miércoles, 18 de septiembre de 2019

33 canciones por minuto



31) En el verano del 2014 tenía mis primeras vacaciones pagas en la Librería. Como solo me tocaba una semana decidí emprenderla a un destino no muy lejano y un amigo me recomendó Claromecó, una playa del sur de la provincia de Buenos Aires. Allí donde "pega la curva" o "en la panza".
Viajé de noche para llegar a destino bien temprano por la mañana. Mientras miraba por la ventanilla alguna que otra estrellita pampeana perdida en la inmensidad, me rescaté del momento especial que estaba viviendo, por mis auriculares sonaba "What to do" de los Rolling stones (Sí, otra vez ellos).
No sé bien a que adjudicar esto. Básicamente, había tenido un 2013 difícil, complicado, lleno de malestares, rupturas y desasosiegos. Pero ahí estaba ahora, haciendo mi (hasta ahora) último viaje solo, algo que antes era muy común en mí.
No me quiero entretenerme contando las vivencias en Claromecó (un lugar tan agradable como aburrido), pero no quería dejar de comentar el hecho de que fue una especie de viaje de despedida, pero sin saberlo. Despedida de toda una época de libertad e incongruencia juvenil. Luego vendrían los tiempos aciagos. Los viajes familiares y en pareja, etc.
Pero ese verano, escuché esa hermosa canción de los Stones de los sesentas que me generó una sensación agradable al escucharla, mientras miraba el cielo nocturno y sentía una inexplicable felicidad que solo pueden darme dos cosas. Contemplar la hermosura de los astros en la noche, y por otro ir a un destino incierto sin saber bien que voy a hacer. Y eso lo explicaba esta cortita y sencilla canción de los Rolling a la perfección.
"What to do, i really don't know,
Nothin' to do, nowhere to goYou're talkin' to people that you don't knowThere's na-na-nothin', to do-do-doThere's na-na-nothin', (no) noYou (I) really don't what to do yeah"...

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