miércoles, 26 de agosto de 2015

Del mirar la luna fijamente


Ya en tiempos de los antiguos griegos, aquellos de los tiempos mitológicos, que se consideraba a la luna como una influencia digamos mágica sobre las personas.
Aquellos que dormían a la intemperie bajo los rayos lunares o aquellos que se quedaran mirándola fija toda una noche, mientras lleva a cabo su caprichoso periplo por el espacio, sentían después una extrañeza difícil de explicar. Como si su humor hubiera cambiado. Y no siempre para bien.
A la luna se la solía asociar con los cambios abruptos de ánimo, mal humor, descortesía, bipolaridad e histeria. También, muy asociada a las mareas y la influencia que ejerce su gravedad sobre las misma, generando la bajamar y pleamar, metonimia exacta sobre la psicología femenina.
De hecho la luna y la mujer fueron asociadas siempre. A la luna se le dio históricamente un carácter femenino y al sol uno masculino. El sol, símbolo de pujanza, vitalidad, puntualidad, energía, calor, fuerza, luz y a la luna como símbolo de blancura, palidez, capricho, oscuridad, melancolía, etc.
Puede ser uno de los motivos por los cuales se asocia quizás a la luna con la mujer, y su carácter caprichoso y misterioso como influencia peligrosa para los despreocupados aventureros nocturnos. La locura lunar es un mal que solo se cura con la salida del sol. De ahí los lunáticos. La gente nocturna influenciada por la noche también son los locos, los que trabajan de noche, los artistas, los conflictuados, los melancólicos, los tristes, los románticos...
Ahora todo lo dicho anteriormente quizás no sea mas que absurdos recuerdos de una pasado lleno de mitos y superchería, pero lo que si estoy de acuerdo es que la luna, siempre y no se por que, guarda un halo de misterio incomprensible a su alrededor. Quizás por que nos sea el pedazo de tierra flotante mas cercano, quizás por su color pálido y triste, o simplemente por que su cara pozeada nos observa desde tiempos inmemoriales y nunca cambia el rictus.
Pero hagamos la prueba. Miremos mas fijamente a la luna, esa misma luna que los griegos, egipcios, y otras civilizaciones aún mas antiguas y de las cuales quizás no quedó ni registro, observaron con misma pasión y misterio. Hoy la observé, desde el tren, a la tarde y estaba ahí, suspendida en el cielo, camuflada en la bóveda celeste y las nubes blancas.
La luna vieja y querida. Que fenómeno.

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