viernes, 17 de febrero de 2023

La familia de Almagro

Cuenta la leyenda que la familia de mi madre habitó (desde tiempos inmemoriales) los mismos espacios inmateriales que hoy pisamos. No se sabe bien el origen, pero hasta donde pude averiguar, mi bisabuelo era un hombre duro. Su origen es incierto y no se sabe bien quienes fueron sus verdaderos padres. Nacido a finales del siglo 19, "el popa" fue un hombre que desde sus orígenes humildes supo crecer en la escala social y llegar a tener una buena posición dentro de la clase media porteña de principios del siglo 20. Casado con una hija de italianos venidos de Milán, "la moma", ambos se instalaron en una casa chorizo de la actual calle Gascón. Aunque no se saber si él ya era de este barrio o no, la cosa es que los orígenes de mi familia materna tienen raíces profundas en este bendito barrio. Ambos tuvieron a dos hijos, Josefa y Ernesto, que luego serían conocidos como la tía Amelia o Pepi, y "el pibe", luego "el Tata", o sea mi abuelo. Aquí supieron habitar los Gómez-Torre desde inicios del siglo pasado, siendo (probablemente) una de las familias más antiguas de la cuadra. 

Mi abuelo era un pibe callado, tímido, tartamudo. Su padre, un tipo severo, conservador en todo sentido. No muy adepto a las demostraciones afectuosas (como calculo que casi nadie en aquellos tiempos). Amelia era la mayor, la preferida, la consentida. Buena mina pero un tanto caprichosa. Le tocó en suerte cuidar a sus padres y no poder casarse hasta ser demasiado mayor y así nunca pudo tener los hijos que quería. Ernesto podría previo a hacerse radical, estudiar arquitectura y a título personal, "tirarles" el título en cara a su padre al son de un famoso: "Acá tienen el título, ¿vieron lo que el tartamudo pudo hacer?" y un silencio sepulcral como toda respuesta. 

La historia no termina ahí porque Ernesto se casaría, tendría una hija (mi madre), y luego para goce de todos, se daría el gusto de tirar abajo la casa chorizo de antaño para, a mediados de los 60's, cuando Almagro se empezaba a levantar, construir el actual edificio que pisamos. 

A partir de ahí, la familia se fue instalando en diversos departamentos del edificio, siendo el del octavo piso el principal donde él se instalaría con su familia, y todo el quinto piso para sus padres. Era el auge de la familia. Sin embargo, como nadie está excenta de las caídas, una mala pasada de un amigo-socio lo dejarían al borde de la quiebra. Mi abuelo era un tipo duro pero sensible a la vez. Había estado entre los arquitectos más top de Buenos Aires en su momento de mayor gloria, siendo en principio parte del faraónico proyecto de Ciudad Evita, sin embargo sus propias convicciones políticas, como también sus prejuicios, lo terminaron dejando afuera de aquello. 

De todos modos no cejó en su empeño de buscar sus sueños. Siguió adelanto, le pagó de su bolsillo a los obreros que se les debía plata y, achicandose, pudo seguir adelante. Con el nacimiento de mi tía, ocho años menor que madre, empezarían de nuevo en Flores, quedando sólo sus padres en el edificio familiar, teniendo que vender el resto de las propiedades y así poder afrontar gastos para continuar. 

Luego de algunos años de austeridad, podrían levantar cabeza y mudarse a otro edificio construido por él, en la calle Araoz y Bulnes. Allí vivirían hasta que mi padre tuviera la osadía de "raptar" a mi madre para llevarsela a los suburbios y entonces mis abuelos, decidieran que era tiempo de vender todo e irse a vivir a Mar del plata, el sueño de mi abuelo. Todo esto se daría a finales de los 70s de forma casi simultánea con el fallecimiento del Popa, la Moma al poco tiempo, el controvertido casamiento de mis padres y el nacimiento de mi hermano. 

En Gascón quedaría sólo la tía Pepi que se acababa de casar a sus 70 años con el "tío Julius". En fin, todo seguiría así, pasando por mi nacimiento en la colorida década de los 80s y más allá hasta finales del siglo 20. 

En el inolvidable año 2001 mi madre nos llevaría a la que fuera la casa de la tía Pepi en el último bastión de una familia históricamente Almagrense, que supo conocer el ascenso y la caída, o achicamiento de su historia, aunque nunca está dicha la última palabra. El resto es historia relativamente cercana... 

PD: Siendo Almagro uno de los barrios más antiguos e incónicos de la ciudad, por su historia y trascendencia socio cultural, es importante resalatar también que es un barrio al cual no se le ha respetado del todo su patrimonio cultural-arquitectónico, y lamentablemente los negociados inmobiliarios de los que gobiernan la ciudad hace casi dos décadas no dejan de hacer estragos continuamente avasallando el legado y el patrimonio por un puñado de dólares más. 

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