Así empezó todo en ese 1999, recursaba segundo año y me convertía en Guía de Los Onas. Eso significaba cierto grado de responsabilidad, y de verdad, era algo que necesitaba. Siempre había lidiado con esos comentarios de que los leoninos son líderes naturales. Es cierto, se me da natural mover a las masas... pero el tema es que muchas veces, esos puestos de conducción me han sido esquivos. Me pasaba en aquel entonces y me sigue pasando ahora. Existe cierta reticencia a legarme el poder, cierto miedo y rechazo, como si todos temieran que me convirtiera en un déspota, un Napoleón de Pompeya. O quizás, también miedo a sentirse opacados antes un brillo y potencial del todo natural. Uno a veces nace con el hado de la conducción, pero otros sienten que tienen que luchar por conseguir eso. No está mal ni una cosa ni la otra. Pero creo que por un lado luchar contra aquel que tiene el talento innato es una torpe mezquindad, y por otro lado no esforzarse porque uno ya lo tiene inherente, también es mezquino.
La cuestión es que en ese momento se me abrió la posibilidad de ser guía. Con el quilombo de Nico, nuestro encuentro fué providencial, él no sentía tanta culpa por dejar el grupo (era una de las personas que más amaba ser Scout), y a mi se me daba una oportunidad que siempre parecía rehuirme. Por suerte lo vi en el momento y en verdad me vino bárbaro. En ese momento que venía golpeado por repetir de año y tenía el ego bastante pisoteado, necesitaba un desafío para demostrarme a mí mismo que podía con eso. Y me lo tomé muy en serio.
Al volver al grupo en Marzo de ese último año de los noventas, me encontré con un grupo Scout un poco diferente. Faltaban muchas caras clásicas y en cambio había algunas caras nuevas. Había perdido casi dos años de ir muy de vez en cuando y no estaba muy al tanto de todo. Pero cuando regresé en los Raiders me esperaba el viejo Bernie, el mismo que me había recibido el primer día que fuí a los Scouts en una lejana tarde de verano de 1993. Bernie estaba siempre igual... ya sabemos eso. Y ya había hablado con Nicolás así que estaba al tanto del paso de mando y en momentos de crisis mejor apechugar. A mi cargo quedaba entonces la patrulla de los Onas, que antes estuviera a cargo de Nico. Por otro lado, el hermano menor de Nico, Rodrigo, se quedaba al mando de la otra patrulla, los Charrúas. Ambos éramos dos ovejas negras, dos rebeldes sin causa, aunque de diferentes estilos. Pero a ambos nos venía de pelos este nuevo desafío. Era nuestra oportunidad de demostrar que servíamos para algo y que teníamos madera de líder. No tardo mucho para que Rodrigo comenzara una exasperante carrera competitiva hacia mí. Las bardeadas y los cánticos de que ellos (los Charrúas) eran mejor que nosotros, los Onas. Que estábamos extintos y paparruchadas por el estilo. Nosotros para no quedarnos atrás les mojábamos la oreja diciendo que ellos ni siquiera eran argentinos, sino yoruguas.
El año empezó bien en cuanto al grupo y a los Raiders. Comenzamos con el pié derecho y fuímos logrando de a poco reordenar un poco el caos que habían dejado Pato y Nico, o mñas bien la ausencia de comando. Ambos nos impusimos, cada uno con su estilo. Rodrigo a base de agresividad y amenazas, yo intenté un ángulo un poco más como Nico, más amigable y cercano. Ambos habíamos heredado un poco el estilo de nuestros antecesesores, pero de a poco fuimos llevando las cosas hacia un estilo más personal. Mi segundo al mando era mi compa del colegio, Gabi o Gaviota como le decíamos. Era un muchachote grandote pero demasiado bueno, y más allá de su fuerza bruta, le faltaba carácter para conducir. Pero como subguía y dado la amistad y confianza que nos teníamos, me servía a mis propósitos. Sin embargo, pronto me dí cuenta que estaría muy solo respecto a muchas cosas. Bernardo nos exigió que tomáramos la Tercera Clase, un distintivo que muestra la maestría Scout, luego del uniforme y la Promesa. Nadie tenía muchas ganas de estudios extra, pero ahí fuimos. Hicimos las tareas y Bernardo nos premió a todos con la Tercera, sin mucho esfuerzo de nuestra parte. Algunos más grandes del grupo nos jodían diciendo que Bernie nos la había regalado. De alguna manera era cierto, pero hoy con los años, entiendo que el viejo nos quizo dar una especie de incentivo, algo que nos motivara para comprometernos más.
A lo largo de ese 1999 que se hizo muy extenso, fuímos organizando diferentes actividades. Fuimos a varios campamentos de fin de semana. La realidad es que los sábados en el grupo eran un tedio para nosotros que estábamos transitando una edad muy complicada. Era difícil para Bernie sacarnos de la idea de que jugáramos al fútbol buena parte del sábado. Además, habíamos conseguido un destartalado equipo de música y de a poco empezamos a escuchar música. Yo llevaba cassettes de Ac/Dc que al principio Rodrigo me criticaba. Él sólo quería que escucháramos a Los Redondos. Pero mi insistencia y quizás algún comentario de alguien que los validó, hizo que de a poco Rodrigo se fuera, no sólo amigando sino haciéndose fan del quintento de Australia.
Los campamentos de ese años los recuerdo muy borrosos, porque hubo más de uno y no me queda ningún pin o cartelito de los mismos. Sí sé que fuímos una o más veces a un predio de La Martona. En uno de esos primeros campamentos había un grupito de chicas nuevas. Y si bien ellas tenían a su dirigente, estábamos juntos la mayor parte del tiempo. Recuerdo que duraron muy poco tiempo, quizás algunos meses, o semanas quizás. Nuestra tropa de Raiders, los Puelches, que éramos los Charrúas y los Onas juntos, éramos muy cerrados con las chicas y con el resto del grupo. Éramos la rama conflictiva, la de los adolescentes en la flor y nata de ese tremendo estadío. Y recuerdo que Pollo, el dirigente que seguía en la rama Scout, para defenderse de nuestros cánticos (todos de cancha porque Rodrigo era una especie de aprendíz de barrabrava de Boca), nos cantaba con sus chicos un muy tímido e ingenuo... B.P. no los creó, B.P. no los creó... B.P. por Baden Powell, el fundador del Movimiento Scout. Al parecer había creado la rama Scout y la de Lobatos, los Raiders habrán venido después por alguna lógica necesidad de separar más por edades a los preadolescentes de los adolescentes. Una enorme zoncera que creo que a todos nos daba verguenza ajena, empezando por sus propios Scouts.
Algo cambiamos cuando Rodrigo y yo comenzamos. Dejamos las endemoniadas golpizas para los que entraban a los Raiders y quedó en alguna breve zancadilla o malteada. Yo por mi parte me obsesioné con la tribu Ona y quería buscarme algún nombre indio para mi Totemnización. Esto era algo que en realidad se hacía al finalizar los Rover, la última rama Scout. Pero nosotros buscamos hacer una especie de pre totemnización. Me fuí una tarde al Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, ahí por la calle Moreno en pleno barrio de Monserrat. Fue una experiencia que recuerdo bastante porque fuí el único zoquete que se tomó todo aquello en serio. Era una tarde nublada, de esas en la que amenaza la tormenta. Nunca había ido a ese museo que está lleno de máscaras aborigenes, totems y un montón de cosas de culturas originarias. El lugar me flasheó un montón y cuando me acerqué a la biblioteca fue lo mejor. Pedí un diccionario de lenguas aborígenes y castellano. Solo tenían uno del Mapuche-Español, y me tuve que conformar con eso. Busqué a mi animal favorito, el león, pero en estas tierras sólo existían los felinos más pequeños como el jaguar o el puma. éste último llamado Pangui. Me fuí del museo contento por ser Pangui pero al final nunca hicimos lo de la totemnización y aquel nombre solo quedó guardado en mi memoria, como algo entre yo y yo.
El fin de semana largo de agosto, justo caía mi cumpleaños y fuimos de campamento a La Martona, otra vez. Aquel camping estuvo bueno y creo que fué la única vez que pasé mi cumpleaños fuera de mi casa o de Buenos Aires. Me fuí caminando al lado de una ruta hasta un almacén donde compré una torta hecha y un pote de dulce de leche. Festejamos tranqui y fue algo diferente. Por la noche, puse en el equipito un cassette con un disco de Los Doors que había copiado. Era en vivo y sonaba el tema La colina Dwellers, con cierto toque tribal. Bumbumbum bum bum bum... y todos nos pintamos la cara con carbón y comenzamos a bailar alrededor del fuego. Esa noche no peleamos, estábamos poseídos por la música y esa noche fuimos todos hermanos de tribu. Los Puelches unidos, celebrando su ceremonia tribal.
Yo amaba nuestros banderines, sobre todo el de los Onas, que tenía cocido obre el banderín celeste y blanco, la cara de un indio con felpa como pelito. Al otro día me lo escondieron y otra vez comenzaron los conflictos con Rodrigo que no se hacía cargo de la broma. Estuvimos a punto de agarrarnos a piñas, pero en esos tiempos yo tenía muy poca ira acumulada. No me sentía zarpado (como dicen ahora) que es cuando uno se siente fuerte y valiente, capaz de agarrarse con cualquiera. En esos tiempos yo era más temeroso de las peleas, trataba de evitarlas porque necesitaba estar muy enojado para poder sentirme seguro de luchar y vencer. Pero en esos tiempos la ira no iba tanto conmigo, sino más bien la dispersión y sobre todo la confusión. Al final, todo quedó tenso y al rato fué Pablo Rancho (sub guía de Rodrigo) y quien me hostilizara cuando entré a los Lobatos doblandome siempre el brazo, quien se terminaría trenzando en una pelea con uno de los míos. Era Oliver Edward Arnold, un chico boliviano que era de los Onas y jugaba bastante bien. Rodrigo lo odiaba porque era muy competitivo en todo a lo que equipos o cosas de fútbol conllevara. Yo era de San Lorenzo y siempre me chupó un poco un huevo todo aquello. Me podía llegar a agarrar a piñas más por una banda de música que por un equipo de fútbol. Cuando Pablo y Oliver se trenzaron, se metió Gabo a defender a Oliver y Rodrigo se metió a impedir esto. El viejo Bernie gritaba desesperado de que paráramos de pelear... Raidersss Raiderssss, gritaba el pobre desgraciado, pero nadie hacía caso. Bernie era viejo, tenía la voz gastada y su nombre de Totem era Tortuga Amable, por lo que era muy difícil que pudiera imponer cierto tipo de respeto, o de disciplina. Todos lo queríamos a Bernie porque era buen tipo, pero era imposible que nos pudiera domar. Intenté detener la pelea, pero temía trenzarme a las piñas con Rodrigo, que sentía era lo que él siempre estaba esperando. Siempre me provocaba para que termináramos dirimiendo el liderazgo de los Puelches entre los dos jefecitos de Onas y Charrúas. Pero yo, casi como si fuera Luke Skywalker, evitaba a todo trapo entrar en la pelea o en las provocaciones. No le tenía miedo, pero simplemente no quería pudrir todo en los Scouts como me había pasado en la secundaria. No quería perder eso también porque me hacía bien, así que me quedé en mis trece. En otros tiempos posteriores no me hubiese importado trenzarme en una pelea conm Rodrigo, pero en aquel momento yo no quería y para bailar ) o pelear) se necesitan dos, y yo no le di el gusto.
Al final todo volvió a la normalidad, y el sábado siguiente seguimos escuchando Ac/Dc, jugando a la pelota y haciendo lo que nos entraba en gana. Era evidente que el grupo Scout comenzaba a preocuparse por esa falta de autoridad en nuestra rama y de a poco se armaba un complot a nuestro alrededor para reconfigurar a ese descarriado grupo de Raiders. Una de la primeras cosas que nos jodió fue que nos cambiaron el nombre, y dijeron que la USCA (Unión de Scouts Católicos Argentinos) se había fusionado con los Scouts laicos para ser una sola asociación nacional, los Scouts Argentinos. Parecía lógica aquella unión, sin embargo nada cambió mucho. Nosotros seguíamos teniendo que ir a la misa de las siete de la tarde y los laicos seguían sin tener que ir a ninguna misa. Pero uno de los cambios más pedorros es que ahora los Raiders nos llamábamos Caminantes. Un nombre que en lo personal yo odiaba, porque me parecía zonzo y común. No me decía nada. En cambio los Raiders sonaba cool y genial, muy Badass. Eran como los Riders of the lost ark, o los Raiders on the storm. Y no era sólo por una cuestión de que quisiera el nombre en inglés sino más bien que de las cuatro ramas, sólo a nosotros nos castellanizaron el nombre. Los Scouts siguieron siendo Scouts y no Exploradores, o los Rovers no fueron Peregrinos. En fin, ese fué para mi el primer indicio de una guerra silenciosa que parte de la cúpula dirigencial nos empezó a largar. Parecía una pavada pero molestaba en verdad. Los adolescentes no quieren cambios, sino profundizarlo todo. Pero en el trajín del paso de aquel año, una buena para mí. Duhalde había perdido las elecciones contra De La Rúa y sentía que se terminaba una etapa nefasta para mi familia y para el país. Mirando un cartel del presidente electo desde el colectivo 46, recuerdo mirarlo y pensar "ojalá no nos cague"...
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