miércoles, 8 de enero de 2025

Raiders on the storm



El año 1997 fue algo así como una bisagra en mi vida ¿Por qué? Bueno, comenzaba la secundaria, ya no vivía en Catalinas Sur, me sentía grande y un poco quería romper con mi pasado (mi infancia). Después de aquel fatídico campamento de enero en Tandil, llegué a Buenos Aires y a los pocos días me fuí (junto a mi hermano) a Merlo donde nos esperaban mis abuelos paternos. En el brazo todavía tenía la venda de la quemadura/herida que me había dejado el campamento Krusty. -Pienso que de niño tenía vacaciones en exceso, demasiado para una vida tan relajda- Con el correr de los años sentiría que ese desbalance era algo injusto para mi yo más adulto (y quemado). En fin, ese verano nos la pasamos yendo a los arroyos de Piedras blancas, el Salto del Tabaquillo, y la caminata al algarrobo abuelo. Después, por las noches, comer los sabrosos platillos que preparaba mi abuela, tomar Terma Serrano y mirar el Festival de Jesus María (1997) edición en la que cantó la flamante nueva estrella Soledad Pastorutti. Y si, todo estuvo fenómeno, fantástico, inolvidable... Sin embargo, todo llega a su fin. Cuando volvimos a Pompeya, la dura realidad estaba esperándonos. Mi hermano por terminar la secundaria, yo por comenzarla y encima en nada más y nada menos que en la famosa escuela técnica Fernando Fader. En fin, no voy a rememorar las vicisitudes que pasé en aquel antro, pero baste decir que a pocos meses de comenzar empecé a perder interés en mi viejo reducto Scout. Los motivos eran varios, pero básicamente quería despegarme de ese mundo de ñoñez que tanto amaba siendo más pibe. Empecé a sentirme fuera de lugar ahí, entre banderines de Zorros y Lobos, cantos y gritos que a veces se tornaba militar. Mi rebeldía adolescente comenzó a aflorar, para rebelarme contra todo aquello que representaba una vida que ya no me pertenecía. Además, quería poder disponer de mis sábados a la tarde, cosa que comenzaría a ser cada vez más codiciada. De todos modos, no dejé de ir así tan rápido. De hecho nunca dejé de ir a los Scouts por completo. Lo que hacía eran visitas intermitentes al grupo, como si no me decidiera a dejarlo del todo. Pero lo más importante fue que el Pollo, cansado de mis rebeldías y contestaciones, adelantó mi pase a la rama siguiente: los Riders. Esta rama parecía la más interesante para mí ya que estaban Nico, Pato, y otros muchachos, pero sobre todo Alexis como dirigente. Aquel que se había burlado de la "cagadera de los Lobatos" en el campamento del Volcán. 
Diretes...
Cuando me hicieron el pase nos hicieron un recibimiento un poco brutal. Nos hicieron entrar de a uno, a mí y a los otros dos que pasaron conmigo, al cuarto de los Raiders, en completa oscuridad. Nos molieron a palos. Cuando terminaron prendieron la luz y yo estaba al borde del llanto por el dolor de las patadas y puñetazos. Me quedé sentado esperando que se me pasara un poco la conmoción, y en eso se acercó Alex y me dió un piñón mientras me decía: Y esto es porque te gustan los Beatles. Me reí jeje y luego le pregunté si a él no le gustaban... me respondió con un mehh de desagrado. Ahí entendí todo. Los Raiders era una rama casi de transición, los chicos malos del grupo Scout, adolescentes, peleadores y reos, casi como la rama punk del scoutismo. Un poco por la edad y por ese trayecto que uno vivencia. Desde los 13 a los 16 años aprox... No había lugar para blandos, sensibles y empezando por el dirigente, podían cagarte bien a palos que estaba todo bien. Esto al principio me chocó bastante, pero luego me fuí amoldando, porque en la escuela las cosas no iban a ponerse lindas tampoco...
A medida que fue avanzando el año, comprendí que estaba menos para ir al grupo a medida que me empezaba a ver con mis compañeros de curso. Al final, no sabía ni donde estaba parado. Entre la nada y la eternidad, de no hacer ni pensar en nada. Y eso que nuestro lema era Salvar... pero ni nuestro santo patrono San Francisco Xavier podría rescatarnos.
En un gran panel de corcho todos escribían nombres de bandas y lemas, como Dijo el droguero al drogador... sin entender mucho un pomo de lo que hablaba aquello, pero sonaba contundente y pesado. Y topdos querían demostrar que eran los mas metaleros, o punkies, o ricoteros.. A mi me gustaba el rock, punto, y sinceramente me pasaba por los huevos todo ese rollo de las tribus urbanas. 
Los raiders estaban divididos en dos patrullas, los Charrúas y los Onas (donde estaba yo bajo las ordenes de Nico, como antes en los Scouts en la Lobos). Aquí pasamos de los nombres de animales a los de pueblos originarios. La pica estaba en que ellos nos jodían que andabamos en pelotas y nosotros les mojábamos la oreja diciéndoles que esos indios son uruguayos. Hoy me río de esas bromas estúpidas. Si hay algo que no es nacional son las tribus que anteceden los nacionalismos europeístas. Los charrúas son charrúas, los mapuches son mapuches y los onas onas. Nada de uruguayos, chilenos ni argentinos. Después de todo, ningún país desde Canada hasta el cono sur se interesó nunca por resarcir tierras y reivindicar a los pueblos originarios. Repetir el discurso del amo es una berreteada y carece de honestidad intelectual. 
De todos modos yo estaba orgulloso de ser un Ona. Me gustaban esos indios australes que hacían todo tipo de rituales en el frío más extremo y en pelotas. Un grupo aguerrido, y nada mejor para un adolescente en plena etapa identitaria para que se ponga la casaca de una tribu guerrera. 
(Continuará)