Acabo de terminar de ver (por tercera vez) la película insignia de Federico Fellini. Obra maestra del neorrealismo italiano y del cine en general. Estrenada en 1954, esta película protagonizada por Anthony Quinn, Richard Basehart y la inolvidable Giuletta Masina entre otros, cuenta la historia de una pareja de artistas de números callejeros. Más concretamente, un forzudo (Zampanó) que rompe unas cadenas con los pectorales, y una muchacha (Gelsomina) que le sirve de comparsa... por decirlo de alguna manera.
Sinceramente, esperaba tener otra reacción a las dos veces anteriores, pero aunque ahora rescaté algunos detalles que antes no había visto, o quizás olvidé, hoy tuve el mismo sentimiento al final de la película: desasosiego. Dolor. Angustia. Y una tristeza que no puedo canalizar de otra forma que llorando como niñito. Pensé que esta vez sería diferente, que habría madurado mis emociones, que podría responder con mayor madurez, ser más duro. Pero no. La película (junto con La tumba de las luciernagas y otras pocas más) me hace llorar siempre que la veo. Quizás la primera vez fue el Niágara, la segunda el Salto del Tabaquillo, y hoy, una mera canilla del baño... pero lloré. Puse a prueba el experimento antes que con La tumba de las luciernagas y mismo resultado. Son películas que amo, pero que me hacen sufrir. Entonces durante años evito verlas, las evito como a la peste. Porque me angustian mal. Y en el caso de La tumba... es comprensible. Es un drama que no puede obtener otro resultado. Con otras superé el asunto como Coco... Lloré una, dos... a la tercera creo que ya lo superé. Pero con estas es imposible. Y en lo que a La strada respecta... No lo puedo entender. No sé si le pasa a todo el mundo, y tampoco es tan trágica la película. Pero en determinado momento de la película, es casi matemático, puf... lágrimas incontenibles. Y por qué? Vamos a analizarlo...
La strada es una película, como mencionamos antes, enmarcada en el neorrealismo italiano. Cine de post guerra, mundo devastado, pobreza, blanco y negro e historias un toque trágicas. Pero por lo realistas, más que nada. No evitan la tragedia humana, la muestran tal cual y son cosas que afectan a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad social. En su momento, esto era algo que a los grandes directores italianos de la época les salía natural. Era como una necesidad de exorcizar veinte años de fascismo, siete de guerra y la miseria que quedá después de todo el desastre. Es entendible, es natural, es hasta sano. Es como, bueno si, vamos a llorar. Pero después a seguir, pero antes necesitamos llorar. Y es algo que se ve claro en películas como Ladrón de bicicletas, Roma ciudad abierta, etc. Pero en La strada... la cosa no va tanto por ahí. O sea, si y no.
La peli empieza con la imagen de Gelsomina caminando por la playa con unas ramas. La llaman sus hermanas menores. Su madre la espera para decirle que ha llegado Zampanó, el musculoso itinerante. Este quiere que reemplace a Rosa (su hermana mayor) ya que ésta falleció. Me había olvidado de ese detalle, pero Zampanó ya se había llevado a su hermana mayor y muerta ésta, viene por la que sigue en edad. Gelsomina es una chica bajita, de pelo corto, tímida y bastante aniñada. Parece torpe e ingenua y está claro que no tiene todas las luces. Sin embargo, es la tipa más cómica, simpática y entrañable que uno podría ver en el cine. En principio acepta esa situación porque Zampanó le paga una plata importante a su madre, que tiene otros crios. Y Gelsomina se sacrifica por su familia yéndose con el random de Zampanó que a todas luces se nota que es, mínimo, un rústico. A lo largo de la película, descubrimos una dinámica un tanto particular entre ellos. Él la lleva a recorrer los caminos, actuar, trabajar de artista, salir del nido, o sea, salir al mundo y vivir. Ella lo acompaña, lo cuida, lo soporta y le da afecto. Pero Zampanó es un bruto, es el clásico rústico que le cuesta tres huevos demostrar sus sentimientos. Se acuesta con cualquier otra mujer que se cruza por el camino y Gelsomina sufre, pero aún así lo quiere. A veces piensa en dejarlo, pero le da pena. Y el tipo no puede verla en toda su dimensión, porque él es el tipo rudo. No puede actuar de otra manera. Ella se escapa, pero al final él al vuelve a buscar. Bestialmente, pero vuelvo por ella. Pero nada cambia... y Gelsomina conoce a un equilibrista y parece que se enamora. Pero el tipo es un payaso, que le encanta provocar la ira de Zampanó. Al final, mientras aquel se queda una noche en la cárcel, el payaso le dice a Gelsomina que lo deje, que se vaya. Todos le dicen lo mismo, pero Gelsomina parece tener culpa. Y el payaso le dice que entonces se quede con Zampanó, que quizás el tipo la quiere. Aunque le cueste demostrarlo. Al final, Gelsomina sigue con el bruto de Zampanó hasta que se vuelven a cruzar con el payaso que lo había ofendido y Zampanó "accidentalmente" lo mata. Gelsomina queda fracturada después de esto y si ya era frágil de antes, ahora su psique se desmorona. Porque el payaso le había dicho que se quedara con el bruto de Zampanó y ahora moría bajos sus golpes. Gelsemina se siente culpable, rota, perdida. Repite en su cabeza los momentos del ataque, El loco está mal... la piba al final piró. Zampanó se siente culpable, intenta convencerla de que no fue su intención, pero Gelsomina ya no oye. Ante esta situación, Zampanó la deja durmienda la siesta en medio del camino, y huye con su moto-carro. Dejándole un abrigo y la trompeta con la que ella hacía su número circense.
Años después, Zampanó un poco más viejo, llega a un pueblo y lo recorre caminando. Desde una casa suena una melodía cantada por una chica. La melodía era la que usualmente Gelsomina solía tocar con la trompeta. Pregunta de donde aprendió esa tonada, y la chica le confirma que la aprendió de una muchacha que ansaba sola, perdida... que su padre la había encontrado en la playa. Que no hablaba y cuando no tocaba la trompeta lloraba. Al poco tiempo murió de fiebre. Zampanó se sorprende pero se va agradeciendo, un poco desorientado. Después vemos como está borracho y lo echan de un bar por armar escándalo. Termina llegando a una playa, parecida a la del inicio, donde se encontró a Gelsomina. Algo se quiebra dentro del siempre enojado y recio Zampanó, y termina llorando como todos. Porque si, porque fue su responsabilidad por abandonarla. Porque no supo verla. Porque pecó de bruto y no pudo reconocer en el momento que también la amaba. A su manera torpe y brusca, pero la amaba al final. Y ahora ya era tarde. Gelsomina murió perdida, loca, abandonada, con el corazón roto. Y Zampanó llora, tarde, cuando ya no hay remedio. Y pienso que la película es una analogía de eso mismo. De cuando no sabemos valorar las cosas cuando están, ni hablar de las personas. Y un día ya no están, el tiempo pasa, uno mira atrás y se da cuenta que no supo ver al otro. Y cuando es tarde, cuando la vida pasó, ya de que sirve llorar, más que para un obtener un inservible desahogo.
Con La strada me pasa lo que con pocas películas y es que llega un punto de la misma donde digo "que no haga tal cosa" "que no pase tal otra..." Cuando era chico y veía El rey león, me pasaba similar. Que Simba no vaya con Scar al cañón choto ese. Que los hermanos de La tumba de las luciernagas no dejen la casa de la vieja pesada. Que Zampanó no la abandone a Gelsomina. Pero nunca sucede. Al final las cosas se dan como se tienen que dar y uno no puede cambiar el pasado o el guion de la película. Tenemos que asumir que los finales tristes son parte de las películas y que bueno... también de la vida.
Pd: Te amo Gelsomina.