martes, 23 de abril de 2024

Los Argentinos en la Luna...

 

5


Los cinco hombres no estaban en Marte, tampoco estaban en Saturno. Ni siquiera en Plutón. Podríamos decir que los cinco Argentinos o Rioplatenses, estaban en Dagón. No existía indicio fehaciente de que alguno de ellos fuera un jedai, sin embargo, todos tenían muy claro que fuera cual fuera su siguiente paso, tenían poco margen de error. 

Federico comandaba la operación con ojo de águila. Sus compañeros lo llamaron el Cóndor cordobés. A su lado estaba el siempre elocuente Lino, porteño sagáz que sus compañero llamaban la Urraca porteña. Por otro lado, el experimentado y maduro tiíto López, que sus compas llamaron el Chimango tucumano. Trafalgar era único en su especie, el más idóneo de todos. Le llamaban el Faisán rosarigasino. Por último y no menos importante, el siempre ácido Nelson, que había conseguido el apodo del Zorzal charrúa. 

Apostados a uno de los límites de la banda principal que daba a la estación de tránsito de Dagón 6, donde un yanki megalómano llamado Elon Douglas se jactaba de ser el hombre más ingenioso del condado de Madchester. Secundado por un traidor a la patria, oriundo del talar, el león herbívoro, doctor en mentira, actuación y cringe; dr. Xavier. Elon y Xavier habían sido los principales culpables del boicot a la Nación Argentina que surcaba la galaxia conocida por el hombre en busca de un nuevo hogar. Ellos se encargaron de difundir una falsa información para que los argentinos cayeran en la trampa, creyendo que iban a estar mejor en Rig 4, un satélite muerto. Y como a veces los argentinos tienen la tendencia de seguir información falsa y si además andan con la autestima un tanto baja entonces peor aún. Vuelven a seguir a líderes mesíanicos que proponen fórmulas caducas que nos llevaron a la ruina, y para cuando se dan cuenta del error ya es demasiado tarde. Pero Federico y su troupe están determinados a romper con ese círculo vicioso de su pasado histórico y de su ADN nacional. 

 Caminaron sin reparos hasta la hondonada que dejaba ver la base espacial del yanqui y el traidor a la patria: Elon y Xavi. Pero la pregunta era ¿Cómo harían para descomponer toda una lógica cuasi milenaria? La respuesta era tan simple como clara: destruyendo la moral de sus enemigos, como siempre habían hecho los anglosajones con ellos a lo largo de toda la historia.  

El boicot argentino comenzó esa madrugada del 3 de noviembre del 2810. Plus sonaban las campanas tubulares del convento cercano de San Miguel Campoviejo (Saint's Michael Oldfield). Era la señal para los argentinos. Dos por la derecha, dos por la izquierda. Uno al centro, encarando su destino con estoico temple. 

BZZZZZZZZZZZZZZ

Hello there

Hell here

Gatubela es Catwoman. 

La puerta se abrió de forma parsimoniosa y Federico contempló las veleidades del fandom suculento. La estación espacial Clifford Simak estaba en estado de negación. Una imagen caótica de destrucción e impericia reinaba en el lugar. Federico siguió avanzando por el pasillo hasta llegar al trono de musk. Allí se erigía una gran torre de estaño que habían construído los yanquis para honrar su pasado masónico, pero toda esa simbología rimbombante ya no impresionaba a nadie. La cultura anglo había caído en desgracia en los últimos siglos por desgaste, por cansancio, por aburrimiento. Porque ya no tenían nada para ofrecer a la humanidad aparte de miseria y superficialidad. 

Pase señor pase (En Castellano en el original)

Buenos días. Me llamo Federico y vengo a pedir audiencia con mr. Elon.

El hombre sobre el trono con forma de pirámide miró a un petiso de cara roja y melena alborotada, de cuerpo fofo y mirada advenediza. Rieron cómplices y el melenudo hizo un gesto afirmativo al del trono quien se presentó ante Federico como el rey Elon III de antigua Babilonia. Volvieron a reirse enter ellos mientras algunos pocos soldados norteamericanos se miraban indignados. 

Federico sonrió también con ellos y habló con clara determinación. 

Vengo en son de paz, para avisarles que Argentina no necesita ningún planeta violeta, ningún sAint Tropez ni nada por el estilo. Nos supeditaremos a nuestro satélite infertil. 

Elon y Xavi volvieorn a mirarse con ganas de reirse a carcajadas. Se tapaban la boca como dos nenitos chiquititos que hubieran hecho una picardía.

Ahora parto a mi morada no sin antes darle las gracias a Xavi por el buen dato que nos pasó. 

(Guiño de ojos)

Adiós. 

Federico se dió la vuelta y desapareció tras enorme portico. Elon miró con sospecha a Xavi que reía nervioso. 

¿Que fue lo que le dijiste a ese? 

Nada, miente, no le dije nada...

¿Son un doble agente Xavi?

Noooooooooo jefecito, como piensa eso. Usted es lo más importante para mí. Usted es mi ídolo. 

Elon apartó la vista hacai el otro lado con notable desagrado en su rostro. 

Federico se reencontró con los otro cuatro dos horas después en la nave. La semilla de maldad había sido implantada con éxito. Sólo faltaba un último detalle y se terminaría la primera parte del plan. El resto había cumplido con su parte del plan. Sólo restaba esperar la cosecha. 

Desde su nave, los cinco amigos conversaban mientras preparaban un vacío con vino de la casa. Como no podían jugar uhn picadito, podían practicar un 25 o el loco. 

No habían terminado la siesta cuando un caballero con escafandra y los colores rojos, azul y blanco se llegó hasta la puerta de la argentina nave. Era un emisario que venía a comunicar que los sudamericanos estaban invitados al castillo del gran Elon. 

Grande fué su sorpresa cuando vieron que Xavi ya no ocupaba la derecha del señor todopoderoso. Ahora se arrastraba con la servidumbre, sumiso y con la lengua rebanada. Podía estar contento de que lo le hubiera cortado otra cosa más, sólo por el gusto de humillarlo. El tiempo de Xavi el traidor había terminado. Ahora Elon tenía un subdito colombiano o chileno, igual de lamebotas que Xavi pero sin siquiera un poco de gracia. 

Apelo a la buena voluntad de estos bravos elementos argenteos...

Y un yorugua...

Si, bueno, lo que sean... Reconozco su valía. Sobre todo por haber venido sin ningún tipo de historia y haberse puesto a nuestra altura. Sabemos reconocer a un pueblo digno de respeto cuando lo vemos. Pero aún tienen mucho que aprender. Yo no busco la gloria para mi país, nosotros queremos nuestra gloria solo para nosotros. Pero si ustedes se creen tan nobles como dicen ser, entonces les propongo luchar por este planeta.

¿Luchar?

Jajajaja sí, ¿que pasa? Ya no se sienten tan compadritos como dicen ustedes. Bueno, con luchar nos referimos a una competencia. 

Federico sonrió para sus adentros. 

Digamos un partido de cualquier deporte con pelota. Una partida de ajedrez y... una lucha en el cuadrilatero. Pueden competir todos pero para el ajedrez y el boxeo tendrán que elegir un campeón. 

Federico dio un paso adelante. 

Te reto a vos, Elon tercero en discordia e ignominia. Nunca serás tan grande como crees. Te reto a un combate de los jefes por la poseción absoluta del planeta. El perdedor, a la Luna de Valencia! 

Elon se quedó mascullando enojo. No estaba acostumbrado a que sus enemigos tomaran la delantera. Eso lo agarró por sorpresa pero rodeado como estaba por sus militares, sus marines, ya no podía echarse atrás. 

Acepto siñor Federico, cuando guste. 

Federico es como me dicen mis amigos. Para usted soy el Cóndor cordobés.

lunes, 15 de abril de 2024

Los Argentinos en la Luna...


4


Los cuatro miembros restantes del equipo abandonaron la lápida pronto. Ninguno sentía ganas de hacer comentario alguno. Sus mentes elucubraban mil teorías al respecto pero no había animos aún para abrir una rueda de debate. La ausencia de Cejeián los mantenía unidos por la tristeza en común, pero en el fondo las cosas estaban mal. El tío López y Federico no se hablaban porque uno creía que había abortar la misión y volver a la nave nodriza en busca de instrucciones. El otro pensaba que al contrario, lo mejor era acometer la imprudente tarea de incursionar en el planeta violeta y por lo menos, cargarse un par de yankis por la afrenta cometida. Había cierto concenso de que a los yankis había que hacerles pagar por la muerte de Cejeián. No se la iban a llevar de arriba así nomás. El tema era ponerse de acuerdo y pensarlo mejor porque si bien los yankis ya no eran el cuco de otros tiempos, siempre andaban calzados y con ganas de tirar tiros. Pero en lo que sì estuvieron de acuerdo de forma unánime fue en el hecho de armar una pequeña base en Rig 4 porque quizás no fuera el paraíso deseado, pero poco a poco comenzaban a encontrarle sus cosas positivas.

A veces, de unos pequeños fosos salían unas fumarolas. Existía cierta actividad volcánica en aquel extraño satélite. Podían congregarse por las noches, cuando el sol Vega 83 se ocultaba bajo los prominentes domos del incipiente planetoide y así, en torno a la fogata natural que se producía tener las charlas que necesitaban tener. Luego de una semana del trágico pero sospechoso accidente de Cejeián se reunieron para ver ese tema que los tenía a tan mal traer. Federico fué quién rompió el hielo:

-Estamos hartos señores. Flaco favor le hacemos a la causa al dejarnos caer en este patético desánimo generalizado. ¿Que diría el flaco Cejeián si nos viera en esta posición?

Los demás miraban la fogata, chupaban su mate al vacio, y tiraban alguna piedra a la fumarola sin apartes sus miradas perdidas en las llamas verdiazuladas que vivoreaban de forma hipnótica. 

-Todo esto es un absurdo, no tiene el más mínimo sentido- Respondió el Tío López- No puede ser. No puede estar pasando. Tenemos que volver con madre para que todo se solucione mejor. 

Todos lo miraron un segundo para luego volver sus miradas al mate o a las llamas pardas. Trafalgar Medrano, el loco Rosarino, levantó la mano y con los ojos fijos en la luz disparó solemne:

-Eso no es una opción. Por lo que a mi concierne está decidido, quieran ustede´ o no. Pero yo me mando al planeta de enfrente y quilombo.

Y luego agregó más para sí que para el resto.

-No pienso dejar que la muerte del flaco quede impune. 

El tío y Fede volcaron su mirada a Lino, el porteño socarrón, pero esta vez parecía con el ánimo diezmado. El resto creyó que quizás se había perdido en sí mismo para siempre. Hacía una semana que apenas si decía alguna palabra aislada. Pero Lino cambió su cara de consternación y la tristeza al enojo y aplomo. Levantó la mano levemente.

-Yo creo... 

El resto miraba atento. 

-Y pienso que... deberíamos...

La intriga comenzaba a tornarse en impaciencia.

El tío Lopéz rugió un intenso ¿queee?

Lino suspiró profundamente y lanzó: 

-Creo que deberíamos no, es nuestra obligación, no sólo tomar venganza por la injusta muerte del flaco. Yo creo que hay que ir y sacarlos a patadas en el orto de nuestro planeta. 

Todos aplaudieron menos el tío Lopez que negaba con la cabeza. 

-Que remedio muchachos, que remedio. Nos van a hacer cagar de lo lindo esos culiaos. ¿No podemos pensar otra opción? Ni siquiera tenemos casi armas. 

Había un halo de duda sobre ellos, el tío tenía razón. Era un ataque desesperado y se salía completamente de la órbita de su objetivo y disposiciones colonialistas. Los cuatro se miraban con tristeza y consternación cuando en el centro del círculo cayó una caja enorme. Parecía un kit con armamento pesado. Se dieron vuelta y encontraron un astronauta que los saludaba con la mano extendida, los dedos índice y mayor separados del anular y meñique al mejor estilo Vulcano. Detentaba un traje espacial de neoprene celeste. Sobre su cabeza, un casco enorme y amarillo como el mismísimo Sol oriental. Era el Astronauta Uruguayo que siempre andaba vagando por la zona de los grandes asteroides con su nave ensamblada en Canelones. Era, del alguna extraña manera, el Capitán Beto yorugua. 

-¿Hay un mate para este charrúa vo?

Todos rieron de su tonada y desparpajo menos Federico, que andaba muy serio, y por supuesto el tío Lopez. El yorugua se fue a sentar entre el porteño y el rosarino. Cuando la ronda terminó, le dieron un mate al yorugua que se llamaba Ramiro Nelson Pertíz. Era Licenciado en Astronomía, militar retirado y pescador. En sus ratos libres dijo que escribía sus memorias, que quizás algún día podrían ser la memoria de la humanidad ya que ahí anotaba todas las películas que había visto y las calificaba.  

Le preguntaron que andaba haciendo y que significaba aquella caja enorme que había plantado frente a ellos. 

-El amigo Patagónico fue asesinado ¿verdad?

Los cuatro argentino cabecearon afirmativamente. 

-Bueno, con esto vamos a sacar un par de ojos entonces... y dientes. 

El tío Lopez, odiando todo el asunto no pudo evitar el chiste. 

-¿Y eso que significa culiao? ¿Sos dentista vos?

Todos rieron de la ocurriencia pero más temprano que tarde, los cinco (tío Lopez incluído) comenzaron a tramar lo que se venía.   

lunes, 8 de abril de 2024

Los Argentinos en la Luna...


3


Es probable que todo sentimiento de amor patrio aflore en todos y cada uno de nosotros cuando vemos pisoteado todo aquello que nos rodea y amamos. Existe cierta falsa concepción de que la Patrio no existe, que nadie comparte nada ni siquiera con el vecino. Que a lo sumo la patria es la familia, los amigos, el barrio... Pero aunque la Patria fuera simplemente una idea, un pensamiento abstracto, hay algo de lo cotidiano, de lo propio, de lo cercano que nos reconforta y nos hace sentir bien, algo de lo conocido. Eso también es la patria y no símbolos abstractos como plateaban los liberales, una Iglesia o religión en particular, ni muchos menos una moral. Ni siquiera una doctrina... La Patria atraviesa todas esas concepciones vetusta y arcaicas, es algo muchos menos definible y más de lo sensorial o pasional si se quiere. Debemos desarraigar complemtamente cualquier uso fascista del término para reapropiarlo por algo muchos más general y significativo para todos. La Patria somos todos. 

El doctor Pedro Andrade nunca imaginó que sus palabras serían leídos varias décadas después, cuando una pequeña nave con el nombre de su provincia estuviera a punto de cumplir con el momento más importante de la aeronáutica de su país.  

-Siento nervios por todo esto que está pasando y no creo poder estar a la altura- Dijo Alfredo Cejeián, mientras se atusaba el bigote. 

-Como sos el más joven tenes el privilegio de bajar primero al Rig 4. Dejate de huevadas y alistate- Sentenció Federico sin mucha paciencia. 

Cejeían salió corriendo para su camarote y Federico se miraba dubitativo con el Tío López que en vano intentaba minimizar la situación. 

-Todas estas cosas, estos miedos y temores injustificados, no tendrían lugar si hubieran leído acerca del Astronauta descamisado. 

-Uhhh, ya vas a empezar otra vez con eso- Interrumpió Lino de forma cansina.

-Pero claro que voy a empezar con eso. Todos deberían leer esa historia. Pero como los Argentinos sufrimos el mal crónico de falta de memoria, tendemos a vivir en ciclo constante de repetición. Un eterno retorno del mal...

-Bueno, eso podríamos decir que ya quedó atrás...

-Quedó atrás porque el mundo colapsó, pero si no hubiera habido esta catástrofe mundial, seguiríamos presos de viejas rencillas modélicas. 

-No lo veo tan así... Las cosas venían cambiando para bien en las últimas décadas. ¿O no Lino?

-No sé che, nunca estamos conformes. Con nosotros siempre el pasto del vecino está más verde...

Los tres se quedaron en silencio pensando en sus antiguos hogares. Pensando en la Argentina, esa eterna utopía imposible. 

Los preparativos comenzaron y el sureño ya se encontraba presto para bajar en la Sonda Almagro 2. El rosarino y el cordobés se encargaron de la parte técnica del descenso. Por otro lado, el porteño y el viejo tucumano oficicaron de supervisores de la operación, aunque más preciso sería decir que fueron los privilegiados espectadores. 

La sonda era como una campana tubular, y comenzó a descender en forma perpendicular, o mejor dicho, purpendicular. Al son del Danubio azul, sonaría el ensamblaje de naves en 2001. Pero acá sonaba algo tremendo, completamente diferente: La marcha de San Lorenzo en la bizarra versión de Billy Bond. 

Enfrascado en su propio cigarrillo espacial, el astronauta patagónico puso pié al fin sobre Rig 4 y era exactamente como la superficie lunar. Un pequeño paso para el Oscar, un gran salto para la Argentinidad. Puffffffffffffffff!

Dentro del Misiones 1, los cuatros argentos celebraron a todo trapo, porque nacieron para ser argentinos, duros como el pavimento. Pero el piso no era duro, al contrario, era pura ceniza, como la Luna. 

Cejeián caminó con cierta parsimonia y solemnidad para luego ponerse a dar saltos enormes. Por las características del planeta, Cejeían terminó por confirmar lo que todos sospechaban. Aquel no era un planeta sino un satélite. El planeta central era de color violacio y ocupaba un cuarto de la visión desde Rig 4. Federico dijo por el mic "ay me parecía que Rig 4 era el nombre de algo muchos más pequeño"

Los cuatro viajeros espaciales debatieron sobre la cuestión y la idea de que los habían boicoteado rondaba en el aire para todos. Federico buscó las características del planeta frente al Rig 4. Tenía todas las posibilidades de vida que les habían prometido allí. Estaba claro para todos que en el Rig 4 no proliferaba ningún tipo de vida. Era roca muerta flotando en el espacio, circunvalando al misterioso planeta violeta de enfrente. 

-Allá vamos- Dijo de pronto Federico, con la mirada fija en el enorme planeta. 

Medrano lo contradijo por cautela. ¿Estás seguro?

Federico no sólo confirmó su idea, sino que arriesgó un culpable en todo aquel turbio asunto. 

-Fueron los Yankis. 

Todos estuvieron de acuerdo en que la posibilidad era alta y como hace tiempo, los yankis buscaban recuperar el terreno que habían ido perdiendo en la humanidad. Aún a costa de su honor, con trucos sucios y artimañas. En definitiva, the old pirate way...

Lo primero que hicieron entonces los sureños plateados fue recuperar la sonda por retrogradación. Por supuesto que con Cejeián dentro. Nadie sospechaba nada hasta ese momento en que a mitad de camino entre Rig 4 y la Misiones, la sonda (sin causa aparente) implosionó.

sábado, 6 de abril de 2024

Los Argentinos en la Luna...


 2


-Pensar que en casi todas las calles de Buenos Aires, alguien se debe haber suicidado alguna vez...

Los cinco se encontraban en el transbordador Misiones 1. No había grandes lujos ni estaban a sus anchas como en la megalópolis que es el Eva 41. Pero a los fines prácticos estabab bastante bien. 

-Mira culeado, si te vas a poner a pensar en esas huevadas, mejor andá poniendo la pava que ya es la hora del mate para mi- Le dijo Federico a Lino, que observaba con melancolía las estrellas. 

-Extraño el barrio...

-Estos porteños siempre bajoneandose.- Dijo el tío López que había entrado en el comedor común del Misiones con la térmica y el mate al vacío. 

El Rosarino y el Patagónico seguían durmiendo. Aún quedaban varias horas para llegar a Rig 4, el planeta que la Liga había seleccionado para que inspeccionaran. Entre mate y mate, los tres compañeros discutían ideas y filosofaban acerca del destino y el ser nacional. 

-Nada de eso existe... Remató Lino- Si en verdad existiera un ser nacional, no sería aquello que pensamos. Miremos este pequeño grupo variopinto y federal. Casi nadie comparte nada con el otro. Ni aunque fuéramos de la misma provincia. O la misma ciudad... cada cual en la suya señores...

Federico chupó fuerte su mate y se rascó tras la oreja izquierda. El ser el capitán de la nave y líder de la partida le daba cierto aire de autoridad, pero a cada momento se encargaba de desdramatizar su importancia o cualquier atisbo de solemnidad. 

-Mirá Linito querido, ¿te digo una cosa? Ustedes los porteños no se bancan ser parte de un todo más grande, les cuesta ver más allá de sus narices...

Lino comenzó a responder pero Federico lo detuvo con la mano.

-Chhh chhh perá, dejame terminar la idea compadre. A lo que voy es que no es culpa suya. Siempre vivieron en lo que sería como la entrada internacional del país, son la cara de la Argentina y de alguna manera eso siempre los puso en un lugar medio jodido. Las presiones, las apariencias, el ritmo de vida en una ciudad internacional es destructivo por no decir recontra alienante. Pero deben saber que atrás siempre hubo un pueblo enorme que los sostuvo. 

Lino sonrió y se refregó una lagrimita escurridiza. 

-Igual que insoportables que son los porteños por diós. Más agrandados que un capataz de estancia...

La intervención del tío López descontracturó el momento de solemnidad y todos estallaron en risas. Lino cerró:

-Compartimos el mate señores, eso es un montón.

-Aparte todos sabemos que los peores son los rosarinos... Sentenció Federico que ante las miradas serias de sus colegas, estalló en una sonora carcajada junto a los otros dos. 

BEEEEEEEEEEEEEEEEEEP BEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP BEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP

-A la mierda carajo ¿Que es ese sonido?- pregunto el tío Lopez- Parece una vaca pariendo. 

-Es la tía López- respondió con sorna Lino. 

Federico se levantó con calma y seriedad y se acercó a los controles. Después se fué a la cabina de mando, el porteño y el tucumano lo siguieron flotando de cerca. Federico chequeó algo en la computadora. La IA le informó un desperfecto en la cubierta del Misiones. 

-Habrá que despertar al rosarino, él es el único experto en Mecatrónica.

Una vez los hombres reunidos en el puente, Federico dió el visto bueno y Horacio Trafalgar salió por primera vez al espacio exterior. La experiencia le pareció en parte lúdica, pero también de cierta tensión. Nada grave pero debía tener todos sus sentidos puestos en la cuestión. Colocado sobre la carrocería del Misiones 1, Trafalgar no cejó un minuto de poner toda su concentración en la inmediata solución del problema. Los tornillos flotaban a su alrededor, una gota de sudor corría fría por su frente y Horacio pensaba que todo estaba pasando ahora. Todo por lo que había estudiado largos años lo había llevado hasta ese punto clave de su vida. No era grave, pero sabía que si no resolvía el problema tarde o temprano podría convertirse en algo de grave a definitivo. No podía fallar y descartó de su mente esa idea. Era vencer o morir. La adrenalina lo mantenía en un fuerte estado de agitación pero sin perder la concentración, como si la vida se le fuera en ello. Los Hinduístas le llamarían estado de Samadhi. Los Budistas también... Pero él era de Rosario Central, no sabía nada acerca de estados alterados, o quizás sí...

Los cuatro miembros restantes del Misiones 1 no hablaban, miraban con oscura determinación el comportamiento inentendible de su compañero, flotando en el espacio. El tío López pensó tirar un chiste pero se contuvo, el momento no se prestaba para la chanza. Entonces vieron que de pronto Horas (como le decían a veces) se quedó impávido, inamovible, como si estuviera petrificado. Se dió vuelta en una movimiento espástico y sacó su dedo pulgar para arriba. Por Mic anunció:

-Estamo' bien muchacho', estamo' bien. 

Los muchachos suspiraron y respiraron finalmente. el tío López se sacó lasa ganas. 

-Grandeeee culeadoooo.

Todos rieron y celebraron el regreso victorioso del afamado RosariGASIno. Pero no terminaron de tomar unos Fernet's al vacío que la I.A. DORA (la computadora) les comunicó con cierto tono de emoción. 

Bien hecho queridos amigos argentinos... Ahora que todo salió bien, les pedimos que ocupen sus lugares porque en breve comenzaremos las maniobras de descenso. Rig 4 se encuentra ya a la vista. Felicitaciones!

Los cinco astronautas argentos se miraron y chocaron los cartones mientras cantaban Olé olé olé Diegooo Diegoooo. 

viernes, 5 de abril de 2024

Los Argentinos en la Luna, la humanidad en las estrellas...





Hagamos fervientes votos, porque, si a la consumación de los siglos, el Supremo Hacedor llamase a las naciones de la Tierra para pedirles cuenta del uso que hicieron de los dones que les deparó y del libre albedrío y la inteligencia con que dotó a sus criaturas, nuestra bandera, celeste y blanca, pueda ser todavía discernida entre el polvo de los pueblos en marcha, acaudillando cien millones de argentinos, hijos de nuestros hijos, hasta la última generación, y deponiéndola sin mancha ante el solio del Altísimo, puedan mostrar todos los que la siguieren que en civilización moral y cultura intelectual, aspiraron sus padres a evidenciar que en efecto fué creado el hombre a imagen y semejanza de Dios. 

Domingo F. Sarmiento.


1

Toda la Humanidad se encuentra en el espacio, surcando la galaxia. La Tierra colapsó y ya no hubo lugar para otra maniobra más que la evasiva. La sobrepoblación exponencial hizo que todos y cada uno de los países tuviera que salir al espacio exterior en busca de un planeta que los albergue. En el comienzo cada mega nave nacional llevaba a todos sus habitantes, millones y millones de humanos traspirados. La Tierra comenzó a convertirse en un punto azul pálido hasta desaparecir. El convoy de las Naciones Unidas fue de a poco desmigajándose, cada vez que aparecía un planeta idóneo. Los que lo descubrían se lo apropiaban. Para sorpresa de todos los primeros en hacerlo fueron los Rumanos y para sospresa de nadie les siguieron los Rusos y los Chinos. Luego pasaría un buen tiempo hasta que los Japoneses e ingleses encontraran su lugar en el Universo. De a poco la mayoría se iba ubicando. Pero todavía quedaban algunas naves viajando como en caravana entre millones de estrellas y planetas. Entre ellas la propia de la Argentina. La pregunta es ¿Quien sería el próximo país en encontrar su destino?

-Buscalo a Lucio o a Silvio, a cualquiera de ambos, que necesitamos reunirnos todos en el hall central del Eva 41

Sami voló de allí hacia el hangar que conduce a los puestos de comunicación de toda la nave. En pocos minutos toda la tripulación y pasajeros se encontraba reunido en el centro de conferencias. Gritos, llantos de bebés, peleas y puteadas se elevaban en todo tipo de tonalidad. Al estrado subió el doctor Federico Costemalle, un oriundo de la ciudad de Nueva Córdoba. 

-Buenas noches. Perdón este tipo de llamado es poco usual. Lo sé... Existe un punto que necesito trasmitirle a la mayor cantidad de argentinas y argentinos, habidos y por haber. Desde la Nave Central de la ONU se nos informa que ya van quedando menos planetas para inspeccionar y que en todo ya se terminaron los recursos desde allí. En resumidas cuentas, estamos por la nuestra. Sabíamos que esto podía pasar pero bueno, llegó el momento. Depende ya sólo de nosotros poder encontrar un planeta que sea idóneo y que nos sirva para alvergar a este pueblo tan maravilloso. 

Rumores fuertes, algunos gritos y pocos aplausos. Toses y finalmente silencio. Una pantalla de de un kilómetro apareció de forma central para ser vista por todos. Mostraba el curso de la nave a gran escala hasta el momento y explicaba un poco lo que ya había dicho el doctor Costemalle. La gente estaba entre no entender nada, el miedo y la desconfianza. 

-Yo sé que en términos generales, a nivel global, nunca se nos tuvo mucho respeto. Pareciera que para el resto del mundo somos unos conventilleros que sólo quieren fútbol, asado y vino. Pero les hemos demostrado a también que podemos componer grandes sinfonías, construir nuestros propios cohetes y guiar nuestros destinos como ahora lo estamos haciendo. Siempre con un cierto agregado de tragicomedia, picardía y épica. 

La gente escuchaba atenta.

-También se nos ha criticado en el pasado nuestra falta de memoria, nuestro desprecio por los derechos humanos y una falta de unidad preocupante. Pero todo eso ha quedado por suerte bien atrás. Nos convertimos, tarde pero seguro, en aquella potencia mundial que estábamos predestinados a ser desde los inicios de la patria, hace ya trescientos años atrás. Pero ahora seremos amigos, seremos compañeros, seremos hermanos, en nuestro último viaje. En nuestra odisea final que nos llevará a la gloria o a la aniquilación.   No podemos fallar. 

Toses aisladas y suspenso, tensión. 

-Es por esto que hemos reunido a un selecto y variopinto equipo de investigación para explorar un planeta que ya reservamos ante la Liga de Naciones Unidas. Había dos o tres planetas que nos disputaban esta elección...

-¿Quienes?- Se alzó imprudente la voz desafiante de un anónimo. 

-Bueno... Viejos conocidos... Chile...

Abucheos fuertes.

-Camerún...

Abucheos moderados.

-Estados Unidos... 

Abucheos poderosísimos. 

-Bueno amigos, calma. Tranquilidad. Ya conseguimos ser los primeros en poder inspeccionar dicho planeta. Y en breve sabremos si ya dispondremos a la brevedad de un hogar. 

El doctor habla con alguien a su costado, oculto en la oscuridad del colosal auditorio. 

-¿Los presento? 

-Seeeee

-Ellos son el Licenciado Horacio Trafalgar Medrano de la Universidad Nacional de Rosario. 

Aplausos y vitores. 

-El doctor Alfredo Cejeián, de la Universidad de Bariloche. 

Más aplausos.

-El Maestro Astrofísico Lino Livraga Rizzi, de la UBA.

Siguen los vitores. 

-Y por último el querido actor y escritor tucumano, Silvio (el tío) Lopez. 

Estallan los aplausos. Ovación absoluta. Silvio es el actor argentino más querido de los últimos treinta años. Todos suben al estrado para saludar a su gente pero es el tío Silvio quien toma la palabra. 

-Muchas gracias, gracias. Es un honor y un placer poder participar de esto. Por mi querido pueblo Argentino todo, hoy y siempre. Quiero agradecer a la Liga de las Naciones Unidas por darnos esta oportunidad y también, agradecer a los capitanes de la nave y al Consejo Nacional Argentino por elegime y elegir a mis compañeros por encima de un montón de otros. Gente toda muy capacitada. Espero y esperamos estar a la altura del desafío. Por ultimo agradecer al Ingeniero Doctor Federico Costemalle que no sólo nos elegió sino que comandará esta expedición. 

Aplausos y ovación total. 

-Ya veremos si el tiempo nos dará la razón o no. 

Silencio. 

-Pero quiero decir algo...

El tío López, entusiasmado gritó a viva voz. 

-Volveremos victoriosos y encontraremos un planeta para todos o moriremos en el intento carajo!  

Silencio. 

Luego un breve rumor y finalmente un crescendo de voces, risas, gritos y aplausos que dericvó en una gran ovación, en cantos de cancha y hasta en golpes de bombo. 

Una voz por el alto parlante anunció: 

-Estos son los cinco hombres que nos representarán en el espacio; Federico Costemalle, Lino Livraga...

El estruendo de voces, gritos, cantos y hasta petardos fue tan intenso que la voz de la IA se perdió y esa noche vivieron un gran fiesta que duró casi un día.

domingo, 31 de marzo de 2024

Per un amico o AMICI MEI


Cuando llegamos a los 30 años se produce una inevitable escición de amistades. Entre los 30 y los 40 años, todos o casi todos nuestros amigos van bajándose de la calesita en la que estuvimos embarcados entre diez o veintipico de años. A todo el mundo le pasa. Algunos sabiondos o smart ass le llmana entrar en la madurez. Es cierto que muchas veces existen peleas, yeretas amigueras que poco o nada tienen de importante. Sin embargo, a cierta edad, ya no estamos dispuestos a soportar nada del otro. Primero aprendemos a hacerlo con nuestras parejas para luego darnos cuenta que la amistad también puede terminarse. Es una enseñanza fuerte y seria, pero no queda otra. Sí, la amistad también es pasajera y si queremos que persista debemos mantener firme el timón. No bajarnos porque sí. Ser pacientes y tolerantes con el otro. Sino, estamos condenados a terminar odiándonos con aquellos que considerábamos nuestros más cercanos. Nuestros amigos del alma, nuestros hermanos de la vida. 

Existen señales. Porque cuando estaba llegando a los 30s, me di cuenta que con mis amigos de la primaria, la cosa se había agotado. Las juntadas eran más esporádicas, cada uno más concentrado en sus parejas que en sus amigos. Todo parecía repetitivo, los mismos chistes de siempre, las mismas canalladas, y encima, la distancia. Las cosas comenzaron a enfriarse y tuve que salir de un grupo ya esquilmado porque no me bancaba estar ahí de chaperón. Los otros dos hablaban entre sí como si yo no estuviera. Eran sus chistes internos, sus comentarios laborales, su propio narcisimo y egocentrismo. No iba a pedir que cvambiaran nada por mí. Entendí que la amistad se terminó y tuve que dar un corto y rápido adiós. Mi alejamiento no generó mucho más que algunos tímidos intentos donde solía ser más reprendido y cuestionado por mi incomprensible proceder que un intento real de continuar la amistad. A ese grupito de amigos que compartimos desde la primaria, viajes, novias, películas y música, tuve que decirle adiós para siempre. 

De mis amigos de la secundaria me había quedado uno que finalmente fue acoplando otras amistades de su paño artístico. Durante las últimas dos décadas nos vimos, salimos, nos embriagamos, compartimos todo tipo de viajes e historias. Pero de pronto los encuentros comenzaron a hacerse más pausados. Y comenzó el resentimiento de aquellos que no tenían lo que el otro tenía o que estaban enamorados en secreto de vos. Vaya uno a saber que mambo extraño pasaba por sus mentes. Pero si tu mente se viaja tenés que parar. Como viejas chismozas comenzaron a burlarse de las parejas de sus amigos. A juzgar, a criticar, a intentar bastardear al otro porque necesitaban elevar sus miserables vidas. Y de la cobardía de la crítica a espaldas de los amigos, pasamos a la ingratitud y a la infamia. Encima tolerar que tus amigos de años se conviertan en unos pobres fachistoides de cuarta, movidos sólo por el resentimiento y la derrota. Tolerar agravios e insultos, pero lo peor de todo, pagar 20 años de amistad con deslealtad y falsedad. Eso para mi fue ya demasiado. Y si bien había dicho que existían dos o tres amigos a los que les perdonaba todo, tuve que comerme mis palabras y dejar morir la amistad. Porque a veces están los que fuerzan la ruptura porque no soportan la tensión y el compromiso que requiere la amistad. No, no son buenos amigos para nada. Demuestran ser perros rastreros que se arrastran por un puñado de pesos, empeñando la amistad como un bien secundario y accesorio. Que se vayan al diablo. 

En la última cena que nos vimos, todos nos tratamos con mala onda. Todos criticamos y juzgamos al otro. Fue un encuentro fallido. Salieron a la luz (inconscientemente) todas las deslealtades y falsedades que había pululando entre todos y por eso no me sorprendió cuando después de aquel encuentro nada volvió a ser igual. Todos somos con el Perro del Hortelano. Todos vemos en el otro los defectos y errores que más odiamos, pero nadie mira en sí mismo su falla. Nadie labura en sí, en silencio, su propio Cristo... Y entonces, seguimos condenados a creernos los únicos que estamos bien y acostumbrarnos a vivir en nuestra propia locura interna. 

Pues, así las cosas ¿que nos deparará el futuro amigueril? Está claro que a partir de los 40s los grupos de amistades se reducen a un puñado mínimo de elegidos. Con la gente que tenemos mucho pasado, mucha historia detrás, se nos hace difícil seguir. Es como caminar sobre hielo fino. Un paso en falso y todo al diablo. ¿Nuevos ambitos? ¿Nuevas amistades? Puede ser, sin embargo uno no deja de sentir que todo es efímero. Ya supimos la gran verdad, ya la vivimos. Las amistades no son para siempre. Los cortes y rupturas, los ghostings y alejamientos silenciosos son heridas que nos acompañarán siempre como la de parejas, mascotas o familiares perdidos. Ya no están y aunque sabemos que andan por ahí, no volverán. Lo que pasó pasó y aquellos que fueron nuestros grandes amigos, complices o confidentes se vuelven rostros agrios, repelentes, gente con la que no nos queremos volver a cruzar. Y por lo general, eso nunca sucede. 

sábado, 30 de marzo de 2024

Camino de reserva

A veces la gente piensa demasiado las cosas. Existen diversas maneras de encarar un tema y ser práctico. En todo caso pienso que nada existiría si no supieramos valorar lo importante porque pienso que sólo el amor salvará al mundo. Sólo el amor puede sostener. 

El gran sostén universal es el amor, esa teta incomensurable de la que mamamos. 

Un vuelo rasante es la discordancia de lo que pensamos y leímos y creímos poder ser. 

Nada podrá alivianarnos sino creemos en algo. 

Punto. 

Pienso que existo porque no veo otro modo. Nada es imposible sin tu amor y la letanía de los mártires sozega tod vínculo primoroso entre dos aves rancias, reacias al vuelo. 

Declino...

Porque cuando andaba en mi rodado sin pensar en mucho más que no fuera hacerte vehemente-mente mía, dos serpientes salieron a mi cruce-

Eran como víboras Yarará. Las confundí con unas ramas del camino de reserva. Pero eran dos animalitos, reptiles, pero seres vivos al fin. Cuando las detecté, entre mi impresión y temor, no pude hacer gran cosa. No tuve tiempo de maniobrar y en tremendo camino accidentado, un desvío era peligroso. Pasé por encima del pequeño ser alargado que reptaba cruzando el camino. Me dolió ver su dolor. Me detuve algunos metros adelante por temor y me di vuelta para verla. Se había enrollado por el pisotón. Me dio culpa haberle pasado por encima. Seguí un poco más y volví a mirar atrás. La serpiente siguió su camino, maltrecha pero derecha. 

Todo el día reviví la situación con doloroso penar porque ella andaba por ahí y yo le pasé por encima. Sin querer, pero lo hice. Me sentí un humano bruto más, un egoísta que sólo piensa en sí. Y los animales viven acá, en este planeta, con el mismo derecho. Y nos tienen que soportar. Me conduelo del resto de las especies que tienen que convivir con tamaña sarta de bárbaros. 

¿Y todo esto para qué? Ah, sí... Claro. Si los San Ti vinieran en camino, en verdad no tendrían chances con nosotros. Pobres de ellos... 

lunes, 18 de marzo de 2024

La mística de La Boca


Nadie sabe a ciencia por qué La Boca conlleva cierta mística que casi ninguno del resto de los barrios porteños detenta. Quizás un poco San Telmo y en menor medida Monserrat, pero ninguno mantiene ese halo mitológico como La Boca. Aclaro que no soy Bostero asi que esto no pretende regodearse en una mera cuestión futbolera. Por supuesto que el hecho de que allí se encuentre la casa de uno de los equipos más importantes del país no es dato menor. Pero más allá del futbol hay otras cuestiones que hacen de La Boca un barrio mitológico. Mas que mitológico creo que La Boca tiene un halo misterioso de magia y sobre todo mística. 

Reconozco que viví allí toda mi infancia y en ese aspecto mi opinión carece de objetividad desde el minuto cero. Pero seamos sinceros, este barrio tiene algo muy especial que lo diferencia del resto porque creo que su mística radica en varios factores que a continuación trataremos de dilucidar...

Primero que nada, el hecho de ser uno de los barrios más antiguos de Buenos Aires le da mucha historia, mucho pasado y ahí radica gran parte de sus mitos. Por ejemplo el hecho de ser uno de los principales barrios que albergaron a gran parte de la inmigración europea de finales del siglo XIX. Una buena parte de los mismos provenientes de Italia, lo que convertiría a La Boca durante mucho tiempo en una especie de Little Italy. No sé si al modo en que pasí en el Bronx (NY) el otro punto cardinal receptor de Inmigración en la misma época. Pero bueno, es innegable que la inmigración italiana se hizo presente en La Boca desde por lo menos 150 años atrás y en verdad los italianos son gente que se hace notar. Esa tendencia al griterío, a la chantada, a la bravuconería y a otros asuntos hizo del barrio un lugar muy pintoresco. Mezclados con la "fauna local" el subproducto de dicha mezcla no podía ser más que explosivo. Los barrios bajos (suburbios) pronto se caracterizaron por sus conventillos coloridos que podrían recordar las chabolas de las afueras de Roma. Además, el idioma italiano se fundiría con el castellano criollo y daría otro subproducto: el lunfardo. Esa especie de slang rioplatense donde la viveza criolla se mezcla con el canyengue de los barrios bajos. En medio de ese caldo de cultivo aparece el tango, una mezcla de musicas de diferentes partes del mundo siendo el folclore, el flamenco español y la tarantella italiana sus mayores influencias, con instrumentos alemanes como el bandoneón y cantantes franceses de estilo romántico. 

De a poco La Boca se iría convirtiendo en esa pequeña Italia, sobre todo por el puerto que funcionaba en el Riachuelo. En la casa del renombrado pintor boquense Benito Quinquela Martin de origen italiano, que dejaría plasmado en sus cuadros la vida portuaria del estibador en aquellos primeros años del siglo XX. Y después la aparición del Club Atlético Boca Juniors, que según la leyenda se eligieron los colores de la camiseta por el primer barco que llegara y al llegar un barco Sueco, bueno... esas cosas del azar ¿no? 

Y la tragedía del tranvia en una madrugada neblinosa de invierno en la que el motor man no pudo comprobar que el puente estaba levantado y allí se fueron aquellos pobres mártires al fondo del Riachuelo. Y la tragedia de la Puerta 12 por la avalancha de gente en la cancha de Boca. La leyenda de La Torre del Fantasma en la avenida Almirante Brown. En fin, mil historias podrían seguir citándose en el barrio de las pizzerías italianas y del azul y oro. La aparición de los barrios Catalinas Sur y Prefectura, con sus colegios Carlos Della Penna y Nuestra Señora de los Inmigrantes. Toda la mística de los inmigrantes italianos recorre todo el barrio, aunque hubieron migrantes de muchos otros lugares, pero ya sabemos que ahí donde van los tanos hacen toda la bullanguería necesaria para hacerse notar los primeros. Pizza, cerveza, vino, fútbol (Boca), pastas y vino los domingos en casa de la mama. Y el mito del barrio que en una época supo ser un barrio de estibadores y barqueros. 

Creo que en gran parte, más allá de todo lo anecdótico que se pueda mencionar, lo notable de este barrio es que pareciera estar detenido en el tiempo. Cuando nos mudamos con mi familia allí a finales de los ochentas el barrio estaba muy poco cambiado a lo que era en los sesentas, o cincuentas, y si uno va hoy en día pasa lo mismo. El barrio mantiene su esencia, aunque mucha gente ya no esté, o se haya mudado. También más allá de aquellos que viven hace muchas generaciones allí, porque el barrio, al margen de las personas que lo habiten, tiene su propia impronta. Es un barrio con su propio espíritu, su ADN, y gracias a Dios nunca se interesaron mucho en construir por eso lares. Su fama de barrio jodido (sobre todo por las noches) mantuvo a raya al chetaje, ya sea este gallina o bostero. Da igual. La Boca, por suerte, no se vende. Porque cuando uno camina por La Boca profunda, ve esa ropa colgando en las sogas de casa en casa, en viejas construcciones casi derruídas, y uno siente que sí, que estamos en el tercer mundo. Que esa es la verdadera Buenos Aires y que todo el resto pareciera ser una fachada falsa, una careteada para decirnos que somos lo que en realidad no somos. Y en La Boca, ese barrio que muchos porteños nunca pisaron ni pretenden hacerlo, nos vemos en el espejo.

sábado, 16 de marzo de 2024

La Casa de la Araña Venenosa 3

A veces Vindor solía actuar para sus esclavos, poniendo en escena una triste historia de vida para así generar culpa en ellos. Se nombraba así mismo como el patrón del mal y por momentos tenía el tupé de escusarse diciendo que si era venenoso no era culpa suya sino que era su naturaleza arácnida. 

Ya nadie le creía una palabra y todos pensaban formas para huir o sacàrselo de encima. Ben Jor estaba por demás deprimido, todos sus sueños de bibliotecario se terminaron yendo al garete al comprobar que era un prisionero sin singún tipo de posibilidad de elección. 

Una noche en que todos dormían desperdigados por los amplios pasillos del castillo-biblioteca, rodeados de telarañas y olor a moho, a Ben Jor se le ocurrió una maravillosa idea. Un envenenamiento prolongado, como Vindor hacía con ellos. Algo que lo matara de a poco pero que no despertara sospechas sobre nadie en particular. Debía ser riguroso en extremo para no delatarse. Comenzó a acercarse a las cocinas donde preparaban los brebajes necesarios para alimentarlos a todos, pero grande fue la sorpresa de Ben Jor cuando el cocinero le confesó que ellos no preparaban nunca la comida de Vindor. De hecho, nadie sabía a ciencia cierta como se alimentaba. Claro, de nosotros, respondió malhumorado Ben Jor, para dar la vuelta y volver por donde había llegado. 

Vindor anunció que pronto se harían grandes reformas y les pedía a todos que trataran de rendir aún más. Un pequeño esfuerzo por el bien de todos. A Ben Jor le parecía el colmo de la hipocresía. Todos vivían semi eslcavizados, nadie podía salir y vivían de las sobras literales de la gran araña negra. Ben Jor dudaba y eso seguía reteniendolo. No se animaba a dar el gran salto porque temía caer por un precipio sin salvación ni redención posible. Sin embargo, eso que vivía no era vida sino más bien una muerte en vida. Un muerto vivo. Todos los días eran iguales, sin novedad, feos grises y pueriles. La rutina les aniquiliba el alma y vivían básicamente en piloto automático. Ben Jor se miró la cara en el espejo, una mañana que despertó en particular muy deprimido y notó que había envejecido mucho desde que había llegado a aquel nefasto lugar. Pero su depresión le impedía siquiera poder poner en palabras su malestar. 

Hasta que un día, Ben Jor se miró extrañas manchas en los brazos. Manchas negras que no vaticinaban nada bueno. Le desgradaron bastante porque de alguna forma le hacían verse parecido a Vindor. Algo de aquel lugar los transformaba cada vez más en extensiones de la gran araña de biblioteca. Tenía que poner punto final a todo el asunto antes que se consumiera y fuera demasiado tarde. Es cierto que sacaba provecho del lugar por todo lo que podía leer y conocer pero si el conocimiento era a costa de su vida, debería poner en la balanza que estimaba más. 

Todo quedó al final planeado para esa noche. Cuando todos se acostaron entre costras, roña y telarañas viejas, Ben Jor mantuvo un ojo abierto. Se mantuvo el tiempo suficiente para cerciorarse de que todos dormían en el gran castillo de viejos libros. Reptando como una serpiente (las enemigas mortales de las arañas), Ben Jor se fue sigiloso hasta la cocina donde los cocineros (dos ancianos chupados), dormían la mona. Allí se acercó hasta donde guardaban los cuchillos y se hizo con uno lo suficientemente grande como para degollar un caballo. Siguió su camino hasta la temible recamara del patrón, el centro del universo de libros del reino, el Gran Vindor. Allí, sobre una colosal telaraña suspendida en medio de un vacio oscuro e insondable, se encontraba él. Vindor. La araña con rostro de hombre. Mas aintigua que el tiempo. Ben Jor tomó el poco coraje que le quedaba y avanzó tranquilo por la cuerda pegajoza. Nadie podría saber como se iba a desencadenar el asunto pero la realidad es que Ben Jor confiaba en su suerte. Pero Vindor, que como araña no tenía una pata de zonzo, abrió uno de sus ojos y se levantó de su reposo. Olía al hombrecito, olía el peligro y la amenaza. Pero sobre todo, olía a Ben Jor. 

Asi que sos vos finalmente...- Dijo en un amargo canturreo- Sabía que algún día me traicionarías. No se puede confiar en los más jóvenes...

La voz era un fino y rasposo siseo. Más animal que humana. 

Acercate más si... Ya vas a ver como te retuerzo el pescuezo y extraigo la poca vida de tu cuepro.

Ben Jor avanzaba inmutable y seguro, derecho a sus cuartos traseros. 

Te voy a exprimir como una naranja vieja. De esas que ya no tienen jugo. Vas a quedar como una momia cuando termine con vos. Y te voy a exibir en el sector de arqueología. Como ejemplo!

Ben Jor sudaba y comenzaban a temblarle tanto las piernas como el estómago. Sólo tenía una chance, atacar antes que lo viera. Cortarle una pata le daría cierta ventaja. Dos sería mejor. Pero si le cortaba tres de un sólo golpe, lo tendría a su merced. 

Ah si que ese es tu plannn ehhh jjjjjj sssss... veremozzz

Ben Jor estaba ya a sólo un metro de su oponente cuando la Araña se dió vuelta y le puso la horrible cara frente a él. Ben Jor ante el pánico se contuvo y sin dudarlo le clavó el cuchillo en medio de sus ojos ovalados. Un chorro de líquido verde y putrefacto saltó hacia todos lados, manchando de cuerpo entero a Ben Jor. El grito fue estridente y ensordecedor, pero no había tiempo, antes que Vindor se repusiera y lo aplastara con su gran cuerpo, Ben Jor se puso bajo y atacó si piedad. 

Ben Jor volvió al hall de entrada embadurnado de una fea materia viscosa, verde oscura. Todos los esclavos de Vindor lo miraban temerosos, aferrándose las manos, sin saber que decir o hacer. Ben Jor apenas los miró, se dirigió hasta la puerta del castillo y de una patada violenta hizo volar por los aires la madera. Buscó la traba y desactivó el mecanismo, que al final cedió dejando entrar la pálida luz nocturna de la calle. Todos dudaban si salir tras él cuando se oyeron gorgoteos y sonidos estentóreos más burbujeantes que se acercaban por el pasillo. Vindor se acercaba arrastrándose, machacado y reducido a una masa informe y sanguinolenta, pero sobre todo maloliente. Ben Jor no se dió vuelta y todos temían que Vindor atacara con su aguijón venenoso a Ben Jor por la espalda. Los pasos de la araña eran cada vez menos acompasados y se veía la agonía final del monstruoso ser. En un gran splash, Vindor se deshizo como un puré descompuesto en medio del salón. El asco fue general. BEn Jor traspasó la puerta sin mirar atrás, saliendo hacia el claro como un caballero iluminado por la Luna. El resto salió tras él gritando de terror. 

El verano siguiente, Ben Jor trabajaba para el Rey como asesor. Pero una vez que tuvo que pasar por el viejo castillo de Vindor. El carruaje se detuvo para cambiar de caballos y Ben Jor aprovechó para darse una vuelta por su antigua prisión. Ahora era un gran almacén de vino. Muchos turistas psaeaban por los pasillos del remodelado lugar. Otro aire, otra impronta. Ben Jor se alegró del final de la pesadilla y se felicitó por haber podido huir de lo que parecía una condena eterna. Al dar la vuelta le pareció ver un empleado de cara verde oliva, que escurridizo le escapó la mirada. En pocos segundos había desaparecido en los oscuros depósitos. ¿Vindor? ¿Quien sabe? Ben Jor lo dejó ser. Sabía que el mal nunca es destruído del todo y era posible que en algún momento resurgiera pero en lo que a él respecta, sentía que ya había hecho su parte. 

Fin.

domingo, 10 de marzo de 2024

La casa de la Araña Venenosa 2


Todos en la biblioteca tendían a deteriorarse, asfixiarse, envejecerse o simplemente ahogarse. Ben Jor pensó mil maneras para escapar de la trampa en la que se había metido. Mil y un maneras para destruir a Vindor y cortar todas sus telarañas pero... ¿Cuantas posibilidades reales tenían?

Ben Jor comprendió más temprano que tarde, que cualquier intento de huir de allí terminaba mal. Los que habían huído se habían encontrado pocos días después, muertos por alguna especie de veneno que les ennegreció el alma. Vindor no soportaba la traición y aquellos que no se quedaban junto a él para alimentarlo diariamente, eran encontrados envenados poco después porque como solía decir: "Conmigo no se la van a llevar de arriba..." Su frase era una de sus preferidas y solía mencionarla en tono jocoso cuando alguien intentaba escabullirse de sus varias patas peludas. Porque el que huye sirve para otra batalla, pero no por mucho tiempo, en lo que a Vindor respecta...

Ben Jor cayó pronto en desgracia con Vindor ya que le demostró su deseo de irse de aquel lugar. Y Vindor tomaba todo comentario al respecto como una muestra de desprecio. Y él no toleraba el desprecio, ni que se lo contradijera, ni que lo pasaran por arriba. Vindor era amo y señor de aquello que él consideraba era puro logro personal. Todo aporte de terceros para Vindor era intrascendente, porque lo que hacían sus correligionarios bien podían hacerlo otros... No había individualidades más que la de él. Y sino... pongánse su propia biblioteca de Babel, a ver como les va... esta es mía, mía, mía y sólo mía! Solía gritar cuando alguien demostraba tener un poco de iniciativa. Vindor era una araña con complejo de aguijón chico o escorpión de cola corta. Sin embargo, más allá de sus tamaños fácticos, Vindor era poseedor de un veneno oscuro muy poderoso. Si no decidía matarte podía tenerte atrapado el tiempo que él quisiera, condenado a una vida de esclavitud eterna porque hasta donde se sabía, Vindor siempre había estado ahí...

Vindor era el primero en anécdotas, el primero en historias, el primero en experiencia y sabiduría. Contradecirlo significaba caer en desgracia con él que podía torturarte con su desprecio o con la carga de una esclavitud malsana. Ben Jor había puesto demasiada buena voluntad al inicio y eso hizo que se ganara el odio de algunos de sus compañeros que ya estaban esclavizados y odiaban sus miserables vidas. Muchos de ellos quedaron en el camino y Vindor se encargó de ellos. Era carne vieja... Ben Jor fue el preferido durante un tiempo, pero su carácter vehemente, intempestivo e indócil le granjeó nuevas enemistades, sobre todo con el propio Vindor que no quería sentirse opacado por ningún jovencito impertinente con delirios de jefecito, como solía zizear Vindor por los pasillos oscuros de la biblioteca. Ben Jor no tardó en darse cuenta que su trabajo no sólo no era valorado, sino que al ser tan eficiente en el mismo, era despreciado por Vindor ya que Ben Jor, de alguna manera o hacía sentir un viejo impotente e inútil. Y no existe peor odio que el que profesan los viejos hacia los jóvenes que los hacen sentir inútiles... 

Ahora Ben Jor era una naipe más, un cuatro de copas para don Vindor. Lo trataba con desprecio y hasta parecía querer que desapareciera lo antes posible de su vista. Sin embargo, no le facilitaba la salida y cada vez que podía le volvía a endulzar la pildora para engatuzarlo, prometerle nuevos placeres literarios, nuevos conocimientos, nuevos proyectos en conjunto. Pero Ben Jor sabía que todo era mentira, era una bicicleta del verso eterno, propiciado por esa especie de actor arácnido de edad indefinida, sólo para retenerlo y seguir chupándole la energía. Vindor lo necesitaba y lo odiaba a la vez... Y Ben Jor necesitaba esa experiencia y por otro lado quería huir de allí cuanto antes, pero no parecía tarea fácil. El contexto del reino tampoco ayudaba, cuando el Rey Loco comenzó con purgas y persecuciones, matando al pueblo con impuestos, cárcel y hambre. Simplemente lo que había afuera era desolador y Ben Jor dudaba, dudaba tanto que el tiempo pasaba y la duda seguía igual. ¿Qué hacer? 

Ben Jor se miraba al espejo y se notaba más avejentado y deteriorado que cuando había entrado hacía tres años atrás. Pensaba y creía con razón que si no huía de la casa de la araña venenosa, Vindor, el oscuro, terminaría por acabar con lo poco que quedaba de él...

miércoles, 28 de febrero de 2024

La casa de la Araña Venenosa


Ben-Jor salió de la sesión con el aspecto de alguien que acaba de recibir una noticia incómoda. E´sabía que en el fondo se pergeñaba aquel asunto. Sabía que el resultado iba a ser irremisiblemente aquel. Pero ¿qué podía hacer Ben-jor para solucionar su mal? Era algo que debería descubrir por sí mismo. 

La depresión era un síntoma más común de lo que pensaba. En Verdes Altas Tierras, era un mal general que se aceptaba como la Miopía o el Hipotiroidismo. Todo se resolvía con una pastillita. Existían variedad de pastillas de diversos colores que se conseguían por todos lados. Sin embargo, Ben-jor prefería una solución creativa: viajar a lugares recónditos, donde nadie lo conociera. Allí podría comenzar una vida nueva y los dolores de su pasado quedaría sepultados. 

Cuando partió rumbo al Sur, se dijo si no sería una tontería haber decidido el destino por un juego de azar. Tirar los dados podía solucionar a priori el problema de elegir, pero al final era lo mismo. Tenía que elegir. Las opciones eran una ilusión que pretendían mitigar luego un posible error en el futuro. ¿Pero acaso no eran suyas sus propias opciones? Al final, todo daba lo mismo. El azar hizo el trabajo sucio. El destino: Mirabell, una antigua ciudad-palacio verdiazulada, donde otrora una reina había burlado las leyes del destino para vencer a la muerte. Sin embargo, la vil picadura de una pequeñísima araña, había puesto fin a su delirante proyecto de inmortalidad. Desde entonces la ciudad estaba abandonada y no parecía haber mucho porvenir por allí. Pero Ben-jor, sin nada que perder y presto a seguir el desatino de su propio destino fué en busca de su propia aventura en pos de vencer el mal familiar de la depresión hereditaria. 

El viaje fue arduo, áspero y complicado. Tormentas, caídas, baches y desatinos. Maleantes y usureros del camino salían a su paso en cada momento. Sin embargo, Ben Jor se mantuvo en sus siete y fue directo a buscar el último premio. Cuando finalmente llegó a la ciudad perdida de Mirabell, descubrió con gran asombro que todo posible destino podía forjarse a su llegada. Sus grandes botas amarillas golpeaban con gran estrépito en los sonoros pasillos de mármol verdeazulados de Palacio. El eco era atronador, a tal punto que asustó a un aver enorme que salió del algún refugio escondido en los altos techos. Graznando con enfado y parsimonioso desdén. Ben Jor siguió y siguió avanzando para descubrir que dentro del palacio-ciudad el cielo se volvía a abrir y un pequeño poblado de campesinos vivía con naturalidad su vida provincial, tenderos, vendedores, panaderos, comerciantes de todo tipo iban y venían en el interior de     Mirabell. Todos eran bastante bajitos y vestían prendas que no se usaban desde hacía cuatro siglos por lo menos. Pero eso a Ben Jor no le importó, él nunca había sido un seguidor férreo de las modas circundantes. Decidió consulttarle a un hombresito que caminaba llevando unos grandes velones acerca del lugar. 

Hola hombresito, me llamno Ben Jor y soy un forastero aquí. Quisiera cruzar una palabras con el regente del lugar y así poder posutalrme a grandes labores.

El hombresito se quedó mirando a ese enorme sujeto vestido de extrañas ropas y pensando como explicarse. 

En realidad nadie rige aquí. Somos una comunidad organizada, se rige el pueblo, todos nos rendimos y vendemos a nosotros y no necesitamos del afuera. 

Ben Jor pensó que el hombresito se la había puesto difícil, pero no se iba a dejar amedrentar así como así. Había venido de muy lejos como para pincharse a la primer negativa. Aunque le tentara hacerlo...

Muy bien hombresito, no sé tu nombre pero...

Josafat.

Muy bien Josafat, yo soy Ben Jor y allá en VAT soy un gran...

¿VAT?

Verdes Altas Tierras... bien, allá, en la gran ciudad soy un conocido bibliotecario y prestidigitador. He trabajado con las librerías más imponentes y fantásticas  y hasta el Gran Emperador ha elogiado un libro que le recomendé por correspondencia... Si usted me mostrara un lugar con libros yo podría enriquecer su alma haciendoles crecer de todas las maneras posibles y Mirabell podría volver a ser famoso, no como una ciudad maldita, sino como un nuevo reino. ¿Que dices?

Josafat se quedó mirandolo incrédulo. Ben Jor le parecía un farsante y sabía bien que hacer con tipos así. 

Aquí tenemos la biblioteca de Labia, está frente al antiguo Colegio. Allí quizás puedas ayudar a su dueño para conseguir un poco de tu estatus perdido... y ahora disculpame, tengo cosas importantes que hacer.

Y sin más, el pequeño Josafat se fué caminando sacando pecho, como si el mundo le debiera. Ben Jor pensó en seguirlo y pedirle más especificaciones pero no hizo falta. De solo mirar en su dirección se encontró con la austera fachada del Gran Colegio de Mirabell y justo enfrente, en una esquina de màrmol verdiazulada (como todo) un extraño lugar que se llamaba La guarida de Labia. Ben Jor sintió estremecerse el corazón ante tal maquiavélico lugar. Al entrar notó el aire viciado de libro viejo, la humedad, la cantidad de libros como de telarañas. Aunque nada era tan desolador como la propia oscuridad. Allí adentro, aunque afuera hubiera un Sol que raja la tierra, la luz se perdía y no avanzaba más de un metro. Luego oscuridad y más oscuridad... Ben Jor tuvo un mal presentimiento porque eso parecía una trampa mortal. Pero no se amilanó porque recordó que venía de una mala situación, triste y sin trabajo, no podía ser quisquilloso, aquel era su lugar. Caminó unos pasos hasta que en el centro del local vio un escritorio muy desordenado y lleno de libros. Un sillón giratorio se volteó y apareció Vingor Labia, un famoso bibliotecario que se decía era de los tiempos del antiguo reino de Mirabell. Ni él recordaba la edad que tenía pero se mostraba risueño y jovial. Ben Jor se presentó de la misma forma aparatosa que había hecho con el diminuto Josafat y mientras Ben Jor desplagaba su mejor arte de alardear, Vingor Labia sonreía. Cuando Be Jor finalmente se calló, Vingor tomó la batuta y comenzó a parlamentar de una forma como nunca antes Ben Jor había visto. Lo de Vingor era puras patadas, brazos, moviminetos espasticos, gritos, voces y risas. Todo un subibaja de emociones desbordadas y para qué... Para contarle la historia del lugar, de la importancia de los libros, del capital y la herencia cultural que los Mirabellianos habían perdido, ocupados en sus pueriles ocupaciones. El aspecto jovial y el estilo teatral de Vindor captaron la atención de Ben Jor que no sólo se sintió bien recibido sino hasta necesitado. Cerraron trato ahí nomás y Vindor dijo una frase que Ben Jor no prestó demasiada atención: Bienvenido y ojalá te quedes por muchos años. 

Al principio, Ben Jor fue exprimido al máximo en trabajo físico y laboral. Los horarios eran los peores ya que los otros empleados de Vindor tenían más antiguedad y mala la paga. Ben Jor notó que muchos de los que trabajaban ahí eran mucho más grandes que él. Todos estaban resentidos con Vindor pero nadie decía por qué o se iba. Simplemente se quedaban, trabajando en piloto automático, odiando sus vidas. Cada vez más deteriorados, más cansados. Ben Jor entendía esto y sabía que era todo bastante desolador, pero confiaba en su suerte y creía que algo lo sacaría de ahí pronto. Pero estaba equivocado, con el transcurrir de los meses Ben Jor se dió cuenta que estaba atrapado en la Guaridad de Labia. Vindor hacía siempre los mismos chistes, contaba las mismas historias y todo se repetía día a día de una manera desesperante. Ben Jor pensó muchas veces en renunciar pero sabía que si se iba podría terminar siendo un mendigo. Los años habían pasado para él como para todo el mundo, y no sentía que tuviera mucha perspectiva de poder cambiar su destino. Así los meses se convirtieron en años y Ben Jor sentía que se había convertido en uno más de los que allí trabajaban, rodeados de libros viejos y de oscuridad. Cada día más gastado, más vencido y viejo. Sin embargo, Vindor parecía cada día más jovial y enorme. Volvía a contarles chistes y anécdotas y Ben Jor creía verle las decenas de ojos, varios brazos negros y peludos, una cola enorme y negra. Vindor era como una gran araña y ellos, atrapados ahí eran como mosquitas, a las que Vindor les iba chupando la energía todos los días. Ben Jor se dió cuenta tarde de todo esto, porque ya no creía poder salir de ahí. Quiso advertirle a sus compañeros pero ya no podía verlos de igual manera. Ellos ya eran parte del fuselaje del lugar y en cambio Vindor se fortalecía cada vez más. Ben Jor pensó en suicidarse pero Vindor lo tenía tan atrapado que ni siquiera podía moverse de su silla. La depresión de Ben Jor se había disparado tanto que ya no tenía voluntad para enfrentarse con nadie o tomar una decisión radical. Había llegado allí en busca de conocimiento y para expandir su experiencia y había quedado atrapado por su propia vanidad. Sin embargo, se aferró a una idea, un dicho... La venganza es un plato que se sirve frío. 

Continuará...

domingo, 25 de febrero de 2024

Conversaciones en el hall para un posible plan de escape que se dilata y no termina de concretarse nunca

Aquí viene la sed... pensó Silvana Dominguez. Su sueño era viajar a las lejanas tierras heladas eternas del Permafrost. Pero había algo que faltaba en ese mundo distante: un fin. El Transiberiano puede dejarte en ruta, como también el Sarmiento te acerca un poco a las fronteras hacia "el interior" pero, ¿quien puede acercarte a destino cuando estas varado en la nada? Nuestro sino se empeña en alejarnos de todo aquello que más deseamos porque de eso se trata, de pelear por lo que uno quiere...

Sil se asoció con una amiga de la infancia, la extrafalaria Melina Vanagloria. Una sacerdotisa de antiguas diosas ya olvidadas. ¿Que podían hacer dos porteñas perdidas en medio de un mundo gigante y devorador? Pensaron que podrían urdir un plan de escape si comensaban por crear una sociedad secreta, en un lugar secreto, donde nadie sospechara nada. Como solían hacer los hombres antes de convertirse en unos cretinos superficiales.

Sus juntadas post laborales comenzaron en la Biblioteca Nacional, pero rápidamente se trasladaron al Museo Etnográfico. Allí, entre lanzas y momias, pudieron planear una salida al Atlántico. Hacía tanto tiempo que no se podía salir de la Ciudad que el mero hecho de pensar en un viaje tan largo les hacía palidecer y dar dolor de barriga. Melina creía que todo debía servir para un fin máximo, algo que sacudiera la consciencia del resto. Silvana creía que el fin podría ser algo más trascendental pero prefería no contradecir a su contraparte. 

Entonces desde un tiempo que nadie recordaba, la ciudad se había vuelto una prisión para todos, incluídos los propios gobernantes. Cuando finalmente pudieron dar con una solución para su escape, se comunicaron con un agente de ventas, importador de remesas financieras. Existía la posibilidad de huir por medio de un barco importador, los únicos transportes que seguían comunicados con el resto del mundo, aunque en un nivel méramente comercial. 

Las conversaciones entre Sil y Meli solían ser demasiado exhasutivas ya que ninguna de las dos quería dejar nada librado al azar. Meticulosas y obsesivas, no querían cometer errores. A veces, cuando el Etnográfico cerraba sus puertas las tenían que echar, y ellas sin poder para de cranear su liberación, seguían las conversaciones en el hall. Y de ahí a la plaza, el parque o cualquier lugar público donde no fueran vistas de una manera sospechosa. Pero finalmente tuvieron que acotar sus juntadas a la casa de Meli, que ahora vivía sola y tenía más tiempo libre. 

Para finiquitar el asunto planear un plan para poder tener todo excatamente planeado como lo querían ambas. Cada una daba una lista detallada de lo que el plan perfecto debía tener. Meli era fan del lenguaje florido y poético. Sil era más concreta, mas terrenal, pero aún así lograban dar una idea exacta de lo que querían. Sus juntadas comenzaron a extenderse a lo largo de todo el año, pasando por el otoño, el invierno, la primavera y el verano, para finalmente desembocar de nuevo en el otoño. Las conversaciones se convirtieron en tertulias y finalmente ceremonias en el hall. Artículos, brevajes, ilustraciones y todo tipo de información que iban recopilando. Un vínculo nació entre ellas, que fue trasponiendo todo tipo de barrera social, económica o sexual. Eran tan cercanas como cualquier pareja de amigos o novios de larga data. Mas bien como un matrimonio. Uno bueno, de esos que duran a base de respeto y comprensión mutua. ¿Y ahora? 

El tiempo, el implacable e imperecedero siguió transcurriendo sin temor a equivocarse, pero ellas ya habían olvidado el fin último de su unión. Compañeras en este viaje de proyectar, olvidaron el por qué y se embarcaron en el cómo. Así como pudieron encontrar un sentido último mucho mejor y absoluto que el mero hecho de huir. 

martes, 13 de febrero de 2024

Don Pedro, míster Garay y Lord Lezama


Hace casi quinientos años, el avanzado Don Pedro de Mendoza, puso su frágil esquife (La Magdalena) rumbo al sudoeste. Luego de larga travesía a través del gran mar, desembarcó en una zona que consideró idónea. Quizás porque el mar había cambiado de color, quizás por la temperatura o la vegetación. La cuestión es que finalmente se asentó donde consideró que el clima era amable, límpidos los vientos y dulces las aguas. 

En nombre del Rey de España Carlos V, tomó posesión de un pequeño terruño llano al que llamó Santa María del Buenayre. Así, i con y griega, como escribían en la España de la baja Edad Media. Se levantó un fuerte como acostumbraban los Romanos. Madera, cal y aceite. En los alrededores se escuchaba el grito aislado de un animal no identificado pero que sonaba a un ave y, con parsimoniosa constancia, el berrido de un grillo eterno. 

De a poco comenzaron a aparecer los locales, hombres semidesnudos de temibles miradas y una ausencia imperdonable de almas. Las conversaciones fueron breves ya que pronto Don Pedro dió muestras de su malhabida intención conquistadora y esclavizante. Los españoles eran pocos, llevaban las de perder y en breve lapso quedó claro que estaban rodeados. Aislados del resto del mundo por unos salvajes insensibles de mal humor. ¿Para que habían atravesado todo el Oceano? ¿Para esto?

En breve los españoles cayeron presa de su propia demencia. El aislamiento fue letal y no quedaron dudas de que los locales llevaban la ventaja... por el momento. Ante miseria, peleas, matanzas e incipiente antropofagia, Don Pedro se aseguró su salida de aquella tierra maldita. Dejando a su cuñado Don Miguel de Àvila a cargo de la incipiente ciudadela del Buenayre, Don Pedro cojió sus petates y mandó todo a paseo. Pero la muerte lo esperaba pocos pasos delante en el mar, rumbo a su añorado hogar.

Casi cincuenta años después, cuando uya habían fundado otras ciudades clave en gran parte del territorio Americano, los españoles volvieron a las mismas coordenadas que sus antecesores medio siglo atrás. Fundaron con mayor ímpetu y productividad, un emplazamiento con toda pompa y circunstancia. Esta vez, don Juan de Garay, no dejaría cabo sin atar. Los hostiles del lugar fueron rápidamente controlados y en breve serían prácticamente aniquilados. Los representantes de Felipe II no dejarían correr la misma suerte que los olvidados avanzados. Y ante la destrucción anterior, los indios serían tratados con el peor rigor.

Pero cuando la nueva Buenos Ayres fue construída y ya estaba todo controlado, Don Juan mandó una expedición por los alrededores para buscar la otra fundación, la primera. Don Carlos de Lezama, junto con don Pedro Telmo de Quesada, fueron los que luego de un exaustivo sondeo, dieron con las ruinas de la antigua fortaleza Santa María del Buenayre. Sólo troncos podridos, barro y excrementos encontraron en primer lugar. Pero en una expedición postrera más a fondo, encontraron los viejos cascos de sus compatriotas, algunas viejas insignias de su Majestad Carlos V, y copas, platos y vajilla.

Aunque era claro que los indios habían destruído el fuerte, probablemente matado a todos los que allí quedaban, e incendiado las pocas ruinas magras en pie, tanto Lezama como Telmo no encontraron ni un solo hueso. Alguno que otro de animales como cerdos y codornices, o roedores de la zona pero poco más. No había ni un rastro de los cuerpos de los antiguos conquistadores del rey anterior. Esto se convirtió en una intriga que Don Lezama intentó en vano resolver. Los pocos indios vivos que quedaban no habían vivido en aquellos tiempos y no quedaban ancianos vivos para resolver el misterio.

Garay dió por finalizado el tema ya que consideraba que aquel oscuro asunto no era clave en ese momento. Lezama protestó porque consideraba que era algo que se debía responder para la posteridad. Pero Garay se sentía menos grandilocuente que su súbdito. Enfatizó que tenían una ciudad que construir por delante y que desesnterrar los despojos de su antecesor era lo que menos importaba. Para que Lezama dejara de reclamar le ofreció a cambio los terrenos donde aquella antigua fundación había existido por tan pocos años. 

Con el tiempo, Lezama convirtió ese terreno áspero y húmedo en una gran finca arbolada, de pasto seco y bien cortado. Su casa se erigió a pocos metros de los pocos restos de la vieja fundación. Lezama no cejó en su empeño por develar que fué lo que había pasado con el contingente de españoles que Mendoza había dejado. Mucho historiadores, ante la falta de información y datos concretos, concluyeron que los pobladores o A) Habían muerto de hambre y sus restos fueron devorados por la fauna local o B) Fueron atacados por los hostiles de la zona, que limpiaron todo y se llevaron los pocos cadáveres que quedaban para devorarlos en maquiavélico festín. Punto. 

Los años pasaron y la finca de don Lezama o "Lord" Lezama, se convirtió en un Parque abierto al publico. Su casa, convertida en museo histórico nacional. El fuerte de Garay sería destruído y convertido y reconvertido reiteradas veces en una casa de gobierno de color rosa. La plaza del pueblo, en una plaza común con una extraña pirámide blanca en el centro. El fuerte de Mendoza, hundido infamemente en el barro de la historia nunca sería rescatado ni se develaría ya nunca más sus oscuros misterios...

 

lunes, 5 de febrero de 2024

Maní con chocolate



Doña Petrona Mártire de los Santos Palotes. Ruega por nosotros. 

Invitada por el procónsul de Moldavia a la presentación de La Bossa nostra, cita en el Teatro Colón. 

Doña Petrona en una señora muy acomodaticia. Asiste a todas la funciones del famoso Teatro desde el 52.

Por esos años ella tenía dieciocho años y no veía la hora de poder recomenzar su vida teatreril.

Siempre en el tercer piso, Paddock, butaca 39. Justo debajo de Ludwig van Beethoven. 

La ancianita no espera nada de nadie en esta vida. Solo le interesa su plaza en el Gran Colón. 

Su vida es una seguidilla sinfín de funciones majestuosas que pretenden revivir aquella primera función. 

Cuando en una cena familiar, los recién llegados le presentaron al Procónsul de Moldavia. 

Esa noche de 1952 fuero en carromato, hasta el asiento de lujo en el palco. 

Vieron La flauta mágica de Mozart. Élla le prestó los binoculares. Él le tomó la mano. 

Mientras Papageno y Papagena flirteaban entre los bosques bávaros, ambos pensaban en el otro. 

Toda aquella función fue de una tensión insportable para ambos. 

Temían que su amor no pudiera concretarse. Ella se juró que si no era con él no sería con nadie. 

El Procónsul ni siquiera imaginó otra opción, otra alternativa, que no fuera estar con aquella argentina.

Cuando volvieron le anunciaron su amor a toda la familia. Sus planes de casamiento. Todo. 

La noticia con fué bien recibida, pero luego de algunos jaleos, se aceptó. 

La criada trajó champagne y maní con chocolate para celebrar la buena nueva. Todos rieron y fueron felices. 

Pero el destino suele tener planes contrarios a la voluntad humana porque cuando el Procónsul marchó a su patria, se encontró allí con la guerra y un disparo directo al corazón terminó con todo. 

Doña Petrona siguió acudiendo religiosamente como aquella fría noche de invierno de 1952 al Teatro Colón, todos los miércoles por la noche. 

 A su lado pasaron actores, músicos, políticos y deportistas de todo calibre, renombre y época, pero ella nunca prestó atención. 

Cuando me senté a su lado, el invierno pasado, que caí ahí de pura casualidad, me contó con una mirada breve pero intensa, toda su triste historia de soledad, conciertos y noche en la ópera...