sábado, 7 de septiembre de 2019

33 canciones por minuto



22) Volvemos a los vinilos de Mar del plata y al convulsionado año de 2001. Había ido solo con mi vieja a la "feliz" para pasar el fin de semana largo del día del padre con mi abuelo. Bueno, Mardel es una ciudad muy fría en invierno y estábamos en los inicios de la estación. Yo venía de una cistitis terrible que me había pescado vaya a saber como, porque como bien le expliqué al médico con bastante malestar es que era más virgo que el caballero Virgo. But...
Por aquellas épocas estaba con un metejón terrible con una chica de mi colegio, tres años menor que yo (una barbaridad a esa edad) y si bien, supuesta-mente, era correspondido la cosas no eran tan simples. Ella ya tenía novio y no parecía estar dispuesta a dejarlo por mí. Clara mente (visto a la distancia) el error de cálculo fue mío al no entender nada de la vida. Pequé de inocente y no sería la única vez en mi vida, pero esa es otra historia. Al margen de todo esto la cuestión es que yo me estaba partiendo en mil pedazos por dentro con todo el dramatismo que suele aquejar a un adolescente hiper inseguro como yo. Básicamente, ella era quien había puesto las cartas sobre la mesa, aclarando que le pasaban cosas conmigo. Yo tragué saliva y le reconocí que me pasaba lo mismo, pero que por la cuestión antes planteada nos encontrábamos en un callejón sin salida. 
Todo esto sucedió en el breve lapso de un recreo del colegio, una semana antes de mi viaje a Mardel con mi vieja. Esos viajes que siempre esperas y cuando llegan son en el peor momento, son cuando necesitas quedarte. Yo sentía que todo era muy reciente y no podía asimilarlo tan fácil. Quería quedarme en Buenos Aires para ir a tocarle el timbre a la casa, que saliera, camináramos por San Telmo (donde vivía) y en lo posible chapáramos. Pero eso no pasó, en cambio estaba en la gélida Mar del plata, con mi vieja y mis abuelos. Y no tenía mucho para hacer. Fui a inflar la bici pero la bicicletería parecía estar más clausurada que el mismísimo Luna Park. Agotadas mis opciones volví a la casa de mis abuelos y me puse a escuchar los pocos vinilos de rock que allí había. Recuerdo en particular A day at the races de Queen. Ese disco me acompañó todo ese finde de ansiedad por aquella muchachita que me gustaba. Si bien todas las canciones son la banda sonora de ese momento es Drowse (el tema del batero Roger Taylor la que me quedó más adherida al inconsciente) quizás por ser la de una melodía más romántica... Quien sabe, pero así es. Una de esas tardes la llamé y se notaba que ella estaba nerviosa. No esperaba el llamado. Cruzamos dos o tres palabras y luego ella me pidió que cortara ya que iba a gastar un dineral en llamada (estaba en un locutorio y los pulsos continuaban su curso sin piedad de un joven enamorado). Yo no quería cortar pero tampoco sabía que decir. Solo atiné a contarle que hacía mucho frío. Luego le mandé un beso grande y le dije de juntarnos a la vuelta. En fin, las cosas no salieron del todo bien, pero Drowse y todo aquel disco de Queen me acompañaron casi todos los inviernos desde entonces. 
CONCLUSIÓN: Algo que no quiero dejar de mencionar es que un año después de aquella historia, estábamos en lo de un amigo, ella y su amiga. Mi amigo se fue a la cocina con la otra chica a charlar o algo y nosotros nos quedamos en el living escuchando unos música. Increíblemente estaba A day at the races y lo puse. De hecho, recordando ese finde en mardel, escuchando Drowse y pensando en ella puse la canción. Sonó un minuto y dijo: "No me gusta este tema, cambialo". En fin, shit happens...

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