vez en Rosales fuí al camping que era inmenso, bastante abierto y poco pobaldo. El lugar está bien, me dije. Me ofrecieron un lugar alejado y bien agreste. En esa parte estaba bastante guarecido del viento, del sol y del resto de la gente. Aunque al rato vino un flaco en auto y se puso en la parcela de al lado. Me pareció un muchacho extraño, armó todo y no lo ví cenar. Al toque se mitió en su carpa antes que oscureciera y a dormir. Pensé que podía ser alguna especie de loco asesino que me podría atacar en mitad de la noche. A la mañana se fué bien temprano, mi paranoia está a la altura de casi todos los porteños/as que conozco. Como decía, esa parte donde estaba era bien agreste, como al pie de un bosque frondoso, de esos que nunca da el sol y que parecía salido de la película Proyecto Blair witch.

Me fuí a bañar y preparar todo para la cena. Salí a buscar leña pero sólo encontré maderitas muy chiquitas. Me quería hacer unos fideos pero el fuego se consumió muy pronto y tuve que hacerme un caldo de pollo que se habían dejado en el camping anterior. Casi me quedo sin cena así que tuve que pensar en como resolver ese asunto para el día siguiente. 

A la noche tuve frío, pesadillas y dolor de espalda. De a poco la vida de campista me pasaba factura a mis 41 años...


Domingo 9/2/2025

Me levanté antes de las siete de la matina, Eso en sí no es problema, pero duermo mal, poco y mal, y estoy un poco cansado ya de eso. Necesito volver a casa pero debo esperar al jueves para tomar mi avión. Mientras sigo haciendo vida de noble campista. 

Hoy me lavé la ropa, mis cacharros y desayuné mate con pepas, que lujo! Espero hacer algo piola hoy...

Almorcé fiambre con queso y dormí una buena siesta para recuperar sueño y porque hacía mucho calor. Luego a la playita de Rosales. Allí estaban dos chicas que se manejan en un auto blanco y que ya me había cruzado en Lago Verde. Más allá de algún saludo casual y esporádico estas ni bola dan.

Me puse a leer Los días del venado de Liliana Bodoc que es el primer libro de su trilogía de la Saga de los Confines. Me parece un librazo, una sabia y bien escrita historia fantástica, mezcla de Tolkien y la Conquista de América. Tiene eso de transcurrir en una especie de América poblada por diferentes culturas que podríamos llamar precolombinas, pero en un mundo plagado de magia y epicidad. La verdad es que me parece una grosa Bodoc (que Dios la tenga en la gloria). En verdad me siento tentado de conseguir los dos libros que le siguen, Los días de la sombra y Los días del fuego. En fin, ya veré. 

A partir de las cinco de la tarde el viento comenzó a soplar fuerte. Cuando terminé de leer los capítulos que me había propuesto leer ese día (porque me organizo las lecturas por capítulos diarios para que ningún libro, en lo posible, se me haga eterno y me termine pudriendo), me fuí a pensar en la cena. 

Compré leña porque no tuve opción. En el camping no se conseguía buena madera, apenas algunos palillos finitos y si no hacía un buen fuego que perdure, me quedaba sin cena. Comencé de a poco con el fuego, haciendo mi viejo truco Scout de hacer una especie de pira donde el papel va dentro, y por encima ramas finitas, hojas secas y yesca. Una vez que consigo prender el fuego con aquello comienza el ataque de ramas cada vez mayores. Otros tienen sus métodos de fogata, o ninguno, pero ese es el mío y no lo cambio por nada. Acompañé la velada fogateril con los primeros discos de Neil Young y luego de aquella panzada con el canadiense pasé al porteño Spinetta y su tremendo Kamikaze. (Dos de mis héroes inamovibles desde hace más de veinte años). 

Hice un buen fuego y en ese momento me cagué de calor porque comencé temprano, temeroso de que lloviera (como habían pronosticado) y bajara de golpe la temperatura. A las nueve y monedas ya estaba cenando mis tallarines Don Vicente que me encontré en el camping anterior. Todavía era de día asi que todo terminó antes de tiempo. Allí no oscurece hasta pasadas las 10 pm. 10 en punto todavía queda un resquicio de luz, 10 y cuarto ya ves las estrellas. Entonces a eso de las 22 me metí en la carpa y a dormir. 

Poco rato después, en un estado de REM suave, escuché que se largó con tutti. 

A la madrugada me volví a cagar de frío, aunque al menos el Brian (no May) del camping me prestó un aislante, como para zafar algo. 

(Continuará)

 

sábado, 15 de febrero de 2025

Diario de viaje al sur (Primera parte)



Domingo 2/2/2025

Volví al sur después de ¿cuanto? ¿seis años? Si, así parece... Sería la séptima vez que voy para esos lares. Sólo, la tercera vez. No importa. Necesitaba viajar, cambiar de aire, desconectar...

Vivir y respirar en la naturaleza. Espero que este viaje me ayude a reconectar con mi ser y pueda aclararme cosas que aquí no puedo ver y vuelva renovado. De mí sólo depende...

Está bueno desaparecer un rato. 

Me tomé el micro Vía Bariloche que salió a las 12 30 y el viaje se hace largo, cruzando las extensas llanuras pampeanas. Me entretengo tomando mate, escuchando música y leyendo Walden. 

A la noche, tipo 9, llegamos a Santa Rosa de La Pampa y como no podía ser de otra forma, una tormenta amenaza aguarnos el viaje. Sin embargo el micro encara para un lugar por donde la tormenta jamás pasará...


Lunes 3/2/2025

Amanecí en el micro, aún viajando. Para en todos los pueblos y ciudades del camino. No sabía pero me tomé el famoso bus "lechero". El viaje se hace extenso por demás y hacemos una parada en algún lugar perdido de Neuquén. Aprovecho para intentar cargar un poco el celu que lo tengo muerto. Pero no alcanza. Llegamos a Bariloche a eso de las doce del mediodía y lo primero que pienso cuando bajo es en seguir cargando el celu. Compro un cable USB porque veo que todos cargan con eso en el micro. Luego salgoa fumarme un puchardo y me pongo a hablarle a una chica que espera su micro para volver a su casa. La flaca es de Pehuajó, provincia de Buenos Aires. Hablamos amablemente un rato pero nuestros viajes están cruzados. Me olvido de preguntarle como se llama. Siento frío porque venía aclimatado con el calor de Buenos Aires. En la Patagonia corren otros aires, siempre. A eso de las 14 se aproxima mi bus y me despido de la chica de los cabellos rojos. Adiós para siempre. Despacho mis petates y subo a otro Via Bariloche. Sigo cargando mi celu y continúo mi periplo que me llevará hasta Esquel. En el trayecto paso por El Bolsón y me encuentro con una ciudad fantasma cubierta de humo. Los incendios continúan por la Comarca Andina y pienso que no hay ningún Smaug haciendo estragos. A lo sumo Orcos haciendo de las suyas como siempre, trabajando para el Señor Oscuro. Para cuando noto que estamos llegando a Esquel, ciudad que nunca había visitado noto que ya son pasadas las siete, que llovizna y sale el sol y que un frío me atormenta mi cuerpo desacostumbrado. Una vez allí averiguo para el pasaje de vuelta y está todo muy caro. Pienso en la alternativa de volverme en un avión porque la verdad el viaje en micro me hace sentir como un viajero del siglo 19 en carreta. Los viajes de más de un día son agotadores. Busco un taxo y me subo con un flaco jovencito que se llama Alé. Le digo que quiero ir al Parque Nacional de Los Alerces. Le pregunto la tarifa hasta Lago Verde que es el único lugar que conozco y me da un precio exorbitante. Al parecer estña en el medio del Parque de vastas dimensiones y pienso que no organicé lo sfuciente el viaje. Una mezcla de improvisación y organización medio pelo. Me lleva hasta el primer camping de Los Alerces, Los Maitenes. Una vez allí me doy cuenta que hace demasiado frío para mi gusto. Una vez instalado en mi parcela, ya son las nueve de la noche, me voy a cenar a un restaurancito y me pido unos ñoquis con una copa de vino. Me voy a descansar a la carpa y paso una noche terrible con un frío que apenas me deja dormir. Me puteo por haber traído la bolsa de dormir chiquita, la vieja, la que era de mis viejos. No abriga nada y temo por lo que me espera. 


Martes 4/2/2025

Amanecí junto al lago Futalaufquen o como se escriba. Esa noche me re cagué de frío mal y quedó en evidencia que no traje suficiente abrigo. 

No sé como haré las noches siguientes y temo enfermarme. Las madrugadas son el peor momento. Pero el Sol sale temprano y el frío me expulsa de la carpa. Busco agua caliente para el mate y luego decido salir a caminar por el camping. 

(En el baño, mientras me lavaba los dientes, interactué con un chabón llamado Jonathan. Nos hicimos un poco amigotes y me propuso salir a buscar leña. Lo que no contaba es que tuviera una camioneta de doble tracción del joraca. Salimos del camping y fuimos por los caminos de los alrededores encontrando gran cantidad de leña que a la postre me la regaló casi toda. Me contó que estaba con su familia, que era de Lomas de Zamora pero que hacía varios años se había ido a vivir a la costa patagónica. Allí pasó de ser un albañil del montón a supervisor en una mina para una empresa yanqui. Y sí, le iba bien al hombre, pero parecía sentir cierto sentimiento de culpa de clase. De todos modos, un hombre simple y un copado total. Después de esa mañana ya no lo volví a ver, levantó campamento y para el mediodía ya no estaban). 

Descubro la playa del lago y me parapeto en una especie de cabaña del playero que por suerte no llega hasta las 14. Saco fotos y sigo leyendo Walden de Thoreau. 

A media mañana el sol ya pega más y ya calienta lindo. Sol: El poncho de los pobres, dicen...

Luego me fuí caminando por la playa hasta donde empieza la montaña y encontré, de casualidad, un sendero señalizado que lleva a un lugar llamado Puerto Limonao. 

Una vez allí encuentro una playa divina, de piedras, donde me pongo a leer y fumar tranquilo. De a poco va llegando más gente, pero siempre poca. El Sur parece vacío, y evidentemente esta temporada no se trató del destino elegido ppor la mayoría de los Argentinos. Mejor, bastante tengo que lidiar con ellos durante el resto del año en la ciudad más detonada del país. 

Unas chicas, una de ellas con su hija, tiran piedritas al lago al lado mío. Son muy bellas y quedo obnubilado por la que es mamá. Se meten al lago y rápidamente vuelven a salir. Yo me fuí con pantalones largos así que ese día no será posible el chapuzón. Después me tiro un rato al sol, cual lagarto juancho... Al rato emprendo el regreso al camping. Llego justo para cuando abren las duchas y me baño (después de dos días) antes que nadie. 

Ahora me apresto a prender el fuego y hacerme unas salchichas. Mañana, Lago verde!!!


Miércoles 5/2/2025

Amaneció lluvioso el día, y frío otra vez. Levanté campamento temprano porque el Bus Esquel que atraviesa todo el parque tiene un horario y ruta programada. Odié tener que guardar la carpa toda húmeda, pero sabía que en breve volvería a armarla. A las 10 pasaba el micro a unos quinientos metros del camping. Desayuné rápido y me fuí hacia allí, caminando por la ruta bajo una fina y molesta llovizna. 

Cuando llegué a un kiosco atendido por un viejo paisano, encontré una parejita que tenía ánimos de charlar y pegamos onda. Ellos se bajaban antes, yo tenía al menos una hora de viaje hasta Lago Verde. Me dijeron que después irían para allá así que luego nos volveríamos a ver. 

En el trayecto me puse Tales from topographic oceans de Yes y debo decir que acompañó muy bien una buena parte del trayecto. Luego me quedé sin señal y chau, me tuve que conformar con los sonidos del micro, cruzando caminos de tierra entre lagos y montañas de ensueño. 

Cuando llegué al camping agreste armé todo rapidito y salí a recorrerlo. El día estaba feo, con lluvias intermitentes y fresco y batata. Se trataba del mismo camping que habíamos ido en 2016 con mi ex. En aquella ocasión me había intoxicado y pasé los dos días que estuvimos allí con fiebre metido en la carpa, luego de una noche de vómitos al mejor estilo El Exorcista. 

Nueve años después de aquella fatídica visita volví y el camping estaba igual, quizás más extenso, la yerba más crecida y un poco más abandonado, pero era el mismo. A la noche me alquilé una bolsa de dormir posta y me compré un vino. Una chica, que también estaba sola, me hizo un comentario al respecto en la proveeduría. La invité a tomar pero no se animó. Esa noche dormí como un rey. 


Jueves 6/2/2025

En la mañana (estaba soleado) me fuí a la playa del lago Verde y me puse a leer. Allí apareció la chica de la noche anterior y se puso a hacer unos ejercicios que parecían Yoga. Luego de un buen rato que estuvo en esa me acerqué a hablarle y me dijo que se llamaba Ernestina y que era de Venado Tuerto, aunque vivía en Calamuchita, Córdoba. 

Hablamos un buen rato y se ofreció a ayudarme a buscar donde estaba pinchado mi colchón inflable. Luego de buscar en vano la pinchadura, le dije sino quería ir a Puerto Chucao, el lugar para visitar en esos parajes como antes el Limonao. Ella me dijo que ya había ido el día anterior, cuando yo me había quedado todo el día yirando por el camping, pensando que no había nadie. En fín, pude convencerla que volver a ir ofreciendole hacer la cena. 

Luego de cambiarnos e ir por agua la pasé a buscar por su carpa y emprendimos la caminata por el sendero que llevaba al Chucao. Aquella fue la mejor caminata que hice, por el paisaje y por la compañía. Como decía el bueno de McCandles, la felicidad no es tal si no es compartida. Alto precio pagó aquel muchacho para entender eso. 

Una vez en el Lago Menendez vimos a lo lejos la montaña nevada y mateamos y comimos semillas y frutos del bosque. Luego ella se fue a meter al agua pero yo no me animé. Esta vez tenía maya pero no tenía el ímpetu para meterme a esas aguas tan frías para mi gusto. Me quedó la deuda pendiente. Ese día estuvimos juntos todo el tiempo. Al regreso me mostró por el camino toda su sabiduría respecto a plantas y árboles y quedé maravillado por sus conocimientos. 

Cuando regresamos nos fuimos a bañar y luego fui a buscar algo de leña. Cuando regresé ella me esperaba parada frente a mi carpa. Hicimos unos patis con pan, tomate y mayonesa y compramos unas latitas de cerveza. Luego nos quedamos charlando de historias personales hasta bien entrada la media noche. Luego cada uno se fue a dormir y hasta mañana. Fue un gran día!

(Continuará) 

sábado, 1 de febrero de 2025

Rover y el final del camino

 


Para cuando volvimos al grupo a principios de marzo, mis días (junto con los de Rodrigo) como guía Raider estaban contados. Nos enteramos que habían cambiado posiciones nuevamente entre los dirigentes y Bernie había vuelto a ser Jefe de Grupo. A los Raiders llegaron Emilio y Vanina, una chica que hacía poco estaba pero era la mujer de Ariel y ya estaba dando órdenes. A Rodrigo y a mí nos bajaron de rango, nos pusieron como subguías y estos los pusierond e guías, con la excusa de que tenían que practicar porque nosotros ya estábamos grandes y en breve pasaríamos a la última rama: Los Rover. 

En verdad, yo creo que Emilio no nos soportaba mucho y nos tenían mal vistos. Las primeras semanas que estuve yendo al grupo en condición de súbdito de Gabo, mi viejo subguía, la verdad volvieron las ganas fuertes de irme, de mandar todo aquello al diablo. Pero me serené, acepté el deshonor con cierto estoicismo (no era la primera vez que me desonraban allí), y aguanté porque quería conocer un poco al menos la experiencia Rover. Creo que Rodrigo habrá pensado algo similar porque tampoco dimitió cuando le pusieron a su querido Pablo como Guía. Ninguno de nosotros sentía ya muchas ganas ni respeto por los Raiders que quedaban. Cumplíamos las órdenes a desgano y a mi ya me empezaba a hartar definitivamente las formaciones y las ceremonnias de bandera. Pero habría un punto cúlmine que determinaría mi salida del grupo: las chicas. Pero no nos adelantemos. 

En algún momento de aquel lejano año 2000 hicimos el pase a los Rover. Allí nos esperaban pocos compañeros, pocos cofrades y definitivamente nos tocaba compartir en un grupo misxto con las chicas, que también eran pocas. Los Rover tienen como lema Servir, y son los peregrinos del grupo, la última rama Scout y luego chau... cuando llegas al final del camino, haces la partida que hizo Leo en el sur, yéndose a una montaña. Después de eso podés seguir como dirigente con los chicos o quizás ocupar algún cargo más administrativo, pero no hay mucho más. Cuando me pasaron a los Rover tendría 16 años, al poco tiempo, en agosto cumpliría mis diecisiete. En verdad ya me sentía demasiado grande para todo aquello. Mis dirigentes eran Alberto, el papá del ya mencionado Leo y Lorena, una muchacha de veintipocos. Una de las primeras víctimas de mi creciente despertar sexual porque sí, ese año se me despertaba definitivamente el indio, se entiende... Y poco a poco, a medida que entrábamos en confianza le iría tirando indirectas a la pobre Lorena que se indignaba ante el atrevimiento de este adolescente irrespetuoso. Cuando no se ponía colorada de verguenza. Creo que tuve unos fuertes ratoneos con Lorena, pero nunca traspasé el límite. Todo quedó en un sutil cachondeo, indirectas y bromas más o menos incómodas. 

Una de las primeras cosas que nos hicieron hacer fue ir a hacer servicios a lugares y uno de ellos fué el geriátrico municipal, cito en el cruce de las calles Caseros y Amancio Alcorta, frente a Parque España. El lugar era una ruina, el estado calamitoso de las instalaciones nos hablaban de por lo menos una década de abandono estatal. Los pobres viejos estaban literal en las últimas y daba pena verlos así. Tratamos de jugar con ellos o de hablar, darles de comer y esas cosas, pero poco pudo hacerse. Los viejos estaban en otro planeta. Nos enteramos que la Raulito, famosa barrabrava de Boca, ocupaba un cuarto de las instalaciones, pero nunca la llegué a ver. La experiencia me dejó un recuerdo agrio, o más bien semiamargo, por el deterioro general pero porque al menos sentí que algo hicimos, o tratamos. También iríamos a servir sopa y agua a diferentes colegios como el Marianista en Caballito, o en la iglesia de San Cayetano, en el día del santo patrono del trabajo. Fueron experiencias importantes que tenía muy guardadas en la memoria, pero creo que de todos los ocho años que estuve en el grupo, lo más relevante lo hicimos en ese último tramo del trayecto. O sea, creo que fué lo más útil a nivel social, fuera de los juegos, aventuras y cosas que hacíamos en las otras ramas.  

Para junio el grupo cumplió quince años, ya que había abierto en 1985, cuando yo era todavía un bebote con pañal. Fuímos a un campamento a Ezeiza y nos regalaron un señalador de cuerina como recordatorio. También hicimos alguna que otra excursión a la Reserva ecológica que tan cerca nos quedaba y siempre venía bien como para conectar con la naturaleza cuando la ciudad te engulle en su jungla de asfalto rutinaria y alienante. Para cuando llegó la primavera fuímos de camping a Inchausti, también en provincia de Buenos Aires. Recuerdo que hubo algún tipo de trifulca con alguien, y yo creo que me zarpé con Alberto, el dirigente esposo de Akela. Pero sinceramente no recuerdo que fué lo que dije o pasó. Solo que Lorena estaba muy enojada conmigo por haber sido tan maleducado. Ese sería mi último campamento con los Scouts de Nuestra Señora de los Emigrantes de La Boca. Sin saberlo, también sería el último campamento de fin de semana de ese grupo Scout como tal. Pero antes, las chicas...

Si, las chicas, porque como bien había dicho antes, en ese año 2000 se me había despertado el indio (o la sexualidad) de una manera mucho más definitiva que antes. En el grupo no había mucho para mí, mis compañeras scouts como Esther y la China, eran chicas muy piolas, pero no eran de mi tipo ni mucho menos. Lorena era una dirigente y era obvio que no me iba a dar bola, tampoco hubiera sabido que hacer con una chica más grande a esa edad, bah pienso... que se yó. En fin, la cuestión es que yo solía ir los viernes a la tarde a Catalinas para verme con Facu, Nacho, Juancito y los chicos del barrio. En una de esas salidas, nos cruzámos con unas chicas quizás un par de años menores a nosotros. Claro, ahora dos años no es nada, pero a esa edad es un montón. Había una chica de estas muy bella que me miraba con desproporcionado entusiasmo. Yo flasheé un toque con ella pero para mi no jugaba por el hecho de ser más chica, o al menos eso creía. Facundo me vino con el cuento de que aquella chica llamada no sé... Iris... no recuerdo, estaba locamente perdida por mí. Eso me confundió un poco y me puso nervioso. Además, parece que me había visto formando con los Scouts un sábado así que me decía El Scout. A mí todo ese rollo me ponía más tenso porque amén de que era más chica era muy bella y me ponía muy nervioso cuando una chica linda me daba bola. Simplemente me bloqueada y no sabía como seguir con todo el asunto. Pero bueno, en fin... la cosa es que todo quedó ahí, como era obvio que pasaría. Sin embargo, al poco tiempo pasó otro hecho fortuito que me alejaría del grupo y es cuando conocí a Melina. Uno de los sábados en que había una fiesta o kermese o vaya a saber que cosa en el grupo, yo andaba por ahí, dando vueltas cuando veo que llega Facundo acompañado de dos chicas. Una que era su enamorada y la otra, una chica de ojos grandes y amplia sonrisa. Al principio no les presté mucha atención, pero en un momento en que estaban también Nico y Pato de visita por allí, este último pondera el trasero de la susodicha. Ahí le presté más atención y me di cuenta que si, amén de aquello, era una chica atractiva. Con el correr de la noche me fuí acercando más y conociendonos. Como se decía entonces (y calculo que ahora también) pegamos onda charlando de vaya uno a saber que. La piba me gustaba y cuando se fueron me quedé con ganas de más de todo eso. De hablar más con ella, con una chica, conocer al sexo opuesto que me parecía tan lejano e inaccesible en su misma existencia. Estaba como el Doc Brown, pensando en conocer el otro gran misterio de la humanidad. Entonces, no lo pensé mucho, todo se dió de forma natural y de a poco dejé de ir a los Scouts para dedicar mis tardes sabatinas a salir con amigos, yirar por los barrios aledaños, y de ser posible, conocer chicas. Al fin y al cabo era un ser humano de carne y hueso y la vida me llevaba a recorrer otros caminos, otros senderos. Para fnales del 2000 ya no estaba yendo y creo que formalmente ya había dejado de ir a los Scouts. Cuando mis padres se dieron cuenta que mis sábados cambiaron de programación me hicieron la pregunta obvia: No vas más a los Scouts? Y mi respuesta adolescente dejó todo claro: Nah, me cansé ya. Claro, no hubo ningún aviso en épocas que nadie tenía celular, yo sólo dejé de aparecer. Ya lo había hecho dos años antes pero por las razones equivocadas, o por ninguna. Ahora sentía que tenía que dejar de ir a los Scouts porque para mí era un ciclo cumplido, un círculo que se cerraba, etc. Había empezado de muy pibito, allá por el lejano año 1993 y ahora... con otro presidente (otro fiasco), otra década, yo sentía que mis exploraciones tenían que ir por otro lugar... no tanto el bosque, pero sí más bien la sociedad. Todo lo que aprendí en esos ochos años de Scoutismo más o menos constante me lo llevo y guardo para mí. El aprendizaje en cuanto a campismo, camaradería, fe, supervivencia y sobre todo la conexión con la naturaleza que siempre mantendría como uno de los mayores tesoros obtenidos en esos años maravillosos.

Bonus track: 

Debo decir que todavía no estaba todo dicho con respecto a los Scouts y debo contar como terminó no sólo mi presencia allí, sino también el mismo grupo. Como ya dije para finales del 2000 había dejado el grupo y me desligué completamente de todo aquello. Además, hacía algunos meses habíamos armado con unos ex compas de la primaria una banda barrial y tocábamos a veces los sábados y otras los domingos en una sala de ensayo de por ahí. La cosa se fue poniendo cada vez más seria hasta que para cuando llegó el famoso verano del 2001, estábamos metidos hasta el cuello con el asunto. Ese verano no nos fuímos a ningún lado de vacaciones porque años y años de liberalismo económico había dejado a mi familia más seca que una caña de azucar. Pero todavía teníamos el rock and roll para pasar un verano teenager de aquellos. En una de esas jornadas me robé un poster de la calle con Neil Young, de la única vez que vino a la Argentina y como no tenía un mango me llevé ese recuerdito. Era del Hot Festival donde compartía fecha con los hoy tan mencionados Oasis. Bueno, la cuestión es que puse el cartel en la sala de ensayo que teníamos en una galeria de Catalinas sur que se llama El Chavo del 8. Y eso, nos la pasamos tocando y haciendo pavadas rockanrolísticas de adolescentes. No supe nada de los Scouts en ese verano, ni a donde fueron de campamento de verano ni nada. Pero cuando llegó marzo pasaron dos cosas... En mi colegio (el Estrada) no había vacante para Bachiller, así que le dije a mi vieja que me anotara en el Bolívar. La excusa era de que mi hermano había hecho toda la secundaria ahí pero en realidad yo tenía secretas intenciones al ser el colegio donde iban Facundo, Gabo y sobre todo, Melina. Entonces pude decidir el colegio al que iba y fue una gran decisión, porque en el colegio les faltaba gente y me recibieron con los brazos abiertos. Por otro lado, un sábado que staba aburrido en casa, decidí pasar por el grupo Scout. Para ver en que andaban, para joder, por aburrimiento... que se yo. La cuestión es que fuí, y me encontré con un grupo cerrado. En la entrada estaba Rodrigo, mi viejo rival charrúa... Los dos ahí como dos tontos, pensado que habría pasado. Entonces nos dijeron de la iglesia que había habido un problema, alguien o algunos, habían robado plata de la iglesia y había dirigentes Scouts acusados. La verdad es que los motivos nunca se conocieron del todo. Con Rodrigo nos quedamos charlando un rato afuera de grupo y me sugirió que podríamos ir al cine un día. Estaba cambiado, menos agresivo, como si hubiera dejado de jugar un papel de villano. Sin máscaras, Rodrigo era como cualquier pibe de la Boca, simple, amiguero y orgulloso de su barrio. Le dije que sí pero en el trajín de aquel año convulsionado del 2001 no nos volveríamos a ver. Yo dejé atrás al grupo Scout y guardé todos mis bártulos scoutistas en una caja de madera (ahora están en una bolsa). Me fuí del grupo para nunca más volver y así fué. Luego tuve algunos encuentros fortuitos con ex compas que me fueron contando por partes versiones de lo que había sucedido. Algo había pasado en el último campamento de verano de aquel famoso e inolvidable grupo Scout de Nuestra Señora de los Emigrantes. Pero poco importaba ya, yo no estaba cuando fue el bardo y de alguna manera me hacía sentir bien no haber sido testigo del quilombo y debacle de aquel querido grupo humano. Me crucé en los años siguientes con Vanina y con Bernie y ambos me contaban que había como dos bandos de dirigentes, pero la verdad nunca me interesó indagar mucho en aquellas trifulcas porque yo le tenía cariño a muchos de ambos lados de la grieta. Algunos pocos años después creo que Vanina me avisó que iban a reabrir el grupo con gente nueva y nuevo nombre (por algo contractual no se podía usar el antiguo) y diferentes colores del pañuelo. Porque en realidad ocuparían el mismo espacio pero el grupo que se abría era uno nuevo y pocos quedaban del viejo grupo de los Emigrantes. Me ofreció si quería ser dirigente y la verdad que no, le agradecí, pero mi vida había ido por otros caminos. Sin embargo, siempre que pudiera trataría de hacerme alguna escapada, viajar por el país siempre que pudiera, aunque fuera en carpa. Porque todo ese mundo Scout quedó impregnado para siempre en mi ADN. 

Entonces, conclusión... fuí Scout hace mucho tiempo atrás. Aprendí un montón de cosas y conocí gente inolvidable. Mi amor por la naturaleza y el medio ambiente sigue intacto y creo que nunca va a cambiar. Es cierto, hace tiempo que no hago formaciones, no saludo con los tres dedos ni digo Siempre Listo, Salvar o Servir! No uso uniforme ni loco, ni canto canciones de caza en plena ciudad. Pero sigo recordando (y usando) algunos nudos, sigo creyendo en Dios, y en el cuidado de la naturaleza y de mis hermanos, como representación del mismo. Creo en los valores humanos y en la lealtad, en la fraternidad y en la hermandad. Sigo (cuando puedo) visitando a mi enorme país, durmiendo en carpas y sintiendo la tierra bajo mis pies... entonces, aunque ya no soy ni me siento un boy Scout, si creo que sigo siendo, de alguna manera, Scout. Pero de otra manera menos visible, en una parte profunda de mí. Y eso es todo al respecto...

lunes, 27 de enero de 2025

De La Boca al Bolsón y viceversa

 


Ese año 99 fue toda una experiencia. Para cuando llegamos a fin de año, las noticias eran inmejorables. Habría un campamento de verano en el Sur, la Patagonia, ese lugar que todos decían era el más hermoso de nuestro país, y eso ya es mucho decir. Por suerte había vuelto a los Scouts ese año y me lo agradecí eternamente. Estaba claro que habiendo repetido y no teniendo mucha onda con mis nuevos compañeros de colegio, además de que mis padres no tenían un mango, no iría de viaje de egresados en quinto a Bariló. Lo suponía y tampoco me importaba mucho y más desde que supe el inmejorable destino del campamento Scout. Hacía tres años que no me iba con ellos a dicho campamento, ya que los dos último veranos no había estado yendo mucho al Grupo y mis viejos no tenían un mango. Solo atinamos a ir a lo de mis abuelos en Mardel, como en mi infancia. Estaba bien, siempre me encantó ir a Mardel, pero ahora quería conocer otros destinos y el sur parecía algo muy prometedor. El último campamento de verano que había ido fue el del famoso campamento Krusty en Tandil. Donde un temporal nos destruyó las carpas y un zoquete me tiró aceite hirviendo en el brazo. Todavía tenía una marca como de una gota oscura en mi antebrazo derecho. Este campamento esperaba no tener ningún tipo de percance. 

Como había terminado segundo (bis) y pasado, finalmente, a tercer año, mis viejos me dieron la grata noticia de que podrían mandarme al campamento Scout. Estaba alucinado, no caía de mi asombro y mi alegría era total. Hicimos ferias del plato a la salida de la misa de los domingos, hicimos la kermese de fin de año donde teníamos que ponernos ropa de mujer porque al parecer era divertido jugar a eso. Juntamos fondos como pudimos y finalmente, estaba todo dado para irnos, pero antes, un paréntesis. 

Es inevitable mencionar que con el fin del 99 se terminaba no sólo una década de Menemismo abyecto y barato, sino que se terminaba un siglo, y un milenio. Nadie lo pensaba mucho pero ese milenio había comenzado cuando en Europa andaban con el asunto de las Cruzadas. En fin, datos... Había muca paranoia respecto de lo que podía pasar cuando comenzara el año 2000. Algunos decían que las máquinas se volverían locas, que volverían al año 1900... otros, los mas sacados, que un meteorito caería o que explotarían las bombas y otros, como yo, pensábamos que nada iba pasar. Y nada pasó. El 2000 lo recibí en familia, viendo la tele o algo así. Recuerdo muchos fuegos artificiales y poco más. Al otro día, o sea el 1º de enero, nos fuímos relativamente temprano con mis viejos a una quinta de unos amigos de mis viejos. Recuerdo que ese día jugué con mi viejo un partido de fútbol por última vez ya que se esguinzó y nunca más volvimos a jugar. 

A los dos días de eso, el 3 de enero, me fuí a La Boca para emprender el largo viaje en micro hacia El Bolsón. O al menos, ahí es donde en principio íbamos a ir. Sería un campamento de poco más de una semana y el entusiasmo era general. Salimos de la avenida Paseo Colón, frente al Parque Lezama, donde había un famoso edificio tomado que ya han tirado abajo hace unos años. Había dos micros esperándonos, o más bien debería decir que había un micro y una especie de Combi un poco más grande. Los vehículos se veían bastante destartalados pero a nadie le importaba. Recuerdo que la partida se demoró no sé por qué asunto, si faltaba nafta o si esperaban a alguien más. En la lotería solar de Babilonia a mí me tocó viajar en la Combi. Manejaba Alberto, el marido de Celia, mi antigua dirigente de los Lobatos o Akela. El viaje duraba aproximadamente un día pero no sé si lo teníamos muy en claro. Nunca, hasta ese momento, había viajado tantas horas para ir a un lugar, pero como dije antes, el entusiasmo superaba todo escollo menor. Guardé mi mochila y una flamante bolsa de dormir térmica que me compraron mis padres para la ocasión. UN poco grande y pesada, pero abrigada como ella sola. El viaje comenzó saliendo de Capital, cruzando el Conu, y emprendiendo alguna ruta argentina hacia el sur. Más Almendrino imposible. Nuestro viejo grabador fué con nosotros, amenizando el viaje y alguien, que no recuerdo quien, llevó un cassette de Creedence, o mejor dicho, como le habían escrito en birome: Cridens. Para la noche habíamos llegado a Santa Rosa en La Pampa y pudimos bajar un rato a estirar las piernas. La comodidad de la combi era casi nula, sobre todo para un viaje tan largo como ese. Luego de comer y hacer algunos chistes y fumar algunos puchos, yo no, ellos, volvimos al ruedo. Cuando desperté al día siguiente, el camino ya se veía un poco más montañoso y para el mediodía parecía que estábamos llegando porque los caminos de ripio nos mostraban ahí abajo varios lagos, o el lago mejor dicho: El famoso Nahuel Huapi. Alguien puso un tema para la ocasión, Estamos llegando de Viejas locas, tema que habría el último disco de la banda de Piedrabuena, Especial, del 99.

Cuando arribamos a Bariloche me sentía demasiado feliz. Era como esperaba. Pinos, lago azul, clima agradable, y en el Centro cívico unos perros San Bernardo con un tonelito de madera en el cuello. Nunca más volví a ver algo así en mis idas posteriores a Barilcohe. Bueno, fuimos a almorzar y pasear un rato por la bella ciudad Patagónica. Después nos volvieron a subir al micro y otra vez viajar. Dos horas después llegábamos al Bolsón, pero seguimos de largo. Nos enteramos que no íbamos a parar ahí sino aún más al sur, en un lugar conocido como El Hoyo. Bromas y chistes aparte, alguno se sacó una foto con el cartel de fondo, llegamos una hora después más, a un predio de Gendarmería que ahora sí parecía nuestro destino final. Era una especie de ecuela de Gendarmes, pero el lugar era enorme y pudimos buscar zonas más arboladas de los bosques aledaños. Nosotros pusimos nuestra carpa Raider en una zona bien furtiva, con vista a un cerro majestuoso. Todos estábamos demasiado extasiados por el lugar como para que hubieran problemas y hasta Rodrigo, que siempre buscaba quilombo, parecía calmo como un tierno mancebo puritano. Esa noche comimos dentro del lugar, en un gran comedor. Todos estábamos cansados y esa noche descubrí la verdadera magia de la Patagonia; eran las diez de la noche y todavía había luz. 

Las noches patagónicas, o al menos ese verano, en ese lugar, eran frías. Bastante frías. De día, a medida que el Sol avanzaba el clima se iba poniendo lindo hasta que al mediodía podían llegar a unos lindos 25 grados, pero luego comenzaba a descender y a la noche podían hacer hasta 4 grados. Recuerdo estar sentado frente al fuego y sentir que me quemaba la cara o manos, y en mi espalda un frío lacerante. En mis viajes posteriores a la Patagonia nunca volví a experimentar cambios de clima tan radicales. Pasarían nueve años para que volviera a esos parajes, pero esa es otra historia ya contada. En el camping Scouts, nos dedicamos a nuestros juegos habituales, actividades con el grupo, salidas a caminar y jugar a la pelota, obvio. Uno de aquellos días nos metimos en un arroyo que cruzaba el predio. Las aguas corrían fuertes y eran frías, como cualquier agua de deshielo, pero nos la bancamos y pasamos genial, dejándonos llevar un poco por la corriente de a momentos. Al final, Bernie nos llamó y terminó aquella diversión. Fuimos a caminar por todos los alrededores y nos llevaron a unas granjas donde se cultivaban todo tipo de grosellas y frutos rojos como moras, arándanos y frambuesas. Nos colgamos literal de los árboles y arbustos, comiendo como desaforados la fruta que da natura. Nuestras manos y bocas quedaron violetas, y nuestros estómagos un poco fatigados de tanta fructosa. 

En la mitad del campamento hicimos una excursión a un refugio de montaña cerca de Puerto Patriada. Como los Gendarmes eran los anfitriones nos llevaron a un lugar que era de ellos, y luego de cruzar montes y montañas, observar a la naturaleza en su máxima expresión y pensar para mis adentros... que idiota que no llevé una cámara de fotos. Al fin, a la noche llegamos a una gran cabaña donde pasaríamos la noche, no sin antes comer. Nos sentamos en unas mesas largas de madera y creo que comimos patis o algo así. Yo, y creo que todos, estábamos siempre hambrientos porque al no estar uno en su casa, no puede comer cuando le viene en gana, y hacer tanta actividad al aire libre cansa y abre el apetito como mil diablos. Mientras comía hice un moderado provecho o eructo, todos seguían en la suya menos uno de los Rover qu estaba sentado enfrente mío. Un tal Luis Cansado. Me miró con odio y me gritó ¿que haces forro de mierda? Que me eructas en la cara? Hijo de puta! Te voy a cagar a trompadas pendejo de mierda y bal bla bla. Yo me quedé frizado ante ese arrebato de locura y violencia. Básciamente porque estaba a por lo menos un metro de distancia y era imposible que le hubiera eructado en la cara. Me quedé callado del miedo, esperando que alguien lo parara, pero no había un dirigente cerca y creo que algún amigo suyo recién le dijo que se calmara, pero ese Luis Casado era una especie de mongoloide, un bruto neandertal que le gustaba amedrentar y patotear a pibes más chicos que él. Al final me quedé tan frikeado con eso que, lamentablemente, es uno de los recuerdos más vivos que tengo de ese campamento. Por lo violento e inesperado, pero también porque sería una de las primeras veces que sentía que se cometía una injusticia conmigo a colación de nada y por nada. Y me sentí tan angustiado de no poder defenderme que me dejó un muy mal recuerdo hasta hoy día. 

Sacando esa estupidez, el campamento estuvo bárbaro. Otro día fuimos finalmente al Bolsón, el famoso pueblo hippie, o que yo al menos creía que era así. Me gustó pero no me voló la cabeza, aunque con los años, cuando volviera solo lo disfrutaría de otra manera. Fuimos uno de esos días en que hay feria y nos la pasamos genial. Le compré un platito de madera a mi vieja, muy modesto, como un recuerdito del Bolsón. Tenía poca plata, algunos pocos pesos y eso era todo. En general, nadie iba con plata a esos campamentos, pero yo me había llevado algunos pesitos por si las dudas. Después de eso me quedaban veinte pesos, el afamado Rosas, que perdí en algún lugar del camping. Pregunté a mis compas si alguno había visto esa plata pero esa pregunta molestó a Rodrigo y su fiel ladero Pablo, que volvieron a malaondearse con nosotros. Hablo de aquella vieja disputa de Charrúas versus Onas. Ya quedaban pocos días de campamento y las tensiones volvían a aflorar entre nosotros. Pero no hubo ningún desmán por suerte. Una de las últimas noches, Leo, uno de los Rovers más grandes había llegado al final del camino Scout y tenía que hacer su totemnización, que además consistía en ir a pasar la noche a algún lugar recóndito y pasar la noche en vela. En este caso consistió en escalar la montaña que estaba más cercana a nosotros y pasar la noche ahí, a modo de superviviencia. Recuerdo ver el momento en que partió y después de un rato volver a mirar la montaña y verlo muy chiquitito, casi como una hormiga subiendo lenta pero firmemente. Les indiqué a mis cofrades y varios son los quie pudieron verlo. En ese momento quise poder hacer algo así, poder llegar a ese punto también, a vivir una experiencia así, como una especie de rito de iniciación o de traspaso, a otra etapa... A la noche pudimos ver un pequeño fueguito en la ladera de aquella oscura montaña. Leo la debería estar pasando bastante bien. 

Cuando llegó la hora de volver, el encanto o idilio se terminó. Hubo que volver a la realidad y no quedaba otra que levantar campamento. La experiencia había sido maravillosa, pero esta vez no me esperaban en casa para llevarme a Mardel, para descansar de la vacación. Ese verano había una sequía presupuestaria muy fuerte y me quedaba volver a casa y seguir el verano en CABA. A muchos de nosotros eso nos rompía las guindas y a más de uno le generaba un odio viseral. En el viaje de vuelta hicimos una parada estratégica en los baños de algún paraje perdido de Neuquén. Fuimos al baño y recuerdo que Rodrigo y Pablo no me hablaban desde lo del billete de veinte pesos, y parecían siempre a punto de cagarme a palos. Fuimos a echar un cloro y a lavarnos las manos y la tensión se respiraba en el aire. En eso salimos y un grupito de pendejos lugareños nos miraban con cara de malos. Rodrigo, que necesitaba canalizar su enojo los fué a patotear. Los pibes no se amedrentaron, y eso a Rodrigo lo puso peor, les dijo que éramos de La Boca a lo que los pibes respondieron muy elocuentes: Y a mí que calienta??? Rdodrigo echaba espuma por la boca, estaba enojadísimo porque su referencia barrial no era nada en un lugar tan áspero y lejano como ese. Pablo se lo tuvo que llevar a las rastras para que no se armara una pelea y Rodrigo seguía haciendo burla de la forma de hablar de los neuquinos pero éstos no se inmutaron. Los Charrúas se habían encontrado con veraderos Mapuches y no habían hecho más que pasar verguenza. Nosotros los Onas nos mantuvimos neutrales y nos fuímos riendo de todo lo absurdo de aquella pelea. Pero entendimos, o entendí, que ese enojo era por volver, muchas veces a hogares de mierda, fracturados, quebrados, deprimentes. Mientras nosotros nos volvíamos a encerrar en la triste suburbia, los pendejos neuquinos podían irse a meter al lago o arrollo más cercano que se les cantara los quinotos. Y así fué, mi último gran campamento con los Scouts y mi primer viaje al Sur. 



jueves, 23 de enero de 2025

Nosotros los Onas

Así empezó todo en ese 1999, recursaba segundo año y me convertía en Guía de Los Onas. Eso significaba cierto grado de responsabilidad, y de verdad, era algo que necesitaba. Siempre había lidiado con esos comentarios de que los leoninos son líderes naturales. Es cierto, se me da natural mover a las masas... pero el tema es que muchas veces, esos puestos de conducción me han sido esquivos. Me pasaba en aquel entonces y me sigue pasando ahora. Existe cierta reticencia a legarme el poder, cierto miedo y rechazo, como si todos temieran que me convirtiera en un déspota, un Napoleón de Pompeya. O quizás, también miedo a sentirse opacados antes un brillo y potencial del todo natural. Uno a veces nace con el hado de la conducción, pero otros sienten que tienen que luchar por conseguir eso. No está mal ni una cosa ni la otra. Pero creo que por un lado luchar contra aquel que tiene el talento innato es una torpe mezquindad, y por otro lado no esforzarse porque uno ya lo tiene inherente, también es mezquino. 

La cuestión es que en ese momento se me abrió la posibilidad de ser guía. Con el quilombo de Nico, nuestro encuentro fué providencial, él no sentía tanta culpa por dejar el grupo (era una de las personas que más amaba ser Scout), y a mi se me daba una oportunidad que siempre parecía rehuirme. Por suerte lo vi en el momento y en verdad me vino bárbaro. En ese momento que venía golpeado por repetir de año y tenía el ego bastante pisoteado, necesitaba un desafío para demostrarme a mí mismo que podía con eso. Y me lo tomé muy en serio. 

Al volver al grupo en Marzo de ese último año de los noventas, me encontré con un grupo Scout un poco diferente. Faltaban muchas caras clásicas y en cambio había algunas caras nuevas. Había perdido casi dos años de ir muy de vez en cuando y no estaba muy al tanto de todo. Pero cuando regresé en los Raiders me esperaba el viejo Bernie, el mismo que me había recibido el primer día que fuí a los Scouts en una lejana tarde de verano de 1993. Bernie estaba siempre igual... ya sabemos eso. Y ya había hablado con Nicolás así que estaba al tanto del paso de mando y en momentos de crisis mejor apechugar. A mi cargo quedaba entonces la patrulla de los Onas, que antes estuviera a cargo de Nico. Por otro lado, el hermano menor de Nico, Rodrigo, se quedaba al mando de la otra patrulla, los Charrúas. Ambos éramos dos ovejas negras, dos rebeldes sin causa, aunque de diferentes estilos. Pero a ambos nos venía de pelos este nuevo desafío. Era nuestra oportunidad de demostrar que servíamos para algo y que teníamos madera de líder. No tardo mucho para que Rodrigo comenzara una exasperante carrera competitiva hacia mí. Las bardeadas y los cánticos de que ellos (los Charrúas) eran mejor que nosotros, los Onas. Que estábamos extintos y paparruchadas por el estilo. Nosotros para no quedarnos atrás les mojábamos la oreja diciendo que ellos ni siquiera eran argentinos, sino yoruguas. 

El año empezó bien en cuanto al grupo y a los Raiders. Comenzamos con el pié derecho y fuímos logrando de a poco reordenar un poco el caos que habían dejado Pato y Nico, o mñas bien la ausencia de comando. Ambos nos impusimos, cada uno con su estilo. Rodrigo a base de agresividad y amenazas, yo intenté un ángulo un poco más como Nico, más amigable y cercano. Ambos habíamos heredado un poco el estilo de nuestros antecesesores, pero de a poco fuimos llevando las cosas hacia un estilo más personal. Mi segundo al mando era mi compa del colegio, Gabi o Gaviota como le decíamos. Era un muchachote grandote pero demasiado bueno, y más allá de su fuerza bruta, le faltaba carácter para conducir. Pero como subguía y dado la amistad y confianza que nos teníamos, me servía a mis propósitos. Sin embargo, pronto me dí cuenta que estaría muy solo respecto a muchas cosas. Bernardo nos exigió que tomáramos la Tercera Clase, un distintivo que muestra la maestría Scout, luego del uniforme y la Promesa. Nadie tenía muchas ganas de estudios extra, pero ahí fuimos. Hicimos las tareas y Bernardo nos premió a todos con la Tercera, sin mucho esfuerzo de nuestra parte. Algunos más grandes del grupo nos jodían diciendo que Bernie nos la había regalado. De alguna manera era cierto, pero hoy con los años, entiendo que el viejo nos quizo dar una especie de incentivo, algo que nos motivara para comprometernos más. 

A lo largo de ese 1999 que se hizo muy extenso, fuímos organizando diferentes actividades. Fuimos a varios campamentos de fin de semana. La realidad es que los sábados en el grupo eran un tedio para nosotros que estábamos transitando una edad muy complicada. Era difícil para Bernie sacarnos de la idea de que jugáramos al fútbol buena parte del sábado. Además, habíamos conseguido un destartalado equipo de música y de a poco empezamos a escuchar música. Yo llevaba cassettes de Ac/Dc que al principio Rodrigo me criticaba. Él sólo quería que escucháramos a Los Redondos. Pero mi insistencia y quizás algún comentario de alguien que los validó, hizo que de a poco Rodrigo se fuera, no sólo amigando sino haciéndose fan del quintento de Australia. 

Los campamentos de ese años los recuerdo muy borrosos, porque hubo más de uno y no me queda ningún pin o cartelito de los mismos. Sí sé que fuímos una o más veces a un predio de La Martona. En uno de esos primeros campamentos había un grupito de chicas nuevas. Y si bien ellas tenían a su dirigente, estábamos juntos la mayor parte del tiempo. Recuerdo que duraron muy poco tiempo, quizás algunos meses, o semanas quizás. Nuestra tropa de Raiders, los Puelches, que éramos los Charrúas y los Onas juntos, éramos muy cerrados con las chicas y con el resto del grupo. Éramos la rama conflictiva, la de los adolescentes en la flor y nata de ese tremendo estadío. Y recuerdo que Pollo, el dirigente que seguía en la rama Scout, para defenderse de nuestros cánticos (todos de cancha porque Rodrigo era una especie de aprendíz de barrabrava de Boca), nos cantaba con sus chicos un muy tímido e ingenuo... B.P. no los creó, B.P. no los creó... B.P. por Baden Powell, el fundador del Movimiento Scout. Al parecer había creado la rama Scout y la de Lobatos, los Raiders habrán venido después por alguna lógica necesidad de separar más por edades a los preadolescentes de los adolescentes. Una enorme zoncera que creo que a todos nos daba verguenza ajena, empezando por sus propios Scouts. 

Algo cambiamos cuando Rodrigo y yo comenzamos. Dejamos las endemoniadas golpizas para los que entraban a los Raiders y quedó en alguna breve zancadilla o malteada. Yo por mi parte me obsesioné con la tribu Ona y quería buscarme algún nombre indio para mi Totemnización. Esto era algo que en realidad se hacía al finalizar los Rover, la última rama Scout. Pero nosotros buscamos hacer una especie de pre totemnización. Me fuí una tarde al Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, ahí por la calle Moreno en pleno barrio de Monserrat. Fue una experiencia que recuerdo bastante porque fuí el único zoquete que se tomó todo aquello en serio. Era una tarde nublada, de esas en la que amenaza la tormenta. Nunca había ido a ese museo que está lleno de máscaras aborigenes, totems y un montón de cosas de culturas originarias. El lugar me flasheó un montón y cuando me acerqué a la biblioteca fue lo mejor. Pedí un diccionario de lenguas aborígenes y castellano. Solo tenían uno del Mapuche-Español, y me tuve que conformar con eso. Busqué a mi animal favorito, el león, pero en estas tierras sólo existían los felinos más pequeños como el jaguar o el puma. éste último llamado Pangui. Me fuí del museo contento por ser Pangui pero al final nunca hicimos lo de la totemnización y aquel nombre solo quedó guardado en mi memoria, como algo entre yo y yo. 

El fin de semana largo de agosto, justo caía mi cumpleaños y fuimos de campamento a La Martona, otra vez. Aquel camping estuvo bueno y creo que fué la única vez que pasé mi cumpleaños fuera de mi casa o de Buenos Aires. Me fuí caminando al lado de una ruta hasta un almacén donde compré una torta hecha y un pote de dulce de leche. Festejamos tranqui y fue algo diferente. Por la noche, puse en el equipito un cassette con un disco de Los Doors que había copiado. Era en vivo y sonaba el tema La colina Dwellers, con cierto toque tribal. Bumbumbum bum bum bum... y todos nos pintamos la cara con carbón y comenzamos a bailar alrededor del fuego. Esa noche no peleamos, estábamos poseídos por la música y esa noche fuimos todos hermanos de tribu. Los Puelches unidos, celebrando su ceremonia tribal. 

Yo amaba nuestros banderines, sobre todo el de los Onas, que tenía cocido obre el banderín celeste y blanco, la cara de un indio con felpa como pelito. Al otro día me lo escondieron y otra vez comenzaron los conflictos con Rodrigo que no se hacía cargo de la broma. Estuvimos a punto de agarrarnos a piñas, pero en esos tiempos yo tenía muy poca ira acumulada. No me sentía zarpado (como dicen ahora) que es cuando uno se siente fuerte y valiente, capaz de agarrarse con cualquiera. En esos tiempos yo era más temeroso de las peleas, trataba de evitarlas porque necesitaba estar muy enojado para poder sentirme seguro de luchar y vencer. Pero en esos tiempos la ira no iba tanto conmigo, sino más bien la dispersión y sobre todo la confusión. Al final, todo quedó tenso y al rato fué Pablo Rancho (sub guía de Rodrigo) y quien me hostilizara cuando entré a los Lobatos doblandome siempre el brazo, quien se terminaría trenzando en una pelea con uno de los míos. Era Oliver Edward Arnold, un chico boliviano que era de los Onas y jugaba bastante bien. Rodrigo lo odiaba porque era muy competitivo en todo a lo que equipos o cosas de fútbol conllevara. Yo era de San Lorenzo y siempre me chupó un poco un huevo todo aquello. Me podía llegar a agarrar a piñas más por una banda de música que por un equipo de fútbol. Cuando Pablo y Oliver se trenzaron, se metió Gabo a defender a Oliver y Rodrigo se metió a impedir esto. El viejo Bernie gritaba desesperado de que paráramos de pelear... Raidersss Raiderssss, gritaba el pobre desgraciado, pero nadie hacía caso. Bernie era viejo, tenía la voz gastada y su nombre de Totem era Tortuga Amable, por lo que era muy difícil que pudiera imponer cierto tipo de respeto, o de disciplina. Todos lo queríamos a Bernie porque era buen tipo, pero era imposible que nos pudiera domar. Intenté detener la pelea, pero temía trenzarme a las piñas con Rodrigo, que sentía era lo que él siempre estaba esperando. Siempre me provocaba para que termináramos dirimiendo el liderazgo de los Puelches entre los dos jefecitos de Onas y Charrúas. Pero yo, casi como si fuera Luke Skywalker, evitaba a todo trapo entrar en la pelea o en las provocaciones. No le tenía miedo, pero simplemente no quería pudrir todo en los Scouts como me había pasado en la secundaria. No quería perder eso también porque me hacía bien, así que me quedé en mis trece. En otros tiempos posteriores no me hubiese importado trenzarme en una pelea conm Rodrigo, pero en aquel momento yo no quería y para bailar ) o pelear) se necesitan dos, y yo no le di el gusto. 

Al final todo volvió a la normalidad, y el sábado siguiente seguimos escuchando Ac/Dc, jugando a la pelota y haciendo lo que nos entraba en gana. Era evidente que el grupo Scout comenzaba a preocuparse por esa falta de autoridad en nuestra rama y de a poco se armaba un complot a nuestro alrededor para reconfigurar a ese descarriado grupo de Raiders. Una de la primeras cosas que nos jodió fue que nos cambiaron el nombre, y dijeron que la USCA (Unión de Scouts Católicos Argentinos) se había fusionado con los Scouts laicos para ser una sola asociación nacional, los Scouts Argentinos. Parecía lógica aquella unión, sin embargo nada cambió mucho. Nosotros seguíamos teniendo que ir a la misa de las siete de la tarde y los laicos seguían sin tener que ir a ninguna misa. Pero uno de los cambios más pedorros es que ahora los Raiders nos llamábamos Caminantes. Un nombre que en lo personal yo odiaba, porque me parecía zonzo y común. No me decía nada. En cambio los Raiders sonaba cool y genial, muy Badass. Eran como los Riders of the lost ark, o los Raiders on the storm. Y no era sólo por una cuestión de que quisiera el nombre en inglés sino más bien que de las cuatro ramas, sólo a nosotros nos castellanizaron el nombre. Los Scouts siguieron siendo Scouts y no Exploradores, o los Rovers no fueron Peregrinos. En fin, ese fué para mi el primer indicio de una guerra silenciosa que parte de la cúpula dirigencial nos empezó a largar. Parecía una pavada pero molestaba en verdad. Los adolescentes no quieren cambios, sino profundizarlo todo. Pero en el trajín del paso de aquel año, una buena para mí. Duhalde había perdido las elecciones contra De La Rúa y sentía que se terminaba una etapa nefasta para mi familia y para el país. Mirando un cartel del presidente electo desde el colectivo 46, recuerdo mirarlo y pensar "ojalá no nos cague"...

domingo, 12 de enero de 2025

Un tiempo de confusión


Los Scouts era un lugar de recogimiento, de aprendizaje y también de refugio. Muchos de los pibes que allí asistían tenían la necesidad (o sus padres) de ocupar su tiempo para que no se dedicaran al vagabundeo y la mala vida. Era (y debe seguir siéndolo) un lugar de cierta contención social juvenil. 

Cuando en el 97 ingresé a la secundaria, de a poco empecé a perder interés, muy paulatinamente, en seguir yendo al Grupo Scout. Había comenzado la secundaria, y de a poco los dibujos animados, los juguetes, las historietas (aunque estan perduraron un tiempo más), comenzaron a perder terreno en mis intereses que fueron volcándose más hacia la música, específicamente a guardar chirolas para comprarme mis primeros cedés. Además, remeras de rock, comenzar a intentar tocar la guitarra y eventualmente ir al algún recital. Pero todavia faltaba para eso. Estando en el Fader, hablando con mis compas, comenzamos a pergueñar hacer una banda. Ahí comenzaron los problemas porque todos apuntaban el sábado como día ideal para juntarse a tocar. Al principio, yo me despegaba del asunto diciendo que no podía por a o por b. Uno comenzó a sospechar y señalarme de por qué no podía juntarme nunca los sábados. Yo inventaba excusas diferentes siempre, hasta que un día se me escapó lo de los Scouts. Comenzaron las bromas y gastadas pero traté de enmendar el asunto diciendo que había sido Scout pero ahora no. Faltaba probarlo claro y de a poco comencé a faltar los sábados al grupo. Los primeros cuatro años del 93 al 96 no había faltado casi nunca, pero a partir de mediados del 97 emepcé a faltar cada vez más seguido, al punto que para fin de año ni sabía a donde se iban de campamento de verano. Había perdido el interés, amén de que me había llevado varias materias a marzo y tuve que romperme el lomo aquella vacación en Mardel estudiando para no repetir. Mientras comenzaba a juntarme más con mis compas del colegio para ensayar en nuestra banda Celtha. Tratábamos de hacer algunos covers de rock nacional con un chico que tocaba un redoblante, otro una guitarra y yo también, pero como no era muy bueno me dijeron que solo cantara. Así lo hice y de a poco comenzó ese viaje rockeril. En noviembre fuimos con mi viejo a ver al Flaco que tocaba en el Gran Rex, inaugurando así la era de recitales en mi vida que duraría al menos unos quince años más. 

1998 fue una continuación más random aún que el año anterior. Pasé por los pelos de año pero ya en segundo me di cuenta que esta vez no iba a ser tan fácil. El colegio se había puesto demasiado exigente para mí, que no tenía ganas de estudiar en el breve tiempo que me quedaba cuando llegaba del colegio a las siete y media de la tarde. Lo único que quería era juntarme a tocar y escuchar música. En mi familia me dejaron un poco ser porque estaba un poco intratable. De los Scouts, bien gracias... No recuerdo haber ido mucho al grupo ese año. Quizás comencé y lo fui dejando como el año anterior, pero creo que en 98 todo se configuró para que me alejara de los Scouts. Al menos momentaneamente...

Al final todo salió como el traste aquel año. En la banda cambiaron de estilo y se volcaron al punk porque era más "fácil", cuando en realidad era lo que Bruno y Demian querían hacer. Yo no tenía problemas en cantar temas de 2 minutos, o Ataque, aunque esta última banda me parecía bastante pedorrra... Después había unas canciones "propias" que eran una copia de Ataque... En fin, yo no estaba ya muy copado y se ve que se notaba. Me comenzaron a acusar de cantar bajito y querer boicotear a la banda. Me terminaron rajando... A mi me dolió  menos de lo que ellos pensaron. Por mi parte comencé a tocar la guitarra en mi casa cada vez más seguido porque quería mejorar y demostrárles algo, aunque no sé bien qué. 

Por otro lado seguí comprándome discos (ya había cambiado definitivamente mis compras de historietas por compacts). Y en el medio del ajetreo de aquel año donde operaron a mi madre de un ojo, en casa no había un mango, mi hermano comenzaba el CBC y mi padre le pidió que saliera a buscar trabajo, yo era un desastre en el colegio y seguíamos en aquel enclave urbano lejano y desolador de Pompeya. Salir para mí era algo casi imposible, algunas veces fui a algunas fiestas del colegio. Comencé a escuchar fuerte a Zeppelin, Deep Purple, y a AC/DC. Mis compas, cada día más punkies decían que yo me quería hacer el pesado pero que en realidad era un hippie. Comenzaron a odiarme sin saber bien por qué. Entre en una vorágine de agresividad y malas compañías que derivaron en quilombos en el colegio. Acumulando más de treinta amonestaciones por cosas que ya ni sabía a que se debían. La mitad del sobrecargado curso de 2ª quinta era un desastre y los preceptores venían cada dos por tres a gritarnos y decirnos que eramos uno de los dos peores cursos del colegio. Eso no desalentaba a nadie. Después algún idiota comenzó a llamar por teléfono y amenazar a varios de nosotros (supongo que habría visto Scream) con un voz de alguien más que no era del colegio. A mi me decían Hanson y que no fuera al día siguiente sino me iban a cagar a palos. Obviamente que fuí y cada vez que comentaba el asunto, un par de mis compas comenzaban con risitas cómplices. El asunto llegó tan lejos que comenzaron a citarnos a dirección para que buchonearamos a quien hacía eso. El jefe de precpetores era un narizón archi duro de esos que le gustaba golpear. Me amedrentó y me dijo que hablara que sino quedaba expulsado. Yo le dije que era una de las víctimas de aquellas llamadas. Él no me creyó y me dijo que varios habían hablado y me habían señalado como uno de los culpables o al menos de los que se juntaba con los malosos. Era cierto pero ya cada vez estaba más decepcionado del grupo de "amigos" que había forjado en dos años de mierda en el Fader. Al final, resultó que la mayoría apuntó a un tal Rodrigo Bustos Alvarez, un pelotudito que se hacía el malo, feo y desgraciado como él solo. Hijo de chilenos, una verdadera basura descartable. Lo rajaron a los pocos días. Después pasó un par de veces a la salida para hacerse el gracioso pero se notaba en su mirada que tenía miedo, marcado, tenía un futuro de mierda por delante. Al resto no nos fué mucho mejor... El año ya casi terminaba y para cuando llegó diciembre me di cuenta del terrible abandono que había dado a mis estudios. Ocho materias a marzo, si, el terror de la abuela como cantaba Santaolalla. Empecé a ir a particular ahí por Flores, cerca del colegio. Pero la suerte estaba echada... Era demasiado para cualquiera, y para mí sobre todo. Además nos fuimos a Mardel para la fiestas y nos quedamos buena parte de enero. Para mí se me hacía casi imposible poder concentrarme. De todos modos lo intenté... Fuí en marzo de aquel 1999 a rendir ocho materias, o al menos aprovar seis (que seguía siendo un montón). Desaprobé la primera, luego la segunda, a la tercera dije "bueno chaur, repetí, no lo puedo creer". A mis compañeros de curso les fué igual y nos hicimos los malos riéndonos de la situación. Después llegué a casa y me descompuse de los nervios. Todos estábamos en una lisya negra, negrísima, y por supuesto nos deshabilitaron para seguir en aquel colegio. Afuera todos! Nos volvimos a juntar una vez más en lo de Demian, en el bajo Flores y chau. No los volví a ver más. 

Mis padres me anotaron en un colegio privado por Constitución, donde comencé a ir a la mañana. Uniformado y derrotado. Me cerré más que nunca en mí mismo y el walkman se convirtió en una especie de escudo o coraza contra una realidad que no me gustaba para nada. Desde tener que cruzar la 21 en el 70 todas las mañanas y bajarme en las ruinas de Bailonia, rodeado de yiros y malandras salidos de alguna película clase b de los 70s hasta un colegio horrible, sin luz ni patio a la calle. Uniformado como un mequetrefe y sintiéndome más solo que nunca. Sentado en el primer día de clases, ottra vez en segundo año, me sentí muy mal y me juré no volver a pasar por todo eso. Y cumplí. Si bien no me convertí en un alumno ejemplar de la noche a la mañana (eso nunca iba a pasar) al menos logré llevarme sólo las materias "duras" a marzo y así lograr pasar de año hasta finalizar la secundaria. Pero antes de avanzar tanto en la historia, vuelvo a los Scouts. 

Para marzo de 1999 decidí que ya que había perdido una batalla, regresar con mis queridos compas Scouts me haría bien. En realidad, fue una casualidad que un día que había ido a ver a mis amigos de Catalinas, me crucé con Nico el guía de los Onas. Nos quedamos charlando un rato, le dije que había repetido de año ( y él se rió como diciendo ya repetí dos veces ya), le dije que quería volver al grupo. Él se quedó pensado y me dijo que era una buena idea. En mi ausencia habían pasado quilombos y el último había sido en el último campamento de verano (no recuerdo donde habían ido). Al parecer, una noche, Nico, Pato junto con los dirigentes Alexis y otros, salieron a bailar por el pueblo dejando al resto de los Raiders durmiendo en las carpas. A priori no parece algo tan grave pero parece que alguien del grupo se dio cuenta, los vio irse y buchoneó al jefe del grupo que creo que era en ese entonces Ariel. Había picas internas que yo nunca supe bien que pasó pero la cuestión es que al otro día le hicieron una especie de corte marcial a Alexis (que para mí, más allá de ciertas cosas, era un buen dirigente) y no sé, le dieron de baja o algo así. En protesta, Nicolás y Patricio, los guias de Onas y Charrúas respectivamente, se fueron del grupo. Entonces Nicolás me dijo que este era el momento ideal para que volviera, no sólo al grupo sino que él mismo me proponía como guía de los Onas. Iría a contarselo al viejo Bernardo que era quien había quedado como dirigente de los Raiders. Y así, después de casi dos años sabáticos (y de descontrol) volví al redil Scout y encima como guía de los Onas. En ese momento particular de mi vida necesitaba un refugio conocido, un lugar a donde volver y sentirme en casa. Era como el hijo pródigo y no iba a desperdiciar la oportunidad.

Por delante me quedaba mi mejor año en el grupo Scout.