jueves, 9 de febrero de 2017

Saltos Temporales


Me despierto tarde. Entonces, con mucha resaca, decido que es mejor salir a caminar y despejarme un poco, después de una noche demasiado movida.
Me paro, me levanto de la cama, voy a living y me rasco el culo. Eructo. Soy un ser asqueroso. Me doy asco y repulsión, pero también soy un poco sexi, creo.
Me calzo las ojotas y los pantalones, la remera, las llaves, y salgo. Mientras bajo por el ascensor, miro mi cara destruida y ojerosa en el espejo. Tengo náuseas. Salgo a la calle y un ruido de coches, ambulancias, bocinazos, frenadas, puteadas y gente, me recibe con todo su esplendor.
Bajo, por el bajo y me encuentro con Formento, pero ya no es el mismo tipo. Le pido unos Camel y me dice que no vende mas esa marca. Dice que es una mierda fumar. Doy media vuelta, y me desvío hacia un kiosquito mas chico, que atiende una vieja sin dientes. Me vende el cartón y sonríe.
Paso por el pasaje Rivarola, donde hay una relojería con un super reloj colgado en el frente. Me acuerdo de la película Fresas salvajes de Bergman y toda la secuencia medio surrealista.
Aparece un tipo vestido de negro, con galera y capa. Le toco la espalda para pedirle fuego. Se da vuelta y en vez de cara, es todo amarillo. Parece un zapallo con sombrero. Entonces veo que el tipo sin rostro se agarra del estómago y cae fulminado al piso. Me acerco para socorrerlo y veo que de su mano brota un manantial de hormigas africanas. Miro la hora. ¿Las cinco de la tarde? ¿Es domingo?
Como no entendía bien lo que pasaba, me crucé a la vereda de enfrente y les fuí pedir ayuda a los libreros de La Marca editora. Pero no me había dado cuenta que hoy estaban cerrados.
Cuando sea de noche voy a volver a este pasaje y voy a encontrar la solución a este descalabro espacio temporal.
Pero entonces me dí vuelta, y me encontré con que el hombre sin rostro había desaparecido. Miré el reloj, y ante mi sorpresa, noté que no tenía manecillas. Era un reloj nulo. Un reloj muerto. Y eso solo podía significar una cosa. No había mas tiempo.
Voy a volver a mi casa, por que esta situación es insoportable. A cada paso veo gente que va y viene, pero como si caminara en reversa, a veces a mayor velocidad, otras mas lentamente. Como si fuera parte de una película y alguien estuviera jugando con los controles.
Llegar a mi domicilio se hace una tarea casi imposible. Pensaré las posibles variables de los problemas relativos al descalabro espacio-temporal, y hallaré la solución mas pertinente. O moriré en el tiempo, perdido en la vacuidad del no-tiempo perpetuo.
...
Después de un buen rato de vacilar por los mundos alternos, llegué a casa al fin, puse la tele, me prendí un pucho y me enganché mirando El día de la marmota, con Bill Murray.

lunes, 6 de febrero de 2017

Historias espaciales


"El viaje espacio-temporal puede fallar", eso pensó un viajero intergaláctico que cayó en un extraño planeta, con extraña gente y extraños comportamientos.
Ellos eran una familia de granjeros, horticultores, plantadores de plantas psicotrópicas y cannábicas. Pero a esa hora la familia intenta dormir un poco de las vicisitudes diarias del trabajo de sol a sol. Por eso, los Odmoni, tienen un sueño muy fácil de perturbar.
Esa madrugada, poco antes del amancecer, y cuando tienen el sueño mas pesado, los Odmoni escucharon un terrible estruendo en el establo, donde suelen guardar los fardos.
Todos, los cuatro miembros de la familia granjera, prendieron las luces de su cuartos casi al mismo tiempo, uno tras otro. En breves segundos, ya estaban saliendo por el portón de la casona de campo, el padre armado. Temían que fueran algunos agitadores o perturbadores de la paz, quizás enemigos del estado. Rojos, o verdes.
Al acercarse al dañado establo familiar, de pronto sintieron miedo de que fuera una redada contra su monocultivo, pero ellos sabían que era algo medicinal, para enfermedades crónicas. Descartaron esa posibilidad al instante, entonces no quedaba mas que un enemigo del sacrosanto estado para policial del oeste.
Al abrir el portón, se encontraron con una extraña máquina gris, parecía una de esas máquinas voladoras de las que hablaban en las historias de ficción científica. El padre se preguntó si no sería una máquina voladora del gobierno para fumigar cosechas autorizadas. Pero su hijo, mas veloz que el rayo, lo corrigió y le dijo que no, que probablemente era esto. Y le mostró la tapa de una revista de cuentos de sci fi. Aunque no pudieran creerlo, el hijo menor sugería que estaban ante la presencia de una nave venida mas allá del espacio exterior. Entonces, cuando la hija mayor de los Odmoni, estaba por tratarlo de imbécil, se abrió la escotilla de la nave y todos dieron un respingo de miedo y pavor.
De pronto sus corazones palpitaron mas de lo que solían hacerlo, y el padre, que tenía dos corazones menos que el resto de su familia debido a un par de infartos inoportunos, se asustó aún mas. Lo que veían era espantoso, un ser naranja, con cabeza enorme, parado en dos largas y finas patas, dos brazos mas cortos que le salían de bajo su cabeza y unas gesticulaciones con sus manos de horribles cinco dedos, tan espantosas como violentas. Solo llegaron a escuchar una palabra del engendro y era algo así como "Hola". Los cuatro gritaron a la vez y salieron corriendo.
Entonces, el ser, también se asustó y se metió en su nave. El Doc no le había explicado nada de estas cuestiones, antes de fenecer. Maldito Doc del diablo, pensó, ojalá se le queme la peluca en las mismas llamas del infierno, y a continuación, escuchó una explosión en la puerta del establo. La familia de aliens lo estaba atacando con munición gruesa. Entonces sin dudarlo, prendió su nave y metió quinta a fondo. Salió disparando de dentro del establo, sin reparar en si pasaba por encima a algún miembro de aquella desdichada familia plantadora de pinos y marihuana.
El padre los Odmoni maldijo al ser espacial del demonio, pegó dos o tres escopetazos mas, y uno de los fogonazos voló su propio híbrido de pino sativo, de creación propia, y como él necesitaba esa sustancia para controlar la glaucoma, escupió el suelo y maldijo a los aliens, destructores de plantas y establos.
Mientras el ser espacial, se fué sacando su traje naranja, y convirtiéndose poco a poco en el jóven Martín, se dijo que la incomprensión humana no tiene límites, y buscó el parador mas cercano para comerse unos buenos waffles con café. Tremendo susto se había pegado con los Odmoni.