viernes, 2 de abril de 2021

La plazita Malvinas

Catalinas Sur es un pequeño barrio dentro de otro barrio más grande y más famoso que es La Boca.  

Catalinas Sur es un conglomerado de edificios de diferentes colores, con su escuela, su iglesia, su supermercado chino, su panadería, su kiosco (Charly) y su propio destacamento de policía. Pero no es un barrio cerrado, es abierto a quien quiera que pase por allí. 

El barrio se encuentra, viniendo por San Telmo o por Barracas, por avenida Almirante Brown, atrás del gran hospital dr Cosme Argerich. 

Catalinas Sur es un barrio que se construyó en la década de los 60s cuando el país todavía no había sido devastado por la políticas anti industriales de Onganía y de Videla después. 

Catalinas Sur se llama en realidad Barrio Alfredo Palacios. Un afamado profesor socialista de principios del siglo XX. De ahí el origen y fama de barrio "progresista". 

Catalinas Sur tiene su colegio primario público, fundado por el tano Carlos Della Penna. Y su colegio privado, dependiente de la iglesia Nuestra Señora madre de los Emigrantes. Donde los laicos, eventualmente, tomábamos la comunión. Iglesia que tenía su propio grupo Scout del mismo nombre. 

Catalinas Sur tiene muchas micro plazitas en su interior, porque al ser un barrio interno de veredas, tiene muchos mini bosquesitos, y lugares de descanso o esparcimiento, pero La plaza de Catalinas Sur es la afamada Plaza Malvinas. 

La plaza Malvinas es la nuclea en mayor o menor medida a todos los chicos del barrio, incluyendo a los chicos "chetos" del predio de edificios que está entre Catalinas Sur y la autopista al sur, conocido como el barrio de Prefectura. 

La Plaza Malvinas, para los que nos criamos en el barrio entre la década de los 80 y los 90, tiene una impronta más importante de la que tiene una mera plaza de juegos. Por esos años los vestigios de la dictadura que había pasado había dejado marcas y una de las más fuertes fue la de la Guerra de MALVINAS.

La plaza Malvinas se pasó a llamar así en honor a los caídos en el conflicto del Atlántico sur de 1982. Y en ese entonces pusieron un cartel gigante frente a la plaza, usando de soporte la estructura del viejo frigorífico Pampa que estaba frente a la Plaza. 

La plaza colinda con Catalinas Sur por el oeste, con Prefectura por el norte, con la autopista a La Plata en el este y con el frigorífico mencionado por el sur. 

Todos los que vivimos por esos años nuestras tardes de juegos en aquella plaza, nunca pudimos olvidar ese cartel ya bastante deteriorado por las inclemencias del clima. 

La imagen que me queda de chico, cuando de repente salía de mi mundo de juegos, y miraba esa pared gigante con el mapa de las islas y la frase Las Malvinas Son Argentinas, era de una sensación muy fuerte. Como lidiar con los vestigios de un pasado que no vivimos pero que tenía tan pocos años aún que sin saber bien porqué nos dolía. Aunque casi nunca hablábamos de aquello. La sensación estaba implícita en nosotros. Un sentimiento de que algo malo había pasado. Una derrota terrible, un reclamo más que justo, la pérdida de vidas humanas en tierras frías y lejanas, de vidas jóvenes, vidas que tenían muchas historias por delante. 

Nunca supe porque pero son sobre todos los días grises y fríos en que siento que nos llega un aire desde allá, desde el sudeste. Un aire gélido de mares lejanos del sur. Y cuando salía con mis amigos de chico, a caminar por el barrio, a principios de los noventas, tenía esa sensación. La sensación de que la guerra había sido hacía poco, que era un tema casi tabú. El dolor se reflejaba en los adultos, el dolor de una herida que como sociedad nunca se pudo re-elaborar. Al menos en cierta generación. Y nosotros estábamos ahí, jugando a la guerra en la Plaza Malvinas. Y estar ahí, en esa plaza, con ese cartel, ese recordatorio, ese barrio perdido al sur de la ciudad de Bs As, y sobre todo en esos días fríos, grises, nos hacía sentir que estábamos más cerca de todo el asunto Malvinas. 

Mi generación que se crió jugando en la Plaza Malvinas del barrio Catalinas Sur, difícilmente podamos olvidar aquella guerra que nos precedió algunos pocos años. Crecimos entre los escombros de una guerra dolorosa, como se podría crecer entre los escombros de una ciudad pos-apocalíptica. La imagen era muy similar, el sentimiento también. 

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