martes, 20 de agosto de 2024

En los Lobatos



Una de las primeras cosas que recuerdo mis años en el Grupo Scout fue que mi ingreso no fue bien recibido por todos. Ya sé, como decía el Carlo, no le puedes caer bien a todo el mundo. Había un tal Luis de la rama Scout casi Raider, que me miraba mal y me trataba peor. Desconozo sus motivos. Y había otro Luis, de la rama Raider que también me trataba agresivamente. Después volveré sobre estos dos sujetos. Pero en mi propia rama, los Lobatos, que en teoría van de los 8/9 a los 11/12 años, había un gordito maloso que me tenía inquina. Cuando menciono esto quiero destacar que se trata de casos donde no había una justificación más que del tipo "no me gusta tu cara". El gordito en cuestión, llamado Pablo, me miró mal desde el minuto cero hasta que un día me agarró en la quietud del patio y comenzó a buscarme pelea. Yo respondí con un alguna evasiva porque no me enocntraba con animo de agarrarme a las piñas con él, ni con nadie. Pero Pablo insistía en buscarme pelea, y como no le daba bola, agarró mi flaco brazo y comenzó a retorcerlo contra mi espalda. Me sometió rápidamente y yo apenas intenté resistirme porque el gordo era más fuerte y porque no tenía ganas de pelear. Cuando Pablo se sintió satisfecho consigo mismo por haberme sometido, simplemente me soltó y actuó como si estuviera todo bien. No nos hicimos amigos pero me dejó en paz. Como si hubiese necesitado hacer ese acto de sometimiento conmigo para demostrarme que ahí, entre los Lobatos, mandaba él. 
En ese primer año en los Scouts, recuerdo que el grupo tenía una impronta que fue perdiendo a lo largo de ese año de 1993 y en parte del siguiente. Con esto me refiero a que cuando entré, el grupo estaba lleno de chicas y chicos que yo veía casi como adultos pero que seguro tenían entre 15 y 17 años. Para mi eran gigantes en muchos aspectos. Y a veces hacíamos juegos en el patio, las cuatro ramas juntas, y veía chicas sonrientes y desarrolladas correr y saltar, cosa que me resultaba muy estimulante. Pero siento que toda esa camada pronto se perdió y comenzaron a quedar solo muchachos, la mayoría eran chicos de La Boca profunda que tenía problemas escolares o en sus casas. Es cierto que yo era medio mantequita al lado de pibes que venían muy curtidos de vivir historias bastante heavies, pero en ese momento era bastante inocente y no me daba cuenta de nada. Hoy vería toda aquella comedia con otros ojos, tratando de entender que vivía en un contexto privilegiado en relación a otros. Pero cuando uno tiene nueve años y viene de una familia funcional, uno tiende a supone que el resto del mundo es igual al mío y si no lo es, entonces es porque se trata de los malos de la película. Desconozco la situación partticular de un pibe como Pablo, pero ahora me doy cuenta que él necesitaba imponerse y para eso buscó someter a un débil. En aquel tiempo yo era el débil y no lo sabía, pero ahora pienso que no lo soy, y quizás lo siga siendo. 
Para mí ir a los Scouts era una proyección de mis propias fantasías, de mi infantil y saba búsqueda de aventuras. Era todo el cine de los 80s que venía mamando desde chico como Indiana Jones y la última cruzada, era Los Goonies, era todo eso que me constituyó de pibe. Toda esa herencia cultural y educación sentimental que fue forjando mi propia identidad. Para mí eso eran los Scouts, sábados soleados, jugando, aprendiendo a armar una carpa, nudos, pistas, claves, orientación y supervivencia. Todo lo importante que te enseñan ahí lo aprendí en los primeros años. Después te das cuenta que seguís un poco por inercia, por rutina, por amistad, o a veces, simpemente porque no tenes otra cosa mejor que hacer... 
Caundo salíamos en fila india por el barrio, solíamos cantar canciones que podrían resultar en algunos casos, un poco polémicas para estos tiempos de corrección política. Una de ellas, quizás la que más me impactó de pibe rezaba así...
Voy en busca de un león, (repite)
Cazaré el más grande, (repite)
No tengo miedo, (repite)
Llevo un gran fusil... (repite)

No hay comentarios: