domingo, 17 de noviembre de 2024

Campamento en El Volcán



Mi estadía con los Lobatos iba llegando a su fin pero todavía quedaba una experiencia más: el campamento de verano. Este sería el último con los Lobatos ya que en algún momento del 95 entraría a la rama Scout per sé...
Para finales de 1994 hicimos como siempre una kermese para cerrar el año y recaudar fondos para el gran viaje. Hicimos todo tipo de actividades, hasta hubo números actuados y todo sumaba porque si bien en mi casa aún no habían comenzado las penurias económicas, todo estaba muy complicado ya. 
Ese verano mis padres se organizaron para que pudiera ir al bendito campamento con los Boy Scouts ya que el verano anterior no había sido posible. Como la cosa arrancaba la segunda semana de enero, mis padres se quedaron hasta que me fuera para después irse con mi hermano a La Feliz. Recuerdo patente esa madrugada en la que salía de viaje con los Scouts. Nuestro destino era El volcán, un lugar medio perdido en la provincia de San Luis. No era cerca de Merlo donde yo solía ir con mi abuela dos veranos atrás. La emoción era enorme y sabía que en algún momento vendrían las verdaderas ganas de empezar. 
Era el primer viaje largo que hacía fuera de casa sin ningún familiar y eso me generaba una gran expectativa.  Como dije, el micro partió por la madrugada y antes de ir caminando con mi padre desde nuestro edificio hasta la calle Necochea que era de donde salíamos, me despedí de Diana, una gatita cachorra que habían traído a casa pocos meses antes. Algo en el estómago me daba cierto vértigo, como si se cocina algo funesto en lo porvenir. 
Hacia la noche, después de un largo y olvidable viaje por rutas argentinas, llegamos a nuestro destino. Todos un poco dormidos, cansados, nos bajamos del micro para emprender una rápida instalación en el campamento. Aún no puedo recordar el nombre del lugar donde acampamosy es dificil identificarlo con los datos que google me proveé, pero era muy cerca del centro del Volcán. 
Poco es lo que recuerdo de ese campamento, no sé bien por qué. El lugar no era super guay, parecía que la recesión había llegado para todos o que no habían investigado muy bien el lugar a donde ibamos. Quiero decir, que no es que fuera feo, pero todo parecía muy chiquito. Un mini pueblito que por lo que veo sigue igual a enero de 1995, con un arroyito en las cercanías y muy pocas sierras bajas. 
Fue un campamento relativamente tranquilo, con los accidentes habituales como por ejemplo Lucas Magic que se rebanó medio dedo índice  con su navaja o yo que me metí en un arroyo en patas, un día que las aguas bajaban turbias y me clavé un pedazo de vidrio en la pata. Fue una herida menor pero recuerdo que tenía miedo de haberme contagiado el Sida por eso. Aún se vivían tiempos de paranoia y falta de información o al menos en lo que a mi enseñanza respecta claro. Pero una botella rota hundida en el fondo de un arroyo dificilmente contagie algo más que un corte feo y de largo sangrado. 
Poco después de este incidente pasó algo que en su momento me pareció terrible, pero que luego con el tiempo pude reelaborar mejor. Una noche estábamos sedientos de historias de terror y yo no tuve mejor idea que ponerme a contar historias en la carpa, mientras debíamos dormir. La temática era algo así sobre unas marionetas asesinas y algo sexuales. No recuerdo detalles pero mis compañeritos lobatos se mataban de risa y yo me sentía el pibe más popular por aquella boludez. No así los dirigentes que me pescaron haciendo esa tonteria, sobre todo el viejo y querido Balú, ese muchacho que tendría veintipocos pero que a mi me parecía un adulto hecho y derecho. Me sacó de la carpa y me puso cinta en la boca mientras se me caían algunas lágrimas, cosa bastante humillante y agresiva pero bueno... el muchacho no encontró otra forma de hacerme entrar en razón. 
Ojo, a mí Balú me caía super bien, era por lejos mi dirigente preferido. Akela, que en esta ocación era una señora era como una segunda madre, y Bagheera era un muchacho bastante canchero y divertido. Ahora que lo pienso los roles estaban invertidos, pero en fin... En este caso Balú era el chabon que nos ponía en vereda. A mí ya me había dejado sin merendar el año anterior en que una tarde hice un chiste desubicado en medio del agradecimiento por los alimentos. Dije una desubicación sobre los niños pobres o algo así y todos los pibes se mataron de risa, pero Balú me llevó adentro del cubil me pegó un reto y me dejó sin merienda. En ese momento me parecía injusto, hoy no lo veo tan mal. Está bien, a veces así es la única forma de aprender que con ciertas cosas no se jode... Algo que a los pibes de hoy en día les falta un montón, alguien que les diga no, con eso no. 
Tengo el recuerdo patente de una noche en que estábamos jugando algo de buscar unas pistas en la oscuridad y no se que catzo... Y nosotros íbamos por entre los bosquecitos del camping, alumbrando con nuestras endebles linternitas Eveready cuando en una de esas lo veo a Balú chapando en medio de la noche con una de las dirigentes. De aquella chica no recuerdo el nombre pero si que me parecía muy linda, una petisa de pelo corto negro y ojos claros... En fin... Balú era mi ídolo. 
Llegando hacia el final del campamento me pasó otra cosa, una verdadera cagada, literal. Algo, quizás el agua del lugar o no sé que carajo, me cayó mal y entré en una larga y prolongada cagadera que no se me terminaba más. 
La cosa verdaderamente me jodió, porque casi no podía hacer las actividades normales, amén que me hacían arroz todos los días. Pero no había caso, estaba hiper descompuesto y en una de esas me llevan a la Ciudad Capital de San Luis, al hospital público de allí. El médico no sé que nos dijo, creo que me recetó pastillas de carbón y dieta astringente. Luego fui al baño a hacer lo mío y de pronto veo que Akela viene con una señora de maestranza del hospital que no se que truco me hace con una soga que apuntaba a mi estómago. Tomaba unas medidas que terminaban en mi ombligo. Nunca entendí de que trataba esa extraña hechicería, pero en definitiva fue inofensiva, yo seguí igual hasta el final del campamento. Si recuerdo que no tenía plata y que alguien (perdón pero no recuerdo quien) me regalo unas palmeritas para que le llevara a mi familia. Un hermoso gesto, pero que yo lamentaba no poder comermelas. 
La última noche hicimos el famoso fogón de fin de campamento, donde cada rama, Lobatos, Scouts, Raiders y Rovers hacían diferentes interpretaciones, desde canciones, actuaciones y esas cosas divertidas. Uno de los Rovers, de los chicos más grandes, un tal Alexis (que con los años se convertiría en mi profe de guitarra, aunque esa es otra historia) hizo una especie de poema que recitó donde contaba las penurias de aquel campamento. Recuerdo literal esta frase: Los Lobatos con su cagadera... todos se mataron de risa pero a mi me fastidió. Cuando terminó el fogón lo busqué a Alexis con quien nunca había hablado hasta ese momento y le dije... ¿Por qué dijiste eso de los Lobatos? Sólo yo tengo cagadera. Recuerdo que me miró sorprendido y se alejó sin nada más que agregar, excepto una leve sonrisa. 
Cuando volvimos a Buenos Aires solo estaba mi viejo que me vino a buscar. Le contaron lo que me había pasado y mi viejo les agradeció por cuidarme. Ese mismo día o al día siguiente me llevó a Mar del Plata donde ya estaban mi vieja y mi hermano esperandonos. A los pocos días de estar en Mardel la cagaderá cesó tan de golpe como había comenzado. ¿Nervios? ¿Quien sabe? Solo sé que aquella experiencia de mi primer campamento de verano con los Scouts me dejaría huellas imborrables en muchos aspectos de mi vida. Y sobre todo aquella canción que cantamos todos la última noche alrededor del fuego, donde decíamos que no es más que un hasta luego, nos es más que un breve adiós... muy pronto junto al fuego nos reuniremos... Que linda época.

miércoles, 23 de octubre de 2024

Cacería en la Reserva

Llevo un un gran fusil...

Muchas veces me encontraba con gente que criticaba a los Scouts por ñoños o al contrario por ser re milicos. Bueno, es un poco todo y nada a la vez, como la vida misma. 

A mediados del '94 comenzó el famoso mundial de fútbol donde un conglomerado de mafiosos de la FIFA, junto al anfitrión USA y una ralea de técnicos, jugadores y delegaciones resentidas, le hicieron una cama al Diego de la gente. Plus que Grondona tuvo que transar y sacrificar al ídolo popular vaya a saber uno por que oscuro motivo. En fin, cosas que ya sabe todo el mundo. Para cuando llegó la final entre Brasil e Italia, me encontraba de vacaciones de invierno en Mardel con mi familia. No olvidaré a mi abuelo puteando a los verdeamarela e hinchando por la Azzurra. En ese momento me parecía un poco raro hinchar por un equipo europeo, pero hoy en día pienso que mi abuelo tenía sus motivos y punto. 

Pocos meses después del mundial, pasado el amargor, y estando en mi casa una tarde muy tranquilo, esperando para juntarme con un par de compañeros de clase, una llamada telefónica cortó el día. La vecina del departamento de enfrente tocó el timbre y le dijo a mi vieja que la llamaban por teléfono. Mi vieja salió del depto y yo me quedé por ahí cerca, jugando, mirando la tele, haciendo nada. Los minutos se sucedían uno tras otro y sentía que algo feo se venía. Mi vieja volvió de lo de doña Herminia con los ojos llorosos y un semblante que hablaba por sí mismo. La había llamado mi padre para avisarle que lo habían despedido de su trabajo y la profecía de la gitana se cumplía al fin. Ya algunos meses antes lo mismo le había pasado a un compañero suyo y ahora le había llegado su hora. En ese momento me sentí mal por mis padres, contraje su angustia sin saber bien por qué. Todavía no cobraba cabal dimensión de los problemas que nos esperaban a la vuelta de la esquina. Decidí bajar e ir a caminar por el barrio, ya que respirar me aclararía las ideas. Caminé por las veredas del barrio porque si hay algo maravilloso de Catalinas Sur es la posibilidad de andar tranquilo sin calles ni autos. En eso andaba, perdido en mis pensamientos, manos en los bolsillos en un invierno que todavía no se iba, cuando divisé a dos de mis compas viniendo a lo lejos. Uno de ellos me imitó en mi manera de caminar y poniendo un tono burlón a mi aire circunspecto. Dos minutos después, anoticiados de "mi asunto", las risas se borraron. Era mediados de los noventas y los despidos comenzaban a hacerse cada vez más seguidos en gente conocida. Esta vez le había tocado a mi familia. 

Fuera del rollo familiar, los Scouts pasaron de ser un mero asunto recreativo de los sábados a la tarde, en un refugio para mí. Y un 15 octubre nos fuimos de cacería a la Reserva Ecológica, lugar al que había ido pocos meses antes con mi familia y mis tíos a dar una vuelta. Ahora iba con los Scouts a un lugar que hacía poco más de un año que estaba habilitado a la gente para recorrer y hoy es uno de los lugares favoritos de los porteños (incluído un servidor). La cosa es que fuimos todos el sábado por la mañana y marchando, cantando canciones sobre fusiles grandes y cosas un poco grotescas que no vienen a colación. De a poco fuimos atravesando esos caminos de tierra, explorando la flora y fauna de aquel lugar que se había convertido en un ecosistema propio al costado de la ciudad, luego de veinte años de abandono y decidia. Había árboles enormes, sauces llorones, cortaderas y unas plantas que tenían como un peluche blanco parecido al algodón. Además uno podías cruzarse con cierta especie de roedor parecido al coballo, además de lagartos y lagartijas, tortugas, víboras y culebras de todo tipo. En verdad que la reserva era algo diferente, un cable a tierra de verdad. Uno podía sentir que se había ido de viaje, pero si levantabas la vista allí estaban algunos edificios de Buenos Aires, que se erigían para recordarte tu verdadero lugar. La verdadera Jungla estaba allá, entre los edificios. 

Caminamos toda la mañana bajo el sol de primavera y rodeamos una laguna interna, rodeada de arbustos, matas y árboles caídos. El barro de los caminos era una cosa imposible de creer por lo espeso y fangoso. Algunos años después eso iría cambiando y el ecosistema de la reserva iría mutando hasta la gran sequía del 2008 donde solo quedaría vegetación. La reserva sería víctima de reiterados ataques ígneos premeditados ya que desde los noventas hasta ahora siempre estuvo la idea de convertir todas esas hectáreas en un gran centro comercial. Por suerte eso no ha ocurrido y espero que nunca pase porque el día que eso pase la alienación de los porteños no tendrá lugar para drenar su locura y en ese caso se volcará contra las autoridades y varios políticos quedaran colgados de la plaza pública como nunca debió dejar de hacerse. Volviendo a la Reserva, ese día hicimos todo tipo de juegos como buscar pistas, nudos y señales para practicar en caso de que uno se perdiera en un lugar así en medio del campo. Aprender a orientarnos por medio de la luz del Sol, o por el viento, o por la misma intuición. Armamos una carpa y practicamos diferentes formas de supervivencia y de análisis de la naturaleza, misma que es nuestra amiga. Después, Akela, Bagheera y Baloó nos leyeron una historia sobre los lobatos y Baden Powell. La leyenda de como usando el ingenio, Baden Powell hizo creer a los Berebeheres que en el fortín ellos eran más de los que realmente quedaban en pie. Luego jugamos a "los juegos de Kim" donde tenes que memorizar cosas que te muestran de forma breve o decir que alimentos se trata según el gusto o el olor. Así desarrollamos nuestro instinto de supervivencia y aprendimos que somos uno con la naturaleza, asi que la cacería al final se trató de aprender a cazar nuestra propia inteligencia para usarla a favor del bien común y tratar de ser siempre mejor.  

domingo, 20 de octubre de 2024

Lobatos en Lobos

En el año 1994 empecé los Boy Scouts con un regalo que me hizo mi madre, una flamante navaja Victorinox que conservo hasta el día de hoy. Mis compañeros Lobatos habían ido de campamento de verano a Santa Rosa de Conlara pero mis padres, aún temerosos de dejarme ir me llevaron con ellos a unas vacaciones donde pasarían cosas extrañas. 

Durante todo enero estuvimos en Mar del Plata, ahí en la casa de mis abuelos. Allí me encontraría con Diego, un compañerito de la primaria donde viviríamos nuestras aventuras en la playa de Punta Mogotes. Mi hermano iría a bailar con la hermana de Diego al legendario boliche Chocolate pero sus sueños más húmedos no se harían realidad. Nos la pasaríamos escuchando cassettes de Los pericos y de Los Abuelos de la nada, para comprender que eso eramos, más que un montón de nada. Al volver a nuestro barrio Catalinas Sur, apenas estaríamos unos días para luego irnos en familia todo febrero a Merlo, San Luis. Esas vacaciones tan largas y viajeras serían las últimas así de nuestra familia, luego, a mitad de año sobrevendría la debacle económica de nuestra familia. Pero varios meses antes, viviríamos una situación que marcaría quizás nuestro destino. Una mañana en que nos encontrábamos durmiendo, mi padre ya estaba levantado, tomando mate y sol en el jardín de la casa que su madre nos había prestado. Yo había ido dos veces ya  con mi abuela y su pareja a aquel condominio en el invierno del 91 y en el verano del 92. Pero ahora iba con mis padres y mi hermano, ellos apenas conocían el lugar, y yo que era muy chico para decir nada, conocía más todo aquello. En esa mañana, una gitana pasó por el frente de la casa y le ofreció sus servicios adivinatorios a mi padre. Yo me desperté en medio de todo aquel extraño suceso y cuando fui al living, aún bostezando y en piyama, me encontré con mi viejo con aspecto contrariado vertiendo un huevo podrido en la pileta de la cocina. Le pregunté que pasaba, que era eso, pero me rehuyó a mi pregunta y se encerró en su cuarto. Luego llegó mi madre que venía de hacer las compras y cuando le dije lo que había visto se encerró en su pieza para hablar con mi padre. Hablaron largo y tendido cuando apareció mi hermano quien se tomó todo el asunto a la ligera mientras se preparaba su desayuno. Yo estaba inquieto, sintiendo que algo siniestro le había ocurrido a mi papá. En el transcurso del día pude saber algunos pormenores más del asunto pero no sería hasta bien entrado el año en que me enteré de lo ocurrido esa mañana allá en Merlo, San Luis. 

Con el transcurso de los años pude ir recopilando algunos datos sobre aquel suceso. Al parecer, mi viejo no quiso saber nada con la extraña gitana e intentó expulsarla de la propiedad, pero la vieja le dijo algo que atrajo su atención. Mi viejo se acercó y la gitana le pidió ver la palma de la mano. No se bién todo lo que hablaron porque mi padre siempre se mantuvo muy reservado con todo aquello, pero al parecer la gitana le anunció que mi padre perdería el trabajo aquel año. Además le pidió unos huevos de la cocina y cuando rompió uno delante de él, estaba todo podrido. Mi viejo le dió unos mangos y la vieja se fue. Mi padre fue a la cocina y tiró los restos del "gualicho" en la cocina, momento en el que yo aparecí en escena. La cuestión es que para julio o agosto, mi padre se quedó sin trabajo luego de veinte años de trabajo ininterrumpido en su agencia de publicidad. Fueron a juicio pero su jefe se declaró en bancarrota y a mi padre le pagaron mucho menos de lo que le correspondía. Después de esto, nos tendríamos que ir a vivir a los subirbios y mi familia perdería el modus vivendi que tenía hasta ese momento. Nunca nos recuperaríamos de aquella caída. ¿Que fue ese oscuro asunto con la gitana? ¿Casualidad? ¿Adivinación o maleficio? Nunca se esclarecería el caso. 

Pero volviendo al inicio del 94, mi familia seguía bien y cuando en marzo volví a los Scouts, empecé un año intenso. Habíamos hecho con los Lobatos ya un par de acantonamientos que consisitía es hacer noche en el grupo Scout. Allí dormí en carpa por primera vez y fue una experiencia bastante intensa por la mística que todo eso me generaba. Sin embargo, cuando llegó el mes de junio, se anunció un campamento del grupo en algún lugar de Lobos que nunca pude recordar exacto donde fué. Sin embargo, se trató de un camping a medias, porque la realidad es que al menos nosotros los Lobatos, nos tocó dormir en una especie de edificio en medio del campo con varias habitaciones. Allí, Pablo volvió a patotearme sin razón y a retorcerme el brazo. Que extraña fascinación tenía ese chico con mi pobre brazo es algo que nunca supe. Pero se notaba que me odiaba y no quería congeniar conmigo. Por otro lado yo nunca fui muy conciliador. Si le caía mal a alguien por razones desconocidas, lejos de tratar de acercarme e intentar ser amigos, me ponía a la defensiva de una manera visceral. Creo que es algo que me persigue hasta hoy en día. Quisiera ser más diplomático pero me pare algo bastante difícil de conseguir hasta el momento. En fía, volviendo a Lobos, el lugar era muy pero que requete muy extraño. A lo lejos, sobre el horizonte, uno podía ver un tren muy viejo abandonado. Muchos de nosotros queríamos ir a subirnos a ese tren pero no había forma de que los dirigentes nos pasaran corte al respecto. Después, en ese terreno que estábamos, al fondo muy al fondo había una especie de cruz enorme de cemento y abajo de la cruz y túmulo que parecía una tumba. Nos dijeron que allí descansaban los restos de una india que había muertos por un ataque aunque no recuerdo bien de quien. A todo momento nos enterábamos de historias increíbles sobre lobos y malones que habían atacado en tiempos pasados a los pueblerinos del lugar. A mi no me gustaban las películas de terror, era muy impresionable, pero si me gustaba que me contaran cuentos o relatos de terror. Porque me gustaban esas historias y leyendas pero aún no podía ver imágenes aterrorizantes en la pantalla chica. Ese atardecer, en pleno junio y con frío, una espesa niebla empezó a circundar todo el predio y mientras hacíamos una actividad al aire libre, no podía evitar darme vuelta y mirar hacia donde se encontraba la tumba que habíamos visto. A todo momento esperaba ver que de aquella bruma creciente viniera caminando el espectro de la mujer. 

A la noche la cosa se puso peor. Todos los Lobatos teníamos miedo porque ese extraño lugar realmente tenía un aura oscura y terrorífica. Antes de acostarnos vimos un acha clavada en el tronco de un árbol con un nombre indio incomprensible. Pregunté que era eso y me dijeron que era el rito del totemismo y nada más, pasaría un tiempo hasta comprender todo aquello. Dormíamos en camas cuchetas y a mi me había tocado estar arriba, Siempre me tocaba arriba por ser muy flaquito, tanto ahí como en mi propia casa. Cuando ya nos habíamos dormido y como si de una escena de Full Metal Jacket se tratase, de pronto se prendieron las luces y nos levantaron a los gritos. Ninguno de nosotros entendíamos nada y fuimos corriendo hacia afuera llevados por nuestro dirigente, el enorme y colosal Baloó. Sin saber bien que pasaba fuimos con nuestras linternas corriendo por en medio de la noche nocturna y campera y busca de alguien que había desaparecido. Todos teníamos miedo y no entendíamos que era lo que estaba pasando, hasta que un grupo de lobatos se concentró en un lugar indeterminado del campo traviesa iluminando a alguien tirado en el piso. Me acerqué corriendo, agitado y sin aire casi, para encontrarme con una imagen extrañísima. Un Scout equis, de la rama siguiente, estaba en el piso lleno de pasto y con sangre en la cara. Las linternas revoloteaban por doquier y el pibe parecía confundido. Rápidamente los dirigentes se lo llevaron adentro y nunca más lo volví a ver. 

A la mañana siguiente levantamos "campamento" y nos volvimos a la ciudad material más grande de Argentina, donde no existe relación con lo incomprensible. Ese primer campamento en Lobos me dejaría una huella imborrable para toda mi vida y nunca pero nunca pude entender si todo lo allí vivido fue una farsa para asustarnos o algo más grave. Como con lo de la gitana. 1994 sería un año extraño, donde terminaría mi infancia de una vez por todas y para siempre. 

lunes, 30 de septiembre de 2024

Seisena


A poco de entrar Akela me puso a cargo de mi propia seisena. Cada rama se dividía en diferentes grupos; en los Lobatos eran seisenas, en los Scouts, patrullas, etc. En los Lobatos cada seisena tenía un color, en los Scouts eran animales, en los Raiders, pueblos originarios, etc... A mi me tocó mi propia seisena, la Roja. Pero era casi nuevo y yo iba ahí a pasarla bien. Tener la responsabilidad de estar a cargo de mi propio grupo de chicos me generaba confusión. No tenía aceitado casi nada al respecto de como manejarme y no me extraño que un día, en una formación de las que hacíamos a la noche antes de irnos, me hubieran "premiado" con el honor de ser la peor seisena. En aquel momento no me molestó tanto como hubiese querido, pero con el tiempo resignifiqué mucho esa forrada. Entiendo que querían avisparme porque veían algo en mí, potencial o lo que fuere, buscaban que me autosuperara pongamos por caso. Pero nunca me gustaron esos métodos de forreo, aunque tengan un noble cometido de fondo. 

Un día de la semana tocaron el timbre de mi depa, ahí en el edificio celeste y blanco de Catalinas. Alguien preguntó por mí y se presentó como Mang. Mi hermano que había atendido el portero eléctrico, mofándose mi dijo que alguien que se llamaba Man o algo así me buscaba.  Man y Rama. Yo era tan nuevo que apenas asocié estos nombres estrambóticos con algunos de los chicos de los Scouts. Cuando atendí seguía desorientado y hasta que no bajé los ocho pisos y los vi en la puerta no sabía que Mang y Rama eran Nicolás y Pablo, dos de los seiseneros más importantes de la rama. Nico de la sesisena blanca y Pablo de la Negra. Pero había olvidado sus nombres totémicos inspirados en personajes (un tanto secundarios) del buen Libro de la Selva de Kipling. A veces yo quería ponerme Shere Kan, pero me lo negaban siempre diciendo que el tigre estaba por fuera de la Ley de la Selva. Eso parecía muy importante aunque a mí al principio no me significaba mucho. Para mí El libro de la selva era esa película de Disney que a veces veía en el cable o alquilaba en el video club y que a mi padre le encantaba. 

En ese año de 1993 tuvimos unas Olimpadas Scouts a las cuales fuí pero más de visitante que de otra cosa. No era tan buen corredor como me autopercibía y me dejaron correr por insitente aunque poco pude hacer. O quizás si, pero no recuerdo ninguna victoria épica. Sólo ver a los que eran más grandes correr con todo ahí en los bosques de Palermo. No recuerdo si nuestro grupo ganó alguna palma. Tampoco me interesaba mucho. Si recuerdo (y aún conservo) un pañuelo negro y rojo que nos dieron para esas olimpiadas. Ya he olvidado su función. También ese año encontré en las inmediaciones del grupo una garra de gato negra. Nunca supe de donde había salido pero durante mucho tiempo la usé como adorno de mi uniforme. Hace poco, en un ataque de superstición me deshice de ella, después de tenerla treinta años conmigo. Como era de esperarse, mi suerte no cambió ni para bien ni para mal. En agosto de ese año cumplí diez años y antes de que terminara el año, un compañero de mi grado que era compa mío ahí en los Scouts dejó el grupo y nunca supe por qué. Hace un año hablé con él por Instagram y me dijo que se había ido con sus hermanos a otro grupo Scout. Ahora me parece una nadería, pero en el momento en que abandonó yo me sentí afrentado y en aquel momento nunca quise saber por qué se había ido. 

Para fin de año tuvimos una gran Kermese que se hacía para juntar fondos para el campamento de verano. Esa Kermese fue la primera de mi vida y me pareció muy divertida, con juegos como el Tumbalatas, la ruleta, emboca la bocha, el sapo y muchos juegos más. Mis padres fueron y jugaron y algo ganaron. Había lucesitas por todo el predio y todas las familias de los chicos Scouts estaban ahí participando con comidas, juegos y actuaciones.  Y si bien mis viejos no me dejaron ir a ese primer campamento de verano porque pasabamos todo el verano en Mardel y otra parte en Merlo, me quedé con las ganas y tuve que esperar un año más para poder irme con ellos. Mi vida en Catalinas era como la de cualquiera que vive en un pueblo, simple, despreocupada y feliz.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Nuestro Gran Jefe


Cuando entré a los Scouts, en 1993, me sentía un pibe muy ocupado. Los viernes por la tarde iba a Yoga para chicos, los sábados por la mañana iba a torneo de fútbol del colegio y a las 15 horas, entraba a los Scouts hasta las 20, cuando salíamos de misa. Los domingos estaba con mi familia y solíamos quedarnos en casa, a lo sumo ir a dar una vuelta por el Parque Lezama, San Telmo o ir a dar una vuelta con mis amigos por mi barrio Catalinas Sur. Además, estaba yendo a Catequesis porque estaba a punto de tomar la Comunión, aquel rito de traspaso cristiano para chicos católicos. 

No hacía mucho que había empezado a ir a los Boy Scouts (los de mi barrio eran Católicos pero existían grupos que no lo eran) cuando tomé la Primera Comunión. De aquello sólo recuerdo haber ido durante un año a Catequesis donde nos daban clases acerca de los temas clásicos de la Cristiandad. Los pecados mortales, otros pecados menores, el Cielo, el Infierno y todo lo demás. Además cantábamos el Aleluya, nos leían pasajes de la Biblia y bueno... yo aceptaba todo eso sin mayores problemas porque por parte de mis padres y, sobre todo de mis abuelos, en mi familia existía algo parecido fe cristiana católica. Quizás mi abuela paterna (cordobesa), era la más devota de la familia y quién más se preocupaba por la educación religiosa de sus nietos, mi hermano y yo, más mis dos primas. Pienso que en ese momento, nadie se cuestionaba mucho acerca de todo eso. Mi abuela me hacía rezar el padre nuestro, el ave maría o el ángel de la guarda y yo repetía todo aquello sin entender muy bien pero a la vez sintiendo que era algo positivo. Uno sentía que eran buenos valores que la mayoría aceptaba porque era algo bueno pero sobre todo por respeto a la fe de nuestros mayores. 

Retomando, cuando entré en los Scouts, me encontraba en ese proceso de Comunión y era un momento muy especial. Porque convergía la cataquesis y los Scouts, ambos en el colegio privado del barrio, Nuestra Señora de los Emigrantes, que en sí, era el colegio rival al que yo iba que era un colegio público y laico, el Della Penna. Nos vivíamos cantando canciones de rivalidad y a veces podía haber cierta pica, pero ellos eran los chetos del barrio y nosotros los gronchos. En realidad, los que íbamos al turno mañana nos considerábamos mejores que a su vez, iban al turno tarde de nuestro colegio. Chicos venidos de La Boca profunda. Yo nunca tuve esos rollos de grandeza pero otros sí y estaba quienes negaban vivir en La Boca y sólo reconocer vivir en Catalinas Sur, pero era un acto de negación bastante patético. 

Siendo entonces que me encontraba en un momento de estar rodeado por mucho catolicismo, en mi cabeza existía la idea de que en verdad había una comunión mía con lo superior. En la misa de los sábados a las 19, después de haber estado cuatro horas yendo y viniendo por el patio Scout, haciendo juegos, aprendido cosas de scoutismo, escuchando leyendas, merendado y demás, y ahora... llegaba la hora de bajar cinco cambios. Algunos chicos se quejaban y no querían ir. A mi no me volvía loco, pero una vez allí, sobre todo en el momento de comunión y silencio, la eucaristía, entonces sí sentía una conexión y me entregaba a ella. La sentía como algo lindo, de conexión profunda. En mi cabeza volaban mil pensamientos acerca de todo lo que aquello podía significar. Pero la Iglesia del barrio era moderna e imponente a la vez. Los cantos de los feligreses le daban otra motividad al asunto y lejos de sentirme como Bart los domingos en lo del Reverendo Alegría, yo sentía un disfrute allí que nunca me atrevía a confesarle a mis pares. La simbología de los vitreaux, las luces, la ceremonialidad, los cuadros del vía crucis, el olor a madera de los enormes bancos, la mirra... Todo formaba parte quizás de un adoctrinamiento, pero yo lo disfutaba sin reconocerlo, porque me parecía que era parte de algo más grande de lo que se podía ver. 

A poco de haber empezado a ir a los Scouts, tomé la Comunión y de aquel día en sí no guardo recuerdos especiales más que el hecho de que vino mi familia. Por ahí está mi foto sentado en posición de orar, en un altar, con un corte taza, abundante pelo lacio y rubio, más un reloj celeste pulsera que aún conservo en una cajita de recuerdos de la infancia. Y de la ceremonia en sí, para mi fue la primera vez que sentí el gusto del vino de la hostia mojada. Fue un encuentro inesperado porque el sabor me pareció entre polémico y delicioso. Si mal no recuerdo, Akela (la dirigente a cargo de los Lobatos, o sea mi rama), vino a presenciar mi Comunión con el resto de los chicos. No estoy seguro de este último dato pero creo que así fué. Quizás por haber caído un sábado, pero no estoy seguro. Cuando volví al grupo Scout al sábado siguiente, Pablo Rancho me torció el brazo y me dijo que me odiaba. Algo pasaba pero me sentí tranquilo de no haber provocado su odio. Era algo que me pasaría a partir de ahí toda mi vida, pero cuando era más chico, entendía menos la situación y entonces también me afectaba menos. Dentro del grupo había algunos dirigentes que tenían un nivel de flasheada tan grande respecto a la cristiandad, que uno por momentos parecía que estaba viendo a los caballeros de la mesa redonda. Ahí estaban sir Gawain, sir Lancelot, sir Perceval, sir Héctor, sir Galahad, etc. Y era tal así que cuando mandaban alguna notificación a nuestros padres, porque sí, en las primeras ramas era algo parecido al colegio, se despedían firmando: Un gran abrazo en Jesucristo nuestro gran jefe. Amén.  

martes, 20 de agosto de 2024

En los Lobatos



Una de las primeras cosas que recuerdo mis años en el Grupo Scout fue que mi ingreso no fue bien recibido por todos. Ya sé, como decía el Carlo, no le puedes caer bien a todo el mundo. Había un tal Luis de la rama Scout casi Raider, que me miraba mal y me trataba peor. Desconozo sus motivos. Y había otro Luis, de la rama Raider que también me trataba agresivamente. Después volveré sobre estos dos sujetos. Pero en mi propia rama, los Lobatos, que en teoría van de los 8/9 a los 11/12 años, había un gordito maloso que me tenía inquina. Cuando menciono esto quiero destacar que se trata de casos donde no había una justificación más que del tipo "no me gusta tu cara". El gordito en cuestión, llamado Pablo, me miró mal desde el minuto cero hasta que un día me agarró en la quietud del patio y comenzó a buscarme pelea. Yo respondí con un alguna evasiva porque no me enocntraba con animo de agarrarme a las piñas con él, ni con nadie. Pero Pablo insistía en buscarme pelea, y como no le daba bola, agarró mi flaco brazo y comenzó a retorcerlo contra mi espalda. Me sometió rápidamente y yo apenas intenté resistirme porque el gordo era más fuerte y porque no tenía ganas de pelear. Cuando Pablo se sintió satisfecho consigo mismo por haberme sometido, simplemente me soltó y actuó como si estuviera todo bien. No nos hicimos amigos pero me dejó en paz. Como si hubiese necesitado hacer ese acto de sometimiento conmigo para demostrarme que ahí, entre los Lobatos, mandaba él. 
En ese primer año en los Scouts, recuerdo que el grupo tenía una impronta que fue perdiendo a lo largo de ese año de 1993 y en parte del siguiente. Con esto me refiero a que cuando entré, el grupo estaba lleno de chicas y chicos que yo veía casi como adultos pero que seguro tenían entre 15 y 17 años. Para mi eran gigantes en muchos aspectos. Y a veces hacíamos juegos en el patio, las cuatro ramas juntas, y veía chicas sonrientes y desarrolladas correr y saltar, cosa que me resultaba muy estimulante. Pero siento que toda esa camada pronto se perdió y comenzaron a quedar solo muchachos, la mayoría eran chicos de La Boca profunda que tenía problemas escolares o en sus casas. Es cierto que yo era medio mantequita al lado de pibes que venían muy curtidos de vivir historias bastante heavies, pero en ese momento era bastante inocente y no me daba cuenta de nada. Hoy vería toda aquella comedia con otros ojos, tratando de entender que vivía en un contexto privilegiado en relación a otros. Pero cuando uno tiene nueve años y viene de una familia funcional, uno tiende a supone que el resto del mundo es igual al mío y si no lo es, entonces es porque se trata de los malos de la película. Desconozco la situación partticular de un pibe como Pablo, pero ahora me doy cuenta que él necesitaba imponerse y para eso buscó someter a un débil. En aquel tiempo yo era el débil y no lo sabía, pero ahora pienso que no lo soy, y quizás lo siga siendo. 
Para mí ir a los Scouts era una proyección de mis propias fantasías, de mi infantil y saba búsqueda de aventuras. Era todo el cine de los 80s que venía mamando desde chico como Indiana Jones y la última cruzada, era Los Goonies, era todo eso que me constituyó de pibe. Toda esa herencia cultural y educación sentimental que fue forjando mi propia identidad. Para mí eso eran los Scouts, sábados soleados, jugando, aprendiendo a armar una carpa, nudos, pistas, claves, orientación y supervivencia. Todo lo importante que te enseñan ahí lo aprendí en los primeros años. Después te das cuenta que seguís un poco por inercia, por rutina, por amistad, o a veces, simpemente porque no tenes otra cosa mejor que hacer... 
Caundo salíamos en fila india por el barrio, solíamos cantar canciones que podrían resultar en algunos casos, un poco polémicas para estos tiempos de corrección política. Una de ellas, quizás la que más me impactó de pibe rezaba así...
Voy en busca de un león, (repite)
Cazaré el más grande, (repite)
No tengo miedo, (repite)
Llevo un gran fusil... (repite)

domingo, 18 de agosto de 2024

Neurosis: Aunque la nombremos, ella siempre está


Existe una especie de idea generalizada, de creencia popular, vox populi, de que nombrar a las cosas por su nombre tiene el poder de exorcizar. Quizás en algunos casos esto pueda pasar, otras veces funciona a medias y en no pocas ocasiones, no funciona para nada. Este último caso pareciera ser el de la propia Neurosis. 

En estos tiempos de vínculos frágiles, difíciles, donde si la otra persona no hace lo que yo espero que haga me alejo, desaparezco porque no me escribió cuando yo lo esperaba, no se comportó como yo con él, no cumplió mis expectativas, no le gusté... En fin, a todos nos pasan estas cosas porque sí, aunque usted no lo crea, el ser humano es intrínsecamente un ser neurótico. Es lo que conlleva vivir en sociedad. Cualquier psicologucho de cuarta que diga lo contrario miente y lo hace descaradamente. Sobre todo muchos psicoanalistas que roban con la idea de "curar la neurosis". Eso no existe, es imposible. Quizás algunos crean en la posibilidad de tan quijotesca tarea, pero la realidad es que es imposible. Para dejar la neurosis per sé, habría que volver a nacer, vivir en una isla desierta y arreglártelas para sobrevivir. (Cosa por otro lado bastante improbable). 

No, las neurosis se pueden trabajar, se pueden quizás morigerar, pero nunca son extirpadas. Porque no se trata de un tumor y de un quiste. La neurosis es parte de nosotros, parte de nuestro ser, parte de nuestra mente que no calla ni siquiera durmiendo. Y no es de extrañar la alienación. El lenguaje mismo nos convirtió en seres ansiosos, deseantes y desesperados, sobre todo por nuestra búsqueda absurda de afecto y amor. Nada más difícil y a la vez necesario para vivir. Nuestra propia naturaleza es contradictoria. Entonces por eso mismo, como podemos pretender no ser seres al borde de la locura. Lo mínimo es que seamos, al menos de base, neuróticos. Van a estar aquellos que dirán que puden controlar sus ansiedades, su intensidad, sus paranoias, sus inseguridades, o sea, sus locuras típicas de neuróticos clásicos. 

Hey vos! Te hablo a vos que venís a chusmear en todas las entradas. A leer. A tratar de comprender. A vos quiero decirte, que no pierdas más el tiempo. Estamos chiflados, vos, yo, él, y todo el resto de la humanidad. No vas a encontrar ningún mensaje privado, nada para decodificar, o quizás si, pero si no te la jugás te quedas ahí, sin hacer nada, y nada va a pasar entonces. Porque como voyeristas no alcanzamos nuestros sueños más decodificados. Si abandonamos el barco no llegaremos a ningún puerto, si preferimos seguir postergando, seguir bloqueando nuestro deseo, obturando nuestros sueños, nos vamos a morir marchitos, sin habernosla jugado un ápice y nada ni nadie nos garantiza de que vayamos a tener otra oportunidad, otra vida, nada. Hasta donde sabemos esto es todo, y después, game over sras y sres. , Entonces, dejemos ya mismo esta paja voyeur, este narcisismo imbécil que nos corroe el alma, esta imbecilidad que nos regodeamos en llamar "nuestro orgullo". Más importante que esa idea ridícula y neurótica es vivir, vivir y vivir. Vivan, vivamos. Movamos ya de acá.   

Todo esto es parte del mismo discurso neurótico que nos sigue cagando la vida, atenazados, con miedo a vivir, esperando un milagro que nunca llegará a menos que lo salgamos a buscar con poderosa vehemencia. 

viernes, 9 de agosto de 2024

El amor

Durante varios años me aboqué a estudiar una de las cosas más intrigantes del mundo: el amor. 

Pienso que el amor es eso de lo que todo el mundo habla sin saber absolutamente nada al respecto. 

Y a la vez... ¿que es lo que hay que saber? Porque pareciera ser incognoscible. 

Desde los inicios de la memoria colectiva la gente se ha ido preguntando que carajo es el amor. 

Porque pareciera ser que si un recién nacido no recibe amor, muere. Después de determinada edad los humanos nos acostumbramos (o aprendemos) a vivir sin amor. Como decía Spinetta, el amor es esa vaca de la que mamo. El amor pareciera ser el verdadero y único combustible que tiene la humanidad para sobrevivir. Sin amor somos seres despreciables y la falta de amor saca lo peor de nosotros. 

Ahora bien, tampoco podemos negar que amar es una locura. Cuantas veces nos vimos inmersos en historias amorosas que parecieron poner en duda nuestra capacidad de amar, nuestra capacidad de razonar, de ser seres centrados. El amor nos aliena una banda. 

Desde que tuve mis primeros acercamientos al sexo opuesto me di cuenta que tenía una predisposición (desde muy chico) a enamorarme de algunas chicas. De una manera rápida, contundente y patética. Muchas veces (la mayoría) eran metejones que duraban poco, y otras veces, simplemente me dejaban pedaleando en el aire. Peeeeroooo, cuando comprendí que más allá de ser un zoquete, el amor parecía un tema delicado. 

Cuando uno es joven y comienza sus primeros romances, uno se manda de lleno, con total liviandad y por lo general no suele ser cauteloso. Uno se entrega sin saber los peligros del amor, y con peligros no me refiero (necesariamente) al otro, al sujeto amoroso, sino al amor en sí. A lo que genera en nosotros y transforma de una vez y para siempre. 

El amor es cosa seria, porque no existen pociones para el amor, no existen recetas, no existen fórmulas. Intentar venderte un libro o curso sobre como conquistar a alguien es tan absurdo como querer enseñarte a manejar el universo. NO hay manera. Porque el amor es algo escurridizo, huidizo, caprichoso, en cada caso cada unión da una fórmula distinta. Es imposible de preveer. El que no entiende eso es de una alguna manera un inútil. Nadie puede comprarlo porque el amor es algo incomprensible. No por nada la tradición grecolatina lo mostraba como un niño molesto y caprichoso (Cúpido) capaz de las peores maldades. Porque así como podía hacer uniones positivas, también (y por lo general) disfrutaba hacer relaciones conflictivas (o tóxicas como se dice hoy).

En la liturgia amatoria todos buscan una manera de entender aquello que nos atañe y afecta a todos los humanos desde la prehistoria a la actualidad. Por ejemplo Platón y su famoso Banquete, donde Sócrates, Apolodoro y el resto de los comensales hacen un elogio sobre el amor. Todas son teorías interesantes pero nadie termina de dar en el clave. Porque cada uno lo ve desde un perspectiva muy subjetiva. Y el amor es algo tan personal como universal, existen tantas definiciones como personas hay, hubo y habrá en el mundo. El amor es transversal al género humano, y no se si el reino animal en su conjunto. Pero no nos vayamos por las ramas. 

Barthes nos habla del discurso amoroso en la literatura porque siempre existió, desde los griegos (ya antes) hasta ahora. Ovidio escribió una especie de libro de autoayuda para conquistar romanas. En la Biblia existe un extraño poema (El cantar de los cantares) sobre las veleidades del amor. El libro del buen amor en la edad media nos engolosina aún más en todo lo dulce del amor. 

Pero también está el trago amargo del amor, como por ejemplo Baumann y su amor líquido. Lo frágil del amor, lo perecedero, y aún hoy en día, lo descartable. Y si, el amor nos hace felices hasta que se termina, y ahí sobreviene el rencor, el enojo, el odio, el sufrimiento más cruel. Porque digamoslo de una vez, el amor es necesario. No podemos vivir sin amor, pero por otro lado, el amor es cruel, nos quema, nos hace sufrir como la peste. Y en eso agridulce que tiene el amor está la clave para intentar comprenderlo. No es algo absolutamente bueno, ni malo. Intentar evitarlo puede ser fatal para cualquiera, encararlo también. Y en su esencia de emoción caprichosa, con los años nos damos cuenta que quien busca el amor no lo encuentra, y quien no lo busca sí. (Piensen en el mito de Dafne y Apolo sino). Nos buscabamos sin buscarnos diría Cortázar. Pero no podemos engañar al amor. Sabe si uno le quiere rehuir o lo quiere encontrar y por lo general nos castiga con lo que no queremos. Amor o no-amor. Maneja ambas gamas. 

Y creo que por más que leamos a Platón, a Descartes, a Fromm, a Baumann, Barthes o Bourdieu, creo que nunca vamos a comprender el amor del todo. Porque el amor es justamente eso, algo confuso, incomprensible, escurridizo, fatal y mágico a la vez. Pero bueno, es parte de nuestra esencia humana vivir con ese tormento del amor o la falta de. ¿No? 

domingo, 7 de julio de 2024

Fuimos Scouts

Una vez Scout, Scout para siempre. Escuché esta frase de forma lateral y casi sin prestarle mucho atención en su momento. Con los años la volví a escuchar en relación a la Masonería. Es muy probable que Baden Powell (el fundador del Escultismo, no el guitarrista brasileño), haya sido Masón. 

Lo poco que sé respecto a este buen señor lo aprendó sin querer cuando estaba en los Scouts. Más específicamente en la rama de Lobatos. Lo primeros sábados que comencé a ir, notaba dos cosas que me llamaban la atención de nuestro "cubil": primero que nada, el intenso aroma a galletitas. Segundo, el cuadro de un viejo con sombrero de guardabosque y un pañuelote como corbata. Después claro, la inmensa cantidad de símbolos como la cruz, la cara del lobo y la bien ponderada Flor de Lys. 

En ese momento tenía nueve años y toda info que entraba por mis retinas tenía la fuerza de un impacto terrible en mi ser. La iconografía Scout es poderosa, y en el caso del grupo al que yo iba se sumaba a la ya tan conocida iconografía Cristiano-Católica. Muy impactante desde el punto de vista inmaterial. Había toda una simbología que funcionaba muy bien para un pibe con cierta sensibilidad. Todo aquello era un revoltijo de misterios que incluían Edad media, cristianismo, cruzadas, caballería, El libro de la selva de Kipling y un mundo interminable de conocimientos referidos a la naturaleza.

En ese otoño/invierno de 1993, una de las cosas que más recuerdo es estar sentado en un gran cuarto donde nos reuniamos todos los Lobatos y que uno de los dirigentes nos hiciera cantar El Oso de Moris, pero en la versión de su hijo de la flamante película Tango Feroz. Yo vivía en el bosque muy contento... caminaba, caminaba sin cesar... Bueno en fín, la canción es por todo el mundo conocida. La cuestión es que nos la hicieron cantar porque no sé... supongo que le veían algún tipo de relación con la iconografía propia de nuestra rama (Lobatos) ya que estaba inspirada (por decirlo de alguna manera) en los personajes de El libro de la selva de Rudyard Kipling. Uno de los personajes fundamentales era el oso Baloo o Balú, aquel que muchos conocíamos sobre todo por la película de Disney que veíamos en la tele. Ese oso bonachón y corpulento, medio bagabundo y ramplón, que pretende hacer de tutor del niño Mowgli, cuando el consejo de la Manada había dictaminado que volviera con los suyos. Sobre todo por el peligro que representaba Shere Khan, el tigre que se quería zampar al niño de un bocado sólo porque era humano. Si, Shere Khan representa de algún modo el instinto de supervivencia de Animalia frente a la voracidad cada vez mayor del Ser Humano. De alguna manera, el tigre protege a la Selva (el mundo salvaje) del hombre, que ya no pertenece a ese lugar. Es algo clave en este asunto, porque si bien existen diferencias entre la película (que es apenas una historia y media) y el libro de Kipling (otro masón), la idea central es la misma. La voz de la Manada es la voz de la democracia, ellos dictaminan lo que parece más justo. Ni la destrucción del niño (que más allá de ser humano no deja de ser un cachorro) pero tampoco la permanencia de él en los dominios de la naturaleza (lugar que le corresponde al reino de Animalia y que la humanidad hace milenios abandonó).

En los Scouts, los Lobatos eramos en conjunto la Manada, y Akela (nuestro dirigente) era quien nos llamaba para hacer (y ser) Siempre mejor. Todos formabamos parte de una micro comunidad dentro del Grupo Scout, donde nuestra primer rama era la de los más chicos y por ende los más coaccionados. Pero nosotros, los Lobatos, teníamos algo muy en claro. Si no obedecíamos los mandatos del consejo, el llamado de la Manada, nos convertiríamos en Bander Logs (los monos que vivían en los árboles y no se regían por ninguna ley). Clave en esta historia es la Ley de la Selva, no en el sentido de un "vale todo" como lo solemos pensar hoy en día, sino al contrario. La Ley de la Selva es aquello a lo que todo animal debe responder dentro del reino de Animalia. Una serie de preceptos que tienen que ver con saber responder a esas leyes ancestrales. Los monos (Bander logs) no obedecen ninguna tregua o pacto entre animales, viven en estado de anarquía total y envidian el soficticado ocio de los humanos. Pero no quieren hacer lo que hace falta para conseguirlo: trabajar. Solo quieren vivir de los resultados y por eso secuestran a Mowgli, para que les diga el secreto de ese rojo elemento (el fuego) ya que creen que saber aquello los convertirán en humanos. Pero Mowgli es un niño criados por lobos, no sabe ni siquiera lo que és el fuego. Mowgli representa a los niños inocentes, pero también es parte de la manada. Él debe aprender a los golpes que la infancia es juego y diversión hasta que llega el momento de crecer. Entonces es hora de armar las valijas y volver a casa, volver con los tuyos. Mowgli primero se quiere quedar en el mundo de los juegos eternos, pero el reino de Animalia con la Manada de Akela y la pantera negra Bagheera, lo empujan a volver con los suyos. El libro de la Selva, como Peter Pan, como Alicia en el país de las maravillas, y gran parte de las historias que Disney tomó de la literatura, son novelas de crecimiento y aprendizaje. No es solo aventura, es también crecer y dejar el nido, el mundo confortable de la infancia para adentrarse en una nueva etapa.

Ese año de 1993 no lo entendí claro, porque estaba en pleno proceso de crecer y me faltaba aún para dejar de ser un chico. Mi madre colaboraba con el grupo haciendo galletitas y tortas, o cocinando en las kermeses de fin de año para reunir fondos para el campamento de verano. Mi viejo aportó su talento de dibujante para hacer un mural dentro de nuestro propio cubil. Con Mowgli, Baloó, Bagheera, la manada con Akela arriba de la piedra, la boa Ka y otros animalitos de la historia. Después, unos muchachos de una rama superior se encargaron de pintar los dibujos que me padre había bocetado sobre la pared y durante muchos años, aquel mural persistió. Hoy los chicos quizás tengan otros rituales del paso de la infancia a la adolescencia. O tal vez carezcan de los mismos y estén condenados a vivir en un mundo sin rituales de crecimiento y eso pueda complicar un poco las cosas. No lo sé... En mis tiempos, haber sido Scout me ayudó pero también sufrí como todos el fin de una etapa y el comienzo de otra. Nadie tiene soliviantado nada al respecto para no zafar de las crisis de edad. Pero quizás, aferrarnos a cierta Ley a ciertas normas de conducta, nos ayude a ser un poco mejores y tener alguna brújula para no naufragar en la anarquía nihilista de los Bander Logs. Y no sé si una vez Scout, siempre Scout, pero algo siempre nos quedará de todo aquello.    

domingo, 30 de junio de 2024

Las botas Beatle



Ahora que dispongo de una nueva luz, esa luz me dice que puedo zapataear sobre el teclado con mayor facilidad y menor cantidad de error. Eso dice...

Pienso en el final, de lo que sea. Del mundo, de la vida, de este momento. Creo que todos estamos moviéndonos sin margen de error hacia el fin de algo. Y pienso bien...

Este junio que termina fue el mes de Los Beatles ¿Por qué? Pues porque se me antoja así. Homenajeados pues (una vez más) el cuarteto de Liverpool por traernos alegría a nuestras videas. Y porque sí...

Recuerdo noches de juventud con cierta añoranza, cierto dejo de nostalgia. Pero no es culpa mía, o sí. La verdad que leo mucho a Bradbury y Borges, escucho tango (Charly y Spinetta, que es el tango de mi época), y bueno... soy incurablemente porteño. 

Ahora ya no puedo pensar de manera razonable. Creo que esta especie de diario sincrónico y virtual mina toda posibilidad de reconectar con la matríz (conecta umbilical with the Pachamama) y hundirme más en mí mismo. Porque sí, porque escribo para mí, para sacar afuera mis pensamientos, para recordarme que (por ahora) existo. Existes. Existe Dios.

Ya no tengo miedo de lo que puede venir. Creo que quizás siempre supe que podía ser mejor, ser así, ser un loquito, ser un ser vivo, aislado y reconvexo. Cuando ya nada nos quede a nuestro alrededor, entonces podremos entender que tenía que ser así. Y ahí recién recordaremos las ridículas botitas de los Beatles. Esos cuatro bongoceros de Liverpool. Pero no olvido que por más que ahora pueda ver mejor las teclas donde apoyo mis cuarentones deditos, sé que esta estúpida y obsoleta plataforma de Blogger no tiene un maldito corrector que pueda marcarme algún error que se me pueda piantar en mi rápido teclear. In so por ta ble...

Ya no hay morsas, ni tortugas... sólo leones herbívoros, y de muy mala calidad.

Si Juan Domingo Lennon viera en que nos hemos convertido... bueno, en fin.


Pd: Yoteamobeatles

 

sábado, 29 de junio de 2024

La gente del futuro




Hay una canción de los ochentas que se llama La gente del futuro de Miguel Cantilo que hablaba de una generación nueva que trería esperanza y nuevas perspectivas de futuro.

Nuestros padres hippies la cantaban esperanzados pensando en sus hijos pero ¿hablaba de nosotros la canción? Yo creo que no, lo siento pero para mí hablaba de ellos mismos. 

Es difícil hacerse cargo de las espectativas de generaciones anteriores. Nosotros tenemos nuestros propios temas y es muy jodido depositar las esperanzas en nuestros hijos. Todo depende de nosotros mismos, nunca de nuestros hijos.

Lo siento si no cumplimos las espectativas de nuestros padres pero somos generaciones distintas. Nunca el futuro mejor puede estar en aquellos que vienen después. Somos nosotros los que debemos dar el puntapié y ser los generadores de cambio. Sino es muy cómodo y dañino todo. 

Espero que cada cada uno pueda hacerse cargo del cambio para bien que esperamos ver en nuestra sociedad. Los hijos tienen que tener sus propias antenas, sus propias canciones y su propio estilo generacional. 

Lo lamento padres pero ustedes todavía están vivos y aún pueden dar ese salto final para comprender que el cambio social depende todos y cada uno de nosotros para lograr ser una sociedad más justa, feliz y empática con nuestros congéneres.

Y así lograremos edificar un mañana total.



viernes, 28 de junio de 2024

Mi primer cuento (1990)



Saquen una hoja. 

Los alumnos proceden con obediencia. 

Escriban una historia que quieran contar para después contarlo en clase. 

En ese momento se me vinieron muchas imágenes a la cabeza. ¿Qué podría contar? Era la primera vez que me ponían ante aquel desafío. Crear algo, cualquier cosa que saliera de mi cabeza. La maestra era odiosa, sobre todo conmigo. No se cansaba de exponer mis errores ante el resto de mis compañeros. Pero aquella vez tomé coraje y dejé salir mi mundo interior, hasta ese momento solo aplicado a mis momentos de juego. Empecé con un título y de ahí se desprendió la historia. Con el tiempo me daría cuenta que ese modus operandi sería muy útil a veces para atacar la página en blanco. El lei motiv, un sombrero. ¿De quién? Pues del mejor, Indiana Jones. 


***

El sombrero de Indiana Jones

    Había una vez, en un planeta x, un chico flaquito que caminaba sólo por la calle. No conocía a nadie y no sabía de donde venía, ni a donde iba. Creía que el mundo era aquello que lo rodeaba y que sólo servía para jugar. Pero un día, el cielo se oscureció y toda la vida pareció marchitarse. La gente que pasaba por ahí se quedó de repente petrificada. Nadie hablaba, todos parecían como "estuatuas", ahora lo eran...

    El chico se sintió más solo que nunca y creyó que nada podría ya ser feliz... Entonces caminó y caminó por las calles, llenas de estuatuas y al ver que nadie vendría por él, se sentó en un rincón muy triste.

    De repente, un rayo de Sol se filtró entre las nubes y un sombreró llegó rodando hasta detenerse ante él. El chico tuvo miedo pero entendió que ese sombrero era un regalo. Lo tomó con miedo y pensó que nunca más se separaría de él. Cuando se lo puso frente a una vidriera de una gran juguetería, los fantasmas de las estuatuas volaban alrededor. Pero se sintió fuerte, valiente y tenía confianza. Ahora era un aventurero, un Indiana Jones. 

    Salió corriendo dando saltos y vueltas carnero, medialunas y piruetas. Llegó frente al castillo de los villanos y entró pateando la puerta principal. Los que viviían ahí eran monstruos de distintas formas y colores, como figuras cuadradas... Se rieron de él porque sólo era un niño con un sombrero que le quedaba grande. Pero el niño los enfrentó sin temor porque se sentía otra persona. Era poderoso y valiente y nadie podía pararlo. Los monstruos no sabían que hacer frente al niño que parecía invencible. Al final quedó un monstruo rojo tan feo que el chico de pronto tuvo miedo. El monstruo olvió su miedo y le sopló en la cabeza sacándole el sombrero que fue a parar lejos. El cuadrado rojo se hizo enorme y el niño muy chiquito. Lo podría aplastar con un sólo movimiento y eso pasó.

    El chico se dió cuenta que el monstruo no hacía nada, era algo sin sustancia ni cuerpo. El niño dijo que su sombrero estaba ahí con él, y el sombrero efectivamente estaba ahí con él. Entonces recobró coraje, se hizo grande como Indiana Jones y de un latigazo desintegró el diabólico cuadrado rojo. Toda la gente se recobró y dejaron de ser estuatuas. Nunca supieron que fué él quien los salvó, y al chico no le importaba. Pero notaban que algo había cambiado ahora que se paseaba por las calles con la frente en alto y el sombrero de Indiana Jones. 

***

El resto de mis compañeros aplaudieron la historia, aunque uno que siempre me estaba compitiendo dijo que así no era Indiana Jones. Su comentario me pareció de envidioso y me molestó su actitud. Pero para el resto la historia estuvo buena. La maestra me corrigió todos los errores adelante de todo el mundo, fiel a su costumbre, pero de todos modos estuvo bien. Sentí que había escrito una buena historia, sobre todo teniendo en cuenta que estaba en primer grado. Después, con el tiempo me volví un poco más chanta, pero nunca dejé de inventarme historias. Fantasear es mi gran privilegio, y castigo.

(Aunque la historia no es ni a palos la que escribí en aquel entonces ya que sólo recuerdo el título del cuento, bien vale el intento recreativo)

miércoles, 26 de junio de 2024

El (fino) arte de poner música




En verdad sería El fino arte de pasar música, pero considero que pasar es un concepto bolichero y pueril. Aquí la cuestión es que uno PONE música, porque si uno NO la pone, la música simplemente no suena. 
Es cierto. 
Y es fino, porque poner puede poner cualquier persona. El tema es que cualquiera pone cualquier música y no ponderamos el hecho de musicalizar la tarde en sí, aunque tenga su valor. Ponderamos el hecho de saber musicalizar bien, de Hacerlo bien. Esto implica (aunque no en el estricto orden que digo) tener buen gusto musical, saber sopesar el momento y el lugar (contexto) y el ámbito y gente que nos rodea. Además que, como todo buen melómano, hay que saber ser abierto para conocer cosas nuevas. 
Por favor, no se me malinterprete con eso último. Nuevas no tiene que significar necesariamente música popular contemporánea, sino en un sentido más amplio del término: todo aquello que no conozco, más allá de si es música del último mes o del último milenio. Poco interesa, lo importante es saber prestar tu oreja para una escucha lo más desprejuiciada (en lo posible). Muchas veces notaremos que hay música que con escucharla un o dos minutos ya me da una idea de como es, a donde apunta y como seguirá. Por lo general no pierdo mucho el tiempo con eso. A veces también hay que mantener limpios los oídos para que no se terminen contaminando de seudo música, música corrutpa, ritmos bobos y predescibles. 
Lo principal es esto de pasar música que contenga lo básico para ser llamada así, melodía, armonía y ritmo. Música que se pueda disfrutar y que de alguna manera sea lo bastante tolerable para un numero significativo de personas. Esto significa que músicas de índole experimental, asimétricas, antimelódicas, no serían del agrado de la mayoría. Lo mismo con estilos estridentes o de exagerada distorsión. Suelen ser molestos a los oídos de los demás. Entonces hay que apelar a lo que dije antes, tener el lugar el contexto y lugar. La gente que nos rodea si son jóvenes o no, si es gente que se nota estar difrutando de la música o gente que parece incómoda. En fin, toda una serie de cuestiones que van más allá del mero: tengo ganas de escuchar tal o cual cosa. Como decimos siempre en estos casos: bueno, para eso andá a escucharlo tranqui a tu casa. 
Por eso, creo que como hay que tener en cuenta muchos factores, además de un buen gusto y amplitud de conocimiento de artistas, discos, canciones, géneros, etc. Por ejemplo el saber moderar el volúmen, tratar de ser diversos e intentar no repetirse (en la medida de lo posible). Por supuesto que cada dj tiene sus límites y a veces uno olvida muchas cosas, algunas que ya no escuchamos más por x motivo. Pero hay que tener en cuenta las recomendaciones que nos hicieron en otros tiempos, porque así uno nutre su propia cultura musical. No seré yo quien diga que es lo que hay que escuchar o no, cada uno maneja su propio criterio al respecto. Pero está claro que si trabajás en una librería, esuchar jazz o progresivo va más que si pones cumbia o reggaeton. Lo mismo que si tenés un puesto de choris, al ecuación parece cobrar sentido si se la invierte. De todos modos, un panchería o hamburguesería que pasa King Crimson sería algo notable, aunque para comer creo que prefiero algo más tranqui... 
En fin, como dije antes, es un fino arte que no es para cualquiera. Es probable que si tenes buen gusto y lo demuestres la gente encuentre otra excusa más para odiarte. Porque sí, la gente es envidiosa por los motivos más absurdos y pedorros del mundo. La gente es mala y comenta... 

lunes, 24 de junio de 2024

Ser despiadado abre puertas a un camino sin retorno


A veces recuerdo a todas las personas que consiguieron posicionarse en algun lugar de privilegio y noto algo que comparten casi sin falta: la falta de escrúpulos. 

Muchas personas leen que para lograr algo, ascender en el estatus social, deben hacer una especie de pacto mefistofélico. Esto a veces consisiste en sacrificar algo de valor, un ser querido, un amistad, o un ideal. A veces todo eso junto. El problema de estas personas tan terrenales es que su exagerado pragmatismo los hace mostrarse como personas indolentes, crueles y dispuestas a venderse al mejor postor. 

Entiendo que no todo el mundo es un aventurero idealista que cree en los códigos y pone los afectos por encima del vil metal. Lo entiendo. O mejor dicho, sé que es así... porque la verdad, no quiero entenderlo. Vivir rodeado de gente que después de décadas de amistad resulta ser más falsa que billete del Monopoly da mucha tristeza. Y también me da una furia asesina, pero sobre todo me da pena. 

Pero bueno, existen entes racionales que creen que no llegaron a ningún lado siendo buenos, siendo honestos, amando sin concesiones, que al final nada valió la pena porque perdieron todo y se quedaron solos. En Pampa y la vía, más rotos de lo que estaban antes de amar. Y claro que duele. Entiendo esa sensación, y es una merda, lo sé. Pero no concibo la idea de que por eso nos entreguemos a las ideas más nefastas, más conservadoras. Que nos convirtamos en todo aquello que en nuestro momento de mayor lucidez nos parecía atroz. Que por el hecho de que las cosas no hayan salido como queríamos nos hagamos unos rancios fascistoides, unos misóginos, unos resentidos... Y para peor, además, en unos trepadores, falsos y lamebotas de la patronal. Que triste amigo, que triste... ¿que te pasó?

A mi me duele en lo profundo del alma ver como gente a la que quiero se va convirtiendo en lo peor de la sociedad. Gente sin principios, lin lealtad, con ideologías acomodaticias, discursos repetidos y comprados, poco criterio personal y nada de corazón. He visto las mejores mentes de mi generación ceder ante la alienación de venderse por un puñado de pesos. Ver gente que abraza los peores ideales, los anti ideales paa repetir discrusos prefabricados de nuestra niñez, en pos de que? De un conservadurismo que lo único que hace es darle la razón en el hecho de que los demás son malos, porque le rompieron el corazón. Pero no se puede ser tan infantil, necio e infantil. Una especie de Anakin Skywalker, que abrazando ideas oscuras anti derechos, por un problema personal cede antes las fuerzas oscuras que vienen disfrazadas de amigos. Esos Siths que con sonrisas falsas te vienen a ofrecer ser un esclavo, porque "es la mejor opción". Y si, pero "vas donde sonrisas te dan, esos encapuchados de un mundo viejo"... Cuanta credulidad hermano. O no, quizás siempre fuiste un sorete y ahora mostras tu verdadero yo. Como sea que sea, la verdad, que pena me das...

"Quizás no sea tan buen amigo"...

El pez por la boca muere.