miércoles, 4 de septiembre de 2019

33 canciones por minuto



20) Bueno, después de larga ausencia retomo el oficio de escribiente recordador de viejas anécdotas sobre canciones.
Una de ellas me recuerda a mi adolescencia más primal, condicionada por el contexto económico y como muchas veces la música sirve como trinchera contra un mundo hostil.
A poco el año '99 y 2000 yo había tenido un leve acercamiento a lo que se conocía por aquellos años como el rock chabón o cabeza. Sin embargo, mi breve acercamiento no pasaría de dos bandas, Los Redondos y La renga. Nunca soporté a Los piojos, literal o figurado.
Por aquellos decadentes finales de los noventas La Renga fue una banda que me atrapó por su sonido rocker puro. Guitarras distorsionadas, batería potente y bajo macanudo y saltarín. Chizzo, Tanque y Tete, eran este trío poderoso, a veces acompañado (el toque rocanrolero de los 90s) por un saxofonista y harmoniquista.
Con mi familia habíamos caído en desgracia, refugiándonos en un departamento en los suburbios de la ciudad, en el tanguero barrio de Nueva Pompeya. Este barrio que detentaba el nombre de una famosa ciudad italiana, a diferencia del otro que también lo hacía (Palermo), carecía de glamour o buenas intenciones. Básicamente, Pompeya se había convertido en un barrio marginal, donde el sueño del barrio industrial había colapsado de forma estrepitosa mucho antes que nosotros fuéramos allí.
La cuestión es que yo andaba por ahí, caminando perdido por las calles mal iluminadas y solitarias del barrio. Por aquellos años encontraría refugio también en las películas, el cine como salvavidas cotidiano y además, lo que ya estaba, el rock.
Mi hermano había traído el disco en vivo Bailando en una pata (algo raro en él que era rollinga de Viejas loca y los Ratones). El disco captó mi atención de inmediato. Era para la misma época en que también abría mis sentidos a bandas pesadas como Ac/Dc o Black Sabbath. Y en La renga encontré un power diferente al de bandas como Divididos. Mas cutre, mas cabeza, menos técnico, puro barrio.
De alguna manera es la canción La nave del olvido la que condensa aquella sensación púber de que alguien le cantaba a mi realidad. "La Luna de Pompeya... la Perito Moreno..." toda mi realidad ahí, presente para recordarme que no estaba tan solo como creía.

No hay comentarios: