Pienso que existe toda una serie de cosas que nos representan y constituyen como seres únicos y particulares. En lo que a mi respecta pienso en lo siguiente...
Pienso en las tardes soleadas de mi infancia, caminando por las veredas arboladas de Catalinas Sur. Sólo o con amigos. Y también pienso en mis padres, Mi viejo con su barba árabe, sus dibujos en carbonilla y su olor a papá. Pienso en mi vieja, sus comidas abundantes, sus varios talentos de ama de casa y su pasión por vivir. Pienso en mi hermano, en sus diabluras, sus berretines con la ropa y su particular forma de cuidarme. Pienso también en mi abuela, que ya no está. En su casa con olor a especias, sus platillos increíbles y su devoción única por Cristo y la Virgen. Pienso en mi otro abuelo, el que vivía en Mar del plata, con su viejo Renault 6 de un verde claro, su amor por el tango y la historia, sus fideos del domingo cortado a cuchillo y el adorable olor a albahaca para el pesto. Pienso en todos mis familiares y ancestros y conocidos a lo largo de mi vida. Pienso en amigos que ya no lo son pero que andan por ahí, perdidos en sus propias búsquedas y destinos. Pienso en los amores que tuve y que irremediablemente tuvieron que naufragar y las recuerdo con cariño. Pienso en aquellos que siguen a mi lado y en todas las personas que conozco de un modo u otro.
Pienso que yo soy un poco también parte de ellos, un poco el suproducto de aquellas relaciones que me marcaron y construyeron. Pienso que soy también un poco como Indiana Jones, ese personaje que de chico me parecía un héroe total. Pienso que soy un poco como el flaco Spinetta, un tipo de una sensibilidad y creatividad increíble, que no dejaba de ser un vecino más de mi ciudad. Pienso que soy como Perón (y Néstor) porque creo en la Justicia social, en la Independencia ecónomica y en la Soberanía política. Pienso que también soy como Maradona, ese D10s o semidiós que nos llenó de tristezas y alegrías al mismo tiempo, porque la vida es todo eso. Y compartí con ellos, o algunos de ellos una parte de mi vida en este plano. Que felicidad me da sentirme parte de una humanidad que tiene un montón de cosas buenísimas, otras terribles, pero en gran parte pienso que todo formando parte de un gran aprendizaje universal.
Pienso en el cine. En la cantidad obscena de películas que ví en mis cuatro décadas, aún a costa de hacer algo más productivo con mi vida. Pero siempre necesitando ese alimento porque forma parte de mi ser. Y en los libros que he leído, horas y horas y más horas, tirado... perdiendo el tiempo de la forma más maravillosa: leyendo. Andando en bicicleta por una ciudad cada vez más intransitable. Saliendo a tomar alguna bebida espirituosa con amigos, en algún bar perdido de la urbe, sin pensar en el mañana. Escuchando música a toda hora. En el trabajo, en mi casa, en el subte todos los días, con (casi) la misma musiquita de siempre. Esa que, en gran parte descubrí en mi adolescencia, y que no me falla. Que cuando escucho esas mismas vueltas, esos mismos acordes y arreglitos boludos, me da un placer imposible de igualar. Otros podrán ir saltando de música en música, a lo Tarzán, viviendo en la constante renovación y actualización musical. Yo me quedo con lo que me da felicidad. Aunque sea música de hace 20, 50 o trescientos años atrás. Para mí, la música no tiene fecha de caducidad (algunas quizás envejecen más que otras) pero desconfío de esa pulsión de escuchar siempre "la música del momento" o lo que representa al "mundo actual". No me siento ni por encima ni por debajo de ese pensamiento, pero pienso que a mi no me representa. Y soy feliz con eso...
Y por ultimo, pienso en mi país, Argentina. Pienso que más allá de todos los quilombos políticos y económicos que siempre nos acosan, somos un gran (un enorme) país donde la gente, más allá de sus locuras, errores y aciertos en las materias antes mencionadas, tiene un espíritu increíble. Un amor por la vida, por los amigos y la familia, como pocos. Y a veces pareciera que sólo en momentos de grandes catástrofes nos permitimos sacar nuestro costado más solidario y amable con nuestro vecino. Pero pienso que siempre estamos ahí, queriendo llevarnos bien con los demás, pero nos nublamos la vista por nuestros enojos, rencores y frustraciones debidas a un mundo (o mejor dicho) a un sistema injusto y desigual, que no va con nuestra idiosincrasia y que nos lleva indefectiblemente a competir y pelear entre nosotros. A nivel generacional, laboral, social y entre los diversos géneros. Pero Pienso que todo el rollo es irreal y me autoconvenzo que en realidad somos mejores que eso. Que somos un hermoso país, física y espiritualmente hablando, al menos en su gran mayoría, claro. Y también pienso que existe un futuro mejor para nosotros. Y creo que cuando la humanidad finalmente salga al espacio, lo hará bajo la bandera Argentina. La más hermosa de todas. Esa que tiene los colores característicos de la Tierra. El Sol, nuestra fuente de energía eterna, el blanco de las nieves y el celeste del cielo y de los mares que nos distingue desde otros sistemas solares. El famoso punto azul pálido.