Hace poco, me vi con un amigo del grupo de amistades de la primaria, a los cuales hace varios años que no veo. Cuando me junté con él, el único de aquel grupo con el cual tengo el contacto de hablarnos o mensajearnos una vez por año, me dijo que todo el grupo se había alejado de mí porque yo era un tipo tóxico. No lo dijo con esas palabras, pero eso me dejó a entender.
Básicamente, según mi amigo, yo siempre tuve esa manera equívoca de relacionarme con mis amistades, sobre todo con uno de ellos, que parecía siempre estar en disputa entre mi amigo y yo. Algo ridículo, dado que la amistad que teníamos nosotros era anterior a la de este chico y de hecho compartíamos muchas más cosas entre nosotros que con él. El tema es que como el susodicho era de esas personas de carácter débil y poco conflictivo era muy fácil ser su amigo. Era un tipo bonachón y buena onda pero que en realidad era un tipo insulso y superficial.
En fin, mi amigo me catalogó de que toda la ruptura con el grupo se debía a mi relación tóxica con aquel muchacho (amado por todo el grupo) y eso hizo que eligieran y yo quedara afuera.
Lo mismo con una tal Loli, que conocí en la facu y a la cual integré al grupo en un momento.
Según mi amigo, ella se alejó de mí por mis actitudes posesivas tóxicas que en determinado momento chocaron con su creciente radicalismo feminista.
Bueno, después de estas pérdidas, culpa de mis terribles errores como ser humano, escribí el cuento que viene a continuación. Quizás pueda explicar con un poco de acción el porqué de ciertas actitudes mías. No me justifico, pero errare humanum est, sin embargo, como perdonar es cosa divina... nadie se toma la molestia de repensar sus actitudes. Siempre es mejor demonizar y aislar a los que se equivocaron. Alejarse de la gente "tóxica" es una forma fácil de no reconocer los propios errores y una manera bastante cobarde de comportarse con los amigos, sobre todo con los Amigos.
¿Hasta que punto no es ser una persona tóxica también cortarle el rostro a un amigo con el que se compartieron años de vivencias y experiencias, años de acompañarse en las buenas y en las malas? Y donde el saldo de amistades de entre veinticinco a diez años es en su gran mayoría positiva? Es incomprensible. Sin embargo, los signos de los tiempos actuales nos hablan de que la gente, por más progresista que se sienta, prefiere juntarse con aquellos que piensen en un 90% igual a uno, mínimo. Lo que nos habla de un nivel de tolerancia bastante bajo. No sé, que cada uno saque sus propias conclusiones.
Todos los óleos se
desvanecen en el aire
I
A Dolores la conocí en la Universidad. En aquellos tiempos
yo tenía veinte años y ella diecisiete. Éramos muy jóvenes y muy precoces, o al
menos ella si lo era, y yo lo intentaba aparentar. La cuestión es que ella me
conocía del barrio de Almagro. Sin embargo yo nunca la había visto antes. Se
acercó a hablarme en un acto de desmedido desinterés por el entorno.
Hola ¿Cómo estás? Me llamo Loli.
Yo me quedé pasmado. Una chica bajita, de pelo enmarañado y
castaño, mal maquillada, con cara de loca, pero muy bonita, se me acercaba a
hablarme. Yo en esa época era muy tímido. Ella me
abordó así, sin vueltas y yo respondí. Me dijo que me
conocía del barrio. Yo seguía un poco tenso. Hablamos cosas de la carrera y
luego volvimos caminando de Caballito hasta Almagro. Eran unas veinte cuadras o
más. Ella usaba unas chatitas y se detuvo en Primera junta a ver ese tipo de
calzado. Yo no sabía mucho que decir, así que le pregunté qué música le
gustaba. Me dijo algunas cosas medio hippies como Aca seca trío, la
Valderrobles o algo así y Pescado rabioso… Bah! Todo Spinetta, dijo. Me quedé
pasmado. Hasta ese momento de mi vida la música del flaco era algo exclusivo de
pocos jóvenes y sobre todo varones. Conocer una chica Spinetteana era como
sacarse la lotería. Ella me sonrió ante mi reacción de asombro y me tomo por papanatas.
Para ella era lo más habitual. Lo que no sabía es que había empezado a gustarme
de a poco.
Ese día la acompañé hasta la casa, que era a cuatro cuadras
de la mía, y todo mi plan de estudios se fue a los caños. Otra vez me
enganchaba con la chica equivocada. Todavía no lo sabía, pero no faltaría
tiempo para desayunarme la sorpresa.
Hoy me viene a buscar el Rulo.
¿El rulo? ¿Quién es?
Es mi novio.
Ah. Qué bueno. No sabía que tenías novio. (Silencio
incómodo)
¿Y por qué tendrías que saberlo?
(Más silencio)
¿Estás bien?
Sí, sí, claro. Voy al baño y vuelvo, que me cago encima.
Ok.
Tuve que buscar una salida grotesca de la situación. Evadí a
medio curso de Puán, para irme al baño, como excusa ante la situación durísima
de sentir el crack dentro de mí. “¿Por qué otra vez Dios porque?” Me preguntaba
frente al espejo del baño. “Me pasa otra vez lo mismo que en la secundaria.”
Pocos años atrás me había enamorado de una compañera del colegio que tenía
novio, y ella también de mí, pero nunca quise que pasara nada. No quería que lo
engañara conmigo. No me parecía justo para el flaco y no me cerraba la idea de
ser el otro. La quería toda para mí o nada. Me quedé sin nada. Ah no, si, me
quedé con mi pena. Pero bueno, acá la cuestión era otra. Loli no había
expresado su interés en mí, así que esto era solo algo mío. Tenía que cambiar
el cassette, empezar a verla como una simple compañera de curso y olvidarme de
todo el estúpido asunto. Pero no, las cosas nunca son tan fáciles, y menos en
cuestiones de l’amore. Mientras pensaba en cómo salir de esa situación
engorrosa en donde me había expuesto como interesado en ella, vi en la pared
del baño un graffitti reciente.
Marlon brando: 1924-2004
Ese sí que la tenía clara, pensé para mí y volví al curso
con mi mejor cara de póker.
Durante el resto del año, seguimos volviendo juntos de la
Facultad y nos hicimos buenos amigos. Algunas veces ella me invitaba a almorzar
a su casa y me hacía algo de comer. Su familia no estaba casi nunca. En esos
momentos me sentía confundido. ¿Tenía que avanzar? ¿Y si le tiraba un beso
mientras me servía la comida? No, se caería todo al piso o encima de mí, y
sería un desperdicio, además de torpe y ridículo de mi parte. Me quedé en el
molde. Me quedé en el molde siempre que estábamos juntos, porque nunca sabía si
ella tenía la más mínima onda conmigo. Siempre terminaba en la conclusión de
que no le pasaba nada conmigo. Que simplemente era macanuda y me quería como
amigo. En esa época escribí un poema con bronca. Se llamaba “El osito de
peluche”. Ya se imaginarán de que habla y de cómo me sentía respecto de todo el
asunto.
Casi a final de año paso algo inesperado. Un día apareció
menos jovial y alegre que de costumbre. Loli era una persona demasiado segura
de sí misma, y yo siempre fui el reflejo opuesto.
Me separé del Rulo. Me dijo un poco triste.
Yo por dentro lo festejé, un poquito. Tampoco la maldad.
Uh, que pena, pero ¿Qué paso? Y bueno, todas las preguntas
de rigor y sobre todo escucharla, todo el día, al respecto. Yo venía
sintiéndome cada vez más esperanzado, hasta que me dijo.
Lo que pasa es que me gusta alguien más.
Estallé de alegría.
¿Ah sí? ¿Y quién che? ¿Lo conozco? Dije, haciéndome hasta un
poco el canchero.
No, es del taller de ajedrez que hago los miércoles a la
tarde en IMPA.
¿Qué? Pero que infeliz que soy. Otra vez la misma historia.
Y yo no existo para nadie, soy un cero a la izquierda. Tendría que hacerme cura
o al menos Hare Krishna. La puta que me parió.
Ah! Qué bueno che.
Loli se daba cuenta de todo, lo sé ahora a la distancia,
pero no le molestaba en absoluto refregarme todos sus amoríos en la cara, es más
encontraba cierto goce en todo eso.
Yo seguí como un perejil siendo su amigo, pero cuando
terminamos la cursada, ella me invitó al teatro a ver una obra de Los Macocos.
Claro que acepté. La pasé a buscar esa tarde y cuando salimos a la calle
apareció el Rulo. Un pibe flaco y alto, parecido a Spinetta, obviamente tenía
rulos. Me saludó frío y se la llevó a hablar a la esquina. Yo me quedé
esperando. Hablaron como media hora y luego el flaco dobló la esquina y
desapareció. Loli volvió con una falsa sonrisa de estar todo bien. Casi no
hablamos. Fuimos en el 8 hasta La Boca. La obra era en el teatro de la Rivera.
Cuando estábamos cerca se puso a llorar. Trate de contenerla. Le pregunté si
había discutido con su ex, pero me dijo que no. Que le dolía que él todavía la
amara. Pero luego sonrió y me dijo que se puso celoso de mí, le preguntó si yo
era el causante de su separación, pero me dijo que no me preocupara, ya que de
una le dijo que yo solo era un compañero de cursada.
Ah, claro, me quedo más tranquilo. Pensé o dije, ya no recuerdo.
Esa noche fue algo especial. Luego de la divertida obra de
Los Macocos, en ese hermoso teatro de mi infancia con estrellas en el techo,
fuimos a caminar por la rambla boquense. El momento clave para mí fue cuando le
propuse que nos sentáramos en unos bancos. Me dijo que no de toque. Eso fue el
mayor indicador para mí de que ella no quería ese tipo de intimidad conmigo. Me
dijo que tenía hambre y le propuse que fuéramos a San Telmo. En el camino le
mostré la casa de la chica que me gustaba en la secundaria. Y ella me propuso
pasarla a buscar, burlándose un poco de mí.
Al final caímos en el bar de un amigo en pleno Defensa y
Chile. Nos sentamos a comer una pizza. La mesa tenía velas y la noche tiraba
romance a pleno. Pero yo sabía que algo no cerraba. Cayeron dos amigos míos a
la mesa a saludarme. El que es más amigo saludó rápido y se fue de toque, luego
me diría que fue por discreción. Pero el otro, mas despistado, no se iba más.
Estaba meta charlarnos a Loli y a mí, de cosas absurdas e inentendibles. Estaría
fumado o que se yo. La cuestión es que luego de un silencio incómodo de mi
parte, el pibe al final entendió y nos dejó solos. Ante las velas tiré un “que
romántico el ambiente”. A lo que respondió con un certero ¡puaj!
Luego de la cena nos fuimos para nuestros pagos en
colectivo. De puro cortes la acompañé hasta la puerta de su casa. Una vez ahí
nos estábamos por despedir cuando ella me dijo.
¡Qué envidia! Y me señaló en la vereda de enfrente a una
parejita comiéndose la boca con ganas. En ese momento caí en la confusión más
abyecta. ¿Era una proposición? ¿Tenía que avanzar? Creo que nunca la supe, y me
imagino que ella tampoco. Me volví a mi casa con nada y más cansado que de
costumbre.
II
Al año siguiente las cosas cambiaron. Ella terminó el CBC y
empezó la carrera pero yo quedé con algunas pendientes que me llevaron todo el
año siguiente, así que no cursamos juntos nunca más. Sin embargo nos mandábamos
mails y ese tipo de cosas de aquella época. En el verano fui a Mar del plata a
lo de mis abuelos, y ella también iba a estar ahí con algunas amigas. Quedamos
en encontrarnos en la playa un día a la tarde. Me dijo que quizás iba a estar
en Playa grande o Punta Mogotes. Yo me fui desde la otra punta de La Feliz
hasta Playa grande a buscarla. Caminé varios kilómetros por la rambla
marplatense y cuando llegué a la playa la busque en la inmensidad de sombrillas
y cuerpos tostándose al sol, pero no la vi por ningún lado. Al otro día me dijo
que al final habían ido a Punta Mogotes.
Después me fui a Santa Teresita donde estaban mis amigos y
me puse a salir con una chica que conocí por medio de la novia de un amigo. Salimos
poco menos que tres o cuatro meses. A mitad de año ya estaba solo de nuevo. Le
conté todo el asunto a Loli y ella lamentaba que no hubiera funcionado mi
relación. Ella parecía estar sola y para las vacaciones de invierno me dijo que
se iba con el padre al norte. Cuando volvió me dio un frasquito con arenilla
formando un paisaje típico del norte. Un clásico souvenir del lugar, sin
embargo no tardé en tomarlo como una declaración de amor. Yo era muy tonto en
aquel tiempo. Muy poco perceptivo. Al poco tiempo me dijo que había conocido a
un pibe allá menor que ella. Todo esto contado por mail. Entonces me enojé, no
pude más y le escribí uno largo, poniendo que como podía ser que le gustara
un pendejo, que yo la quería, que desde que la conocía me gustaba y que no
podía guardármelo más.
Su respuesta fue poco menos que previsible. No pareció muy
sorprendida en su mail, sin embargo trató por todos los medios de darme a
entender que no lo podía creer, pero que al fin de cuentas ella me veía como a
un amigo, y eso era todo al respecto. Creo que era la respuesta que esperaba.
Estuve muy triste algunas semanas y luego seguí con mi vida. Al poco tiempo
conocí a Vale y me enamoré mucho. Salimos un tiempo y de Loli no supe nada más.
Por un tiempo…
III
Pasaron cinco años, y yo ya rondaba los veintisiete años
cuando volvimos a hablar. Yo acababa de terminar una relación de varios años,
muy fuerte, y de pronto recibí un mail de Loli. Me sorprendió un montón. Pese a
ser del mismo barrio nunca nos volvimos a hablar ni supimos nada el uno del
otro, sin embargo de pronto tenía un mail de ella que decía.
¿Cómo estás tanto tiempo? Espero que bien. Sé que no hablamos
en todo este tiempo pero me gustaría saber si te gustaría que nos juntáramos a
tomar unos mates en el parque Rivadavia.
Yo estaba muy afligido por mi reciente ruptura, y sin ningún
tipo de expectativa acepté la invitación. Estar con una mujer al menos para
charlar me hacía bien. Siempre me gustó la perspectiva que ellas dan desde su
lugar y sensibilidad.
En la juntada me enteré que ella también venía de un ruptura
de años, pero que ahora estaba con un chico, que se llamaba como yo, que le
gustaba mucho, pero que a la vez no le veía futuro a la relación ya que él era
muy inmaduro, o muy personaje, o no estaba tan enganchado como ella, no lo sé.
Pero esa reunión me ayudó, para cerrar viejas heridas del pasado y que
estuviera todo en paz con Loli. Casi no hablamos del exabrupto mío de aquella
vez. Pero si lo recordó como un acto muy impulsivo de mi parte que la agarró
con la guardia baja y a lo cual no supo muy bien cómo reaccionar. Yo me quedé
con esa respuesta sin pensar mucho más ni profundizar en eso. Pero lo
inesperado fue que de pronto nos empezamos a hacer amigos de nuevo.
Vos tenés que leer el libro “Todo lo sólido se desvanece en
el aire” me dijo esa tarde, y aunque nunca pude leerlo, creo que ya por el
título me imaginé a que hacía referencia.
Al poco tiempo ya nos veíamos casi todas las semanas. Ella
ya se había recibido y yo al contrario había abandonado los estudios y me
dedicada a trabajar de administrativo. Pero andaba haciendo un taller de
pintura por el barrio y como sabía que ella dibujaba bastante bien la invité a
sumarse, cosa que hizo de inmediato. A la profesora le encantó el estilo
muralista de Loli, y yo sin un solo atisbo de envidia me alegré de compartir un
espacio con ella nuevamente. Hacia finales de año estábamos tan bien que me
invitó a conocer su casa en Piguë. Yo acepté encantado. Ella iría a pasar año
nuevo a la casa del padre allá y yo estaría en Mar del plata, en lo de mis
abuelos. Así que luego de estar unos días en la playa e insolarme en Santa
Clara del mar, me subí a un micro desvencijado y encaré para Piguë. El viaje
duró ocho horas, mientras me lamentaba por mi espalda quemada por el sol. Al
llegar ella estaba ahí esperándome. Lloviznaba y juntos fuimos caminando hasta
la casa del padre. El lugar era hermoso. Pasamos unos días increíbles, ahí con
sus amigos del pueblo y con su padre, más que macanudo. Sin embargo había en
Piguë un halo de melancolía y nostalgia en la que parecían estar sumidos sus
pocos habitantes, incluyéndolo al padre de Loli. Todos ahí parecían añorar un
pasado mejor, más feliz y esplendoroso. Algunas tardes yo empezaba a sentir ese
sentimiento como propio y me empezaba a deprimir. Le conté esto a Loli y ella
me lo confirmó. De hecho era una de las causas por las que habían huido ella
con sus hermanas y su madre. El padre de Loli me cayó súper bien. Llevé
caramelos Chimbote de Mar del plata y el padre me lo agradeció con una sonrisa
modesta y bonachona. Nunca lo olvidaría.
Con Loli viajamos en auto de sus amigos, salimos a tomar
cerveza, jugamos al pool, fumamos porro, visitamos las viejas colinas de lugar
y nos divertimos bastante. Ninguna noche dejé de fantasear que ella entrara el
cuarto a mitad de la noche con un camisón blanco, al mejor estilo Forrest Gump.
Muy torpe lo mío, eso solo pasa en las películas. Debí suponerlo. Una mañana me
asomé a su habitación y ahí yacía, en bombacha, dormida. Tuve la fantasía de entrar al cuarto y hacer el amor con ella, pero eso estaba fuera de discusión. Yo
estaba condenado por las circunstancias a ser su amigo eterno y el siempre bien
ponderado amigo. En vez de eso, bajé las escaleras de la casa y fui a la
cocina. Tomé unos mates con el padre y luego Loli despertó y me dijo de ir a
una fábrica textil recuperada como centro cultural por unos locos amigos suyos.
La experiencia fue única, y de paso ligué una remera de regalo.
Llego la noche de partida en el tren que va de Bahía blanca
a estación Constitución. Un tren viejo y rústico, no carente de cierto encanto.
Comimos golosinas y charlamos bastante. Ella parecía triste por tener que
volver a Buenos Aires. La habíamos pasado muy bien allá en Piguë. De pronto
apagaron las luces de los vagones y yo me fui a fumar un pucho a la puerta.
Cuando volví escuchamos música cada uno de un auricular. Puse Suarez, el tema
Excursiones, y ella me dijo que lo sacara, que no le gustaba. Lo sentí como una
señal de nuevo, dado el carácter de la letra. Entonces apagué todo y dormimos.
O al menos yo me dormí. Entonces, me encontraba en mi sueño, no tan profundo,
cuando sentí que su mano me acariciaba la mejilla. Fueron unos segundos, pero
no lo soñé. Sentí mucho desconcierto y sobre todo miedo. No me animé a abrir
los ojos. Al otro día llegamos a Constitución y nos tomamos un taxi. Ninguno de
los dos dijo ni mu al respecto. Todo eso quedó en la nada misma. Seguimos
siendo amigos durante todo ese año y cada uno en su historia, con sus
respectivos amantes.
Hasta que al año siguiente, más o menos a mitad de año, un
amigo mío, muy deprimido por la ruptura de un noviazgo de años, se quedó en casa.
Justo ella me llamó y le dije que estaba con mi amigo, pero que viniera igual
si quería. Vino igual. La pasamos bien, tomamos algunas birras y luego se
quedaron los dos a dormir. Saqué la cama de abajo y ella se apostó en un
extremo, yo en el medio y mi amigo en el otro extremo. A mitad de la noche pasó
lo mismo que había pasado en el tren de vuelta de Piguë. Sentí su mano
acariciándome la mejilla. Otra vez tuve la misma extraña sensación de
desconcierto. No sabía qué hacer, además, estaba mi amigo ahí al lado. A la
mañana siguiente lo mismo de siempre. Como si nada hubiera pasado.
Seguimos con nuestra amistad así hasta que ella se hizo
amiga de un amigo mío con el cual empezaron a salir a sacar fotos, ya que
quería aprender el oficio. Yo me enojé que no me incluyeran y se lo dije. Mucho
no le gustó. Después de eso, yo estuve con una amiga de su hermana algunas
veces, y no le dije nada, pero seguro se enteró. Entonces de a poco nos fuimos
dejando de hablar. Hasta que después de un año sin vernos vino a mi casa. Me
dijo que le había jodido mis escenas de celos y que había decidido tomar
distancia de mí. Me sentí un poco ofendido por sus dichos y luego de eso no le
hablé más durante otro largo año. Hasta que decidí volver a tratar de reparar
nuestra amistad. Le mandé varios mensajes, pero ella siempre me respondía que
no podía ni tenía tiempo, que me iba a avisar cuando pudiera. Estuvimos así más
de un mes hasta que dejé de insistir. No supe más nada de ella y nunca supe
que fue lo que le pasó. Que la ofendió y si alguna vez sintió algo más que solo
amistad por mí. Aunque seguro es como pensé y yo solo fui un tonto como
siempre.
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