lunes, 27 de enero de 2014

La resignificación del recuerdo triste


-¿De alguna manera queres romper con tu pasado? 
-No, pero quiero que el pasado no me rompa a mi. 
-¿De que manera podría romperte?
-Y no se... Muchacha...

Entrevista a Spinetta. 1986.

Muchas veces sentimos que hay ciertos recuerdos de experiencias, momentos y personas ligados a determinadas canciones y hasta fragancias. 
Se nos hace intolerable por momentos revivir esos momentos, mas si nos recuerdan algún amor perdido o momentos de la época de uno. Sobre todo si esos momentos fueron bellos momentos, porque sabemos que ya no los podemos recuperar y que viven en alguna parte de nuestra memoria. Incólumes e imposibles de revivir. Pero mas que nada mitificados. 
Es imposible que no recuerde a V si escucho de pronto el disco Días y flores de Silvio Rodriguez, y aquel año único que fue para mi el 2005. 
Imposible que no recuerde a A si escucho The universal de Blur y el 2008. Época en que sonaba mucho ese tema en nuestros momentos juntos. 
Todas estas cuestiones nos pasan a todos los que amamos. Algunos las sobrellevan mejor y otros como yo o el flaco, no podemos evitar quebrarnos, aún así hayan pasado casi diez años. 
Idealizamos por demás aquellas épocas y creemos que nunca viviremos tiempos así de felices. Sin embargo ese es nuestro error. Ahora mismo estamos viviendo tiempos increíbles, conociendo a personas maravillosas y escuchando otras canciones que, cuando tengamos cuarenta años, nos recordarán este momento que pensaremos, fue único y no supimos valorar.
Somos seres que nos encanta sufrir y llorar por el pasado, somos hombres sensibles con alma nostálgica de tangueros, rufianes melancólicos y nunca estaremos contentos con nuestro presente. 
Por eso mismo caeremos víctimas de nuestro propio pasado. 
A menos claro que, logremos resignificar todo aquello que está ligado a un recuerdo. 
Y eso es lo que estoy haciendo, y eso es lo que esta generando que esas canciones o discos vedados, vuelvan a mi, ligados a otras personas y a otros momentos, que son parte de mi presente, que por ser eso, mi presente es mejor que cualquier recuerdo ficticio de un pasado estúpidamente idealizado. 
Vivan el hoy. El pasado pasó y el futuro nunca llegará. 

lunes, 13 de enero de 2014

Elogio de la ridiculez


Hay cosas en la vida que resultan ridículas. Muchas veces me acusaron de ser ridículo, pero creo que el summun de la ridiculez se encuentra en las cosas mas simples de la vida. Como la vida misma. Un sinfín de ridiculeces en cadena, una tras otra que se acumulan en un cúmulo infinito.
Camus decía que la vida es absurda. También lo decía el caballero de oro a Hyoga y lo dejaba congelado para siempre.
Ahora bien, si la vida es ridícula en sí, no tiene mucha importancia. La cuestión a tener en cuenta es que si es ridícula pero eficaz, entonces ya nada tenemos que preocuparnos por un futuro incierto.
Así desbaratamos todo rasgo de inmadurez y solemnidad que podamos darle a la nota y ponemos como siempre, un ejemplo clarificador.
En la película de Spielberg La terminal, el personal principal, Viktor Navorski, no puede salir de la terminal de Nueva York porque en su país de origen, Cracozcia (una especie de burla directa a los conflictos de los países de Europa del este), se vive un golpe de estado y por ende el país se disolvió. por lo tanto no tiene identidad. No es un absurdo, porque podría pasar algo así, aunque raramente. Pero toma la dimensión de ridículo, si pensamos que una persona podría ser retenida así en un aeropuerto internacional de tal renombre como el de NY y que nadie vele por sus derechos básicos.
A partir de ahí la película se toma la licencia mas que lícita de encadenar situaciones ridículas, una tras otra. como por ejemplo la vida que empieza a llevar Viktor en el aeropuerto. Primero llevando carritos y luego como obrero de la construcción. ¿Donde podría construirse en un aerpouerto por lo mas construído?
Su fin. Llevar un papelito a un músico de jazz que por la edad y la apariencia de la foto no podría estar nunca vivo. A menos que fuera una especie de Matusalén en potencia. Ridículo.
Su enamoramiento ridículo con una azafata que está enamorado de un hombre de familia que no llama nunca. Ridículo aunque muy factible.
Y luego las extravagancias de la fuente sin que nadie le diga nada. A todo esto el encargado del aeropuerto tiene una especie de rencor mal sano y odio incomprensible por aquel sujeto. Tiene la lógica del odio de aquel que detesta al otro prisionero que refleja su propia imposibilidad de salir de aquella prisión auto impuesta.
Además sus compañeros como el hindú, que no para de comportarse como un viejo estúpido y rencoroso que hace ridiculeces mientras Viktor cena con su imposible amor.
El desenlace por lo mas ridículo de la visa por un día que ella le otorga gracias a su amor y con el cual logra irse finalmente. O sea, donde esta el sacrificio si la mina amaba al tipo que le da el favor a Viktor. Ridículo.
Y el final con Viktor, cumpliendo con el deseo de su difunto padre. Se va en taxi. ¿Vuelve al aeropuerto? No importa. Todo fue una ridiculez desde el principio y poco importa ya que pueda hacer Viktor.
Entonces se nos presenta la sieguiente pregunta. ¿Es la película una verdadera, lisa y llana ridiculez sin sentido? ¿O es un fiel reflejo de un mundo que no para de sorprendernos con eventos que vistos desde lejos, no son mas que puras ridiculeces con un mínimo de sentido?
Spielberg es un maestro ingeniero del cine porque no solo nos engaña con sus mundos fantásticos sino porque también logra reflejar como muy pocos y con una película tan tonta, lo ridículo de la existencia y del comportamiento humano.
Celebramos las ridiculeces, porque de ellas nos alimentamos para seguir vivos, y continuar perpetrando este eterna cantinela del ridículo.